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viernes, 6 de enero de 2017
miércoles, 4 de enero de 2017
RELACIÓN ENTRE EL ESPÍRITU Y LA MATERIA EN EL PLAN DIVINO “La Exteriorización de la Jerarquía” Alice A.Bailey & Djwhal Khul
RELACIÓN ENTRE EL ESPÍRITU Y LA MATERIA EN EL PLAN DIVINO
“La
Exteriorización de la Jerarquía” Alice A.Bailey & Djwhal Khul
Pag.65-69,edic.electr.
*La venida a la encarnación del ser humano espiritualmente
autoconsciente, es la causa incitante del conflicto actual. Si los hijos de
Dios no hubieran "penetrado en las hijos de los hombres" (forma
bíblica y simbólica de expresar la gran relación entre el espíritu y la
materia, establecida en el reino humano), si las entidades espirituales, la
humanidad misma, no hubiese tomado para sí formas materiales y el elemento
positivo espiritual no se hubiera apegado al aspecto material negativo, el
conflicto mundial actual no tendría lugar. Pero el Plan divino de la evolución
estaba basado en el logro de esta relación entre el hombre espiritualmente consciente
y el aspecto forma, y así entró en actividad la gran Ley de Dualidad, dando
lugar a la "caída de los ángeles", al descender desde su estado de
existencia liberada e inmaculada, a fin de desarrollar la plena conciencia
divina en la Tierra, a través de la encarnación material y el empleo del
principio mente. Éste fue el Plan divino, emanado de la Mente de Dios y lanzado
a la actividad y al desarrollo, progresivo por un acto de Su Voluntad. En su
comienzo, tuvo lugar la original "guerra en los cielos" cuando los
hijos de Dios, que respondieron al anhelo divino de experiencia, servicio y
sacrificio, se separaron de los hijos de Dios que no respondieron a esa
inspiración y eligieron permanecer en su estado del ser original y elevado. El
Cristo Mismo dio testimonio de esta verdad, en la historia del Hijo Pródigo y su relación con su
hermano mayor, que no había dejado el hogar del Padre. Por esta parábola se
evidencia dónde estaba la aprobación del Padre. Un estudio cuidadoso de esta
historia y una comprensión intuitiva de sus implicancias, pueden evocar algún
día una respuesta al “pecado de la experiencia” como ha sido llamado, y llevar
a una comprensión de las dos leyes principales que rigen el proceso: la Ley de
Evolución y la Ley de Renacimiento. Aquí está la principal causa iniciadora de
lo que está teniendo lugar ahora.
La segunda causa surgió lentamente de la primera. La materia y
el espíritu, enfocados en la familia humana, y expresando sus cualidades básicas
y naturaleza esencial, estaban eternamente en conflicto. En las primeras etapas
y durante el largo ciclo lemuriano, la infante humanidad evolucionó
constantemente y, sin embargo, a pesar de las separaciones presentes, no fueron
reconocidas. La latente chispa de la mente sólo sirvió para llevar una relativa
iluminación a los cinco sentidos y su aplicación puramente física. La vida
física era fuerte; la vida deductiva, el propio registro de la vida, era
prácticamente nulo. En ese entonces la vida de la humanidad estaba enfocada en
el cuerpo físico, y se fortificaba y estimulaba la naturaleza animal,
desarrollándose el organismo físico y los distintos órganos internos, por el
desarrollo de los cinco sentidos; el hombre se convirtió primordialmente en un
animal egoísta y agresor, sin embargo, a veces tenía vagas tendencias hacia
algo tenuemente presentido como mejor, y momentos de deseos elevados, que no
eran la aspiración ni el anhelo de progreso, tal como los conocemos, sino sus
formas embrionarias.
Al hombre moderno no le es posible visualizar o comprender tal
estado de conciencia, pues lo ha dejado muy atrás. El foco de esta fuerza vital
estaba también en la región de las glándulas adrenales, produciendo la bravura
animal y la resistencia al choque. Pero el dualismo de la naturaleza esencial
del hombre estaba presente como siempre, apareciendo gradualmente las líneas
de separación; lenta, aunque constantemente, las almas precursoras (una
minoría muy reducida) trasladaron en forma gradual su conciencia, elevándola
hasta el plexo solar, y se produjo el reconocimiento del factor deseo por lo
que era material y también la capacidad de reaccionar emocionalmente. Hasta
entonces el deseo y el instinto fueron idénticos en los tiempos lemurianos.
Reflexionen sobre esto, pues es interesante y concierne a un estado de
conciencia del cual el hombre moderno prácticamente nada sabe. Pero, en la
época atlante, las líneas de demarcación, entre lo que constituía la vida
puramente física y lo que —aunque todavía material— podía ser la meta alcanzada
por el esfuerzo, empezaron a controlar la naturaleza puramente animal; el
hombre empezó así a ser adquisitivo y a rodearse de lo que deseaba. Entonces
las líneas de separación entre el animal instintivo y el hombre adquisitivo,
empezaron a definirse con más claridad.
Entre estos precursores se desarrolló gradualmente el elemento
mental, así como se está desarrollando hoy el elemento intuitivo entre los
tipos mentales; los hombres comenzaron a adquirir alguna forma de percepción
mental y a utilizar la poca mentalidad que poseían, en el proceso de
acrecentar sus posesiones materiales. Se inició la etapa de la civilización
(que básicamente es el reconocimiento de la relación grupal). Un período de
existencia urbana reemplazó al de una existencia puramente nómade y agrícola.
Los hombres se congregaron para un mayor bienestar y protección materiales e
iniciaron los procesos rítmicos de concentración, extendiéndose mundialmente.
Estos ciclos son análogos a los de inhalación y exhalación del organismo físico
del hombre. Algún día se hará un estudio de estos factores básicos y controladores
de la existencia humana, la dispersión o descentralización de la vida de la
comunidad, o la expresión del instinto de rebaño en una vuelta superior o
inferior de la espiral de la existencia. Los últimos cien años han visto el
surgimiento de un grave problema en la actual tendencia de la humanidad a
reunirse en grandes ciudades y a congregarse en vastos rebaños, dejando el
campo despoblado de habitantes y creando serios problemas de alimentación,
salubridad y delincuencia. Este ritmo está cambiando actualmente ante nuestros
ojos y soluciona un serio problema: las ciudades son evacuadas y —debido a que
los hombres y las mujeres son impelidos hacia el campo por alguna razón— los señores
de la evolución están interrumpiendo forzadamente e1 ritmo de esa
concentración, y lo sustituyen por el ritmo de la dispersión. Esto contribuirá
grandemente al bien de la raza y facilitará el desarrollo de la síntesis
subjetiva, que enriquecerá notablemente a la humanidad y dará nuevos valores a
la vida.
Las líneas de separación entre la naturaleza animal instintiva y
alguna forma de deseo (aspiración embrionaria), aumentaron continuamente
durante la época atlante, y esta primitiva civilización empezó a manifestar su
propia nota y a establecer nuevas normas de bienestar material y control
egoísta, en mayor escala cada vez, a medida que se desarrollaba la existencia
urbana. Quizás sea difícil visualizar un mundo tan densamente habitado como el
mundo moderno, pero lo estaba. Debido a que dominaba la naturaleza animal, la
tendencia llevaba a la relación sexual y a la procreación de grandes familias,
así como sucede en la actualidad entre las clases inferiores de nuestras zonas
civilizadas, pues los campesinos y los barrios bajos producen más hijos que los
intelectuales. En esos lejanos días, las únicas personas que tenían cierta
medida de inteligencia eran los discípulos e iniciados; guiaban y protegían a la
humanidad infantil, similarmente a como los progenitores modernos guían y
protegen a sus hijos y a como el Estado asume la responsabilidad por el
bienestar de la nación. Entonces la Jerarquía estaba presente en la Tierra
como reyes‑sacerdotes, que actuaban como puntos focales de energía atractiva,
atrayendo hacia sí a aquellos cuyos valores más intangible asumían lentamente
un vago control, definiendo con más claridad las líneas de separación entre el
materialismo y la espiritualidad.
Cabe recordar que la espiritualidad de entonces era muy diferente
de la que hoy se conoce con ese nombre. Era una especie de aspiración hacia un
presentido más allá, hacia la satisfacción de la belleza y la integridad de la
emoción. No había reflexión —tal como la conocemos— en esta actitud, sino sólo
una tendencia hacia lo inalcanzable, pero presentido, y lo que era
deseable. La Jerarquía fomentó esto en los pueblos, mediante el don de la invención
y el empleo de las masas instintivas en la construcción de grandes y bellas
ciudades y estupendas estructuras, cuyas ruinas subsisten hoy, y fue realizado
bajo la guía experta de los iniciados y adeptos que emplearon los conocimientos
que poseían acerca de la naturaleza de la materia y de la energía, para
producir muchas cosas que actualmente el hombre trata a tientas de descubrir y
hacer posible. Todo lo que posibilitaron los modernos procesos de la
civilización y mucho más de lo que hoy se clasifica como descubrimiento
científico, era conocido en la antigua Atlántida, pero no fue desarrollado por
los hombres, sino conferido como un don gratuito, muy parecido a como la gente
obsequia a un niño cosas bellas y maravillosas con las cuales se deleita y las
emplea, aunque sin comprenderlas. En todas partes había grandes y bellas ciudades
llenas de templos, y grandes edificios (de los cuales las ruinas de los caldeos
y babilonios constituyen sus restos degenerados, cuyo vástago es el moderno
rascacielos). La mayoría de nuestro conocimiento científico moderno era poseído
por estos reyes‑sacerdotes, y constituía para las masas, un maravilloso tipo de
magia. La salubridad, la higiene, los medios de transporte y las máquinas
voladoras se desarrollaron, y eran de un orden muy elevado, pero no fueron la
realización del hombre sino dones de la Jerarquía, desarrollados o construidos
bajo una sabia guía. Eran controlados el aire y el agua, porque los guías
sabían cómo controlar y dominar las fuerzas de la naturaleza y los elementos,
pero nada de ello fue resultado de la comprensión, conocimiento o esfuerzo
humano. Las mentes de los hombres no estaban desarrolladas ni eran adecuadas
para semejante tarea, como no lo está la mente de un infante.
*La Exteriorización de la
Jerarquía
Alice A.Bailey & Djwhal Khul
Pag.65-69,edic.electr.
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