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viernes, 28 de octubre de 2016

RELACIÓN ENTRE EL ESPÍRITU Y LA MATERIA EN EL PLAN DIVINO “La Exteriorización de la Jerarquía” Alice A.Bailey & Djwhal Khul


RELACIÓN ENTRE EL ESPÍRITU Y LA MATERIA EN EL PLAN DIVINO
“La Exteriorización de la Jerarquía” Alice A.Bailey & Djwhal Khul
Pag.65-69,edic.electr.



*La venida a la encarnación del ser humano espiritualmente autoconsciente, es la causa incitante del conflicto actual. Si los hijos de Dios no hubieran "penetrado en las hijos de los hombres" (forma bíblica y simbólica de expresar la gran relación entre el espíritu y la materia, establecida en el reino humano), si las enti­dades espirituales, la humanidad misma, no hubiese tomado para sí formas materiales y el elemento positivo espiritual no se hubiera apegado al aspecto material negativo, el conflicto mundial actual no tendría lugar. Pero el Plan divino de la evolución estaba basado en el logro de esta relación entre el hombre espiritualmente cons­ciente y el aspecto forma, y así entró en actividad la gran Ley de Dualidad, dando lugar a la "caída de los ángeles", al descender desde su estado de existencia liberada e inmaculada, a fin de des­arrollar la plena conciencia divina en la Tierra, a través de la encarnación material y el empleo del principio mente. Éste fue el Plan divino, emanado de la Mente de Dios y lanzado a la acti­vidad y al desarrollo, progresivo por un acto de Su Voluntad. En su comienzo, tuvo lugar la original "guerra en los cielos" cuando los hijos de Dios, que respondieron al anhelo divino de experiencia, servicio y sacrificio, se separaron de los hijos de Dios que no respondieron a esa inspiración y eligieron permanecer en su es­tado del ser original y elevado. El Cristo Mismo dio testimonio de esta verdad, en la historia del  Hijo Pródigo y su relación con su hermano mayor, que no había dejado el hogar del Padre. Por esta parábola se evidencia dónde estaba la aprobación del Padre. Un estudio cuidadoso de esta historia y una comprensión intuitiva de sus implicancias, pueden evocar algún día una respuesta al “pecado de la experiencia” como ha sido llamado, y llevar a una comprensión de las dos leyes principales que rigen el proceso: la Ley de Evolución y la Ley de Renacimiento. Aquí está la principal causa iniciadora de lo que está teniendo lugar ahora.

La segunda causa surgió lentamente de la primera. La ma­teria y el espíritu, enfocados en la familia humana, y expresando sus cualidades básicas y naturaleza esencial, estaban eternamente en conflicto. En las primeras etapas y durante el largo ciclo le­muriano, la infante humanidad evolucionó constantemente y, sin embargo, a pesar de las separaciones presentes, no fueron reconocidas. La latente chispa de la mente sólo sirvió para llevar una relativa iluminación a los cinco sentidos y su aplicación puramente física. La vida física era fuerte; la vida deductiva, el propio regis­tro de la vida, era prácticamente nulo. En ese entonces la vida de la humanidad estaba enfocada en el cuerpo físico, y se fortificaba y estimulaba la naturaleza animal, desarrollándose el organismo fí­sico y los distintos órganos internos, por el desarrollo de los cinco sentidos; el hombre se convirtió primordialmente en un animal egoísta y agresor, sin embargo, a veces tenía vagas tendencias hacia algo tenuemente presentido como mejor, y momentos de de­seos elevados, que no eran la aspiración ni el anhelo de progreso, tal como los conocemos, sino sus formas embrionarias.

Al hombre moderno no le es posible visualizar o comprender tal estado de conciencia, pues lo ha dejado muy atrás. El foco de esta fuerza vital estaba también en la región de las glándulas adre­nales, produciendo la bravura animal y la resistencia al choque. Pero el dualismo de la naturaleza esencial del hombre estaba pre­sente como siempre, apareciendo gradualmente las líneas de sepa­ración; lenta, aunque constantemente, las almas precursoras (una minoría muy reducida) trasladaron en forma gradual su concien­cia, elevándola hasta el plexo solar, y se produjo el reconocimiento del factor deseo por lo que era material y también la capacidad de reaccionar emocionalmente. Hasta entonces el deseo y el ins­tinto fueron idénticos en los tiempos lemurianos. Reflexionen so­bre esto, pues es interesante y concierne a un estado de conciencia del cual el hombre moderno prácticamente nada sabe. Pero, en la época atlante, las líneas de demarcación, entre lo que constituía la vida puramente física y lo que —aunque todavía material— podía ser la meta alcanzada por el esfuerzo, empezaron a controlar la naturaleza puramente animal; el hombre empezó así a ser adquisitivo y a rodearse de lo que deseaba. Entonces las líneas de separación entre el animal instintivo y el hombre adquisitivo, empezaron a definirse con más claridad.

Entre estos precursores se desarrolló gradualmente el ele­mento mental, así como se está desarrollando hoy el elemento in­tuitivo entre los tipos mentales; los hombres comenzaron a adqui­rir alguna forma de percepción mental y a utilizar la poca menta­lidad que poseían, en el proceso de acrecentar sus posesiones materiales. Se inició la etapa de la civilización (que básicamente es el reconocimiento de la relación grupal). Un período de exis­tencia urbana reemplazó al de una existencia puramente nómade y agrícola. Los hombres se congregaron para un mayor bienestar y protección materiales e iniciaron los procesos rítmicos de con­centración, extendiéndose mundialmente. Estos ciclos son análogos a los de inhalación y exhalación del organismo físico del hombre. Algún día se hará un estudio de estos factores básicos y contro­ladores de la existencia humana, la dispersión o descentralización de la vida de la comunidad, o la expresión del instinto de rebaño en una vuelta superior o inferior de la espiral de la existencia. Los últimos cien años han visto el surgimiento de un grave pro­blema en la actual tendencia de la humanidad a reunirse en grandes ciudades y a congregarse en vastos rebaños, dejando el campo despoblado de habitantes y creando serios problemas de alimen­tación, salubridad y delincuencia. Este ritmo está cambiando actualmente ante nuestros ojos y soluciona un serio problema: las ciudades son evacuadas y —debido a que los hombres y las mujeres son impelidos hacia el campo por alguna razón— los se­ñores de la evolución están interrumpiendo forzadamente e1 ritmo de esa concentración, y lo sustituyen por el ritmo de la dispersión. Esto contribuirá grandemente al bien de la raza y facilitará el desarrollo de la síntesis subjetiva, que enriquecerá notablemente a la humanidad y dará nuevos valores a la vida.

Las líneas de separación entre la naturaleza animal instintiva y alguna forma de deseo (aspiración embrionaria), aumentaron continuamente durante la época atlante, y esta primitiva civiliza­ción empezó a manifestar su propia nota y a establecer nuevas nor­mas de bienestar material y control egoísta, en mayor escala cada vez, a medida que se desarrollaba la existencia urbana. Quizás sea difícil visualizar un mundo tan densamente habitado como el mun­do moderno, pero lo estaba. Debido a que dominaba la naturaleza animal, la tendencia llevaba a la relación sexual y a la procreación de grandes familias, así como sucede en la actualidad entre las clases inferiores de nuestras zonas civilizadas, pues los campesinos y los barrios bajos producen más hijos que los intelectuales. En esos lejanos días, las únicas personas que tenían cierta medida de inteligencia eran los discípulos e iniciados; guiaban y protegían a la humanidad infantil, similarmente a como los progenitores modernos guían y protegen a sus hijos y a como el Estado asume la responsabilidad por el bienestar de la nación. Entonces la Jerar­quía estaba presente en la Tierra como reyes‑sacerdotes, que actua­ban como puntos focales de energía atractiva, atrayendo hacia sí a aquellos cuyos valores más intangible asumían lentamente un vago control, definiendo con más claridad las líneas de separación entre el materialismo y la espiritualidad.

Cabe recordar que la espiritualidad de entonces era muy di­ferente de la que hoy se conoce con ese nombre. Era una especie de aspiración hacia un presentido más allá, hacia la satisfacción de la belleza y la integridad de la emoción. No había reflexión —tal como la conocemos— en esta actitud, sino sólo una tendencia hacia lo inalcanzable, pero presentido, y lo que era deseable. La Jerarquía fomentó esto en los pueblos, mediante el don de la inven­ción y el empleo de las masas instintivas en la construcción de grandes y bellas ciudades y estupendas estructuras, cuyas ruinas subsisten hoy, y fue realizado bajo la guía experta de los iniciados y adeptos que emplearon los conocimientos que poseían acerca de la naturaleza de la materia y de la energía, para producir muchas cosas que actualmente el hombre trata a tientas de descubrir y hacer posible. Todo lo que posibilitaron los modernos procesos de la civilización y mucho más de lo que hoy se clasifica como descu­brimiento científico, era conocido en la antigua Atlántida, pero no fue desarrollado por los hombres, sino conferido como un don gratuito, muy parecido a como la gente obsequia a un niño cosas bellas y maravillosas con las cuales se deleita y las emplea, aunque sin comprenderlas. En todas partes había grandes y bellas ciuda­des llenas de templos, y grandes edificios (de los cuales las ruinas de los caldeos y babilonios constituyen sus restos degenerados, cuyo vástago es el moderno rascacielos). La mayoría de nuestro conocimiento científico moderno era poseído por estos reyes‑sacerdotes, y constituía para las masas, un maravilloso tipo de magia. La salubridad, la higiene, los medios de transporte y las má­quinas voladoras se desarrollaron, y eran de un orden muy elevado, pero no fueron la realización del hombre sino dones de la Jerarquía, desarrollados o construidos bajo una sabia guía. Eran controlados el aire y el agua, porque los guías sabían cómo controlar y dominar las fuerzas de la naturaleza y los elementos, pero nada de ello fue resultado de la comprensión, conocimiento o esfuerzo humano. Las mentes de los hombres no estaban desarrolladas ni eran adecuadas para semejante tarea, como no lo está la mente de un infante.

*La Exteriorización de la Jerarquía
Alice A.Bailey & Djwhal Khul
Pag.65-69,edic.electr.


domingo, 23 de octubre de 2016

LA CIRCUNSPECCIÓN OCULTA Por Alice A. Bailey

LA CIRCUNSPECCIÓN OCULTA
Por Alice A. Bailey
Publicado en TheBeacon, Marzo 1926




“Saber, Querer, Osar y Callar.”

Podría ser de utilidad enumerar brevemente algunas de las razones del porqué se impone la circunspección a todos los iniciados y, por tanto, por qué todos los discípulos deben cultivar la cualidad del silencio, como etapa preparatoria para aprehender la naturaleza de la “Circunspección Oculta”.

En la actualidad ello es muy necesario para destacar la facultad equilibradora del silencio. Pero, en estos días de desarrollo de la mente concreta, imponer el silencio resulta de poca utilidad; más aún, a quienes observan las exigencias, eso les induce a creer que el silencio, o vela la ignorancia o no es más que la imposición de una orden arbitraria. De ahí que mi propósito sea dilucidar, de alguna manera, el problema y mostrar por qué es necesario que quienes estén afiliados a la Jerarquía —como aspirantes o iniciados juramentados— deban desarrollar esta restricción oculta.
1. El pensador poco atento o el no-iniciado no se da cuenta del efecto que produce la palabra hablada y del efecto del poder atractivo del habla. Cuando un hombre habla, magnéticamente atrae sustancia dentro de su aura inmediata y afecta —quiera él hacerlo o no— a las unidades de vida sensibles en los cuerpos, sutiles o densos, de sus semejantes. Por lo tanto, cuando anuncia a los alumnos que le están prestando atención que él es un iniciado o un discípulo, haciéndolo con afirmación positiva y, de este modo, atrayendo la atención hacia su personalidad, inevitablemente actúa sobre los aspectos atómicos negativos en los cuerpos y así también sobre las vidas negativas receptivas o aspectos receptivos en los cuerpos de sus hermanos. Sus palabras no están de acuerdo con el “Yo soy ESE” oculto que produce la identificación con la vida grupal central y, por lo tanto, con la chispa central de fuerza positiva en todas las unidades del grupo. Pero, la declaración — al ser una afirmación de la personalidad— tiene su reacción sobre las personalidades de todos sus hermanos, actuando a través del aspecto negativo, y es la imposición (a menudo inconsciente) de su fuerza o del poder de su voluntad sobre la de ellos la que causa eso; y los efectos de tal imposición no dejan de producir resultados terribles. Estimula aquello que es indeseable y desarrolla reacciones o respuestas negativas, como la devoción a la persona en cuestión y la voluntad de ser guiados por el que habla o enuncia su posición jerárquica personal, o bien causa repulsa, produciendo así separación, y ésta engendra odio y luchas.

Este es el motivo, entre otros, por el que a los discípulos se les enseña a menospreciar su prestigio personal y al mismo tiempo a exaltar la naturaleza del Dios interno, que es idéntico en todos los hombres, y se les pide que se abstengan de hablar, a menos que sirva al propósito grupal. Se presta mejor servicio a los propósitos grupales mediante el estímulo del aspecto más elevado en cada hombre.

Entonces, ¿por qué los Maestros se han dado a conocer que son Adeptos?

Aunque los Maestros hayan permitido que se sepa (a través de Sus discípulos) sobre sus servicios, conocimientos y poder para ayudar y que han trascendido los tres mundos del esfuerzo humano, les pediría a ustedes que tengan en cuenta que tales admisiones hechas a través de la palabra o la letra, se han hecho a Sus discípulos juramentados, sobre quienes recae el karma de pasar la información al público en general. Y sobre sus hombros recae la responsabilidad de trabajar sobre los resultados, ya sean buenos o malos. Es un hecho en el desarrollo oculto que cuanto más cerca un discípulo está del Maestro y de la meta, más discreto es y (como individuo) busca menos atraer la atención del Maestro o hacia sí mismo como agente de ese Maestro. El trabajo que debe ser hecho puede lograrse más fácilmente cuando hay menos formas mentales para ser transmutadas.

¿No debemos, pues, transmitir información acerca de los Maestros al público en general?

Es necesario que el público sea informado sobre la naturaleza y el trabajo de los Maestros, porque el momento es apropiado; pero esto es algo claramente diferente al problema que estamos examinando, el de proclamar la afiliación personal a un Maestro o a la Jerarquía.

Por lo tanto, los discípulos e Iniciados protegen el trabajo por medio de un muro de silencio de la personalidad, que ellos guardan. También se ha de tener en cuenta (y esto se comprende poco, aunque es de considerable importancia en este caso) que los cuerpos de manifestación, a través de los cuales trabajan los Adeptos en el plano físico, se construyen definitivamente con fines específicos; están compuestos de materia de los subplanos más elevados de cada uno de los tres planos, y la impresión se efectúa desde Sus propios niveles, a través de los átomos permanentes búdico y manásico, directamente en el cerebro físico; para Ellos no existe unidad mental o átomos permanentes en los tres mundos. Han superado el dominio de los Padres Lunares, e incluso del Ángel Solar; son puras esencias espirituales. Por tanto, sólo pueden influir en el aspecto espiritual del hombre, aunque también controlan las fuerzas infrahumanas si así lo desean. Ésta es la verdad oculta detrás de la idea de que los Maestros pueden trabajar solamente con los seres humanos cuando estos hayan “entrado a Su mundo”, o sea, que se hayan elevado a un tal estado de conciencia donde están en contacto con su propio aspecto espiritual, al inicio con el principio medio, el Ego, y más tarde con la Mónada. Por lo tanto, el mandato consiste en que el hombre encuentre su propio Dios interior, el Iniciador, que despierte y sea más sensible a la vibración egoica. Después los Maestros pueden trabajar, y lo hacen, para reforzar esa impresión hasta lograr el vínculo consciente definido en la primera Iniciación; y así el hombre está en el CAMINO para “ver a su Dios”. Cuando esto ocurre, el iniciado no debe hablar acerca de ello. Se ha de tener presente que después de un proceso similar en la vida de su hermano, no habrá necesidad de hablar, porque el reconocimiento será mutuo aunque no esté basado en palabras; y tales declaraciones sobre los vínculos, como que ‘soy un Iniciado’ sólo conducen a resultados equívocos.

2. Asimismo en la vida oculta se ordena guardar silencio, como es bien sabido, debido al peligro de transmitir conocimientos a los incautos, los curiosos, los inescrupulosos y a quienes no están preparados. Por lo tanto, a menos que un discípulo muestre una sabia discriminación en el uso de los hechos ocultos impartidos gradualmente, se retrasa el proceso iniciático, en el que le son comunicadas las palabras de las fórmulas y las claves. No es, pues, por azar que se nos enseña el aforismo oculto que “La palabra es plata y el silencio es oro”, puesto que el oro es el símbolo del alma transmutada que funciona con fuerza eléctrica positiva, mientras que la palabra es plata y se refiere a las vidas negativas; y el hombre que utiliza la palabra, como normalmente se entiende, está todavía bajo el dominio de la vida involutiva. La Palabra tiene que ver con los Dioses; el sonido con Dios. La idea es expresada en la Palabra del Logos, que se lleva a cabo satisfactoriamente por la “Hueste de la voz”. Desde el punto de vista del Ego, o Dios interno, en este ciclo manifestado la palabra es una característica de la personalidad (los dioses en manifestación triple) y el sonido lo es de la naturaleza del Ego en los niveles abstractos. El Iniciado trabaja en el plano mental usando las palabras universales; los hombres trabajan en los planos inferiores a través del discurso o la multitud de palabras y sonidos. El método para el Iniciado en entrenamiento, para el discípulo que mantiene disciplina, asimismo como para el Adepto en el trabajo liberado es siempre el mismo: la meditación, la comprensión, la visualización y el sonido; y quien medita, siempre permanece como el que emplea conscientemente estos cuatro. El método para el hombre en su propio plano son siempre las conclusiones de la mente inferior, la imaginación, las formas de deseo y las palabras fragmentarias; y el hombre se identifica inconscientemente con las formas que crea y con las formas mentales inmaduras que visualiza. Entonces, hasta que un hombre no sea libre o aún esté en proceso rápido de liberarse en el Sendero, no se le puede confiar el conocimiento de las energías que dirigen y manipulan las fuerzas de la involución o el aspecto sustancia. Primero tiene que aprender los métodos del silencio oculto.

3. El silencio consciente también es encomendado a un discípulo por las siguientes razones:

a. El silencio desarrolla en él el conocimiento de los motivos, a través de las consideraciones sobre la razón para hablar y la necesidad de circunspección.

b. El silencio desarrolla en él la cualidad de la meditación interior y la capacidad para escuchar su voz.

c. El silencio sirve para enseñarle el proceso de la conservación de energía y cómo acumular fuerza para el servicio a la humanidad.

d. El silencio engendra en él la capacidad de conservar el equilibrio y le permite lograr el alineamiento consciente con el Ego, su propia Divinidad interior.

4. Otra razón contundente para el cultivo del silencio es que hablar engendra karma y la palabra hablada siempre produce resultados que tendrán que ser resueltos si las palabras se relacionan con la personalidad o están basadas en ella. El discípulo o Iniciado debe estar en proceso de disminuir y resolver el karma, con miras a la liberación. Al mismo tiempo, la emisión de la palabra de la Hermandad y el empleo del habla con el fin de ayudar o de enseñar a los hombres EL CAMINO, no engendra karma.

Cuando un hombre hace afirmaciones y llama la atención sobre sí mismo, bien como un Iniciado o un discípulo, él ata a sí mismo, ya sea favorable o desfavorablemente, a otras unidades humanas; y debe resolver con ellos los efectos del uso de tal discurso y liberarse, con el tiempo, de las formas mentales de devoción o aversión, de ardiente atracción o rechazo despectivo, y tendrá que “permanecer”, en el sentido oculto del término, hasta que haya deshecho, lo que sea, los malos efectos de sus mal-evaluadas palabras. Ésta es una contundente razón para guardar silencio.

Los Maestros trabajan con aquellos que se acercan a Ellos, que se esfuerzan por abrirse camino hasta Su presencia y encontrar la entrada que conduce a Su mundo mediante la similitud de la vibración. Ellos no envían anuncios a todo el mundo, porque conocen la ley, y Sus palabras se las dicen a los que llegan hasta Ellos y a los que se han decidido a buscarlas por gran necesidad. Hablan a Su propia gente, a los que conocen a través de un reconocimiento individual; y Sus palabras son para ellos, para que puedan ser sus agentes en el plano físico a fin de llevar a efecto los Planes.


ALICE A. BAILEY

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