EL KARMA. QUÉ ES Y CÓMO
FUNCIONA
Francisco-Manuel
Nácher
1.-
Max Heindel se
manifestó contrario al empleo de términos orientales para expresar conceptos
ocultos con palabras existentes en nuestros idiomas. Pero hay un término
sánscrito que no sólo no tiene equivalente exacto en los idiomas occidentales,
sino que, pasado un siglo, ha adquirido carta de naturaleza en ellos y todo el
mundo sabe lo que significa y lo usa normalmente para significar precisamente
eso. Me estoy refiriendo a la palabra “karma”. Cierto que podríamos decir
“retribución” o “reacción” o “deuda de destino” o utilizar cualquier otro
circunloquio parecido. Pero ninguno expresaría tan claramente como la palabra
“karma” lo que la gente de hoy entiende por ella. Por eso he decidido abandonar
el “miedo escénico” de algunos miembros de nuestra Fraternidad y utilizarla
libremente en su sentido actual por todos admitido.
2.-
¿Qué es el karma?
Para
tratar de estudiarlo es preciso hacerlo antes con la Ley que lo rige y que se
denomina Ley de Acción y Reacción, de
Retribución, de Consecuencia, de Causa y Efecto o, ajustándonos a lo dicho arriba, Ley del Karma.
La Ley de Karma es una ley cósmica,
es decir, que excede los límites de nuestro sistema planetario y que tiene bajo
su ámbito de aplicación a todos los seres, por lo menos, del Séptimo Plano
Cósmico, dado que todos ellos están evolucionando y, por tanto, son aún
imperfectos y, como tales, cometen errores que ponen en funcionamiento la Ley
de Consecuencia, que precisamente tiene por finalidad, enseñarnos el correcto
Camino de Retorno a la Casa del Padre. Por eso, en nuestro Servicio del Templo,
se nos dice que “los Señores del
Destino están por encima de todo error.”
Como tengo escritos una serie
bastante numerosa de trabajos sobre el tema del karma, en esta conferencia, más
que investigar sobre ello, voy a tratar de recuperar esos trabajos. Ocurrirá
que, a veces, repita conceptos antes expuestos, pero también hará que se
remachen ideas fundamentales para entender algo tan abstruso como el tema que
nos ocupa.
LA LEY
DEL KARMA
La Ley del Karma, de Acción y de
Reacción o de Retribución, que de las tres maneras se llama, es la forma más
justa y más fructífera para promover nuestra evolución. Cualquier otro medio no
sería tan efectivo. Con el Karma, el espíritu ve cuál es la causa de su
sufrimiento y aprende lo que es negativo para no repetirlo. Es, por otra parte,
una Ley que rige en toda la Creación.
Cada uno de nosotros somos
responsables del cuerpo que tenemos, que no es sino una consecuencia o
condensación de acciones del pasado. Es un simple vehículo vagamente apropiado
del Espíritu. Un vehículo en el verdadero sentido del término, ya que sirve
para trasladar al espíritu, una obra de artesanía cuyo artesano es el propio
Espíritu. Y su conducta, actitudes y moral, tanto presentes como pasadas, se
encuentran reflejadas en él.
El Karma no es, en modo alguno,
"fatalismo". Su acción depende de nosotros mismos. Cada hombre es su
propio legislador y su propio verdugo. Cada hombre decide, con entera libertad,
su propia gloria o su propia oscuridad, su "premio" o su
"castigo".
Tampoco es "azar". Al
contrario, es el ejercicio de la libre voluntad ya que, quien inicia libremente
una acción física, de deseos o mental, es responsable de sus consecuencias y
efectos que, antes o después, revertirán a su autor. Como todo en el universo
está entrelazado, mezclado y relacionado con todo lo demás, y no hay nada ni
nadie que pueda existir aislado y por sí mismo, necesariamente los demás se ven
afectados, de un modo o de otro y en mayor o menor grado, por las causas
puestas en movimiento por cualquier individuo.
Como los más próximos son los que se
ven más y con más frecuencia influenciados, se producen en las familias, en los
grupos, en los pueblos, determinadas afinidades y tendencias recíprocas que se
autoalimentan y dan lugar a lo que se llama el karma familiar, de los pueblos o
de las razas, y que afecta, directa y especialmente, a sus miembros. Tampoco en
estos casos cabe decir que el karma "castiga" o "premia"
porque su acción es totalmente aséptica y justa, formando parte de los
mecanismos de la naturaleza y, por tanto, pudiendo remontarse a la causa
primera, que es la armonía pura.
Esto es verdaderamente consolador
para el hombre, porque nos hace ver que no dependemos necesariamente de nadie,
que cada uno puede forjar su destino y que, realmente, eso es lo que se espera
de él, puesto que puede elaborarlo favorable o no, manejando las energías de la
naturaleza, poderosas y subyacentes a todo, actuando a su favor y
convirtiéndose en colaborador de Dios o actuando contra ellas y retrasando su
propia evolución.
San Pablo dice claramente que:
"Aquello que el hombre siembre, eso recogerá".
Desde este punto de vista, la
enfermedad es un mecanismo "purificador". Sabemos que el Espíritu, el
Yo Superior cuenta, para evolucionar, con sus vehículos inferiores (cuerpos
físico, etérico, de deseos y mental), que constituyen la Personalidad, y que
estos vehículos están dominados por el Cuerpo de Deseos, debido a la actuación
de los Luciferes, y que ha de dominar ese cuerpo de Deseos y los hábitos
perniciosos que ha adquirido, para poder regir la propia Personalidad y
espiritualizar sus distintos componentes. Ésa es la misión del karma. Y ésa es,
en otra escala, la finalidad de la enfermedad: Si los hábitos negativos durante
varias vidas hacen imposible el dominio de la Personalidad por el Espíritu, la
enfermedad, con los sufrimientos que produce y con el parón que significa en la
vida y el tiempo, y el incentivo para la reflexión y la meditación que
proporciona, hace que la Personalidad recapacite y dé un paso adelante hacia su
espiritualización.
Por ejemplo: Si una persona tiene
tendencia a comer en exceso, la indigestión le hará tener cuidado la próxima
vez y, si no lo hace, vendrá la úlcera y luego el cáncer o cualquier otra
dolencia, según el karma que se haya ido acumulando. Por eso, si bien hay un
número determinado de enfermedades, no hay dos enfermos iguales, aunque sean
víctimas de la misma dolencia, porque cada uno arrastra multitud de pequeñas
causas, totalmente distintas de las de los demás, pero que le han llevado a
padecer la misma consecuencia, o sea, la misma enfermedad. Por eso también la
curación debe ser personalizada. Y si se quiere realmente curar la enfermedad y
no sus síntomas, hay que buscar sus causas kármicas y cambiar el carácter del
enfermo (su conducta física, emocional y mental) para que deje de poner en
movimiento esas causas perniciosas.
La finalidad última, pues, de la
enfermedad es la de proporcionar al enfermo una oportunidad de progresar en su
evolución.
Una causa puesta en movimiento sólo
puede ser neutralizada con su efecto. La causa principal de las enfermedades
estriba en el egoísmo. El egoísmo, en todas sus vertientes (soberbia, avaricia,
lujuria, ira, gula, envidia, pereza) hace casi imposible al Yo Superior
conectar con la Personalidad. Por eso aquél recurre a la enfermedad que, en
cierto modo, rompe la dependencia de la corrupción y aligera el aura de cosas
materiales, pues nos hace ver que no son permanentes y que, a la hora de morir,
las dejaremos todas y, por tanto, no vale la pena perder la vida por poseerlas.
Como el problema radica en el Cuerpo
de Deseos, es decir, el vehículo de las emociones, los sentimientos, los deseos
y las pasiones, quien se deje llevar por ellas, será más propenso a la
enfermedad. Y quien, concienciado del funcionamiento oculto del hombre, les
haga frente y las domine y se forje un carácter fuerte y positivo, será inmune
a ella.
La ley de
Retribución actúa apenas cualquier ser autoconsciente pone en movimiento
cualquier energía, sea ésta física, etérica, de deseos, mental o espiritual.
Responde, por tanto, al ejercicio del libre albedrío por cualquier ser.
Realmente,
esta ley actúa solamente sobre el que ha de sufrir los efectos de la puesta en
movimiento de cualquier clase y cantidad de energía.
Esta ley existe desde la eternidad y
en ella, porque es la eternidad misma. Y, no puede decirse que obra, porque es
la Acción misma.
Sus efectos son inevitables, ya que
las leyes cósmicas son parte de la voluntad divina.
AQUÍ link, para su revisión:http://issuu.com/jomerod/docs/karma_con_anotaciones_de_jmr
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