LAS
DEUDAS KÁRMICAS DEL INDIVIDUO
(D.K.
“EL TIBETANO”)
Hemos
estudiado (quizás sin darnos cuenta de sus implicaciones) el primer punto bajo
este encabezamiento. Concierne a las deudas kármicas del individuo,
provenientes de los vehículos subjetivos y de toda la personalidad.
Cuando
tratamos las causas sicológicas de las enfermedades que surgen de los vehículos
sutiles en los tres mundos, o que se deben a la tensión del discípulo cuando se
esfuerza por hollar el sendero, en realidad nos ocupamos del karma o el efecto
de las causas internas de los acontecimientos, del equipo y de las
circunstancias en el plano físico. Vimos que los cuerpos internos, vía el
cuerpo etérico, condicionan la manifestación externa del hombre y que la
enfermedad o la salud dependían mayormente de ellos, y que son la causa kármica
inmediata de la existencia en el plano físico. Si extendemos la idea hasta
incluir encarnaciones anteriores -como debe inevitablemente suceder- entonces
llegamos a la conclusión que la condición de estos cuerpos internos, sus
limitaciones o su riqueza, sus defectos y acerbo y sus tendencias generales
síquicas y sicológicas, son heredadas de vidas anteriores y por lo tanto
responsables de la presente situación terrena. En consecuencia, simplemente
hemos retrotraído aún más atrás las causas de las condiciones actuales y -si
quisiéramos- podríamos penetrar en un campo de mucha complejidad y detalle sin
extraer nada de valor. Todo el problema de rememorar las encarnaciones pasadas
contiene infinitas posibilidades, y cuando empleo la palabra “infinita” pongo
inmediatamente el tema fuera del alcance de la mente finita, lo cual significa
que tratamos algo que no es posible manejar racionalmente.
El
karma fue, para la humanidad infantil y el individuo subdesarrollado, una
cuestión grupal. El hombre era miembro de un grupo, sin la menor idea de las
implicaciones y responsabilidades involucradas. Más adelante, cuando el proceso
de individualización adquirió un carácter y propósito más efectivos y un
temperamento más pronunciado, el karma fue también más personal y definido y el
hombre se halló en posición de iniciar más causas y agotar más efectos. Al no
estar enteramente desarrollada e integrada la personalidad, estaba aún
involucrado en la vida grupal, y las interrelaciones se fueron ampliando.
Posteriormente la personalidad se convirtió en el creador consciente de sus
propias causas y en el consciente participante de los efectos. En el sendero,
el karma del grupo elegido, del individuo y de aquellos con quienes el hombre
elige asociarse a través de la unidad del propósito espiritual, lo envuelve, y
así se agrega otro factor a los anteriores tipos de responsabilidad kármica.
Más adelante aún, el karma de los tres mundos es enfrentado, superado y
rechazado; al mismo tiempo, al karma vinculado a la iniciación de las causas,
mediante el servicio mundial, se añade el que el individuo ya ha experimentado,
compartiendo la responsabilidad kármica de la Jerarquía misma. A estas etapas:
1.
al
karma grupal elemental -del hombre primitivo,
2.
al
karma individual del hombre autoconsciente en evolución,
3.
al
karma relacionado con la vida del discípulo y
4.
al
karma jerárquico,
se debe agregar el bien conocido Karma
de Retribución, con el cual está ya familiarizado el discípulo; a éste
también debe agregarse el karma nacional y racial, más el karma educativo
correspondiente a todo discípulo que ansía ingresar a un ashrama a fin de
prepararse para la iniciación.
Tenemos
también el Karma de Recompensa en contraposición al de Retribución;
este tipo de karma a menudo se olvida, pero se lo conocerá mejor en el futuro
ciclo mundial. La humanidad ha agotado mucho mal karma, y el karma basado en
causas iniciadas posteriormente no generarán efectos tan terribles corno las
del pasado. No todo karma es malo, a pesar de lo que el hombre cree. Gran parte
es punitivo y doloroso, debido a la ignorancia de la humanidad y al inferior
grado de desarrollo. Cuando la retribución kármica es aguda y terrible, tal
como sucede hoy en la espantosa experiencia mundial, indica que la humanidad
ha alcanzado un punto donde las consecuencias pueden ser distribuidas
equitativamente en gran escala. El karma acarrea muy poco sufrimiento cuando,
por ignorancia, conduce a la irresponsabilidad y a la total carencia de
reflexión, no existiendo sentido de culpabilidad acerca de les acontecimientos.
Podrán existir condiciones desdichadas y circunstancias dolorosas, pero se
carece de la capacidad de responder a tales condiciones con análogo dolor, y
hay muy poca reacción mental por el proceso de la retribución kármica. Esto
debería tenerse presente. La raza aria está ahora desarrollada mentalmente en tan amplia escala, que el karma es
verdaderamente terrible y doloroso, y se manifiesta a través de las condiciones
mundiales. Al mismo tiempo el actual y difundido sufrimiento indica el extenso
y exitoso desarrollo humano, siendo el signo más esperanzado y prometedor. En
esta idea reside la clave de la carga tan pesada de mal karma que los buenos,
santos y sacrificados servidores de la raza sobrellevan en este ciclo mundial.
En consecuencia, resulta imposible, dentro de
los límites de este tratado, dilucidar más profundamente el tema del karma,
cuando produce los innumerables tipos de dolencias humanas, incluyendo la
enfermedad, siendo ésta una de sus manifestaciones. El tema es demasiado vasto,
extremadamente complicado y muy confuso en sus efectos. Todo lo que puedo hacer
es afirmar el hecho de que las acciones y reacciones pasadas han establecido en
vidas anteriores un ritmo kármico de tal naturaleza, que hoy están implicados
todos los aspectos de la naturaleza inferior, y entre los efectos más comunes
y corrientes tenemos aquel en que entra en vigencia la gran Ley de Retribución,
la enfermedad. Los curadores y los seudometafísicos deberían considerar
cuidadosamente este punto.
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