Mi lista de blogs y bibliotecas

sábado, 17 de enero de 2015

ROERICH: BIOGRAFIA NICOLÁS Y HELENA ROERICH (PRIMERA PARTE) Por Joao Gomes Extraído de la Revista Biosofía

ROERICH: BIOGRAFIA NICOLÁS Y HELENA ROERICH (PRIMERA PARTE) Por Joao Gomes
Extraído de la Revista Biosofía




UNA ÍGNEA PAREJA

“Los  artistas, objetivadores de lo Real, libertadores de la tristeza y del dolor, constructores de alegría que alienta y renueva, deben ser considerados como verdaderos patronos de la Nueva Edad.

Al establecer un punto sensible ente el mundo interno de bellezas, significados, valores e ideas, y el mundo de las formas externas, ellos viven una estrecha relación con las características y virtualidades del 7º Rayo, que gobierna la Era recién iniciada. Están también íntimamente ligados al 4º Rayo (de armonía a través del conflicto), que gobierna el Reino Humano como un todo (ya que se trata del 4º Reino de la Naturaleza en el arco ascendente). Así, dentro de estas tónicas energéticas y cualitativas, a ellos les cabe una importante contribución en el advenimiento del Hombre Nuevo”(1)

A lo largo de la historia de la humanidad siempre existió una rara y bella estirpe de matrimonios ígneos, de parejas que se unieron para sacrificarse en pro de un ideal mucho mayor que ellos, ideal que los incendió por dentro, exigiendo una entrega total. Recordemos, de un modo en absoluto exhaustivo, las parejas reales del Antiguo Egipto: Aquenaton (Amenofis IV) y Nefertiti; Seti I y Tonya; Ramses II y Nefertari. En el campo de la ciencia, Marie y Pierre Curie. En política y acción social, Mohandas y Kasturbai Gandhi. Y finalmente, en el ocultismo moderno, tenemos una serie de “matrimonios”: Henry S. Olcott y Helena Blavastsky (en este caso y en el siguiente no hubo una relación carnal y marital. No obstante la idea fundamental se mantiene, es decir, la unión de un hombre y una mujer basada en la admiración y amistad mutua, y en un ideal y misión comunes: Annie Besant  y Charles Leadbeater; Foster y Alice Bailey, y el que hoy nos ocupa, Nicolas y Helena Roerich. Esta corriente de parejas feéricas no cesó, sino que continua, y muchos de nosotros tienen la suerte de observarlos en la lucha y el trabajo en pro de un mundo mejor. A ellos, a todos ellos, los del pasado, el presente y el futuro, dejamos aquí nuestra gratitud y les ofrecemos nuestra oración: “Que le fuego divino os incendie y os consuma, Matrimonios Solares, en la construcción de Reino de Dios sobre la Tierra”.

Helena Roerich

Comencemos por Helena Roerich. Tal como la “Vieja” Helena, (no la de Troya, sino la pionera y grande Blavatsky) nació en aquellas llanas y heladas tierras de Rusia el 13 de febrero de 1879, y tal como es su tierra, fue una mezcla de Occidente y Oriente, de las fragancias asiáticas y los colores griegos. Esta ceñuda Helena, de ojos grandes y negros, osó como Prometeo robar el fuego a los dioses, y quemar en una aspiración ardiente el mundo de los hombres.

Hija de un arquitecto preminente, el Archiduque Chapochnikov, era extraordinariamente sensitiva y enfermaba con frecuencia. Mientras se encontraba postrada, se le aparecían dos hombres muy altos (¿los maestros Moria y Koot Hoomi?), que la auxiliaban.

La hermana de su madre, la princesa Putyatune, tenía una finca en Bologoye, donde la pequeña Helena pasaba los veranos. Allí aprendió a amar la naturaleza y los animales. Se cuenta que los animales domésticos corrían hacia ella para saludarla todas las mañanas cuando salía de casa para alimentarlos.

Aprendió a leer muy pronto. Apreciaba los filósofos y meditaba sobre la Biblia. Tenía talento para la música, tocaba el piano, pintaba y dibujaba.

Cuando descubrió a Nicolás, descubrió que tenían mucho en común. Pasaban el tiempo juntos, yendo a conciertos y exposiciones. Se enamoraron, y finalmente se casaron el 28 de octubre de 1901., Tuvieron una vida familiar feliz y de su unión nacieron dos hijos, Jorge y Svetoslav. Este último se convirtió en un excelente pintor (como su padre), y del retrato que hizo de su madre se percibe una mujer muy guapa.

En 1915 Nicolás Roérich enfermó de neumonía, por lo que dejaron su casa en San Petersburgo para vivir en un clima más benigno. Después de una escala en Inglaterra llegan a Nueva York en 1920, para la primera exposición de Nicolás Roérich en Estados Unidos. Fue por este tiempo cuando Helena entra en contacto con su Maestro y escribe el primer libro “Hojas del jardín de Morya I”, cuya primera edición saldría en 1924. Seguirán más de 14 títulos en la serie Agni-yoga, donde su Maestro expone por primera vez al mundo las bases del yoga de la 6ª Raza. El último volumen publicado, “Supramundo II”, saldría a la luz en 1938, en vísperas de la 2ª Guerra Mundial.

Libros

Su  Maestro, el Señor de mirada penetrante, transmitió por su intermedio un conjunto de sublimes enseñanzas referidas al nuevo yoga, el Yoga del Fuego, de la Vida y del Sacrificio. Afirmó por propia experiencia que sus libros no se pueden leer de la manera común. Son páginas de meditación, párrafos que se digieren lentamente, frases que en la síntesis de un relámpago, incendian la mente e iluminan la vida.

En “Hojas del Jardín de Morya I”, dice el Maestro, a través de la pluma de Helena, en ese su estilo compacto e imperioso: “La vida truena. Sé vigilante”. “Un Templo para todos, para todos un Dios”. “Mis Amigos, la Felicidad reside en servir a la salvación de la humanidad”. “Cuando Yo ordeno contar el Libro de la Alegría, no olvides el llamamiento a la batalla”. Y el discípulo, ante la llamada del Maestro, responde: ¡A pesar de mis flaquezas, a pesar de mi miopía, a pesar de mis traiciones, acepta Señor mi lanza roma, mi escudo agujereado, mi armadura abollada. Estoy presto para la contienda!

En “Agni Yoga” afirma el Maestro: “Recordad el bautismo por el Fuego, la Cruz Ígnea, todos los Cálices Flameantes que Yo os revelé hace mucho tiempo, como símbolos del próximo yoga”. Y más de una vez responde la voz trémula del discípulo al Maestro; “Señor, fui bautizado por los sacerdotes en las aguas heladas del mundo; anhelo ahora el bautismo del Fuego, del Señor de la Llama Dorada, a pesar de saber que perderé todo lo que amé en los viajes del pasado”.

ImageSugerimos a todos aquellos que sienten dentro de sí la llama del Fuego de la Era de Maitreya que, de una forma pausada y lenta, mediten las palabras del Maestro. Ellas son simientes del Nuevo Mundo, ellas son embrión del Nuevo Mundo, ellas son el lema de la Nueva Conciencia. Comiencen por el primer libro, “Hojas del Jardín de Morya I”, y oigan el apelo urgente del futuro; después sigan adelante y paren largamente en el Volumen II; giren entonces a la tarde, descansen meditando en “Nueva Era de la Comunidad”. Otro día, por la mañana, asciendan al “Infinito, Vol. I y II”; cansados de la jornada, en una vigilia nocturna, oren con “Jerarquía”; desciendan al pozo iniciático de “Corazón”; sin miedo, con ojos vendados y mente abierta penetren en “Mundos Ardientes, I, II y III”; griten entonces a una sola voz con el Universo en “AUM”; después, en un abrazo vasto y largo, sumérjanse en “Fraternidad”; y finalmente, al término de la jornada, descansen con “Supramundo I y II”.

Helena y Nicolai (Nicholas es la traducción de su nombre al inglés, que el pintor usaba con frecuencia en el mundo occidental) tuvieron una vida fértil en acontecimientos. Tal vez los más significativos sean sus viajes por Oriente. En India organizaron una expedición a Asia Central y recorrieron China, Mongolia, el Tibet y otros países. Aunque se conozcan pocos detalles de su vida, se sabe que Helena fue una activista participante en las grandes cuestiones de su tiempo. Fue una Instructora Espiritual con un gran número de discípulos. Su  sabiduría –la sabiduría de una iluminada-, se encuentra diseminada en cientos de cartas que enviaba a sus corresponsales y alumnos. Estas epístolas fueron publicadas en “Cartas de Helena Roerich, I y II”. En estas misivas Helena mostraba su preocupación e interés por los asuntos que le fueron contemporáneos.

Ella fue una precursora de la Nueva Era. Y antes que esta expresión se convirtiera en moda (de mal gusto, dicho sea de paso), con todo el folclore que hoy le acompaña, escribió en 1929 lo siguiente: El Libro de los nuevos descubrimientos y de la luz del atrevimiento está abierto frente a la humanidad. Ya oyeron hablar acerca de la aproximación de la Nueva Era. Cada época tiene su llamada, y el llamamiento fundador de la Nueva Era será el poder del pensamiento creador; y el primer paso en esta dirección será  la apertura de la conciencia, la liberación de todos los prejuicios y de todos los conceptos tendenciosos y forzados”(2).

La mujer del futuro

Otra de sus preocupaciones fue la condición de las mujeres de su tiempo. Escribirá: “La próxima gran época está íntimamente ligada al ascenso de la mujer. Tal como en los mejores días de la humanidad, la época futura ofrecerá nuevamente a la mujer el derecho al lugar que le corresponde, lado a lado con su eterno compañero de viaje y trabajo, el hombre. Debéis recordar que la grandeza del Cosmos se fundamenta en el origen dual. ¿Será adecuado por ello menospreciar uno de sus dos elementos?(3). Como todas las grandes almas, Helena se anticipa a su tiempo; ella sintió (verdaderamente intuyó) que la gran transformación cultural que se esperaba en el futuro implicaría la participación plena de la mujer, y hoy sabemos que es así, y así seguirá siendo.

En la misma carta, más adelante, Helena vuelve a abordar la cuestión de la mujer, integrándola en la problemática de la cultura y la educación: “Con todo, en su esfuerzo por la educación, la mujer debe recordar que todos los sistemas educativos son  solo medios para el desenvolvimiento de un conocimiento y cultura del espíritu y del corazón. Solo esta combinación promueve esa síntesis sin la cual es imposible realizar la grandeza real, la diversidad y la complejidad de la vida humana en su Evolución Cósmica. Así, en cuanto se esfuerza por el conocimiento, que la mujer se acuerde de la Fuente de Luz y de los Líderes del Espíritu, aquellas grandes mentes que verdaderamente crean la conciencia de la humanidad. La humanidad encontrará el camino hacia la verdadera evolución aproximándose a esta fuente y al principio rector de la Síntesis”.

Cuando aún hoy vemos personas con alguna madurez intelectual y espiritual utilizando su tiempo en practicas del tipo Hatha Yoga, será  con certeza útil recordar sus palabras acerca de este asunto: “… no debemos sobrevalorar los resultados del Hatha Yoga y pensar que los adeptos de esta disciplina son igual a los del Raja Yoga en su habilidad para despertar el Kundalini(4) y para adquirir los distintos tipos de siddhis(5), y que ellos alcanzan la bienaventuranza  y se liberan de la materia. De hecho no es así. El grado de bienaventuranza alcanzada por tales adeptos es muy relativo, y a través del Hatha Yoga nunca obtiene la libertad sobre la materia (en el sentido utilizado por los Grandes Instructores). Tal como dice la enseñanza, no conocemos a nadie que haya alcanzado la meta por el camino de Hatha Yoga.

Incluso el desenvolvimiento de los siddhis inferiores, que los hatha yogis adquieren utilizando ejercicios terriblemente difíciles y mecánicos, no son duraderos; en sus próximas encarnaciones podrían perder todos ellos. Solo aquellas conquistas que vienen de manera natural son válidas y permanentes, porque constituirán el resultado del desenvolvimiento espiritual interno. Solo de este modo las manifestaciones de verdadero poder pueden ser alcanzadas. Los ejercicios de Hatha Yoga no deben ir más allá de un ligero y cuidado pranayama que fortalece la salud; de  otro modo puede ser peligroso, conduciendo a la mediumnidad, obsesión y locura”.

Creemos que así quedan, una vez más, claros los peligros que el aspirante corre al practicar ciertas disciplinas físicas. Repitamos que los yogas para el tipo medio de aspirante son el Jñana o el Raja Yoga, pudiendo ser complementados por el Karma y el Bahkti Yoga.

Son también de Helena Roerich las obras “On Eastern Crossroads” y “Fundations of Buddhism”, aunque usando pseudónimos diferentes para cada una de ellas.

En 1930, con su marido Nikolai e inspirada por su Maestro, el Señor del Rayo Azul, funda la “Agni Yoga Society”. A propósito del Agni Yoga, escribimos en el pasado lo siguiente: “Muy poco se sabe de este desarrollo espiritual. Se conoce solo que él será el yoga de la próxima raza, la Sexta. El discípulo de este yoga tiene ya su cuerpo búdico e intuitivo razonablemente desenvuelto y se encuentra polarizado en el chakra cardiaco y en el centro correspondiente de la cabeza. Esta es la vía de los discípulos avanzados  de los iniciados. Muy sintéticamente se puede decir que es el camino de la vida, de la síntesis espiritual, del fuego, de la intuición y del sacrificio. El 2º (Amor – Sabiduría) y el 4º (Arte, Belleza y Armonía) rayos que rigen este recorrido.

Ella fue también la primera traductora al ruso de la importantísima obra de Blavatsky “La Doctrina Secreta”. A propósito de este libro, nunca está de más recalcar su importancia, grandeza y profundidad. En mi modesta opinión, es en la actualidad la más importante obra, no solo del ocultismo, sino de la literatura mundial, Nada se le compara, nada le equivale. Es para mi como un huracán, un tornado que pasa por la mente, y que en un ímpetu de fuerza y movimiento, la purifica de sus miasmas, supersticiones, limitaciones e ilusiones. Es como una explosión que no deja nada en pie, y que no obstante, en un acto de milagrosa magia, reconstruye todo de una forma más bella, más imponente, más poderosa. Estudiar y meditar la Doctrina Secreta es como si alguien nos otorgará una iniciación en el sentido de que su reflexión lleva inevitablemente a una expansión de conciencia.

Helena Roerich desencarnó en 1949, y puede decirse con seguridad que sus libros son hoy más conocidos de lo que lo fueron durante toda su vida.


domingo, 11 de enero de 2015

FOHAT: DE FOHAT - ESPACIO Y CONCIENCIA UNIVERSAL (Joy Mills) Este artículo me lo ha enviado un buen amigo y compañero de camino, Alberto García H.

FOHAT: DE FOHAT - ESPACIO Y CONCIENCIA UNIVERSAL (Joy  Mills)
Este artículo me lo ha enviado un buen amigo y compañero de camino, Alberto García H.




La unidad fundamental, así como la globalidad del universo, constituyen el principio básico de la Teosofía. La multiplicidad de seres, en su variedad casi infinita de expresiones y experiencias, surge de esa unidad y constituye la visión oculta de la Teosofía. A su vez, la consistencia interna de su visión global depende de ella. Todas esas ideas mayores, la variedad de detalles fascinantes, la riqueza de imágenes simbólicas, las distintas terminologías y el enorme espectro de la visión histórica que hallamos expresados en la literatura teosófica deben ordenarse a partir de esa consistencia interna.

Durante el siglo pasado esa consistencia ya se organizó en buena parte. Sin embargo, ello ocurrió de diversos modos y sistemas dependiendo de la ocasión o el maestro. Tal variedad es comprensible porque la tarea no resulta nada fácil. Es así en parte porque de entrada la conversión del Uno en Muchos es sutil, complicada y ambigua; en parte porque existen muchas maneras de interpretar el proceso; y en parte porque existen muchas y considerables lagunas en nuestro conocimiento.

Sin embargo, tenemos una ventaja muy grande: actualmente el mundo es mucho más receptivo ante esta visión oculta de la Teosofía, que está ganando apoyo en muchos frentes, principalmente en el de la ciencia. Que se reconozca como tal es irrelevante.

A pesar de todo, nuestra tarea sería mucho más simple si pudiéramos identificar algunas de las grandes preguntas que hemos de dejar para la literatura si queremos descubrir lo que podríamos llamar “esencia de la Teosofía”. Uno de los documentos que considero más importantes a este respecto son las llamadas Cosmological Notes (Notas Cosmológicas), atribuidas al Mahatma Morya, que aparecieron por primera vez en un apéndice de las Cartas de H. P. Blavatsky a A. P. Sinnet. Sinnet y su amigo A. O. Hume plantean en él unas cuestiones fundamentales: ¿cuáles son las dos clases de conocimiento?, ¿qué es el conocimiento real?, ¿quién lo posee?, ¿qué es lo fundamental?

Como respuesta, el Mahatma hace varias afirmaciones que, a mi entender, identifican claramente la base de estos conceptos.

La primera es la siguiente: “En el universo oculto que engloba todas las causas primeras, todo se basa en dos principios: energía Cósmica (Fohat o aliento de conocimiento) e ideación Cósmica.”
Con esta sola frase, el Mahatma establece a la vez la primacía de la conciencia (“Ideación Cósmica”) y su principio de acción (“Fohat”).

La siguiente pregunta surge automáticamente: en el universo, ¿qué es lo único que es eterno e independiente de todo lo demás? La respuesta es el espacio. Pero, concebido así, ¿qué es el espacio? El autor de las notas no se extiende en explicaciones pero en otra parte de la literatura queda claro que el espacio no es sólo el campo universal tanto de la existencia (plenum) como de la no existencia (vacío), sino que equivale a la conciencia universal y, por lo tanto, es la condición absoluta del ser.

Por ejemplo, en la carta 119 de Las Cartas de los Mahatmas (edición cronológica), el Mahatma Koot Hoomi dice: “El Espacio es en sí infinito. No tiene forma, es inmutable y absoluto. De la misma manera que la mente humana es la generadora incansable de ideas, la Mente Universal o Espacio tiene su ideación, que se proyecta en la objetividad a su debido tiempo; pero el espacio en sí no se ve afectado por ello.”

Esta es la raíz de lo que se conoce como la Doctrina del Logos. El Espacio es pues el campo último, universal y unificado. El Lama Anagarika Govinda apunta que en la tradición hindú el espacio se llama akasha, aquello a través de lo que  las cosas adquieren una apariencia visible, esto es, a través de lo que adquieren extensión y corporeidad. Akasha comprende todas las posibilidades de movimiento, no sólo físico, sino también espiritual, y del mismo modo comprende también dimensiones infinitas; se llama “el espacio de la conciencia” (Foundations of Tibetan Mysticism, 137). En la tradición teosófica occidental, el filósofo neoplatónico Plotino sostenía que el movimiento se origina en el espacio.

Puede parecer que he prestado mucha atención al espacio, pero si hay que entender la naturaleza de Fohat parece necesario considerar su modo o poder de objetividad. Hacia ello apunta la secuencia cosmológica que el Mahatma Morya señala en su respuesta a la pregunta siguiente en las Cosmological Notes: “¿qué es lo que co-existe en el espacio?” La respuesta es: (1) la duración; (2) la materia; (3) el movimiento. El Mahatma sigue su explicación: “pues ésta es la vida imperecedera (consciente o inconsciente según sea el caso) de la materia, incluso durante el pralaya, o noche de la mente.” ¡Cuánto se puede decir en tan pocas palabras! Así pues, resulta que del rítmico, eterno e imperceptible movimiento del espacio, que es Fohat, la energía cósmica, surge a la existencia y a la vida la materia primordial cargada de electricidad.

Antes de continuar argumentando sobre esa fuerza universal y sus implicaciones, puede ser útil ponerse de acuerdo sobre la terminología, tanto en el campo filosófico como en el práctico. Desde el punto de vista científico, la palabra “energía” se aplica generalmente a lo que se considera una cantidad mensurable conservada de termodinámica. Por lo tanto, podría parecer inapropiado utilizar dicho término al referirnos a energías “superiores” o “no-materiales”. Pero si aceptamos la definición más amplia de energía como la medida de actividad (que es una forma de movimiento), podemos defender de manera razonable el uso del término para definir la medida de actividad en todos los niveles, tanto en lo universal como en lo particular y ya se trate de actividad vital, emocional, psicodinámica, mental o cósmica.

Además, no disponemos de ningún término que lo substituya satisfactoriamente si queremos trabajar con lo que la literatura postula acerca de Fohat: existe una única energía en el universo cuyas manifestaciones variables se extienden en un abanico que comprende todas las formas de energía conocidas (incluyendo las biológicas y las psicológicas) así como multitud de ellas aún por descubrir.

Volviendo al tema que nos ocupa, diremos que la metafísica teosófica pre supone un campo unificado y universal, espacio/conciencia, y una fuerza o energía universal, Fohat, que actúa dentro de dicho campo. La doctrina teosófica sostiene que la energía original de Fohat tiene un poder tremendo, capaz de causar la primera explosión que dio lugar al universo. La naturaleza de tal poder formidable está absolutamente más allá de nuestra experiencia aunque no más allá, es cierto, de los límites de la imaginación científica.

Sobre eso, el Mahatma Koot Hoomi dice: “Existe una fuerza tan ilimitada como el pensamiento, tan potente como una voluntad sin límite, tan sutil como la esencia de la vida, tan inconcebiblemente impresionante en su fuerza arrolladora como para convulsionar el universo hasta su mismo centro con sólo utilizarla como palanca” (Carta 221 de los Mahatmas). La Doctrina Secreta también afirma que todas las formas de energía conocidas de la ciencia no son sino diferentes expresiones del mismo poder original de Fohat. Menciona específicamente el movimiento, el sonido, la luz, el color, el calor, la cohesión, la electricidad y el magnetismo; por supuesto, la energía nuclear todavía no había sido descubierta cuando H. P. Blavatsky escribió su obra. Se considera que todos los campos son manifestaciones del único campo universal de espacio/conciencia y, de la misma manera, todas las energías que activan los diferentes campos (planos de la naturaleza) se encuentran en el espectro continuo de Fohat. Dicho de otra manera, constituyen aspectos de una energía básica y universal que se muestra bajo diferentes apariencias en determinados campos.

Muchos de esos campos y de esas energías están descritos en términos metafóricos en la literatura, ya que hasta ahora se han dado fuera del campo de la observación científica. Actualmente, el fenómeno de la vida está acercándose a dicho campo. Se llama Fohat al “principio que anima y electrifica cada átomo dándole vida”.

De este modo se establece la posición teosófica básica según la cual no existe nada inerte ni materia totalmente carente de vida. Fohat se identifica con el prana o energía vital en la primera afirmación del Mahatma M., cuando éste lo llama el “aliento de conocimiento”. No se trata meramente de una fuerza vital o negentrópica en toda criatura viviente ni del empuje de la energía sexual o de la misteriosa “fuerza nerviosa” de Kundalini, sino del “aliento” cósmico fundamental que vivifica toda la naturaleza. Y, tal como Lama Govinda observó, “el prana no sólo está sujeto a una transformación constante, sino que es capaz de utilizar al mismo tiempo varios medios de movimiento sin interrumpir su curso” (FTM, 147).

La Doctrina Secreta también insiste en que Fohat no es una fuerza mecánica sino intelectual y, así, es aliento de conocimiento.

Puede que esto resulte difícil de comprender a menos que se vea como el enlace dinámico entre la mente cósmica y la materia cósmica creado por la relación polarizada entre ellas y que participa del carácter de las dos. Sin ese enlace, ninguna de las dos sería capaz de actividad alguna ni de que se incidiera en ninguna de las dos. Por lo tanto, Fohat es en sí la medida multidimensional y de múltiples facetas de esa actividad. Por medio de Fohat, el pensamiento divino se proyecta hacia fuera y queda impreso en la materia a la que moldea, electrifica y organiza hacia el orden; y ello es rasgo característico de la mente cósmica. Obviamente, pues, esa energía cósmica se asocia en cada plano con la mente en el sentido universal, y con las mentes y la energía mental en lo particular.

Ello implica que se puede considerar todo pensamiento como energía mental, es decir, como la modificación de la mente o la medida de su actividad o movimiento interno respecto del mundo externo a la conciencia individual.

Otra implicación deriva de otro de los fundamentos teosóficos: el despliegue natural del Uno en lo Múltiple ocurre de manera jerárquica de acuerdo con el principio armónico según el cual uno se convierte en dos y luego en tres, acabando en un orden septenario que se despliega desde dentro hacia afuera.
“Como es arriba es abajo” reza el dicho, aunque a menudo se malinterpreta. Para ser coherente con esa visión, diremos que las energías que permanecen más cerca de su fuente divina son las más puras, esto es, están menos adulteradas o constreñidas por su confinamiento dentro de la materia densa y por lo tanto son instantáneamente más libres y más potentes. Al parecer, este principio jerárquico podría explicar la razón por la cual las llamadas energías superiores se imprimen en las energías inferiores asociadas con la materia y con ello las transforman o vivifican. (Por eso, por ejemplo, los yogis controlan sus energías.)
Cuando esas energías superiores se liberan, se lleva a cabo el proceso de curación del cuerpo en el plano físico así como la transformación de la personalidad en el plano psicológico. ¿Qué son los poderes divinos o siddhis sino esas energías superiores,  puestas bajo control consciente,  y utilizadas  para la transformación del yo y la realización de la unidad? Puesto que esta fuerza misteriosa actúa sobre todas las formas de la materia, la transformación ha de producirse en todos los niveles, lo cual es, por supuesto, el objetivo fundamental del yoga verdadero.

El estudio de Fohat tiene otras implicaciones de alcance mucho más amplio. No puede considerarse simplemente como una fuerza impersonal, ni siquiera en su papel de “unidad trascendente que aglutina” del cosmos. Es significativo que en La Doctrina Secreta también se lo iguale a eros, el poder del amor, el hijo del Caos y la tercera persona de la trinidad primitiva Caos, Gea y Eros, en la que Caos es el espacio, el vacío (akasha) sin puntos de intensificación u objetivización, y Gea es la naturaleza (la materia primordial; ver La Doctrina Secreta I, 109; II, 65). Sin embargo, hay que entender que eros no es solamente la emoción sensual y personal que generalmente se concibe como tal, aunque sea también otro  aspecto de su poder. Es más bien el amor en su aspecto primitivo de voluntad divina, el despertar del deseo de manifestarse en el espacio/ conciencia (caos) a través de la creación visible que es el cosmos. De ahí que Fohat, en tanto que eros, se convierta en la tierra en el gran poder o espíritu “dador de vida” con todo lo que ello implica.

Es el poder creador fundamental en el universo a todos los niveles en el sentido de que la creación es el acto milagroso de auto-ofrenda y auto-sacrificio, el impulso apremiante para dar expresión a lo que subyace en las profundidades de la conciencia (espacio), tanto si se trata de una verdad filosófica como científica, de una obra de arte, de una visión religiosa o simplemente de la ofrenda de nuestro corazón a los demás.

La fuerza de atracción de los opuestos es la que crea nuestro universo polarizado, el dinamismo inherente del yin-yang, así como la fuerza de cohesión dentro del átomo. Es el poder que hace que el espíritu se encarne en la materia; es también la urgencia del sentimiento de compasión que hace olvidar el deseo personal en beneficio de los demás. Poco hay que mencionar acerca de su asociación con Kundalini y la fuerza creadora de la energía sexual.

Tendemos a pensar en el amor simplemente en términos físicos y emocionales, pero La Doctrina Secreta deja bien claro que Fohat, en tanto que eros, no es sólo el amor por el mundo creado por la Mente.

Divina por medio de su acción, sino que también es ágape, el hambre espiritual de unión con la Fuente Divina que disuelve toda separatividad, empuja hacia la unidad y finalmente unifica los mundos en un todo cósmico. Es la inspiración que hace posible el vislumbre de la verdad y de la que Buddha hablaba cuando dijo que el amor es la iluminación de la mente: luz sin sombra.
En el nivel más elevado, es el poder transformador de la aspiración espiritual, la aspiración última de la unión con lo Divino, o tapas supremo, descrito por Lama Govinda como: El fuego o integración que fusiona toda polaridad, que eleva al hombre desde el sopor de la resignación mundana. Es creador al igual que liberador; en su forma inferior se encuentra en la base del deseo de amor sensual; en su forma más elevada es la inspiración, el deseo de la Verdad, la rendición que en una vida religiosa se convierte en éxtasis, trance, absorción, visión. (FTM), Fohat es todo eso y mucho más. De alguna manera totalmente misteriosa, logos y eros no son sólo fuerzas universales opuestas y polarizadas (como el electromagnetismo positivo y negativo), sino también idénticas en su poder creador para actuar sobre y en la naturaleza. Es como si la idea misma de un capullo, o un pez o un hombre o un dios no pudiera llegar a existir nunca,  excepto a través de la fuerza del amor y la aspiración hacia aquello que no sea lo divino, de modo que la misteriosa Yoidad de lo divino pueda realizarse.

Si pensamos que el logos (como principio regulador) es un poder creador del nous, o Mente Divina, entonces Fohat/eros es la habilidad creadora de la naturaleza para recibir y absorber ese poder, para ser abrazada y fecundada y así los dos convertirse en uno. El yin es una fuerza tan poderosa como el yang en esa relación. Así pues, la interacción de la ideación divina sobre la materia no es un simple proceso en una dirección, un simple flujo, es un verdadero acto de amor con el cual el dador queda enriquecido y transformado.

Parece que el mito de Caos, Gea y Eros puede encerrar una clave para la pregunta que se plantea: ¿Es posible que el largo esfuerzo del alma individual hacia la perfección contribuya en algo a dicha perfección? En ese contexto, la respuesta sería inevitablemente sí.


Durante más de sesenta años Joy Mills ha estudiado teosofía. Ha sido presidente de las Secciones Americana y Australiana, Vicepresidente Internacional de la S. T., directora de la Escuela de Sabiduría en Adyar y directora de la Krotona School of Theosophy. En 2008, Quest Books publicó una colección de sus ensayos: The One True Adventure: Theosophy and the Quest for Meaning.

Referencias:
- Barker, A. Trevor, ed. The Letters of H.P.Blavatsky to A.P.Sinnet. Pasadena, California: Theosophical University Press, 1973.
- Blavatsky, H.P. The Secret Doctrine. Tres volúmenes. Adyar: Theosophical Publishing House, 1979.
- Chin, Vicente Hao. The Mahatma Letters to A.P.Sinnet in Chronological Sequence. Adyar: Theosophical Publishing House, 1998.

- Govinda, Lama Anagarika. Foundations of Tibetan Mysticism. London: Rider, 1959.

Última entrada

LA INICIACION Y LOS RAYOS

LA INICIACION Y LOS RAYOS   1. Después de la tercera iniciación, [el hombre] localiza (si corresponde esta palabra tan inadecuada) su alma e...