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sábado, 16 de julio de 2016
miércoles, 13 de julio de 2016
BLAVATSKY, LA REBELDE Mario Roso de Luna
BLAVATSKY, LA REBELDE
Mario Roso de Luna
Siempre me ha parecido que el teósofo que no es
librepensador y rebelde, como lo fue siempre la Maestra H.P. Blavatsky, sólo es
teósofo a medias, cuando no un hipócrita
más de los que a través de la Historia han ido dando al traste o volviendo
exactamente del revés las divinas enseñanzas de los grandes Iniciados:
Melchisedec, Rama, Krishna, Hermes, Orfeo, Buddha, Apolonio, jesús, Mahoma y
tantos otros. Creo por ello que la mejor manera de celebrar la fiesta del LOTO
BLANCO tras una lectura del Bhagavad-Gita, que es también lucha y rebeldía, es
recordar cómo la Maestra vivió siempre en eterna rebeldía contra las religiones
oficiales pasadas o futuras y contra la ciencia infatuada y positivista, de ese
segundo clero más peligroso que ninguno, puesto que con su cultura ha
desencadenado la horrible catástrofe que llora el planeta y ha suscitado con
sus falsos perfeccionamientos la más antihumana guerra que en el mundo ha
habido. (1) Y como no pretendo que se me crea bajo mi palabra, haré este
artículo con sólo textos de la Maestra, empezando por las primeras palabras de
su Isis sin Velo, que «Ante el Velo» dicen:
«Según se nos dice, hace 19 sig]os que la divina luz del
cristianismo disipó las tinieblas del paganismo y dos siglos y medio que la
resplandeciente lámpara de la ciencia moderna empezó a brillar entre la oscura
ignorancia de los tiempos. Se afirma que en estas épocas respectivas se ha
realizado el verdadero progreso moral e intelectual de la raza. Que los
antiguos filósofos eran lo bastante sabios para su tiempo; pero eran poco
instruídos, comparados con nuestros modernos hombres de ciencia. La moral del
paganismo era suficiente para las necesidades de la inculta antigüedad, pero ya
no lo fué desde que la luminosa "Estrella de Belén" mostró el camino
para la perfección moral, y allanó el de la salvación. En la antigüedad el
embrutecimiento era regla; la virtud y el espiritualismo, excepción. Ahora, el
más empedernido puede conocer la voluntad de Dios en su palabra revelada; todos
los hombres desean ser buenos y mejoran constantemente.»
Tal es la proposición: ¿qué nos dicen los hechos? Por una
parte, un clero materializado, dogmático y con demasiada frecuencia corrompido;
un ejército de sectas y tres grandes religiones en guerra; discordia en lugar
de unión; dogmas, sin pruebas; predicadores efectistas; sed de placeres y de
riquezas en feligreses solapados e hipócritas, por las exigencias de la
respetabilidad. Esta es la regla del día: la sinceridad y la verdadera piedad,
la excepción. Por otra parte, hipótesis científicas edificadas sobre arena;
desacuerdo completo en todas las cuestiones; rencorosas querellas y envidias;
impulso general hacia el materialismo; lucha a muerte entre la ciencia y la
teología por la infalibilidad.
Un conflicto de épocas... Entre estos dos titanes en lucha,
ciencia y teología, hay una muchedumbre extraviada que pierde rápidamente la fe
en la inmortalidad del hombre y en la Divinidad, y que aceleradamente desciende
al nivel de la existencia animal. ¡Tal es el cuadro de la actualidad, iluminado
por la meridiana luz de esta Era cristiana y científica!» (2) Por esto en el
prefacio de Isis sin Velo, decía la Maestra, aterrada por la enormidad de la
empresa de rebeldía que echaba sobre sus hombros: «Acaban ya los tiempos en que
el dogma dominaba al hombre... no será extraño que los sectarios arremetan
contra nosotros. Los cristianos verán que ponemos en tela de juicio la pureza
de su fe. Los científicos advertirán que medimos sus presunciones con el mismo
rasero que las de la Iglesia romana, y que en ciertos asuntos preferimos a los
sabios y filósofos del mundo antiguo. Los sabios postizos nos atacarán
furiosamente desde luego. Los clericales y librepensadores verán que no
admitimos sus conclusiones, sino que queremos el completo reconocimiento de la
Verdad. También tendremos enfrente a los literatos y autoridades que ocultan
sus creencias íntimas por respeto a vulgares preocupaciones. Los mercenarios y
parásitos de la prensa, que prostituyen su poderosa eficacia y deshonran tan
noble profesión. . . pero nosotros dirigimos la vista al porvenir... Trabajamos
para el alboreante porvenir.» » Y al considerar la acerba oposición que ha de
darnos en rostro, creemos que el mejor mote para nuestro escudo al entrar en el
palenque, es la frase del gladiador romano; ¡Ave César; morituri te salutant!»
Cuales deben de ser las creencias del teósofo, cuyo único dogma debe ser el de
«la Fraternidad Universal de la Humanidad, sin distinción de sexo, raza, credo,
casta y color», están de mano maestra expresadas en estas palabras de La
Doctrina Secreta (tomo III, páginas 97 y 137, de la edición española, a la que
siempre nos referiremos): «El teósofo no cree en milagros divinos ni
diabólicos... Para él no hay santos ni brujos ni profetas ni augures sino tan
sólo Adeptos u hombres capaces de realizar hechos de carácter fenoménico, a
quienes juzga por sus palabras y acciones...
El estudiante de ocultismo no ha de profesar determinada
religión, si bien tiene el deber de respetar toda opinión y creencia para
llegar a ser Adepto de la Buena Ley. No debe supeditarse a los prejuicios y
opiniones de nadie y ha de formar sus propias convicciones de conformidad con
las reglas de evidencia que le proporcione la ciencia a que se dedica...sin
atender a encomios de fanáticos soñadores ni a dogmatismos teológicos... Jesús
predicó una doctrina secreta y «secreta» en aquel tiempo, significaba:
«Misterios de Iniciación» que han sido repudiados o alterados por la Iglesia.»
La eterna rebeldía de Blavatsky en demanda de la Suprema
Meta espiritual está expresada en estas palabras, de dicho libro: «Hay una Ley
Eterna en la Naturaleza, que tiende siempre a ajustar los opuestos y a producir
una armonía final. Merced a esta Ley de desarrollo espiritual, que se
sobrepondrá a la física y a la puramente espiritual, la humanidad se verá libre
de sus falsos dioses y se encontrará finalmente redimida por sí misma». No otra
cosa dijo Beethoven, el incomprendido teósofo (3), cuando al llevarle cierta
partitura en la que el autor había puesto: «fin, con ayuda de Dios», tachó esta
frase el maestro, substituyéndola con esta otra, que parece escrita para todos:
«¡oh, hombre, ayúdate a ti mismo!» donoso complemento al Nosce te ipsum de
Delfos. No otra cosa dijo Wagner en todas sus maravillosas obras de rebeldía,
desde la de Tanhauser, el discípulo de Venus, cuya vara florece a pesar de la
maldición papal, hasta la divina rebeldía de Sigfrido en el Anillo del
Nibelungo, como tampoco dijo otra cosa Esquilo en su sublime trilogía de
Prometeo. El origen de las religiones y de los sacerdocios está resumido en
estos otros conceptos: «Se nos dice que en un principio no hubo Misterios
Iniciáticos. El conocimiento (Vidya) era propiedad común y predominó
universalmente durante la Edad de Oro o Satya-yuga. Como dice el comentario:
«Los hombres aún no habían producido el mal en aquellos días de felicidad y de
pureza, porque su naturaleza más bien era divina que humana». Pero, al
multiplicarse rápidamente el género humano, se multiplicaron también las
idiosincrasias de cuerpo y de mente y el espíritu encarnado maniféstose en
debilidad.
En las mentes menos cultivadas y sanas arraigaron
exageraciones naturalistas y sus consiguientes supersticiones. De los deseos y
pasiones hasta entonces desconocidos nació el egoísmo, por lo que a menudo
abusaron los hombres de su poder y sabiduría, hasta que, por último, fué
preciso limitar el número de los conocedores. Así empezó la Iniciación."
"Cada país se impuso un especial sistema religioso acomodado a su
capacidad intelectual ya sus necesidades espirituales; pero como los sabios
prescindían del culto a simples formas, restringieron a muy pocos el verdadero
conocimiento. La necesidad de encubrir la verdad para resguardarla de posibles
profanaciones, se dejó sentir más y más en cada generación; y así el velo,
tenue al principio, fue haciéndose cada vez más denso a medida que cobraba
mayores bríos el egoísmo personal, hasta que, por fin, se convirtió en
Misterio. Estableciéronse los Misterios en todos los pueblos y países, y se
procuró al mismo tiempo evitar toda contienda y error, permitiendo que en las
mentes de las masas profanas arraigasen creencias religiosas exotéricas
inofensivas, adaptadas en un principio a las inteligencias vulgares, como
rosado cuento de niños, sin temor de que la fe popular perjudicase a las
filosóficas y abstrusas verdades enseñadas en los santuarios iniciáticos;
porque no deben caer bajo el dominio del vulgo las observaciones lógicas y
científicas de los fenómenos naturales que conducen al hombre al conocimiento
de las eternas verdades que le consienten acercarse al dintel de la observación
libre de prejuicios y ver con los ojos espirituales antes que con los del
cuerpo...
Con el rodar de los tiempos, en la quinta raza, la aria,
algunos sacerdotes poco escrupulosos se prevalieron de las sencillas creencias
de las gentes y acabaron por elevar dichas Potestades a la categoría de Dioses,
aislándolos completamente de la única y universal Causa de causas... En
aquellos días primitivos no constituían los brahmanes o sacerdotes una casta
aparte, sino que cualquier hombre podía ser brahmán por méritos propios y en virtud
de la iniciación. Sin embargo, poco a poco fue prevaleciendo el despotismo, y
la dignidad de brahmán pasó de padres a hijos como herencia. Los derechos de
sangre (nepotismo) suplantaron al verdadero mérito, y de esta manera se
instituyó la poderosa casta de los brahmanes... Voltaire caracterizó en pocas
palabras los beneficios de los Misterios, al decir que «entre el caos de las
supersticiones populares existía una institución que siempre evitó la caída del
hombre en absoluta brutalidad: la de los Misterios". »Verdaderamente, como
Ragón dice de la Masónería: Su templo tiene por duración el tiempo eterno y por
espacio el universo entero... -Dividamos para dominar, (habían dicho aquellos
astutos perversos),- ¡Unámonos para resistir! (dijeron los primeros
masones)". Pero estas últimas frases, más que los masones mismos, las
pronunciaron los primeros Iniciados, a quienes los masones consideraron siempre
como sus primitivos y directos maestros...
«Los Hijos de la Voluntad y del Yoga» se unieron para
resistir las terribles y siempre crecientes iniquidades de los magos negros de
la raza atlante, y esto determinó la fundación de escuelas todavía más
esotéricas, de templos de instrucción y de Misterios impenetrables hasta después
de haber sufrido tremendas pruebas. Dice Ragón, al tratar de la Iniciación
masónica: Estaban en lo cierto los sacerdotes egipcios al decir: "Todo
para el pueblo, nada por el pueblo». En un país ignorante, la verdad ha de
revelarse únicamente entre personas fieles. . . En nuestros días vemos seguir
el falso y peligroso sistema de «todo por el pueblo, y nada para el pueblo». El
verdadero apotegma político ha de ser: «Todo para el pueblo y con el pueblo».
Mas, a fin de realizar esta reforma, las masas han de pasar por una
transformación dual: 1) Divorciarse de todo elemento supersticioso y de falsa
piedad; 2) Educarse hasta el punto de evitar el peligro de ser esclavos, de
ningún hombre ni idea.» (La Doctrina Secreta, tomo III, páginas 224 y
siguientes).
No en vano era una iniciada la principesca fundadora de
nuestra Sociedad Teosófica, tanto que las palabras transcriptas de -«¡Unámonos
para resistir!»- puestas por ella en labios de los primeros Magos Blancos
Iniciados, fueron sus también últimas palabras al dejar la grosera envoltura de
su cuerpo físico, en el día que conmemoramos, del año 1891: "¡Manteneos
siempre unidos, para que esta mi última encarnación no resulte estéril para el
mundo!»- dijo a sus discípulos - palabras de pavorosa responsabilidad para todo
teósofo que, derivando hacia mojigaterías, nuevas o viejas religiones,
regímenes autocráticos, falsos prejuicios, excomuniones más o menos esbozadas
bajo la hipócrita máscara de tachar a los demás de personalistas, y demás
abusos de índole idéntica a los por las religiones cometidos, trate de romper
esa unidad indispensable entre los teósofos, y de apartarse de los verdaderos
rebeldes, o sea de los predilectos hijos de Blavatsky; de los rebeldes
welsungos o lobeznos, hijos predilectos también del divino Wotam en El Anillo
del Nibelungo... Porque nosotros, los teósofos ocultistas, no podemos comulgar
ya en religión positiva alguna, debiendo sí respetar la religión de los demás,
pero no respetarla ya en nosotros mismos bajo capa positiva alguna, de induismo,
sintoismo, budismo o cristianismo, etc., pues nuestro único dogma es el de la
Fraternidad y nuestro único Maestro Supremo, es nuestro Divino Ego, cuya voz es
la Conciencia emancipada y libre, ya que Blavatsky ha dicho (4): «Si se
prescinde de las enseñanzas secretas, queda la religión reducida a un fraude.
Sin embargo, las masas necesitan de un freno moral, porque el hombre está
siempre ansioso del más allá y no puede vivir sin un ideal cualquiera que le
sirva de faro y de consuelo. Al mismo tiempo, ningún hombre vulgar, aun en esta
época de cultura general, puede satisfacerse con verdades demasiado metafísicas
y sutiles de difícil comprensión, de lo que proviene el peligro de suplantar
con el absurdo y cerrado ateísmo la fe en Dios y en sus santos. Ningún
verdadero filántropo, y por consiguiente, ningún ocultista, supondrá ni por un
momento que la humanidad pueda subsistir sin religión, y aun en nuestros días,
las religiones de Europa, limitadas a la santificación de los domingos, vale
más carecer de ellas. Pero si, como dijo Bunyan, «la religión es la mejor
armadura del hombre», no es menos cierto que es «la peor capa», y contra esta
capa de hipocresía luchan ocultistas y teósofos. Si no apartamos esta capa
tejida por la fantasía humana y arrojada sobre la Divinidad por la artera mano
de sacerdotes ávidos de dominación y poderío, no le bastará al hombre el
verdadero ideal de la Divinidad, el único Dios viviente en la naturaleza. La
primera hora de este siglo anuncia el destronamiento del Dios de cada país y la
proclamación de la Única y Universal Divinidad: el Dios de la inmutable Ley, no
el de la piedad; el Dios de la justicia distributiva, no el de la misericordia,
que es sencillamente un incentivo para cometer el mal y reincidir en él. Cuando
el primer sacerdote inventó la primera oración de súplica egoísta, se perpetró
el más nefasto crimen de la humanidad...» (Doctrina Secreta, t. III, pág. 48).
Además, si para el teósofo, como para el Maha Rajá de Benarés «no hay religión
superior a la verdad» (satyat nasti paro dharma) es nuestra obligación primera
cantar un himno a Satán, a manera de aquellos grandes rebeldes que se llamaron
Leopardi y Carducci, pues que en la Doctrina Secreta se nos dice: «El sistema
cristiano no es el único que ha degradado estos dioses en demonios, (los Suras
o Dioses en Asuras o No-Dioses). El zoroastrismo y aun el brahmanismo se han
aprovechado de ello para imponerse a la mente del pueblo. Hasta en el exoterismo
caldeo los seres que rehusan crear son también denunciados como Espíritus de
Tinieblas. Los Suras que obtienen su independencia intelectual, los supuestos
ángeles rebeldes, luchan con los Suras que carecen de ella y que parece como si
pasaran sus vidas en inútiles cultos basados en la fe ciega... La razón del por
qué rehusaron estos «Dioses» crear hombres no es, como declaran los textos
exotéricos, por su orgullo, sino por los motivos expresados... Los supuestos
«Rebeldes» eran sencillamente aquellos que, obligados por la ley kármica a
beber hasta la última gota de hiel, tuvieron que encarnar de nuevo-la caída convirtiendo
así en entidades pensantes responsables a los hombres...» (Doctrina Secreta, t.
II, pág. 85 y 86).
Luego, hablando de estos «Rebeldes», Kabires, Fuegos
Sagrados o Satanes, dice: «Las diversas ramas de la raza aria, la asiática y la
europea, la india y la griega, hicieron lo posible por ocultar la verdadera
naturaleza, ya que no la importancia, de dichos «Rebeldes» o Kumaras, cuatro de
los cuales son los alter egos de Sanat, Sananda, Sanaka y Sanatina «o séase de
los divinos Satanes tan envilecidos por las pecadoras religiones exotéricas.»
(lb. 97).
Hablando después de los Edenes religiosos, dice: «Los
cristianos sostienen que el Jardín del Edén es el santo Paraíso profanado por
el pecado de Adán y Eva. El ocultista, al negar la interpretación de la letra
muerta, demuestra todo lo contrario.(lb. p. 186).
"La Biblia, desde el Génesis al Apocalipsis, no es
sino una serie de anales históricos de la gran lucha entre la Magia Blanca y la
Negra; entre los Adeptos del Sendero de la Derecha o Profetas y los de la
Izquierda o Levitas) el clero de las masas brutales. (lb. 195).
«En el exoterismo religioso indo, los Asuras son también
denunciados como enemigos de los dioses, que se oponen al culto y a los
sacrificios de los Devas. En la Teología cristiana se mencionan como «Espíritus
caídos», diversos héroes paganos. La «serpiente tortuosa» de los primitivos
judíos tuvo siempre un significado completamente distinto, astronómico en un
sentido, antes de que la Iglesia romana lo desnaturalizase» (lb. p.211)... El
Logos es Sabiduría y también Lucifer o Satán... el rayo de luz y de razón; que
caía del cielo como un rayo. (Lucas, X, 18)
En los corazones y mentes de los convertidos a la antigua
Religión de la Sabiduría, presentada entonces bajo una nueva forma por el sabio
Adepto galileo, fué desfigurada hasta el punto de no ser reconocible, como lo
fué también su propia personalidad, arreglada para amoldarla al más cruel y
pernicioso de los dogmas teológicos. . . y cuando Jesús observa en el pasaje
citado que «ha visto a Satán caer del cielo como un rayo», es una simple
declaración de sus poderes clarividentes y una referencia a la encarnación del
Rayo Divino-Ángeles o Satanes-que cayeron en la generación. (lb. 212 y 213,
nota)...
«El verdadero punto de vista exotérico acerca de «Satán» y
la opinión que sobre este asunto tenía toda la filosofía antigua, hállase
admirablemente presentada en un apéndice titulado: «El Secreto de Satán», de la
segunda edición del Perfect Way de la Dra. A. Kinsford (p. 214). En él se dice:
«En el séptimo día (o creación) prodújose de la presencia de Dios un Angel
poderoso lleno de ardimiento y Dios le dió el dominio de la esfera extrema. La
Eternidad produjo el Tiempo; el Ilimitado dió nacimiento al Límite; el Ser
descendió a la generaci6n. Entre los Dioses no hay ninguno que se asemeje a
aquel en cuyas manos están depositados el reino, el poder y la gloria de los
mundos... Pues, como dice Hermes, Satán es el guardián de la puerta del Templo
del Rey y en el Pórtico de Salomón guarda las Llaves del Santuario para que no
penetre en él profano alguno y sí sólo los ungidos que poseen el arcano de
Hermes... Temedle y no pequéis: pronunciad su nombre temblando..., pues Satán
es el magistrado de la Justicia de Dios (Karma). Él tiene en sus manos la
balanza y la espada, pues a él le están encomendados el Número, el Peso y la
Medida... Satán es, en suma, el ministro de Dios, el Señor de las siete
mansiones del Hades y el Ángel de los mundos manifestados.» (lb. 214 y 215).
«Satán es el Dios de nuestro planeta y el Dios único y esto
sin ninguna sombra ni metáfora de perversidad, pues es uno con el Logos... Por
lo tanto, cuando la Iglesia maldice a Satán, maldice el reflejo cósmico de
Dios; anatematiza a Dios manifestado en la Materia o en lo objetivo; maldice a
la Sabiduría por siempre incomprensible, revelada como Luz y Sombra, Bien y Mal
en la Naturaleza, en la única forma comprensible a la limitada inteligencia del
Hombre. (Id. 216).
«Todos los cabalistas y simbologistas han demostrado suma
repugnancia a confesar el significado primitivo de la Caída de los Angeles...
Desde que la Iglesia en su lucha con el maniqueismo inventó al Demonio,
colocando un velo teológico entre los hombres y Lucifer, la Divina Estrella, o
sea el «Hijo de la Mañana», creó la más gigantesca de todas sus paradojas; una
Luz negra y tenebrosa...» (lb. 219).
No continuaremos con las citas, porque habría que copiar
todos sus libros, desde el primero hasta el último, como otros tantos cantos de
una rebeldía como la de Satán, la de Prometeo, la de Fausto, la de Sigfrido y
la de tantos y tantos personajes ora reales, ora simbólicos, desde que el mundo
es mundo. El que quiera saber más acerca de la eterna rebeldía de la heroína
que en Mentana luchó contra el poder papal al lado de Garibaldi y doquiera
contra las más varias formas de ignorancia, ambición e hipocresía de los
hombres, que pase la vista por la preciosa obra de Sinnett Incidentes de la
vida de Blavatsky o por tas inmortales páginas del Old Diary leaves (5), de su
queridísimo compañero H. S. Olcott, en que el bizarro caballero pone de relieve
las características heróicas de aquella mártir de la Verdad tradicional, que
pasó incomprendida para muchos de sus contemporáneos y que nunca será bastante
estudiada y seguida por los que nos preclamos de teósofos o de ocultistas.
Tomado de "El Loto Blanco" de Mayo 1917 y
digitalizado por Biblioteca Upasika www.upasika.tk NOTAS (1) Se refiere a la
Primera Guerra Mundial. (2) ¿Qué habría dicho la Maestra ante la horrible
consecuencia bélica de este conflicto? Lo que nosotros, sus discípulos decimos;
es a saber: «que una religión que no ha sabido evitar esta catástrofe, y una
ciencia que la ha hecho más sangrienta y cruel con sus inventos, están juzgadas
por sí mismas». (3) Ver Roso da Luna, Mario "Wagner, mitólogo y
ocultista". (4) Por esto Blavatsky se mantuvo siempre alejada de todas las
religiones positivas, pues como se desprende de todas sus obras y especialmente
de la de Por las grutas y selvas del lndostán (mal tenida hasta aquí por una mera
obra de literatura y de viaje), su única creencia fue la de la primitiva
Religión Sabiduría o de la Edad de Oro, que fue anterior a nuestros tiempos
históricos; Religión Única de la que son pobres facetas todas las conocidas.
Por esto, sin duda, llevó a mal que Olcott marchase a su viaje a Ceilán (2da
serie de la Histoire authentique de la Société Théosophique) y no obstante
acompañarle luego y felicitarle por su obra... buddhista, buena sin disputa
como buddhista, y mala en el sentido de que la Teosofía no es el Buddhismo de
Gautama el Buddha (Véase Doctrina Secreta, t. I, introducción). Por esto no
llevaría a bien tampoco, si viviese, que llamándonos teósofos y ocultistas,
mostrásemos preferencias ningunas ora por el induismo, ora por el mazdeismo,
ora por el cristianismo, etc.
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