LA REGION DEL
PENSAMIENTO ABSTRACTO
De: Misterios
Rosacruces- Max Heindel
Se han dado a la humanidad, en distintas épocas,
religiones diferentes, cada una apropiada para llenar los requisitos
espirituales necesarios a las personas o pueblos a quienes se daban, y como
vienen del mismo origen divino —Dios—, todas las religiones tienen los mismos
principios fundamentales.
Todos los sistemas religiosos enseñan que hubo un
tiempo durante el cual las tinieblas reinaron supremas. Todas las cosas que
ahora percibimos, entonces no existían. La Tierra, el cielo y los cuerpos
celestiales aún no se habían increado, y lo mismo pasaba con la innumerable
multitud de formas que viven y se mueven en los diferentes planetas. Todo, todo
sin excepción, estaba en un estado fluídico, y el Espíritu Universal se
incubaba calladamente en el espacio infinito como la Única Existencia.
Los griegos llamaron Caos a tan homogénea condición, y el estado de segregación
ordenada que ahora vemos, las órbitas danzantes que iluminan la bóveda arqueada
del cielo, la determinada procesión de los planetas alrededor de una luz
central, el Sol majestuoso, la ininterrumpida sucesión de las estaciones y las
alternativas incambiables del flujo y reflujo de las mareas —todo este agregado
y sistemático orden— constituyeron lo que fue llamado Cosmos, y se supuso que
procedía del Caos.
El místico cristiano obtiene una comprensión más profunda cuando abre la Biblia
y pondera los cinco primeros versos de la gema más brillante del tesoro
espiritual: el Evangelio de San Juan.
A medida que abre su anhelante corazón para
adquirir conocimientos de tan sublimes enseñanzas místicas, trasciende el lado
de la forma de la Naturaleza que comprende los distintos reinos de los cuales
hemos hablado ya, y se encuentra a sí mismo "en el espíritu," al
igual que los profetas de los tiempos de la antigüedad. Entonces se halla en la
Región del Pensamiento abstracto y ve las verdades eternas, que vio también San
Pablo en la misma Región, el tercer cielo.
No obstante, para aquellos de entre nosotros que
son incapaces de obtener conocimientos salvo por el raciocinio sobre el asunto,
será necesario examinar el significado fundamental de las palabras utilizadas
por San Juan para vestir su maravillosa enseñanza, la cual fue en un principio
escrita en griego, un aspecto mucho más simple de lo que se supone
generalmente, porque las palabras griegas han sido introducidas libremente en
nuestras lenguas modernas, sobre todo en términos científicos, y ahora procuraremos
indicar cómo esta antigua enseñanza fue aceptada por los últimos
descubrimientos de la ciencia moderna.
El verso inicial del evangelio de San Juan es como
sigue: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios y el Verbo
era Dios." Nosotros examinaremos las palabras: principio. Verbo y Dios.
Asimismo veremos que en la versión griega la sentencia final reza: "y Dios
era el Verbo," lo que cambia fundamentalmente el concepto.
Es una verdad axiomática que "de nada, no se hace nada," y se ha
criticado muchas veces por los escarnecedores de la religión que la Biblia nos
habla de la generación "de la nada." Nosotros convenimos fácilmente
en que las traducciones a las lenguas modernas promulgan esta errónea doctrina,
pero por nuestra parte hemos señalado en el Concepto Rosacruz del Cosmos
(capítulo "Análisis Oculto del Génesis") que el texto hebreo habla de
una esencia siempre existente como la base de la cual todas las formas,
incluyendo en ellas a la Tierra y a las luminarias celestiales, fueron creadas
primeramente, y San Juan también nos imparte la misma enseñanza.
La palabra griega arche de la sentencia inicial del Evangelio de San Juan ha
sido traducida como el principio, y aunque cumpla decir que tiene ese
significado, caben asimismo otras interpretaciones de la idea que San Juan
quiso emitir. Significa también: una condición elemental, un origen principal,
un primer principio, una materia primordial.
Hubo un tiempo en el cual la ciencia insistió en
que los elementos eran inmutables; esto es que un átomo de hierro había sido un
átomo de hierro desde que la Tierra fue formada y que permanecerá siéndolo
hasta el fin del tiempo. Los alquimistas fueron escarnecidos como soñadores
fantásticos o chiflados, pero desde que el profesor J. J. Thompson descubrió el
electrón, la teoría atómica de la materia no es sostenible por más tiempo. El
principio de la radiactividad ha reivindicado últimamente a los alquimistas. La
ciencia y la Biblia convienen en el principio de que todo lo que es, ha sido
formado de una substancia homogénea.
Esta substancia homogénea es el principio básico al
que San Pablo llamó arche —materia primordial— y el diccionario define a la
Arqueología diciendo: "Es la ciencia del origen —arche— de las
cosas." Constructores al estilo de Dios, el "Gran Arqui-tecto,"
pues la palabra griega tekton significa constructor, y Dios es el Constructor
Principal, es decir, tekton de arche, o sea la primordial materia virginal, que
es también el origen principal de todas las cosas.
De este modo advertimos que cuando se traduce
correctamente la sentencia inicial del Evangelio de San Juan, nuestra religión
cristiana enseña que, en un tiempo, una substancia virginal envolvía al
pensador divino: Dios.
Esta es una condición idéntica a la que los primitivos
griegos llamaron Caos. Una rápida reflexión evidenciará que no somos nada
arbitrarios al señalar las faltas que se cometieron en la traducción de la
Biblia, porque es por demás claro que una palabra no puede ser el principio,
puesto que la palabra debe ser precedida de un pensamiento, y un ser pensador
debe concebir el pensamiento antes que pueda expresarlo por la palabra.
Cuando se traduce correctamente la enseñanza que
San Juan quiso impartir respecto de aquella idea, vemos que la abarca
totalmente, pues el término griego logos significa ambas cosas: el pensamiento
razonable —que nosotros llamamos también lógica— y la palabra que expresa este
pensamiento (lógico).
1) En la substancia primordial era el pensamiento y
el pensamiento era con Dios, y Dios era la palabra.
2) Que (LA PALABRA) era también con Dios en el
estado primitivo.
Después la PALABRA divina, el Fiat Creador reverbera a través del espacio y
segrega la substancia virginal homogénea en formas separadas.
3) Todas las cosas han venido a la existencia como
consecuencia del factor primitivo (la Palabra de Dios), y no hay cosa que
exista aparte de aquel factor.
4) En aquello estaba la Vida.
En el alfabeto tenemos unos cuantos sonidos
elementales que sirven para construir las palabras. Estos son los elementos
básicos de la expresión, así como los ladrillos, hierro y maderamen son los
materiales imprescindibles para la arquitectura, o bien coma unas cuantas notas
son la base de la música.
Pero un montón de ladrillos, hierro y madera no
forman una casa, ni tampoco una serie confusa de notas de música forma una
partitura, e igualmente no podemos llamar palabra a una disposición de letras
al azar. Estos elementos son primordiales en arquitectura, música o literatura,
pero la obra en sí, el propósito que la alienta, dependerá de su disposición,
lo cual está sujeto al proyecto y talento del constructor. Los materiales de
construcción pueden servir tanto para una prisión como para un palacio; las
notas musicales pueden ser dispuestas para una marcha militar o un canto
fúnebre; las palabras pueden ser dictadas para inspirar pasiones o calma, todo
ello de acuerdo con la voluntad del arquitecto, del músico o del escritor. Así
también el majestuoso ritmo de la Palabra de Dios trajo a la substancia primordial
(arche) en la multitud de formas que componen el mundo fenoménico conforme a Su
voluntad.
¿Acaso el lector se ha detenido alguna vez a considerar la fuerza maravillosa
de una palabra humana? Viniendo a nosotros en los dulces acentos del amor,
puede llevarnos desde los senderos de rectitud a los de una vergüenza
ignominiosa y arruinar nuestra vida con el dolor y el remordimiento, o bien
puede impulsarnos hacia los más nobles esfuerzos para adquirir gloria y honor,
aquí o después de esta vida. Con arreglo a la inflexión de la voz, una palabra
puede infundir el terror en el corazón más bravo o hacer que un niño tímido
concilie un sueño tranquilo. La palabra de un agitador puede levantar las
pasiones de una turba e impelerla a expresiones sangrientas, como los de la
Revolución francesa, en la que, bajo el mandato dictatorial de una regencia del
populacho, se mató y desterró a capricho, o bien los acordes de un himno que
nos sea querido pueden llevar la armonía al círculo familiar, conjurando la
posibilidad de una disputa.
Las palabras justas son verdaderas y, por lo tanto,
libres. Como nunca están contenidas o encadenadas por el tiempo o el espacio,
pueden ir hasta los rincones más apartados de la Tierra, y cuando los labios
que las emitieron primeramente han sido consumidos en la fosa luengos años ha,
otras voces pueden demostrar el mismo entusiasmo en un mensaje de vida y amor,
como por ejemplo el místico "Come unto me" (Ven a mí), el cual ha
sido cantado en innúmeras lenguas y derramado bálsamo de consuelo a los
corazones atribulados.
Hay palabras de paz que han sido victoriosas donde
la guerra hubiera significado una derrota, y no hay don más deseable que el de
saber decir siempre la palabra justa en el momento oportuno.
Consideremos, pues, la potencia inmensa de la
palabra humana, y de este modo podremos, acaso, comprender, aunque sea
confusamente, la magnitud de la Palabra de Dios, el Fiat Creador, cuando, como
una poderosa fuerza dinámica, reverberó y resonó a través del espacio y empezó
a formar la materia primordial en los mundos, al igual que los sones de un
violín moldean la arena en figuras geométricas. Además, la Palabra de Dios
resuena aún para sustentar las órbitas circulantes e impelerlas en el círculo
de su sendero; la Palabra creadora continúa produciendo formas de eficacia
gradualmente creciente expresando vida y conciencia. La enunciación armoniosa
de las consecutivas sílabas en la Divina Palabra Creadora marca estados
sucesivos en la evolución del mundo y del hombre. Cuando se haya emitido la
última sílaba y la palabra completa haya sonado, habremos alcanzado la
perfección como seres humanos. Entonces llegará a un final el tiempo, y, con la
última vibración de la Palabra de Dios, los mundos se resolverán en sus
elementos originales. Nuestra vida entonces será "oculta con Cristo en
Dios" hasta que la Noche Cósmica —el Caos— haya pasado, y nosotros
despertemos para hacer "cosas más grandes" en "un nuevo cielo y
una nueva tierra."
Con arreglo a la idea general, el Caos y el Cosmos
son antítesis superlativas el uno del otro; al Caos se lo considera un
pretérito estado de confusión y desorden que desde hace tiempo ha sido
suplantado por el orden cósmico que ahora prevalece.
Pero debemos saber que el Caos es el germen del Cosmos, la base de todo
progreso, pues de él provienen todas las IDEAS que después se materializan en
ferrocarriles, barcos, teléfonos, etcétera.
Nosotros decimos de "los pensamientos que han
sido concebidos por la mente"; pero, al igual que es necesario para la
generación de un niño tanto un padre como una madre, así también debe haber
ambas, la idea y la mente, antes que un pensamiento pueda ser concebido. Al
igual que el semen germinado en el órgano positivo del macho es proyectado
dentro del negativo útero de la hembra en la concepción, así las ideas son
generadas por un Ego humano positivo en la substancia espiritual de la Región
del Pensamiento Abstracto. Esta idea está proyectada sobre la mente receptora y
tiene lugar una concepción.
Por lo tanto, así como el núcleo del espermatozoide
toma del cuerpo maternal el material necesario para formar un cuerpo apropiado
a su expresión individual, así también cada idea se envuelve en una forma
peculiar de materia mental. Entonces es un pensamiento tan visible para la
visión interna del hombre compuesto, como un niño es para su padre.
Vemos, pues, que las ideas son pensamientos
embrionarios, núcleos de substancia del espíritu procedente de la Región del
Pensamiento abstracto. Concebidas impropiamente por una mente enferma, se
convierten en fantasías y desilusiones, pero cuando se han gestado en una mente
sana y se han formado en pensamientos racionales, son las bases de todo
progreso material, moral y mental; y cuanto más estrecho sea nuestro contacto
con el Caos, tanto mejor será nuestro Cosmos, porque en tal reino de realidades
abstractas la verdad no está obscurecida por la materia; es evidente por sí
misma.
A Pilatos se le preguntó "qué era la
Verdad," pero no se registra ninguna contestación. Nosotros somos
incapaces de conocer la verdad en abstracto mientras vivimos en el mundo
fenoménico, porque la naturaleza inherente de la materia es la ilusión y la
desilusión, y estamos constantemente haciendo concesiones y correcciones, ya
seamos conscientes de este hecho o no. El rayo de Sol que nos llega en una
línea recta de 90 millones de millas se refracta o se encorva tan pronto como
toca nuestra atmósfera densa, y con arreglo al ángulo de su refracción, parece
que tiene un color u otro. Una vara recta parece partida cuando está sumergida
parcialmente en agua, y la verdad, que es tan evidente en los mundos
superiores, bajo las ilusorias condiciones de este mundo material, está del
mismo modo obscurecida, refractada o torcida hasta no parecerse a sí
misma.
"La Verdad os hará libres," dijo Cristo,
y a medida que, en vez de bienes materiales, busquemos adquirir tesoros
espirituales, cuanto más anhelemos elevarnos, cuanto antes nos
"entreguemos en el espíritu," tanto más pronto "conoceremos la
verdad" y nos libertaremos de los grillos de la carne que nos encadenan a
nuestro limitado ambiente y alcanzaremos una esfera de mayor utilidad.
El estadio de la filosofía y de la ciencia en
general tiende hacia la percepción de la verdad, y a medida que la ciencia
progresa, renuncia gradualmente al crudo materialismo que la caracteriza. No
está lejos el día que la ciencia será más reverentemente religiosa que la misma
Iglesia. Se dice que las matemáticas son "áridas" porque no estimulan
las emociones. Cuando se enseña que "la suma de los lados de un triángulo
es de 180 grados," el teorema es aceptado inmediatamente, porque esta
verdad es evidente por sí misma y no hay sentimiento alguno envuelto en la
cuestión; pero cuando una doctrina tal como la de la concepción Inmaculada se
promulga y con ello se agitan nuestras emociones, entonces puede desencadenarse
una guerra sangrienta o suscitarse una discusión acalorada, y todavía quedar
dudas sobre el asunto. Pitágoras pedía a sus discípulos que estudiasen las
matemáticas porque él conocía el efecto de ellas para elevar sus mentes sobre
la esfera de los sentimientos, donde se está sujeto a lo ilusorio, y elevarlos
hacia la Región del Pensamiento abstracto, que es la primordial realidad.
En este lugar estamos tratando en particular de los
mundos, y por lo tanto pasamos a comentar el final que nos resta de los cinco
primeros versos del Evangelio de San Juan.
5) "Y la Vida se hizo Luz en el hombre, y la
Luz brilló en las Tinieblas."
Hemos visto ahora que la Tierra está compuesta de tres mundos, los cuales se interpenetran
los unos a los otros, de modo que es perfectamente cierto lo que dijo Cristo,
que "el cielo está dentro de vosotros" o, preferiblemente, la
traducción debiera haber sido ENTRE nosotros. Hemos visto también que, de estos
tres planos, dos están subdivididos. Se ha explicado igualmente que cada
división sirve un gran propósito para el desenvolvimiento de formas variadas de
la vida que mora en cada uno de esos mundos. Nosotros debemos saber, en
conclusión, que las regiones inferiores del Mundo del Deseo constituyen lo que
la religión Católica llama Purgatorio, un lugar donde el mal de la vida pasada
se está transmutado en bien, utilizable por el espíritu como conciencia en
vidas venideras. Las regiones superiores del Mundo del Deseo son el primer Cielo,
donde todo lo bueno que el hombre ha hecho es asimilado por el espíritu como
potencia de alma. La Región del Pensamiento concreto es el segundo Cielo,
donde, como ya hemos dicho, el espíritu prepara su futuro ambiente en la
Tierra, y la Región del Pensamiento abstracto es el tercer Cielo, pero, como
San Pablo dijo, casi no es permitido hablar acerca de él.
A alguno quizá se le ocurra preguntar: ¿entonces;
no hay infierno? A lo que debemos contestar en forma terminante: ¡No! La
misericordia de Dios tiende tan marcadamente hacia el principio del BIEN, como
la inhumanidad del hombre hacia la crueldad, y de este modo este condenaría a
perpetuidad a sus hermanos los hombres a las llamas de un infierno por las
pueriles equivocaciones cometidas durante unos cuantos años, o quizás por una
ligera diferencia de creencias.
El autor oyó a un ministro religioso que deseaba
impresionar a su rebaño con la realidad de las eternas llamas del infierno, y
para demostrar la falacia de una noción herética mantenida por uno de sus
feligreses, de que "cuando los pecadores llegan al infierno se queman
hasta convertirse en cenizas y ahí acaba todo," tomó una lámpara de
alcohol y un poco de amianto. Con ello en el pulpito, dijo a su auditorio que
Dios convertiría a sus almas en una substancia parecida al amianto, y entonces
les señaló como el amiento se calentaba al rojo, pero no se descomponía en
cenizas.
Afortunadamente, el día del predicador del infierno
ha pasado ya, y si nosotros creemos lo que la Biblia nos dice, de que "en
Dios vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser," comprenderemos
fácilmente que la pérdida de un alma es imposible, pues si fuese perdida una
sola alma, entonces esto implicaría, lógicamente, la pérdida de una parte de
Dios mismo. No importa el color de nuestra piel, la raza a que pertenezcamos o
el credo que sustentemos, todos igualmente somos hijos de Dios, y en nuestra
forma distinta de ser se nos dará la debida satisfacción.
ASÍ PUES, PROCURAREMOS CON PREFERENCIA BUSCAR A
CRISTO Y OLVIDAR LOS CREDOS.
De: Misterios Rosacruces- Max Heindel