REGLAS PRÁCTICAS PARA LA VIDA DIARIA
Extraído del blog
“Corazón de Diamante”
(Ocultismo Práctico de H.P.B.)
PREFACIO
Las
citas de que está compuesto este artículo no se entresacaron en un principio
con el propósito de publicarlas; y por lo tanto pueden parecer algo
deslavazadas.
Vieron primeramente la luz como una Miscelánea teosófica, con la esperanza de que el lector pudiera hacer las convenientes anotaciones para formar un dietario de extractos v tener un duradero registro de los libros leídos, de modo que obtuviera positivo provecho de su lectura. Siguiendo este método, el lector condensaría en un breve espacio todo cuanto la pareciera esencial en el libro.
También se insinúa como de valiosa ayuda para el estudiante aplicado, el método de leer cada mañana cierto número de citas, a fin de practicarlas durante el día y meditar sobre ellas en los ratos libres.
I
Levántate
temprano, tan luego como te despiertes, y no te quedes perezosamente en la cama
medio despierto y medio soñando. Después ora fervorosamente
por la regeneración espiritual del género humano, a fin de que cuantos luchan
en el sendero de la verdad reciban positivo y vehemente aliento de tus
oraciones, y para que túte fortalezcas sin ceder al halago de los sentidos.
Represéntate
en la mente la imagen de tu Maestro arrobado en samadhi. Ponla delante de ti
con todos sus pormenores; piensa reverentemente en él, y ruega por el perdón de
todos los errores de acción y omisión. Con esto te será más fácil concentrarte, purificar el corazón y
hacer mucho más.
Reflexiona
sobre los defectos de tu carácter, descubriendo por completo tus vicios y los fugaces
placeres que te proporcionan, y determínate firmemente a hacer todo
cuanto puedas para no ceder nuevamente a ellos.
Este autoanálisis, que te lleva ante el tribunal de tu propia conciencia, facilitará tu progreso espiritual en un grado que no podrías imaginar.
Mientras
te laves o bañes, ejercita tu voluntad, deseando que las impurezas morales se eliminen
al propio tiempo que las corporales. En tus relaciones con los demás observa atentamente las reglas
siguientes.
1) Nunca
hagas nada que no sea de tu deber; esto es, nada innecesario. Antes de hacer una cosa, reflexiona si debes
hacerla.
2) Nunca hables “palabras
ociosas”. Antes
de pronunciarlas, piensa el efecto que pueden producir. Nunca quebrantes tus
principios de conducta por consideraciones de amistad.
3) Que
nunca ocupen, tu mente vanos o inútiles pensamientos. Esto es más fácil para
dicho que para hecho. No es posible desalojar de golpe la mente. Así, en un
principio, procura evitar los malos u ociosos pensamientos, ocupando tu mente
en el examen de tus faltas o en la contemplación de los seres perfectos.
4) Durante
la comida, ejercita tu voluntad, deseando que el alimento te aproveche para
construir un cuerpo en armonía con tus espirituales anhelos, y no engendrar
malas pasiones ni malignos pensamientos. Come únicamente cuando tengas hambre y
bebe cuando tengas sed, y nunca de otro modo. Si algún manjar especial halaga tu
paladar, no cedas a la tentación de comerlo tan sólo para satisfacer el gusto.
Acuérdate
de que el placer que de ellos obtengas no existía algunos segundos antes, y
cesará de existir algunos segundos después, porque es un placer transitorio que
se invertirá en dolor si te rindes a la gula. Considera que sólo da placer a la
boca, y si te dejas seducir por aquel manjar y te conturba el ansia de
saborearlo, no te avergonzarás de cometer cualquier acción, para obtenerlo.
Repara en que hay otras cosas que pueden darte felicidad eterna; y, por la
tanto, es evidente locura concentrar tus afectos en las transitorias.
Advierte
que tú no eres el cuerpo ni los sentidos; y por consiguiente no pueden
afectarte realmente los placeres y dolores que el cuerpo goce o padezca.
Practica la misma serie de razonamientos en el caso de cualquier otra
tentación; y aunque a menudo fracases, acabarás por lograr éxito seguro.
No leas mucho.
Si lees
durante diez minutos, reflexiona durante algunas horas. Acostúmbrate a la
soledad ya permanecer a solas con tus pensamientos. Asimílate la idea de
que nadie sino
tú mismo puede ayudarte a
desviar gradualmente tus afectos de todas las cosas. Antes de entregarte al
sueño, ora como hiciste por la mañana.
Pasa revista a las
obras del día, y echa de ver en qué has faltado, y resuelve que no volverás a
incurrir en la misma falta al día siguiente.
II
El genuino motivo de anhelar el conocimiento de sí mismo pertenece al conocimiento y no al Yo. El conocimiento de sí mismo merece que lo anhelemos a causa de que es conocimiento, y no porque pertenezca al Yo. El principal requisito para adquirir el conocimiento de sí mismo es el amor puro. Anhela el conocimiento por puro amor, y el conocimiento coronará eventualmente el esfuerzo.
Cuando
un estudiante se impacienta, es prueba segura de que obra por la recompensa, no
por amor, lo cual demuestra también que no merece la gran victoria reservada a
quienes verdaderamente obran por puro amor.
El Dios
en nosotros, esto es, el Espíritu de amor y verdad, de justicia y sabiduría, de
bondad y poder, ha de ser nuestro verdadero y constante amor; nuestra única confianza; nuestra
única fe, que firme como una roca nos sirve de
apoyo; nuestra sola esperanza, que
nunca nos engañará aunque todo perezca; y el único logro a que aspiremos con
nuestra paciencia, esperando gozosamente, hasta agotar nuestro mal karma, que
la presencia del divino Redentor se revele en nuestra alma.
El contento es la puerta por donde ha de entrar el
Redentor, porque quien está descontento de sí mismo lo está también de la ley
que lo ha hecho tal como es; y siendo Dios de por Si, la ley, no podrá revelarse en quienes
están descontentos de Él.
Si
admitimos que nos hallamos en la corriente de evolución, debemos considerar que son para nosotros
justas todas las circunstancias en que nos hallemos; y
esta consideración será nuestro mayor auxilio cuando fracasemos en el
cumplimiento del deber, pues no podemos adquirir de ningún otro modo la
serenidad que tanto recomienda Krishna. Si todo nos saliere a la medida de
nuestro deseo, no echaríamos de ver ningún contraste. También es posible que
por estar nuestros planes ignorantemente y, en consecuencia, erróneamente
trazados, la benéfica Naturaleza no permite que los realicemos.
No se
nos vituperará por el plan; pero engendraremos mal karma si no nos resignamos a
la imposibilidad de llevarlo a cabo. Si estáis por entero abatidos, será porque
antes decayeron vuestros pensamientos. Puede un hombre estar encarcelado, y, sin embargo, trabajar
en favor de una causa. Así os exhorto a que eliminéis de vuestra
mente todo disgusto por las circunstancias en que os veáis, y si conseguís
considerarlas según las miras de vuestro Yo superior, no sólo vigorizarán vuestros pensamientos, sino que se
reflejarán en vuestro cuerpo y lo fortalecerán.
Obrad
activamente cuando sea hora de obrar, y entretanto esperad con paciencia que
llegue esta hora. Colocaos en concordancia con el flujo y reflujo de los
negocios de la vida, a fin de que, apoyados en la naturaleza y en la ley con la
verdad y la bondad por faro, seáis capaces de obrar maravillas. La ignorancia
de esta ley tiene por consecuencia alternativas de irreflexivo entusiasmo, por
una parte, y del abatimiento y desconsuelo, por otra, siendo así el hombre
esclavo de la marea de la vida cuando debiera ser su dueño.
Como
dice “La voz del Silencio”: Ten paciencia, candidato, y no temas el fracaso ni
solicites el éxito.
La energía acumulada no puede aniquilarse, sino que se transmuta en otras modalidades
de actuación; y como no es posible que permanezca por siempre inactiva, continúa existiendo. Por
lo tanto, es inútil resistir a una
pasión que no podemos dominar. Si no derivamos por otros conductos su acumulada
energía, se irá robusteciendo hasta que prevalezca contra la voluntad y la
razón. Para dominarla es
preciso conducirla por otro canal superior a aquel
por el que iba.
Así la afición a una cosa vulgar puede transmutarse en afición a una cosa elevada, y el vicio puede revertirse a virtud con sólo invertir el propósito.
La
pasión es ciega; va a donde se la lleva, y la razón es para ella mucho mejor
guía que el instinto. La cólera reconcentrada o el amor reprimido han de
encontrar un objeto en que verter su energía, pues de lo contrario amenazan
estallar con peligro de su poseedor.
La calma sigue a la tormenta. Los antiguos decían que la naturaleza tiene horror al
vacío.
No
podemos destruir o aniquilar una pasión, pues si la sofocamos vendrá a
substituirla otra influencia elemental. Por lo tanto, no intentemos destruir lo
inferior sin sustituirlo por algo superior: el vicio por la acrisolada virtud,
y la superstición por el recto conocimiento. (7)
III
Sabed que contra el deseo, la apetencia de recompensa y la miseria de la ambición no hay otro remedio que fijar: la vista y aplicar al oído a la invisible e insonoro. (8)
Debe el
hombre creer en su congénita facultad de progreso y no atemorizarse al
considerar su naturaleza superior ni dejarse arrastrar por la inferior. (9)
La
experiencia demuestra que las dificultades no han de abatir al hombre, ni mucho
menos desesperanzarlo, pues de lo contrario el mundo no gozaría de las
maravillas de la civilización. (10) Esforzarse en seguir adelante es la
primordial necesidad del que ha entrado en el Sendero. ¿De dónde extraer la
fortaleza? Mirando alrededor, no es difícil echar de ver en dónde encuentran
otros hombres su fortaleza. Dimana de la profunda convicción. (11)
Hay que
abstenerse, por ser de justicia el abstenerse, no con el solo intento de
mantenerse uno limpio. (12)
Para
pelear contra sí mismo y vencer en la batalla es preciso que el hombre conozca
que en la pelea está haciendo lo que debe hacer. (13)
“No
resistáis al mal”; es decir, no os quejéis ni irritéis contra los inevitables
infortunios de la vida. Olvidaos de vosotros mismos al trabajar en beneficio de los demás. Si
alguien nos ultraja, persigue o injuria, ¿a qué resistir? Con la resistencia
provocaríamos mayores males.
En toda obra, sea la que fuere, hemos de considerar el mandato imperativo del deber, y no su relativa importancia o insignificancia. El mejor remedio para el mal no es reprimir sino eliminar el deseo; y esto puede con mayor eficacia cumplirse manteniendo la mente de continuo fija en las cosas divinas.
El
conocimiento del Yo superior queda invalidado cuando la mente se complace en
los objetos de los de!;enfrenados sentidos. (14)
Nuestra naturaleza es tan ruin, soberbia, ambiciosa, concupiscente y entercada en sus juicios y opiniones, que si las tentaciones no la restringiesen se arruinaría por completo. En consecuencia, nos acomete la tentación a fin de que aprendamos a conocernos y seamos humildes.
La mayor tentación es no tener tentaciones, y así debemos alegrarnos al
vernos tentados, para con resignación, calma y constancia resistir a la
tentación. (15)
Considerad
que no debéis hacer nada sólo para vos mismo, sino
que habéis de cumplir los deberes prescritos por Dios. Anhelad encontrar a Dios
y no busquéis
lo que Dios os puede dar. (16)
Haced
todo cuanto hayáis de hacer; pero no con el propósito de recibir el fruto de la
acción. (17)
Si
cumplís todas vuestras acciones con el pleno convencimiento de que no os han de
allegar provecho personal, sino que las hacéis porque es vuestro deber y está
en vuestro temperamento el hacerlas, se debilitará gradualmente la personalidad
egoísta hasta que, por completo apaciguada, brille en todo su esplendor el
verdadero Yo y lo conozcáis.(18)
No
debéis consentir que la alegría ni la pena os desvíen de vuestro resuelto
propósito. Hasta
que el Maestro os acepte, trabajad abnegadamente por el progreso y adelanto de
la humanidad. Esto es lo único que proporcionará verdadera satisfacción.
El
conocimiento aumenta en razón directa de su uso; esto es, cuanto más enseñamos, más
aprendemos. Por lo tanto, busquemos la verdad con la confianza de un niño y la voluntad de un iniciado, comunicando nuestro
conocimiento a quien de él carezca, para confortarlo en su peregrinación.
El
discípulo debe reconocer plenamente que los derechos individuales son el
resultado ponzoñoso de la serpiente del egoísmo. Nunca puede recriminar ni censurar a nadie ni levantar
la voz para defenderse o disculparse.
Ningún
hombre es nuestro enemigo ni nuestro amigo. Todos son por igual nuestros
instructores (19) No
hay que trabajar por apego al provecho temporal o espiritual, sino para cumplir
la ley de la vida, que es la recta voluntad de Dios. (20)
IV
No viváis en lo presente ni en lo futuro, sino en lo eterno. La gigantesca hierba (del mal) no puede florecer allí. Esta mancha de la existencia se limpia en la atmósfera del pensamiento en la eternidad.
Para
lograr el “Conocimiento del Espíritu” es requisito indispensable la pureza de
corazón, que puede alcanzarse por dos medios principales: desechando
persistentemente todo mal pensamiento y manteniendo el ánimo sosegado en toda
circunstancia, sin jamás agitarse ni irritarse por nada. Estos dos medios de purificación reciben
su mayor estímulo de la devoción y la caridad. No hemos de desmayar en nuestros
esfuerzos, aunque nos sintamos todavía impuros.
Que cada cual aspire a la pureza y se esfuerce en alcanzarla por el recto
camino cuya primera etapa es la pureza de corazón.
La
mente ha de purificarse también cuando uno siente cólera o dice falsedades
o sin
necesidad descubre las faltas ajenas o dice y hace algo con propósito de lisonja, o cuando
alguien queda engañado por la insinceridad de palabra u obra. (21)
Quienes
deseen salvarse han de evitar la lujuria, la cólera y la, codicia; obedecer
fielmente las Escrituras, estudiar la filosofía espiritual y perseverar en su realización práctica. (22)
Quien
obra por motivos egoístas no puede entrar en un cielo donde no existe el
egoísmo. Quien no
ansía el cielo, sino que está contento donde se halla, está ya en el cielo, mientras
que el descontento clamará en vano por él. Libre y feliz es quien carece de
personales deseos, y el “cielo” no puede significar otra cosa que un estado de
liberación y felicidad. Quien hace las buenas obras con esperanza de recompensa
no es feliz hasta recibirla, y en cuanto la recibe, cesa su felicidad. No caben
descanso y felicidad permanentes mientras haya qué hacer y cumplir. El
cumplimiento del deber lleva en sí su propia recompensa. (23)
Quien
se cree más santo que otro y se jacta de no tener talo cual vicio o flaqueza, y
presume de sabio y de superior en algo a sus prójimos, es incapaz del
discipulado. El hombre ha de volverse como niño para entrar en el reino de los
cielos. Sublimes tesoros son la virtud y la sabiduría; pero si engendran
orgullo y el sentimiento de separatividad respecto a los demás, serán las
serpientes del egoísmo reaparecidas en distinta forma. La primera regla
consiste en la entrega y sacrificio del corazón del
hombre con todas
sus emociones, lo cual
significa el logro de un equilibrio inalterable por las emociones personales.
Poned
sin demora en práctica tan buenas intenciones y no dejéis ni una solo en
propósito. Nuestro único procedimiento verdadero consiste en que el motivo de
la acción esté en la misma acción y nunca en su recompensa. No ha de incitarnos
a la acción la esperanza del resultado ni tampoco hemos de mantenernos en la
inacción.
“Por medio de la fe (24) se purifica el corazón de la insensatez y de las pasiones, con lo que se domina el cuerpo y por fin se consigue la subyugación de los sentidos.” (25)
Las
características del sabio iluminado son:
1) Carencia de todo deseo, y conocimiento de
que sólo el verdadero Ego o supremo Espíritu es felicidad y que todo lo demás
es dolor.
2) Carencia de apego o repulsión a cuanto
pueda sucederle, pues obra sin cálculo egoísta.
Finalmente llega
la subyugación de los sentidos, que no aprovecha gran cosa sin la primera
característica, y es inútil y con frecuencia nociva, por engendrad ora de
hipocresía y orgullo espiritual, sin la segunda característica. (26)
Quien
no practica el altruismo y no es capaz de compartir su último bocado con el más
pobre o desvalido que él; quien se niega socorrer a su prójimo de cualquiera
raza, nación o creencia, siempre y dondequiera lo vea
sufriendo; quien cierra los oídos al clamor de las miserias humanas; quien oye
calumniar al inocente y no lo defiende como se defendería a sí mismo, no es teósofo.
V
Nadie obra bien si descuida los inconfundibles deberes de la vida resumidos en el divino mandamiento. Quien cumple con su deber pensando que de no cumplirlo le resultará perjuicio, o que su cumplimiento le allanará las dificultades que se les presenten en el camino, obra con la vista puesta en el resultado.
Hemos
de cumplir con nuestro deber tan sólo porque lo manda Dios, quien puede en
cualquier instante dispensarnos de su cumplimiento. Mientras no apacigüemos la
inquietud de nuestra naturaleza, debemos obrar consagrando a Dios los frutos
de nuestra acción y atribuirle el mérito de nuestras obras. La verdadera vida del hombre consiste en identificarse con el supremo Espíritu. Pero esta vida verdadera es del todo independiente de nosotros, porque es en sí la real verdad y no la actualiza
ninguna de nuestras acciones.
El
reconocimiento de que cuanto se opone a esta verdad es ilusorio, es una nueva conciencia, y no una acción. La liberación de un
hombre no está en modo alguno relacionada con sus acciones; porque las acciones
son útiles en cuanto nos dan a conocer nuestra completa incapacidad para
emanciparnos por nosotros mismos de la existencia condicionada. Transpuesta
esta etapa, las acciones son más bien impedimentos que auxilios.
Quienes
obran obedeciendo a los divinos mandamientos y saben que la facultad de obrar
así es un don de Dios y no peculiar atributo de la conciencia personal del
hombre, se libran de la necesidad de la acción. Entonces la verdad llena el
purificado corazón y se percibe la identidad con Dios.
Lo
primero que debe hacer el hombre es desechar la idea de que obra él de por sí,
pues todas las acciones tienen por
esfera las “tres cualidades naturales” y no en modo
alguno el alma.
Reconocido
esto, ha de ejecutar con devoción todas
sus acciones; esto es, sacrificarlas en aras del Supremo y no de su persona. Ha
de ofrecer el sacrificio a sí mismo o sea a
su Yo superior, que equivale a sacrificarlas a Ishvara. Todos sus actos y
aspiraciones han de estar consagrados así mismo o al Todo. Aquí interviene la
importancia del motivo. Porque si ejecuta valerosas hazañas o
benéficas acciones o adquiere conocimientos para auxiliar a la humanidad, ya
ello le mueve el único deseo de lograr la salvación, obrará en tales casos por
su propio beneficio, y, en consecuencia, se ofrecerá sacrificios, a sí mismo.
Así es
que ha de consagrarse internamente al Todo, reconociendo que él no es el actor sino tan sólo el testigo presencial de la acción.
Como
quiera que reside en cuerpo mortal, le conturba la duda; y esto denota su
ignorancia de algo, por lo que ha de disipar la duda con “la espada del
conocimiento”, pues si sabe responder a una duda, de seguro la disipará. Toda duda proviene de la naturaleza inferior y nunca de la superior. Así es que, a medida que aumente su devoción, será mayor el conocimiento que adquiera de
su naturaleza sátvica.
Porque
se ha dicho: “El perfecto de la devoción (o que
perseverare en su ejercicio) adquiere con el tiempo, espontáneamente, conocimiento
espiritual.” y también se ha dicho: “El hombre de mente dubitativa no goza de
este mundo ni del otro, ni logra bienaventuranza final.” Esta última frase
rebate la idea de que si existe en nosotros el Yo superior, acabará por
triunfar de la necesidad de conocimiento, aunque seamos indolentes y recelosos,
y nos conducirá a la bienaventuranza final con la colectiva corriente de la
humanidad.
La
verdadera oración consiste en contemplar todas las cosas sagradas o aplicadas a
los actos de la vida diaria, acompañadas del vehemente y cordial deseo de que
sea más intensa su influencia para enaltecer y mejorar nuestra conducta, y que
se nos conceda algún con cimiento de ellas. Todos estos pensamientos deben
entretejerse con el conocimiento de la suprema y divina Esencia de que
dimanaron todas las cosas.
La
cultura espiritual se logra por medio de la concentración, que debe ejercitarse diariamente, utilizándola en todo momento. Se ha definido la meditación diciendo que es “el cese de todo activo
pensamiento externo”. Concentración es el
enfoque de todo nuestro ser en determinado objeto. Por ejemplo, madre abnegada
es la que ante todo y sobre todo vela por los intereses de sus hijos en todos
sus aspectos, no la que piensa durante un día entero en una sola modalidad de los intereses filiales.
El
pensamiento tiene potencia reproductiva, y cuando la mente se posa en una idea,
queda coloreada por ésta, y todas las demás ideas, asociadas con la principal,
brotan entonces de la mente. Por esta razón el místico acaba por conocer todo
objeto en el que constantemente piensa con detenida contemplación; y así dijo
Krishna con mucho acierto: “Piensa constantemente en mí. Confía sólo en mí y
con seguridad
llegarás a mí”.
La vida
es el gran maestro. Es la gran manifestación del Ego, quien a su vez manifiesta
al Supremo. De aquí que todos los métodos sean buenos y todos formen parte del
sublime anhelo de la devoción, la cual, según el Bhagavad Gita, es “el éxito en las gestiones”.
Las
facultades psíquicas, a medida que se vayan recibiendo, también deben emplearse
porque nos revelan el conocimiento de algunas leyes; pero no hay que exagerar
su valía ni tampoco desconocer sus riesgos. El que confía en sus facultades
psíquicas es como quien se enorgullece y canta victoria por haber llegado a la
primera estación de la cuesta que conduce a los picachos que se ha propuesto escalar.
VI
Es una ley eterna que el hombre no puede ser redimido por una potestad exterior a sí mismo. De ser esto posible, bastara con que hace muchísimo tiempo hubiera visitado la tierra un ángel que declarando verdades celestes y manifestando las facultades de la naturaleza espiritual, descubriese a la conciencia humana los mil hechos que ignoraba. (28)
El
crimen lo mismo puede perpetrarse en pensamiento que en acción. Quien por cualquier causa odia a otro, que gusta vengarse y no
perdona las injurias, está poseído del espíritu del homicidio, aunque no se dé
cuenta de ello. Quien se doblega a falsas creencias y somete su conciencia a
una institución humana, blasfema de su divino ser, y por lo tanto “invoca el
nombre de Dios en vano aunque no preste juramento alguno.
Quien
desea o simpatiza con los deleites sensuales, sea en el trato conyugal o fuera
de él, es el verdadero adúltero. Quien no presta al prójimo los conocimientos,
bondades y auxilios que prudentemente pudiera otorgarle, y vive para acumular
riquezas materiales, es el verdadero ladrón. Quien difama, calumnia y rebaja el
carácter de su prójimo en toda especie de falsedades, es también un ladrón y de
la peor índole. (29)
Si los
hombres fuesen buenos consigo mismos y benévolos con los demás, se operaría un
formidable cambio en su estimación del valor de la vida y de las cosas se esta
vida. (30)
EDUCACIÓN DEL PENSAMIENTO
Concentrad todas las fuerzas de vuestra alma en el empeño de cerrar las puertas de vuestra mente a todo pensamiento, sin permitir la entrada más que a los que prometan revelaros la irrealidad de los sentidos y de la vida corporal y la paz del mundo interior.
Reflexionad
noche y día sobre la irrealidad de cuanto os rodea y de vuestra misma
personalidad. Los malos pensamientos
no son tan nocivos como los ociosos e indiferentes, porque de los malos
pensamientos podemos guardarnos cuando nos determinemos a combatirlos y
vencerlos. Esta determinación robustecerá vuestra voluntad. Los pensamientos
ociosos e indiferentes distraen la atención y malgastan energía.
La
primera y mayor ilusión que se ha de vencer es la identificación con el cuerpo
físico. Pensad que este cuerpo no es más que una casa donde habéis de vivir
temporalmente, y así no volveréis a ceder a sus tentaciones procurad también
dominar las prevalecientes flaquezas de vuestro carácter, dirigiendo el
pensamiento por el camino más a propósito para extinguir las pasiones.
Después
de los primeros esfuerzos, sentiréis un indescriptible vacío y desconsuelo en
vuestro corazón; pero no os amedrentéis por ello, sino considerad lo como el
suave crepúsculo precursor del naciente sol de la felicidad espiritual La
tristeza no es un mal.
No os
quejéis, porque los que os parecen sufrimientos y obstáculos suelen ser en
realidad los misteriosos esfuerzos de la naturaleza para ayudaros en vuestra
obra si sabéis aprovecharlos. Considerad todas las circunstancias con la
gratitud de un discípulo. (31)
Toda
queja es una rebelión contra la ley de progreso. Lo que hay que evitar es
el dolor que
todavía no ha sobrevenido. El pasado no puede mudarse ni enmendarse.
Lo perteneciente a las experiencias presentes no puede ni debe evitarse; pero sí han de evitarse las preocupaciones sobre
imaginarias desgracias o los temores acerca del
porvenir, así
como todo impulso o acción que puede causar presente o futuro dolor a nosotros
o a los demás.(32)
VII
Nada
más valioso para quienquiera que un excelso ideal hacia el que aspire de
continuo ya él amolde sus pensamientos y emociones de suerte que regulen lo
mejor posible su conducta. Si así se esfuerza para llegar a ser, más bien que a parecer como su ideal, no fracasará en el empeño
de acercarse cada vez más a él. Sin embargo, habrá de luchar para este logro, y
si su ideal es elevado y verdaderamente se encamina a alcanzarlo no se
envanecerá, sino que, por el contrario, se humillará de su rectitud, pues al
descubrir ante sí la posibilidad de mayor adelanto en planos todavía más
elevados, no se engreirá de su progreso ni tampoco se entibiará su ardor.
Precisamente,
el reconocimiento de las vastas posibilidades de la vida humana es necesario
para disipar el tedio e invertir en celo la. apatía. Así la vida no es odiosa,
sino aceptable, cuando comprendemos claramente su finalidad y estimamos sus
espléndidas oportunidades.
El más
recto y seguro camino para llegar a este elevado plano de conciencia es el
ejercicio del altruismo, tanto
en pensamiento como en acción. Estrecho es, en efecto el campo visual
limitado a la personalidad, que mide todas las cosas con la vara del interés
egoísta, porque en semejante limitación no es posible que el ego conciba
elevados ideales ni se acerque a los planos superiores de existencia. Las condiciones
de adelanto están dentro y no
fuera, y por fortuna son independientes de las circunstancias y condiciones de
la vida terrena. Por lo tanto, a todos se les
depara la ocasión de ir escalando cumbre tras cumbre, y cooperar así con la
naturaleza en el cumplimiento de la evidente finalidad de la vida. (33)
Si
creemos que el objeto de la vida es la satisfacción y bienestar de la
personalidad, y que el bienestar material confiere la suprema dicha,
confundiremos lo inferior con lo superior y la ilusión con la verdad. Nuestra
modalidad material es consecuencia de la constitución material de nuestros
cuerpos. Somos “gusanos de la tierra” porque nuestras aspiraciones se arrastran
por la tierra; pero si entráramos en un sendero de evolución donde fuésemos menos
materiales y más etéreos, tomaría muy distinto cariz la civilización. Muchas
cosas que ahora nos parecen indispensables y necesarias dejarían de serlo; y si
pudiéramos transferir nuestra conciencia de un extremo a otro del globo con la
velocidad del pensamiento, serían inútiles los actuales medios de comunicación.
Cuanto
más profundamente nos hundimos en la materia, más medios de comodidad material
necesitamos; pero el esencial y
potente dios interno del hombre no es material ni
depende de las restricciones peculiares de la materia.
¿Cuáles
son las verdaderas necesidades de la vida? La respuesta está
en relación con lo que cada cual crea necesario. Los ferrocarriles, los buques
de vapor, la luz eléctrica, etc., nos son ahora necesarios; y sin embargo, millones
de gentes han vivido largo tiempo felices sin conocerlos. Para uno serán
necesarios una docena de palacios; para otro, un carruaje; para otro, una pipa
o una botella de ron.
Pero todas las necesidades de esta índole. son ficticias, constituyen el estado en el que el hombre
se encuentra satisfecho y le incitan a permanecer en él,
sin desear algo superior, por lo que pueden ser estorbo más bien que impulso en
su evolución. Si nos eleváramos a un estado más alto, en el que no se exigiese
nada artificioso, todas las cosas ficticias dejarían de ser necesarios y no las
desearíamos; pero la apetencia de placeres groseros, en los que tiene fijo su pensamiento, le
impide al hombre entrar en la vida superior.(34)