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martes, 11 de julio de 2017

EL NÚMERO SIETE, ARTÍCULO DE HELENA PETROVNA BLAVATSKY [The Theosophist, Vol. I, Nº 9, Junio, 1880, págs.232-233]

EL NÚMERO SIETE, ARTÍCULO DE HELENA PETROVNA BLAVATSKY
[The Theosophist, Vol. I, Nº 9, Junio, 1880, págs.232-233]



Un significado profundo se vinculaba a los números en la remota antigüedad. No existía ninguna persona relacionada a algo como la filosofía, pero daban gran importancia a los números en lo relacionado a las observancias religiosas, al establecimiento de días festivos, símbolos, dogmas e incluso a la distribución geográfica de los imperios. El misterioso sistema numérico de Pitágoras no fue una novedad cuando apareció, mucho antes del 600 a.c. El significado oculto de las cifras y sus combinaciones formó parte en las meditaciones de los sabios de todos los pueblos; y no está lejos el día en que el actual el escéptico y descreído occidente, impulsado por la eterna rotación cíclica de los eventos, deba admitir que en esa regular periodicidad de eventos siempre recurrentes, existe algo más que una mera y simple casualidad. Nuestros sabios occidentales ya han comenzado a notarlo. En los últimos tiempos han aguzado sus oídos y han comenzado a especular sobre círculos, números y todo aquello que por mucho tiempo habían relegado al olvido en viejos receptáculos/compartimientos estancos de la memoria, para no ser desbloqueados jamás, excepto para reírse ante la grosera e idiota superstición de nuestros antepasados no científicos.

Como una de ésas novedades, el viejo y prosaico diario alemán Die Gegenwart tiene un serio y aprendido artículo sobre «el significado del número siete» presentado a sus lectores como un «Ensayo histórico-cultural». Quizá tengamos algo que agregar luego de citar algunos pasajes del texto. El autor dice:

El número siete era considerado sagrado, no solamente por todas las naciones cultas de la antigüedad y de oriente, sino que también fue considerado con gran reverencia por las posteriores naciones de occidente. El origen astronómico de este número fue establecido sin ninguna duda. El hombre sintiéndose desde tiempos inmemoriales dependiente de los poderes celestiales sometió la tierra al cielo, siempre y en todo lugar. La más grande y brillante de las luminarias se transformó, por lo tanto, a sus ojos en el poder más alto e importante, esos planetas eran los que la antigüedad toda numeró como siete. Con el correr del tiempo éstos fueron transformados en siete deidades. Los Egipcios tenían siete dioses originales y superiores; los Fenicios siete kabiris; los Persas, siete caballos sagrados de Mitra; los Parsis, siete ángeles que se oponían a siete demonios y siete moradas celestiales paralelos a siete regiones más bajas. Para representar más claramente ésta idea en su forma concreta, los siete dioses eran generalmente representados como una deidad con siete cabezas. Todo el cielo estaba sujeto a los siete planetas; por lo tanto en casi todos los sistemas religiosos encontramos siete cielos.

La creencia en saptalokas de la religión brahmánica se mantuvo fiel a la filosofía arcaica; y –¿quién sabe?– pero la idea en sí misma fue originada en Aryavarta, la cuna de todas las filosofías y madre de todas las religiones subsiguientes. Si el dogma Egipcio de la metempsicósis o la tansmigración de las almas enseñaba que habían siete estados de purificación y progresiva perfección, es también cierto que los Budistas tomaron de los arios de India y no de Egipto, su idea de los siete niveles de desarrollo progresivo del alma desencarnada, alegorizada en siete pisos y sombrillas, que disminuyen gradualmente hacia la parte más alta de sus pagodas.

En la misteriosa adoración de Mitra había «siete puertas», siete altares, siete misterios. Los sacerdotes de muchas naciones de Oriente estaban subdivididos en siete grados; siete pasos llevaban a los altares y en los templos se quemaban velas en candelabros de siete brazos. Muchas Logias Masónicas usan hasta el día de hoy siete y catorce pasos.

Las siete esferas planetarias sirven como modelo a divisiones estatales y organizaciones. China fue dividida en siete provincias; la antigua Persia en siete satrapías. De acuerdo con la leyenda Árabe siete ángeles enfriaron el sol con hielo y nieve por temor a que redujeran a la tierra en cenizas; y siete mil ángeles giraban el sol y lo ponían en movimiento cada mañana. Los dos mayores ríos del Este –el Ganges y el Nilo– tienen ambos siete bocas. El Este tenía en la antigüedad siete ríos principales (el Nilo, el Tigris, el Eufratres, el Oxus, el Jaxartes, el Arax y el Indus); siete famosos tesoros; siete ciudades llenas de oro; siete maravillas del mundo, etc. De igual manera el número siete juega un papel prominente en la arquitectura de templos y palacios. La famosa pagoda de Chiringham se encuentra rodeada por siete paredes cuadradas pintadas de siete colores diferentes y en el centro de cada pared hay una pirámide de siete pisos; igual al templo de Borsippa en los días antediluvianos, actualmente el Birs-Nimrud, tiene siete etapas, simbolizando los siete círculos concéntricos de las siete esferas, cada uno construido en ladrillos y metales con el color correspondiente a los planetas regentes tipificados en la esfera.

Nos dicen que todas éstas son las «remanencias del paganismo»–trazas «de  las supersticiones de la antigüedad, que como los búhos y murciélagos en una oscura cueva subterránea, se fueron antes de la gloriosa luz de la cristiandad para no retornar» –una declaración fácil de refutar. El autor del artículo en cuestión ha recolectado cientos de casos para mostrar que no sólo los cristianos de la antigüedad e incluso los cristianos actuales, han preservado el número siete, y como siempre ha sido tan sagrado podrían encontrarse cientos de casos, en realidad. Los antiguos Romanos paganos comenzaron con los cálculos astronómicos y religiosos dividiendo la semana en siete días y celebrando el séptimo día como el más sagrado, el sol ó día del Sol (Sunday) de Júpiter y por el cual todas las naciones cristianas –especialmente las protestantes– hacen puja. Y si por alguna razón nos responden que no es por los paganos Romanos que lo tenemos sino por los monoteístas Judíos, entonces por qué no es el día sábado o el verdadero «Sabbath» el que se observa en vez del domingo(Sunday) o día del Sol?

Si en el Ramâyana se mencionan siete yardas en las residencias de los reyes Indios y siete puertas que generalmente conducen a los famosos templos y ciudades de la antigüedad, entonces ¿por qué en el siglo décimo de la era Cristiana los Frieslanders adherirían al número siete dividiendo sus provincias e insistían en pagar siete «pfennigs» de contribución? El Sagrado Imperio Romano y Cristiano tenía siete Kurfürsts o electores. Los húngaros emigraban bajo el liderazgo de siete duques y fundaron siete ciudades llamada actualmente Semigradye (ahora Transylvania). La Roma pagana fue construida sobre siete colinas, Constantinopla te- nía siete nombres Bizancio, Antonia, Nueva Roma, la ciudad de Constantino, El Separador de las Partes del Mundo, El Tesoro de Islam, Estambul –llamada también La Ciudad de las Siete Colinas y La Ciudad de Siete Torres adjuntándose a las otras. Con los musulmanes «fue sitiada siete veces y tomada luego de siete semanas por los siete sultanes de Osman». En las ideas de la gente de oriente las siete esferas planetarias son representadas por los siete anillos llevados por las mujeres en siete partes del cuerpo –cabeza, cuello, manos, pies, orejas, nariz y alrededor de la cintura– y éstos siete anillos o aros son presentados por los pretendientes orientales a sus novias; la belleza de las mujeres consistían en las canciones Persas de los siete encantos.

Los siete planetas manteniéndose siempre a igual distancia el uno del otro y rotando al mismo paso, dan por lo tanto, con éste movimiento, la idea de la eterna armonía del universo. A éste respecto el número siete se convierte en especialmente sagrado en relación a ellos y mantiene esta importancia para los astrólogos. Los pitagóricos consideraban el número siete como la imagen y el modelo del orden divino y la armonía en la naturaleza. Era el número que contiene dos veces el número tres o «la tríada», al cual el «uno» o la mónada divina es agregada: 3+1+3. Como la armonía en los sonidos de la naturaleza en el teclado del espacio entre los siete planetas, así la armonía de los sonidos audibles tiene lugar en un plan más pequeño dentro de la escala musical de los siempre recurrentes siete tonos. Por lo tanto, siete tubos en la siringa del Dios Pan (o Naturaleza), su disminución gradual de la proporción de la forma representando la distancia entre los planetas y entre ésta última y la tierra –y las siete cuerdas de la lira de Apolo. Consistiendo en la unión entre el número tres (símbolo de la divina tríada con todos y cada persona, ya sea cristianos como paganos) y el cuatro  (símbolo de las fuer- zas cósmicas o elementos), el número siete hace notar la unión simbólica de la deidad con eluniverso; esta idea pitagórica era aplicada por los Cristianos especialmente durante la Edad Media –los cuales usaron abundantemente el número siete en los simbolismos de sus arquitecturas sagradas. Así, por ejemplo, la famosa catedral de Colonia y la iglesia dominicana de Regensburg, exhibían éste número en los detalles arquitectónicos más pequeños.

No menos importancia tiene este número mítico en el mundo intelectual y filosófico. Grecia tenía siete sabios, los Cristianos de la Edad Media siete artes libres (gramática, retórica, dialéctica, aritmética, geometría, música y astronomía). El Sheikh-ul-Islam  Mahometano denominaba, por cada reunión importante, siete «ulemas«. En la Edad Media se debía tomar juramento delante a siete testigos, y el que estaba jurando era rociado siete veces con sangre. Las procesiones pasaban siete veces alrededor de los templos y los devotos debían arrodillarse siete veces antes hacer una reverencia. Los peregrinos Mahometanos a su llegada giran alrededor de la Kaaba siete veces. Los recipientes sagrados se hacían en oro y plata purificada siete veces. Las localidades de los antiguos tribunales alemanes se designaban por siete árboles debajo de los cuales se ponían siete jueces, los cuales requerían siete testigos. El criminal era amenazado con ser castigado siete veces y se requería ser purificado siete veces, ya que una recompensa siete veces mayor se prometía a los virtuosos. Todo el mundo sabe la gran importancia que se da en occidente al séptimo hijo varón de un séptimo hijo varón. Todos los personajes míticos son generalmente dotados de siete hijos varones. En Alemania, el rey y actualmente el emperador, no se pueden negar a salir de padrino del séptimo hijo varón, aunque éste sea un mendigo. En Oriente, al compensar una pelea o firmar un tratado de paz, los gobernantes intercambian siete o cuarenta y nueve (7x7) regalos.

Si se intentara citar todas las cosas que incluye éste místico número siete se necesitaría una biblioteca. Culminaremos citando algunos más en el área demoníaca. Según autoridades en la materia –el clero Cristiano de la antigüedad– un pacto con el demonio debía contener siete párrafos, se concluía en siete años y era firmado siete veces por el contratante; todas las bebidas mágicas preparadas con la ayuda del enemigo del hombre, consistían en siete hierbas; el premio de lotería ganador era extraído por un niño de siete años. Legendariamente las guerras duraban siete años, siete meses y siete días y los héroes combatientes eran en número de siete, setenta, setecientos, siete mil y setenta mil. Las princesas en los cuentos de hadas permanecían siete años bajo el hechizo y las botas del famoso gato –el Marqués de Carabás– eran de siete leguas. Los antiguos dividían el cuerpo humano en siete partes: la cabeza, el pecho, el estómago, dos manos y dos pies; la vida del hombre en siete períodos. Al bebé le empiezan a salir los dientes al séptimo mes; el niño se comienza a sentar luego del decimocuarto mes (2x7); comienza a caminar luego de los 21 meses (3x7); a hablar, luego de los veintiocho meses (4x7); deja de mamar luego de treinta y cinco  meses (5x7); a los catorce años (2x7) comienza finalmente a formarse y a los veintiuno (3x7) deja de crecer. La altura promedio de un hombre, antes que la raza humana degenerara, era de siete pies; por lo tanto las leyes de Occidente ordenaban que los jardines tuvieran paredes de siete pies de altura. La educación de los varones comenzaba a los siete años con los Espartanos y la antigua Persia y en la religión Cristiana, con los romanos católicos y los Griegos; el niño no es responsable de algún crimen hasta que tiene siete años y es justamente a esta edad que comienzan a confesarse.


Si los hindúes pensaran en su Manu y recordaran lo que contiene el antiguo Sastras, sin ninguna duda encontrarían el origen de este simbolismo. En ninguna parte el número siete jugó un papel tan importante como en el de los antiguos Arios en India. Debemos entonces pensar en los siete sabios –el Sapta-Rishis; el Sapta-Lokas y los siete mundos; el Sapta-Puras y las siete ciudades sagradas; el Sapta-Dvipas y las siete islas sagradas, el Sapta-Samudras y los siete mares sagrados, el Sapta-Parvatas y las siete montañas sagradas, el Sapta-Aranyas y los siete desiertos, el Sapta-Vrikshas y los siete árboles sagrados y así sucesivamente se pueden observar las posibilidades de la hipótesis. Los Arios nunca pedían nada prestado al igual que los brahamanes ya que eran demasiado orgullosos y exclusivos para ello. He aquí el misterio y la sacralidad del número siete.

REFLEXIONES SOBRE LA FELICIDAD D.K. (ACV)

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