TEOSOFÍA O SABIDURÍA DIVINA (RADHA
BURNIER)
Me parece que la palabra “Teosofía” puede
tener muchos niveles de significado. Literalmente, Teosofía se refiere al
conocimiento de Theos, Dios, el Espíritu Divino o como queramos llamarlo; y en
este sentido, es sinónimo de las palabras sánscritas Brahma-jñâna o
Brahma-vidyâ. Brahman es el espíritu absoluto, último, eterno y jñâna o vidyâ
es conocimiento. Así las dos palabras significan el conocimiento de Brahman, el
Espíritu Universal, que en India llamamos el Âtman Universal.
Se dice que el Espíritu Universal o Âtman
subyace en todas las cosas manifestadas, en todo aquello con lo que entramos en
contacto y que podemos percibir y sentir de una manera u otra. Se dice que no
hay nada excepto este Brahman en la creación. “Todo esto es Brahman” y
solamente Brahman. Brahman lo impregna todo y todo lo trasciende. Por esto,
conocer a Brahman, ser un Brahma-jñânin, es extremadamente difícil. Yo no creo
que ninguno de los que afirmamos ser teósofos conozcamos la Teosofía en ese
sentido.
Conocer a Brahman es ser también
completamente sabio, porque no hay diferencia entre conocer a Brahman y
participar de esa conciencia que es la Sabiduría, la Verdad y la Vida. Así, la
Teosofía puede también significar Sabiduría Divina y no solamente el
conocimiento de lo Divino. Creo que no podemos afirmar haber alcanzado ese tipo
de Sabiduría tampoco. ¿Qué significa, pues, la Teosofía para nosotros que nos
definimos como teósofos? ¿Significa la Teosofía un compendio de literatura, la
información contenida en una serie de libros que estudiamos de vez en cuando?
Si es así, entonces la Teosofía podría ser algo bastante aburrido.
Pero los que se interesan vitalmente por la
Teosofía son conscientes de que hay una gran profundidad de inspiración en ella
que nos refuerza constantemente. Esto ocurre si aprendemos a comprender la
Teosofía como una manera de percibir la vida, como un acceso que conduce
inevitablemente a lo que es universal, eterno y fundamental, en la dirección
del Espíritu Universal que es Brahman. Así pues, para todo propósito práctico,
a nuestro nivel, hemos de comprender la Teosofía en ese sentido.
Si tenemos este enfoque que puede hacernos
sentir en medio de la multiplicidad, en la corriente del flujo y del cambio, en
medio de lo que es temporal y tal vez irreal, aunque de momento tal vez no nos
demos cuenta de que es irreal, algo que es mucho más real, permanente, eterno e
inmutable, entonces estamos empezando a comprender qué es la Teosofía. Ser
capaces de percibir lo universal, inmersos en el mundo donde vivimos, requiere
de una atención muy grande y de un esfuerzo apasionado, ardiente y entusiasta.
Si nos falta ese tipo de enfoque entusiasta y ardiente respecto a la vida, creo
que nunca encontraremos lo universal.
Si observamos nuestra propia vida, veremos
que la mayor parte del tiempo estamos preocupados por lo particular y casi
nunca pensamos en términos de lo universal o de lo global. Estamos absortos en
incidentes y objetos particulares, y en individuos particulares. Naturalmente,
no es posible escapar de lo particular. En este mundo nos enfrentamos
constantemente a lo particular y hemos de lidiar con ello, pero todo el
propósito de la vida es ver lo universal que une todo lo particular,
acercándonos así, cada vez más, a la esencia universal.
¿Cómo vamos a acercarnos a lo universal?
Esta es la pregunta que hemos de plantearnos. Creo que se puede hacer
intentando sentir, o permitiéndonos sentir la unidad que está detrás de las
innumerables miríadas de particulares con las que nos encontramos, sin
perdernos en ellos. En nuestra naturaleza espiritual esencial pertenecemos al
mundo de la unidad. La Dra. Besant decía que la espiritualidad consiste en
percibir esa unidad. La palabra “espiritualidad” no tiene otro significado. Si
no tenemos sentido de esa unidad, de lo universal, entonces no somos
espirituales. Y dado que en nuestra naturaleza esencial pertenecemos a este
mundo de la unidad, somos capaces de percibir la relación que hay en lo
particular.
Vemos muchas cosas en la vida que pueden
ser por ejemplo hermosas, como una flor, un diseño o un rostro. Pero al ver
estos distintos objetos con sus distintas formas, colores etc., decimos, en
cada caso, que esto o aquello es hermoso. Pero al mismo tiempo somos capaces de
percibir que hay una belleza común a todos ellos, a todo lo que es hermoso y
que existe independientemente de los objetos particulares que son bellos.
Todos sabemos que los objetos particulares
pueden perecer pero seguimos pensando que tienen un cierto sentido de la belleza.
Una flor en particular que estamos mirando puede marchitarse y desaparecer,
convirtiéndose en polvo, pero sabemos que existe la belleza de la flor. Cuando
nos damos cuenta de eso, hemos avanzado un paso hacia lo universal. Pero si
seguimos avanzando y nos damos cuenta de que no existe solamente la belleza de
la flor, sino la belleza en sí que existe en una flor, en un ser humano, en la
tierra, en todas partes, entonces estamos cada vez más cerca de lo universal,
respondemos a algo que es imperecedero, porque esa Belleza que es común a todos
estos objetos no es algo que pueda marchitarse y desaparecer como lo hace la
flor.
De igual manera, podemos percibir que una
cosa en particular es verdadera pero esto ocurre porque existe la Verdad en sí,
de lo contrario, cuando percibimos que otra cosa es verdadera no seremos
capaces de ver la similitud. La palabra “verdadero” no podría existir si no
hubiera algo común a todo lo que es verdadero. Es por este motivo que los
griegos decían que los objetos individuales nos parecen hermosos solamente
porque transmiten la belleza ideal. Muchas veces pensamos que este o aquél
objeto es bello y atribuimos la belleza a ese objeto particular. Pero no es
así. Ese objeto es bello solamente porque comparte una belleza que es la belleza
absoluta o la belleza ideal, y eso también pasa con todo lo que parece
verdadero o bueno. Como señala Platón:
Si alguien me dice que esta o aquella cosa
es hermosa porque tiene un color especial o una forma o cualquier otra cosa
parecida, yo no presto atención, sencillamente me confunde. Y hasta ahora,
simple y claramente, y tal vez penséis que estúpidamente, mi mente está
convencida de que nada hace bello a un objeto excepto la presencia de la
belleza ideal (que describió en otro momento como) no hermosa desde un punto de
vista y fea desde otro, sino solamente belleza, absoluta, simple, eterna, que
se transmite a las bellezas siempre crecientes y perecederas de todas las otras
cosas.
De modo similar en la India antigua eran
muchos los que afirmaban que lo real es lo universal que subyace a las
distintas cosas. Este tema lo han debatido repetidamente los filósofos de
India, intentando averiguar cuál es el elemento real y verdadero para todos los
tiempos en los objetos que vemos. Existen varios elementos en la percepción de
un objeto. Está el elemento del nombre, la palabra con la que describimos al
objeto y que, como ha señalado Krishnaji, ejerce una extraordinaria fascinación
para nosotros. Después está el elemento de la forma y el elemento que es lo universal
y que está detrás tanto del nombre como de la forma. Si percibimos un árbol,
sabemos que es un árbol por la palabra; también conocemos al árbol por la forma
que tiene ese árbol particular. Pero hay un árbol, un árbol universal que es
más real que el árbol particular.
Hay muchas formas de lo universal que
percibimos, por ejemplo la cualidad de la flor, que es la cualidad que nos hace
reconocer la unidad que existe detrás de todas las flores. Igualmente, entre
los seres humanos vemos que cada persona es distinta, con un color distinto,
con distintos rasgos, etc. y sin embargo reconocemos algo común a todos ellos y
que podríamos llamar la “cualidad de ser humano”. Pero detrás de todos estos
universales, esa cualidad de cada cosa que nos hace reconocerla por lo que es,
está la esencia universal que podríamos decir que es el universal de todos los
universales, la esencia de todas las cosas y que se conocía con el nombre de
parâ sattâ. Es el ser mismo de todo lo manifestado, sin él nada puede existir.
Mientras nos aferremos a unas cuantas cosas
particulares con las que estamos familiarizados e imaginemos que la belleza, el
amor o la verdad están centrados en ellas, nos estaremos limitando y engañando,
porque estas cualidades, estas realidades, como la verdad y el amor, no están
centradas en ningún punto. Si vemos un centro para ellas en algún objeto
particular, se trata solamente de una ilusión producida por el hecho de que
hemos creado un centro en nosotros mismos en relación al cual percibimos otros
centros.
Todos estos universales como la Verdad y la
Belleza existen en todas partes por sí mismos y en todo momento. Únicamente
cuando, al mirar un objeto en particular, podamos desapegarnos lo suficiente y
no queramos percibir la verdad o el amor en un objeto en particular, sino que
nos esforcemos por ver la naturaleza del amor como tal, podremos amar
verdaderamente con un amor que llene todo nuestro ser y abarque a todos los
objetos, a todo lo particular sin excepción. Vemos que amar a un objeto en
particular siempre nos conducirá al dolor, pero solamente si aprendemos a
abarcar el Amor universal, la Belleza universal, etc., podremos liberarnos de
todas las dificultades que nos afligen.
Decimos que una cosa determinada es
verdadera, buena o hermosa y no nos preocupamos por ver todo el conjunto que es
la realidad. Una percepción del conjunto, libre de limitaciones de las
sucesivas percepciones, es lo que nos ocurre en los momentos creativos y es muy
fácil reconocerlo en la vida de las personas creativas. Por ejemplo, se dice
que, antes de componer, Mozart podía oír toda una sinfonía como un solo acorde.
Eso significa que tenía una especie de expansión de conciencia que le permitía
imaginar el todo, algo imposible para nosotros en este momento.
Para tener esa expansión de conciencia,
tiene que haber una profunda aspiración de saber, tiene que haber un verdadero
amor por la Sabiduría que es la filosofía o mumukshutva. La palabra “filosofía”
significa amor por la Sabiduría, no significa una manera de estudiar ciertos libros,
y mumukshutva indica lo mismo. Tal vez este tipo de acceso a la vida, del que
estoy hablando, no tenga ningún significado para quienes están auto satisfechos
y creen encontrar todo cuanto anhelan en los objetos particulares que están
viendo. Pero si existe una ardiente aspiración por la Sabiduría, nuestra
naturaleza y nuestro carácter se transformarán, y este debería ser el acceso
teosófico a la vida que puede darle un significado a nuestra vida y ayudarnos a
conocer gradualmente la Sabiduría, la Verdad y la Luz.