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domingo, 18 de agosto de 2013

LIBRE ALBEDRÍO



LIBRE ALBEDRIO

Podría decirse que dentro de los límites de la sabia orientación del hombre inteligente, existe el libre albedrío, en lo que concierne a la actividad del reino humano. Allí donde no existe actividad mental ni facultad para discriminar, analizar y elegir, no hay libre albedrío, porque se está imponiendo la ley del karma y ante esto no tenemos escapatoria, nuestro libre albedrío no existe en este caso. La opción que nos da el libre albedrío desaparece, cuando al quebrantar cualquier ley provocamos que funcione la ley de Causa y Efecto, en lo cual también hemos decidido nosotros, consciente o inconscientemente.

La gran diferencia que existe entre el reino humano en los tres mundos y los otros reinos de la naturaleza, es el libre albedrío. En la cuestión muerte, el libre albedrío tiene, en último análisis, una definida relación con el alma; la voluntad del alma se cumple consciente o inconscientemente, en lo que a su decisión de la muerte concierne, y esta idea contiene en sí muchas implicaciones sobre las cuales se haría muy bien en reflexionar.

Es imposible predecir lo que hará el género humano, debido al factor del libre albedrío. Tan es así, que el cumplimiento del Plan de Dios en la tierra no se hará presente sin la libre colaboración del ser humano.

El ser humano disfruta de soberanía personal que implica el poder y la autoridad intrínsecos del individuo para determinar su propia dirección y destino, o lo que es lo mismo: LIBRE ALBEDRÍO.

Mucho se podría decir del uso del libre albedrío, porque lleva implícito el derecho a la libertad que todos tenemos, y que en el camino espiritual encierra tanta responsabilidad. El respeto a la libertad del otro no implica que yo deje de respetar la mía propia, y en esto, como en todo, hay que ser muy firmes.

Los siguientes puntos resultarán difíciles de captar, pero son de suma importancia:

Los hombres deciden por sí mismos la acción directa, hacen su propia elección y ejercen sin impedimento el libre albedrío que pueden poseer en un momento dado.

El Cristo y la Jerarquía espiritual nunca han infringido el derecho divino de los hombres a tomar sus propias decisiones, ejercer su libre albedrío y alcanzar la libertad, luchando por ella en forma individual, nacional o internacional. Cuando la verdadera libertad reine en la tierra veremos el fin de las tiranías: política, religiosa y económica. No nos referimos a la democracia moderna como una condición que satisface la necesidad, porque la democracia es en la actualidad una filosofía anhelante y un ideal no logrado. Se habla del período que ciertamente vendrá, en que gobernarán personas iluminadas, las cuales no tolerarán el autoritarismo de la iglesia ni el totalitarismo de ningún sistema político; tampoco aceptarán o permitirán que ningún grupo ni “ser” alguno les diga lo que deben creer para ser salvados, ni cuál es el gobierno que deben aceptar. Cuando la verdad sea dicha a los pueblos y éstos puedan juzgar y decidir libremente, por sí mismos, veremos un mundo mejor.

La Jerarquía, debido al divino principio del libre albedrío en la humanidad, no puede predecir cómo actuarán los hombres en momentos de crisis, ni puede obligar a seguir la buena senda de la vida contra el deseo del ser humano, porque las buenas acciones deben llegar desde lo más profundo del pensamiento y sentimientos humanos y surgir como un esfuerzo libre y no dirigido; la Jerarquía no puede dar los pasos que impidan a los hombres cometer errores, pues los hombres por los errores cometidos se dan cuenta "a través del mal, que es mejor el bien".

¿Cómo a veces los seres humanos nos podemos dejar influir y dirigir perdiendo nuestra propia libertad. Puede venir alguien a decirnos que no hagamos ningún esfuerzo porque todos vamos a ser salvados, o por el contrario, que tampoco hagamos nada porque no hay salvación posible? En estos supuestos se estarían violando las leyes que son inmutables y entraría en funcionamiento la ley del karma.

Ana Castro.


1 comentario:

  1. Mucho se podría decir del uso del libre albedrío, porque lleva implícito el derecho a la libertad que todos tenemos, y que en el camino espiritual encierra tanta responsabilidad. El respeto a la libertad del otro no implica que yo deje de respetar la mía propia, y en esto, como en todo, hay que ser muy firmes.

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