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domingo, 11 de enero de 2015

FOHAT: DE FOHAT - ESPACIO Y CONCIENCIA UNIVERSAL (Joy Mills) Este artículo me lo ha enviado un buen amigo y compañero de camino, Alberto García H.

FOHAT: DE FOHAT - ESPACIO Y CONCIENCIA UNIVERSAL (Joy  Mills)
Este artículo me lo ha enviado un buen amigo y compañero de camino, Alberto García H.




La unidad fundamental, así como la globalidad del universo, constituyen el principio básico de la Teosofía. La multiplicidad de seres, en su variedad casi infinita de expresiones y experiencias, surge de esa unidad y constituye la visión oculta de la Teosofía. A su vez, la consistencia interna de su visión global depende de ella. Todas esas ideas mayores, la variedad de detalles fascinantes, la riqueza de imágenes simbólicas, las distintas terminologías y el enorme espectro de la visión histórica que hallamos expresados en la literatura teosófica deben ordenarse a partir de esa consistencia interna.

Durante el siglo pasado esa consistencia ya se organizó en buena parte. Sin embargo, ello ocurrió de diversos modos y sistemas dependiendo de la ocasión o el maestro. Tal variedad es comprensible porque la tarea no resulta nada fácil. Es así en parte porque de entrada la conversión del Uno en Muchos es sutil, complicada y ambigua; en parte porque existen muchas maneras de interpretar el proceso; y en parte porque existen muchas y considerables lagunas en nuestro conocimiento.

Sin embargo, tenemos una ventaja muy grande: actualmente el mundo es mucho más receptivo ante esta visión oculta de la Teosofía, que está ganando apoyo en muchos frentes, principalmente en el de la ciencia. Que se reconozca como tal es irrelevante.

A pesar de todo, nuestra tarea sería mucho más simple si pudiéramos identificar algunas de las grandes preguntas que hemos de dejar para la literatura si queremos descubrir lo que podríamos llamar “esencia de la Teosofía”. Uno de los documentos que considero más importantes a este respecto son las llamadas Cosmological Notes (Notas Cosmológicas), atribuidas al Mahatma Morya, que aparecieron por primera vez en un apéndice de las Cartas de H. P. Blavatsky a A. P. Sinnet. Sinnet y su amigo A. O. Hume plantean en él unas cuestiones fundamentales: ¿cuáles son las dos clases de conocimiento?, ¿qué es el conocimiento real?, ¿quién lo posee?, ¿qué es lo fundamental?

Como respuesta, el Mahatma hace varias afirmaciones que, a mi entender, identifican claramente la base de estos conceptos.

La primera es la siguiente: “En el universo oculto que engloba todas las causas primeras, todo se basa en dos principios: energía Cósmica (Fohat o aliento de conocimiento) e ideación Cósmica.”
Con esta sola frase, el Mahatma establece a la vez la primacía de la conciencia (“Ideación Cósmica”) y su principio de acción (“Fohat”).

La siguiente pregunta surge automáticamente: en el universo, ¿qué es lo único que es eterno e independiente de todo lo demás? La respuesta es el espacio. Pero, concebido así, ¿qué es el espacio? El autor de las notas no se extiende en explicaciones pero en otra parte de la literatura queda claro que el espacio no es sólo el campo universal tanto de la existencia (plenum) como de la no existencia (vacío), sino que equivale a la conciencia universal y, por lo tanto, es la condición absoluta del ser.

Por ejemplo, en la carta 119 de Las Cartas de los Mahatmas (edición cronológica), el Mahatma Koot Hoomi dice: “El Espacio es en sí infinito. No tiene forma, es inmutable y absoluto. De la misma manera que la mente humana es la generadora incansable de ideas, la Mente Universal o Espacio tiene su ideación, que se proyecta en la objetividad a su debido tiempo; pero el espacio en sí no se ve afectado por ello.”

Esta es la raíz de lo que se conoce como la Doctrina del Logos. El Espacio es pues el campo último, universal y unificado. El Lama Anagarika Govinda apunta que en la tradición hindú el espacio se llama akasha, aquello a través de lo que  las cosas adquieren una apariencia visible, esto es, a través de lo que adquieren extensión y corporeidad. Akasha comprende todas las posibilidades de movimiento, no sólo físico, sino también espiritual, y del mismo modo comprende también dimensiones infinitas; se llama “el espacio de la conciencia” (Foundations of Tibetan Mysticism, 137). En la tradición teosófica occidental, el filósofo neoplatónico Plotino sostenía que el movimiento se origina en el espacio.

Puede parecer que he prestado mucha atención al espacio, pero si hay que entender la naturaleza de Fohat parece necesario considerar su modo o poder de objetividad. Hacia ello apunta la secuencia cosmológica que el Mahatma Morya señala en su respuesta a la pregunta siguiente en las Cosmological Notes: “¿qué es lo que co-existe en el espacio?” La respuesta es: (1) la duración; (2) la materia; (3) el movimiento. El Mahatma sigue su explicación: “pues ésta es la vida imperecedera (consciente o inconsciente según sea el caso) de la materia, incluso durante el pralaya, o noche de la mente.” ¡Cuánto se puede decir en tan pocas palabras! Así pues, resulta que del rítmico, eterno e imperceptible movimiento del espacio, que es Fohat, la energía cósmica, surge a la existencia y a la vida la materia primordial cargada de electricidad.

Antes de continuar argumentando sobre esa fuerza universal y sus implicaciones, puede ser útil ponerse de acuerdo sobre la terminología, tanto en el campo filosófico como en el práctico. Desde el punto de vista científico, la palabra “energía” se aplica generalmente a lo que se considera una cantidad mensurable conservada de termodinámica. Por lo tanto, podría parecer inapropiado utilizar dicho término al referirnos a energías “superiores” o “no-materiales”. Pero si aceptamos la definición más amplia de energía como la medida de actividad (que es una forma de movimiento), podemos defender de manera razonable el uso del término para definir la medida de actividad en todos los niveles, tanto en lo universal como en lo particular y ya se trate de actividad vital, emocional, psicodinámica, mental o cósmica.

Además, no disponemos de ningún término que lo substituya satisfactoriamente si queremos trabajar con lo que la literatura postula acerca de Fohat: existe una única energía en el universo cuyas manifestaciones variables se extienden en un abanico que comprende todas las formas de energía conocidas (incluyendo las biológicas y las psicológicas) así como multitud de ellas aún por descubrir.

Volviendo al tema que nos ocupa, diremos que la metafísica teosófica pre supone un campo unificado y universal, espacio/conciencia, y una fuerza o energía universal, Fohat, que actúa dentro de dicho campo. La doctrina teosófica sostiene que la energía original de Fohat tiene un poder tremendo, capaz de causar la primera explosión que dio lugar al universo. La naturaleza de tal poder formidable está absolutamente más allá de nuestra experiencia aunque no más allá, es cierto, de los límites de la imaginación científica.

Sobre eso, el Mahatma Koot Hoomi dice: “Existe una fuerza tan ilimitada como el pensamiento, tan potente como una voluntad sin límite, tan sutil como la esencia de la vida, tan inconcebiblemente impresionante en su fuerza arrolladora como para convulsionar el universo hasta su mismo centro con sólo utilizarla como palanca” (Carta 221 de los Mahatmas). La Doctrina Secreta también afirma que todas las formas de energía conocidas de la ciencia no son sino diferentes expresiones del mismo poder original de Fohat. Menciona específicamente el movimiento, el sonido, la luz, el color, el calor, la cohesión, la electricidad y el magnetismo; por supuesto, la energía nuclear todavía no había sido descubierta cuando H. P. Blavatsky escribió su obra. Se considera que todos los campos son manifestaciones del único campo universal de espacio/conciencia y, de la misma manera, todas las energías que activan los diferentes campos (planos de la naturaleza) se encuentran en el espectro continuo de Fohat. Dicho de otra manera, constituyen aspectos de una energía básica y universal que se muestra bajo diferentes apariencias en determinados campos.

Muchos de esos campos y de esas energías están descritos en términos metafóricos en la literatura, ya que hasta ahora se han dado fuera del campo de la observación científica. Actualmente, el fenómeno de la vida está acercándose a dicho campo. Se llama Fohat al “principio que anima y electrifica cada átomo dándole vida”.

De este modo se establece la posición teosófica básica según la cual no existe nada inerte ni materia totalmente carente de vida. Fohat se identifica con el prana o energía vital en la primera afirmación del Mahatma M., cuando éste lo llama el “aliento de conocimiento”. No se trata meramente de una fuerza vital o negentrópica en toda criatura viviente ni del empuje de la energía sexual o de la misteriosa “fuerza nerviosa” de Kundalini, sino del “aliento” cósmico fundamental que vivifica toda la naturaleza. Y, tal como Lama Govinda observó, “el prana no sólo está sujeto a una transformación constante, sino que es capaz de utilizar al mismo tiempo varios medios de movimiento sin interrumpir su curso” (FTM, 147).

La Doctrina Secreta también insiste en que Fohat no es una fuerza mecánica sino intelectual y, así, es aliento de conocimiento.

Puede que esto resulte difícil de comprender a menos que se vea como el enlace dinámico entre la mente cósmica y la materia cósmica creado por la relación polarizada entre ellas y que participa del carácter de las dos. Sin ese enlace, ninguna de las dos sería capaz de actividad alguna ni de que se incidiera en ninguna de las dos. Por lo tanto, Fohat es en sí la medida multidimensional y de múltiples facetas de esa actividad. Por medio de Fohat, el pensamiento divino se proyecta hacia fuera y queda impreso en la materia a la que moldea, electrifica y organiza hacia el orden; y ello es rasgo característico de la mente cósmica. Obviamente, pues, esa energía cósmica se asocia en cada plano con la mente en el sentido universal, y con las mentes y la energía mental en lo particular.

Ello implica que se puede considerar todo pensamiento como energía mental, es decir, como la modificación de la mente o la medida de su actividad o movimiento interno respecto del mundo externo a la conciencia individual.

Otra implicación deriva de otro de los fundamentos teosóficos: el despliegue natural del Uno en lo Múltiple ocurre de manera jerárquica de acuerdo con el principio armónico según el cual uno se convierte en dos y luego en tres, acabando en un orden septenario que se despliega desde dentro hacia afuera.
“Como es arriba es abajo” reza el dicho, aunque a menudo se malinterpreta. Para ser coherente con esa visión, diremos que las energías que permanecen más cerca de su fuente divina son las más puras, esto es, están menos adulteradas o constreñidas por su confinamiento dentro de la materia densa y por lo tanto son instantáneamente más libres y más potentes. Al parecer, este principio jerárquico podría explicar la razón por la cual las llamadas energías superiores se imprimen en las energías inferiores asociadas con la materia y con ello las transforman o vivifican. (Por eso, por ejemplo, los yogis controlan sus energías.)
Cuando esas energías superiores se liberan, se lleva a cabo el proceso de curación del cuerpo en el plano físico así como la transformación de la personalidad en el plano psicológico. ¿Qué son los poderes divinos o siddhis sino esas energías superiores,  puestas bajo control consciente,  y utilizadas  para la transformación del yo y la realización de la unidad? Puesto que esta fuerza misteriosa actúa sobre todas las formas de la materia, la transformación ha de producirse en todos los niveles, lo cual es, por supuesto, el objetivo fundamental del yoga verdadero.

El estudio de Fohat tiene otras implicaciones de alcance mucho más amplio. No puede considerarse simplemente como una fuerza impersonal, ni siquiera en su papel de “unidad trascendente que aglutina” del cosmos. Es significativo que en La Doctrina Secreta también se lo iguale a eros, el poder del amor, el hijo del Caos y la tercera persona de la trinidad primitiva Caos, Gea y Eros, en la que Caos es el espacio, el vacío (akasha) sin puntos de intensificación u objetivización, y Gea es la naturaleza (la materia primordial; ver La Doctrina Secreta I, 109; II, 65). Sin embargo, hay que entender que eros no es solamente la emoción sensual y personal que generalmente se concibe como tal, aunque sea también otro  aspecto de su poder. Es más bien el amor en su aspecto primitivo de voluntad divina, el despertar del deseo de manifestarse en el espacio/ conciencia (caos) a través de la creación visible que es el cosmos. De ahí que Fohat, en tanto que eros, se convierta en la tierra en el gran poder o espíritu “dador de vida” con todo lo que ello implica.

Es el poder creador fundamental en el universo a todos los niveles en el sentido de que la creación es el acto milagroso de auto-ofrenda y auto-sacrificio, el impulso apremiante para dar expresión a lo que subyace en las profundidades de la conciencia (espacio), tanto si se trata de una verdad filosófica como científica, de una obra de arte, de una visión religiosa o simplemente de la ofrenda de nuestro corazón a los demás.

La fuerza de atracción de los opuestos es la que crea nuestro universo polarizado, el dinamismo inherente del yin-yang, así como la fuerza de cohesión dentro del átomo. Es el poder que hace que el espíritu se encarne en la materia; es también la urgencia del sentimiento de compasión que hace olvidar el deseo personal en beneficio de los demás. Poco hay que mencionar acerca de su asociación con Kundalini y la fuerza creadora de la energía sexual.

Tendemos a pensar en el amor simplemente en términos físicos y emocionales, pero La Doctrina Secreta deja bien claro que Fohat, en tanto que eros, no es sólo el amor por el mundo creado por la Mente.

Divina por medio de su acción, sino que también es ágape, el hambre espiritual de unión con la Fuente Divina que disuelve toda separatividad, empuja hacia la unidad y finalmente unifica los mundos en un todo cósmico. Es la inspiración que hace posible el vislumbre de la verdad y de la que Buddha hablaba cuando dijo que el amor es la iluminación de la mente: luz sin sombra.
En el nivel más elevado, es el poder transformador de la aspiración espiritual, la aspiración última de la unión con lo Divino, o tapas supremo, descrito por Lama Govinda como: El fuego o integración que fusiona toda polaridad, que eleva al hombre desde el sopor de la resignación mundana. Es creador al igual que liberador; en su forma inferior se encuentra en la base del deseo de amor sensual; en su forma más elevada es la inspiración, el deseo de la Verdad, la rendición que en una vida religiosa se convierte en éxtasis, trance, absorción, visión. (FTM), Fohat es todo eso y mucho más. De alguna manera totalmente misteriosa, logos y eros no son sólo fuerzas universales opuestas y polarizadas (como el electromagnetismo positivo y negativo), sino también idénticas en su poder creador para actuar sobre y en la naturaleza. Es como si la idea misma de un capullo, o un pez o un hombre o un dios no pudiera llegar a existir nunca,  excepto a través de la fuerza del amor y la aspiración hacia aquello que no sea lo divino, de modo que la misteriosa Yoidad de lo divino pueda realizarse.

Si pensamos que el logos (como principio regulador) es un poder creador del nous, o Mente Divina, entonces Fohat/eros es la habilidad creadora de la naturaleza para recibir y absorber ese poder, para ser abrazada y fecundada y así los dos convertirse en uno. El yin es una fuerza tan poderosa como el yang en esa relación. Así pues, la interacción de la ideación divina sobre la materia no es un simple proceso en una dirección, un simple flujo, es un verdadero acto de amor con el cual el dador queda enriquecido y transformado.

Parece que el mito de Caos, Gea y Eros puede encerrar una clave para la pregunta que se plantea: ¿Es posible que el largo esfuerzo del alma individual hacia la perfección contribuya en algo a dicha perfección? En ese contexto, la respuesta sería inevitablemente sí.


Durante más de sesenta años Joy Mills ha estudiado teosofía. Ha sido presidente de las Secciones Americana y Australiana, Vicepresidente Internacional de la S. T., directora de la Escuela de Sabiduría en Adyar y directora de la Krotona School of Theosophy. En 2008, Quest Books publicó una colección de sus ensayos: The One True Adventure: Theosophy and the Quest for Meaning.

Referencias:
- Barker, A. Trevor, ed. The Letters of H.P.Blavatsky to A.P.Sinnet. Pasadena, California: Theosophical University Press, 1973.
- Blavatsky, H.P. The Secret Doctrine. Tres volúmenes. Adyar: Theosophical Publishing House, 1979.
- Chin, Vicente Hao. The Mahatma Letters to A.P.Sinnet in Chronological Sequence. Adyar: Theosophical Publishing House, 1998.

- Govinda, Lama Anagarika. Foundations of Tibetan Mysticism. London: Rider, 1959.

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