FOHAT: DE FOHAT - ESPACIO Y CONCIENCIA UNIVERSAL (Joy Mills)
Este artículo me lo ha enviado un buen amigo y compañero de
camino, Alberto García H.
La
unidad fundamental, así como la globalidad del universo, constituyen el principio
básico de la Teosofía. La multiplicidad de seres, en su variedad casi infinita
de expresiones y experiencias, surge de esa unidad y constituye la visión
oculta de la Teosofía. A su vez, la consistencia interna de su visión global
depende de ella. Todas esas ideas mayores, la variedad de detalles fascinantes,
la riqueza de imágenes simbólicas, las distintas terminologías y el enorme
espectro de la visión histórica que hallamos expresados en la literatura
teosófica deben ordenarse a partir de esa consistencia interna.
Durante
el siglo pasado esa consistencia ya se organizó en buena parte. Sin embargo,
ello ocurrió de diversos modos y sistemas dependiendo de la ocasión o el
maestro. Tal variedad es comprensible porque la tarea no resulta nada fácil. Es
así en parte porque de entrada la conversión del Uno en Muchos es sutil,
complicada y ambigua; en parte porque existen muchas maneras de interpretar el
proceso; y en parte porque existen muchas y considerables lagunas en nuestro
conocimiento.
Sin
embargo, tenemos una ventaja muy grande: actualmente el mundo es mucho más
receptivo ante esta visión oculta de la Teosofía, que está ganando apoyo en
muchos frentes, principalmente en el de la ciencia. Que se reconozca como tal
es irrelevante.
A
pesar de todo, nuestra tarea sería mucho más simple si pudiéramos identificar
algunas de las grandes preguntas que hemos de dejar para la literatura si
queremos descubrir lo que podríamos llamar “esencia de la Teosofía”. Uno de los
documentos que considero más importantes a este respecto son las llamadas
Cosmological Notes (Notas Cosmológicas), atribuidas al Mahatma Morya, que
aparecieron por primera vez en un apéndice de las Cartas de H. P. Blavatsky a
A. P. Sinnet. Sinnet y su amigo A. O. Hume plantean en él unas cuestiones
fundamentales: ¿cuáles son las dos clases de conocimiento?, ¿qué es el
conocimiento real?, ¿quién lo posee?, ¿qué es lo fundamental?
Como
respuesta, el Mahatma hace varias afirmaciones que, a mi entender, identifican
claramente la base de estos conceptos.
La
primera es la siguiente: “En el universo oculto que engloba todas las causas
primeras, todo se basa en dos principios: energía Cósmica (Fohat o aliento de
conocimiento) e ideación Cósmica.”
Con
esta sola frase, el Mahatma establece a la vez la primacía de la conciencia
(“Ideación Cósmica”) y su principio de acción (“Fohat”).
La
siguiente pregunta surge automáticamente: en el universo, ¿qué es lo único que
es eterno e independiente de todo lo demás? La respuesta es el espacio. Pero,
concebido así, ¿qué es el espacio? El autor de las notas no se extiende en
explicaciones pero en otra parte de la literatura queda claro que el espacio no
es sólo el campo universal tanto de la existencia (plenum) como de la no
existencia (vacío), sino que equivale a la conciencia universal y, por lo
tanto, es la condición absoluta del ser.
Por
ejemplo, en la carta 119 de Las Cartas de los Mahatmas (edición cronológica),
el Mahatma Koot Hoomi dice: “El Espacio es en sí infinito. No tiene forma, es
inmutable y absoluto. De la misma manera que la mente humana es la generadora
incansable de ideas, la Mente Universal o Espacio tiene su ideación, que se
proyecta en la objetividad a su debido tiempo; pero el espacio en sí no se ve
afectado por ello.”
Esta
es la raíz de lo que se conoce como la Doctrina del Logos. El Espacio es pues
el campo último, universal y unificado. El Lama Anagarika Govinda apunta que en
la tradición hindú el espacio se llama akasha, aquello a través de lo que las cosas adquieren una apariencia visible,
esto es, a través de lo que adquieren extensión y corporeidad. Akasha comprende
todas las posibilidades de movimiento, no sólo físico, sino también espiritual,
y del mismo modo comprende también dimensiones infinitas; se llama “el espacio
de la conciencia” (Foundations of Tibetan Mysticism, 137). En la tradición
teosófica occidental, el filósofo neoplatónico Plotino sostenía que el
movimiento se origina en el espacio.
Puede
parecer que he prestado mucha atención al espacio, pero si hay que entender la
naturaleza de Fohat parece necesario considerar su modo o poder de objetividad.
Hacia ello apunta la secuencia cosmológica que el Mahatma Morya señala en su
respuesta a la pregunta siguiente en las Cosmological Notes: “¿qué es lo que
co-existe en el espacio?” La respuesta es: (1) la duración; (2) la materia; (3)
el movimiento. El Mahatma sigue su explicación: “pues ésta es la vida
imperecedera (consciente o inconsciente según sea el caso) de la materia, incluso
durante el pralaya, o noche de la mente.” ¡Cuánto se puede decir en tan pocas
palabras! Así pues, resulta que del rítmico, eterno e imperceptible movimiento
del espacio, que es Fohat, la energía cósmica, surge a la existencia y a la
vida la materia primordial cargada de electricidad.
Antes
de continuar argumentando sobre esa fuerza universal y sus implicaciones, puede
ser útil ponerse de acuerdo sobre la terminología, tanto en el campo filosófico
como en el práctico. Desde el punto de vista científico, la palabra “energía”
se aplica generalmente a lo que se considera una cantidad mensurable conservada
de termodinámica. Por lo tanto, podría parecer inapropiado utilizar dicho
término al referirnos a energías “superiores” o “no-materiales”. Pero si aceptamos
la definición más amplia de energía como la medida de actividad (que es una
forma de movimiento), podemos defender de manera razonable el uso del término
para definir la medida de actividad en todos los niveles, tanto en lo universal
como en lo particular y ya se trate de actividad vital, emocional,
psicodinámica, mental o cósmica.
Además,
no disponemos de ningún término que lo substituya satisfactoriamente si
queremos trabajar con lo que la literatura postula acerca de Fohat: existe una
única energía en el universo cuyas manifestaciones variables se extienden en un
abanico que comprende todas las formas de energía conocidas (incluyendo las
biológicas y las psicológicas) así como multitud de ellas aún por descubrir.
Volviendo
al tema que nos ocupa, diremos que la metafísica teosófica pre supone un campo
unificado y universal, espacio/conciencia, y una fuerza o energía universal,
Fohat, que actúa dentro de dicho campo. La doctrina teosófica sostiene que la
energía original de Fohat tiene un poder tremendo, capaz de causar la primera
explosión que dio lugar al universo. La naturaleza de tal poder formidable está
absolutamente más allá de nuestra experiencia aunque no más allá, es cierto, de
los límites de la imaginación científica.
Sobre
eso, el Mahatma Koot Hoomi dice: “Existe una fuerza tan ilimitada como el
pensamiento, tan potente como una voluntad sin límite, tan sutil como la
esencia de la vida, tan inconcebiblemente impresionante en su fuerza
arrolladora como para convulsionar el universo hasta su mismo centro con sólo
utilizarla como palanca” (Carta 221 de los Mahatmas). La Doctrina Secreta
también afirma que todas las formas de energía conocidas de la ciencia no son
sino diferentes expresiones del mismo poder original de Fohat. Menciona
específicamente el movimiento, el sonido, la luz, el color, el calor, la
cohesión, la electricidad y el magnetismo; por supuesto, la energía nuclear
todavía no había sido descubierta cuando H. P. Blavatsky escribió su obra. Se
considera que todos los campos son manifestaciones del único campo universal de
espacio/conciencia y, de la misma manera, todas las energías que activan los
diferentes campos (planos de la naturaleza) se encuentran en el espectro
continuo de Fohat. Dicho de otra manera, constituyen aspectos de una energía
básica y universal que se muestra bajo diferentes apariencias en determinados
campos.
Muchos
de esos campos y de esas energías están descritos en términos metafóricos en la
literatura, ya que hasta ahora se han dado fuera del campo de la observación
científica. Actualmente, el fenómeno de la vida está acercándose a dicho campo.
Se llama Fohat al “principio que anima y electrifica cada átomo dándole vida”.
De
este modo se establece la posición teosófica básica según la cual no existe
nada inerte ni materia totalmente carente de vida. Fohat se identifica con el
prana o energía vital en la primera afirmación del Mahatma M., cuando éste lo
llama el “aliento de conocimiento”. No se trata meramente de una fuerza vital o
negentrópica en toda criatura viviente ni del empuje de la energía sexual o de
la misteriosa “fuerza nerviosa” de Kundalini, sino del “aliento” cósmico
fundamental que vivifica toda la naturaleza. Y, tal como Lama Govinda observó,
“el prana no sólo está sujeto a una transformación constante, sino que es capaz
de utilizar al mismo tiempo varios medios de movimiento sin interrumpir su
curso” (FTM, 147).
La
Doctrina Secreta también insiste en que Fohat no es una fuerza mecánica sino
intelectual y, así, es aliento de conocimiento.
Puede
que esto resulte difícil de comprender a menos que se vea como el enlace
dinámico entre la mente cósmica y la materia cósmica creado por la relación
polarizada entre ellas y que participa del carácter de las dos. Sin ese enlace,
ninguna de las dos sería capaz de actividad alguna ni de que se incidiera en
ninguna de las dos. Por lo tanto, Fohat es en sí la medida multidimensional y
de múltiples facetas de esa actividad. Por medio de Fohat, el pensamiento
divino se proyecta hacia fuera y queda impreso en la materia a la que moldea,
electrifica y organiza hacia el orden; y ello es rasgo característico de la
mente cósmica. Obviamente, pues, esa energía cósmica se asocia en cada plano
con la mente en el sentido universal, y con las mentes y la energía mental en lo
particular.
Ello
implica que se puede considerar todo pensamiento como energía mental, es decir,
como la modificación de la mente o la medida de su actividad o movimiento
interno respecto del mundo externo a la conciencia individual.
Otra
implicación deriva de otro de los fundamentos teosóficos: el despliegue natural
del Uno en lo Múltiple ocurre de manera jerárquica de acuerdo con el principio
armónico según el cual uno se convierte en dos y luego en tres, acabando en un
orden septenario que se despliega desde dentro hacia afuera.
“Como
es arriba es abajo” reza el dicho, aunque a menudo se malinterpreta. Para ser
coherente con esa visión, diremos que las energías que permanecen más cerca de
su fuente divina son las más puras, esto es, están menos adulteradas o
constreñidas por su confinamiento dentro de la materia densa y por lo tanto son
instantáneamente más libres y más potentes. Al parecer, este principio
jerárquico podría explicar la razón por la cual las llamadas energías
superiores se imprimen en las energías inferiores asociadas con la materia y
con ello las transforman o vivifican. (Por eso, por ejemplo, los yogis
controlan sus energías.)
Cuando
esas energías superiores se liberan, se lleva a cabo el proceso de curación del
cuerpo en el plano físico así como la transformación de la personalidad en el
plano psicológico. ¿Qué son los poderes divinos o siddhis sino esas energías
superiores, puestas bajo control
consciente, y utilizadas para la transformación del yo y la
realización de la unidad? Puesto que esta fuerza misteriosa actúa sobre todas
las formas de la materia, la transformación ha de producirse en todos los
niveles, lo cual es, por supuesto, el objetivo fundamental del yoga verdadero.
El
estudio de Fohat tiene otras implicaciones de alcance mucho más amplio. No puede
considerarse simplemente como una fuerza impersonal, ni siquiera en su papel de
“unidad trascendente que aglutina” del cosmos. Es significativo que en La
Doctrina Secreta también se lo iguale a eros, el poder del amor, el hijo del
Caos y la tercera persona de la trinidad primitiva Caos, Gea y Eros, en la que
Caos es el espacio, el vacío (akasha) sin puntos de intensificación u
objetivización, y Gea es la naturaleza (la materia primordial; ver La Doctrina
Secreta I, 109; II, 65). Sin embargo, hay que entender que eros no es solamente
la emoción sensual y personal que generalmente se concibe como tal, aunque sea
también otro aspecto de su poder. Es más
bien el amor en su aspecto primitivo de voluntad divina, el despertar del deseo
de manifestarse en el espacio/ conciencia (caos) a través de la creación
visible que es el cosmos. De ahí que Fohat, en tanto que eros, se convierta en
la tierra en el gran poder o espíritu “dador de vida” con todo lo que ello
implica.
Es
el poder creador fundamental en el universo a todos los niveles en el sentido
de que la creación es el acto milagroso de auto-ofrenda y auto-sacrificio, el
impulso apremiante para dar expresión a lo que subyace en las profundidades de
la conciencia (espacio), tanto si se trata de una verdad filosófica como
científica, de una obra de arte, de una visión religiosa o simplemente de la
ofrenda de nuestro corazón a los demás.
La
fuerza de atracción de los opuestos es la que crea nuestro universo polarizado,
el dinamismo inherente del yin-yang, así como la fuerza de cohesión dentro del
átomo. Es el poder que hace que el espíritu se encarne en la materia; es
también la urgencia del sentimiento de compasión que hace olvidar el deseo
personal en beneficio de los demás. Poco hay que mencionar acerca de su asociación
con Kundalini y la fuerza creadora de la energía sexual.
Tendemos
a pensar en el amor simplemente en términos físicos y emocionales, pero La
Doctrina Secreta deja bien claro que Fohat, en tanto que eros, no es sólo el
amor por el mundo creado por la Mente.
Divina
por medio de su acción, sino que también es ágape, el hambre espiritual de
unión con la Fuente Divina que disuelve toda separatividad, empuja hacia la
unidad y finalmente unifica los mundos en un todo cósmico. Es la inspiración
que hace posible el vislumbre de la verdad y de la que Buddha hablaba cuando
dijo que el amor es la iluminación de la mente: luz sin sombra.
En
el nivel más elevado, es el poder transformador de la aspiración espiritual, la
aspiración última de la unión con lo Divino, o tapas supremo, descrito por Lama
Govinda como: El fuego o integración que fusiona toda polaridad, que eleva al
hombre desde el sopor de la resignación mundana. Es creador al igual que
liberador; en su forma inferior se encuentra en la base del deseo de amor
sensual; en su forma más elevada es la inspiración, el deseo de la Verdad, la
rendición que en una vida religiosa se convierte en éxtasis, trance, absorción,
visión. (FTM), Fohat es todo eso y mucho más. De alguna manera totalmente
misteriosa, logos y eros no son sólo fuerzas universales opuestas y polarizadas
(como el electromagnetismo positivo y negativo), sino también idénticas en su
poder creador para actuar sobre y en la naturaleza. Es como si la idea misma de
un capullo, o un pez o un hombre o un dios no pudiera llegar a existir
nunca, excepto a través de la fuerza del
amor y la aspiración hacia aquello que no sea lo divino, de modo que la
misteriosa Yoidad de lo divino pueda realizarse.
Si
pensamos que el logos (como principio regulador) es un poder creador del nous,
o Mente Divina, entonces Fohat/eros es la habilidad creadora de la naturaleza
para recibir y absorber ese poder, para ser abrazada y fecundada y así los dos
convertirse en uno. El yin es una fuerza tan poderosa como el yang en esa
relación. Así pues, la interacción de la ideación divina sobre la materia no es
un simple proceso en una dirección, un simple flujo, es un verdadero acto de
amor con el cual el dador queda enriquecido y transformado.
Parece
que el mito de Caos, Gea y Eros puede encerrar una clave para la pregunta que
se plantea: ¿Es posible que el largo esfuerzo del alma individual hacia la
perfección contribuya en algo a dicha perfección? En ese contexto, la respuesta
sería inevitablemente sí.
Durante
más de sesenta años Joy Mills ha estudiado teosofía. Ha sido presidente de las
Secciones Americana y Australiana, Vicepresidente Internacional de la S. T.,
directora de la Escuela de Sabiduría en Adyar y directora de la Krotona School
of Theosophy. En
2008, Quest Books publicó una colección de sus ensayos: The One True Adventure:
Theosophy and the Quest for Meaning.
Referencias:
- Barker, A. Trevor, ed. The Letters of
H.P.Blavatsky to A.P.Sinnet. Pasadena, California: Theosophical University
Press, 1973.
- Blavatsky, H.P. The Secret Doctrine.
Tres volúmenes. Adyar: Theosophical Publishing House, 1979.
- Chin, Vicente Hao. The Mahatma Letters
to A.P.Sinnet in Chronological Sequence. Adyar: Theosophical
Publishing House, 1998.
- Govinda, Lama Anagarika. Foundations
of Tibetan Mysticism. London: Rider, 1959.
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