JIDDU KRISHNAMURTI Y “EL REINO
DE LA FELICIDAD”
EXTRACTO DEL LIBRO
Papul Jayakar
PREFACIO
Se me instó a que escribiera un prefacio de las siguientes
páginas. Francamente no lo necesitaban, aunque tal vez convenga explicar el
motivo de su publicación. Son conversaciones sostenidas con algunos de mis
amigos en el castillo de Eerde, en Ommen (Holanda).
El castillo es de estilo arquitectónico usado en las primeras
edificaciones de principios del siglo XVIII y se le considera como uno de los
más hermosos ejemplares de aquel período. Seguramente es uno de los más bellos
lugares que conozco. Todo lo del castillo pertenece a dicho período y está en
perfecta condición. Hay admirables tapices Gobelinos que dan un ambiente de
antigua dignidad y belleza.
Corpulentos árboles dos o tres veces centenarios, rodean el
castillo; sus potentes copas desaparecen en las nubes, y se escuchan allí
extraños murmullos.
El lugar está henchido de encanto y dicha, y mis conversaciones
versaron naturalmente sobre este eterno tema.
J. KRISHNAMURTI
Nota
Puedo añadir a lo precedente que las descritas condiciones eran
posiblemente las más favorables para que se manifestara la influencia del
Instructor del Mundo. Krishnaji estaba rodeado de un pequeño grupo de
fervorosos estudiantes, creyentes en su inspiración y que gozosamente acogían
la presencia del Señor. Los lectores reconocerán la profunda sabiduría, la
sorprendente originalidad y la exquisita dicción de este admirable libro. Los
prudentes lo estimarán; los que no lo sean harán lo que les parezca.
ANNIE BESANT
LA VOZ DE LA INTUICIÓN
Deseo, en cuanto se me alcance, exponeros ciertas ideas que
debéis estudiar y que os darían un definido e inteligible concepto de la
verdadera vida espiritual. Me parece que todos vosotros entendéis que para
crear, como habéis de crear si queréis vivir, se necesita lucha y descontento;
y para convertirlos en fruición, debéis cultivar vuestro propio punto de vista,
vuestras propias tendencias, vuestras propias capacidades, y por esto deseo
despertar en cada uno de vosotros, aquella Voz, aquel Tirano, el único guía
capaz de ayudaros a crear. La mayor parte de vosotros prefiere, por ser más
fácil camino, copiar. A la mayoría de vosotros, les gusta imitar. Para muchos
de vosotros es mucho más cómodo no cultivar vuestras propias tendencias,
vuestras propias cualidades, vuestra propia naturaleza, sino más bien imitar
ciegamente. Y creo que convendréis conmigo en que esto es fatal para el
desenvolvimiento de la Voz. La más noble guía de cada uno de vosotros es esta
Voz, este Tirano, esta Intuición; y cultivándola, ennobleciéndola y
perfeccionándola llegaremos a la meta; nuestra propia meta.
Cultivando esta voz hasta que llegue a ser el único Tirano, la
única Voz a que obedezcamos, debemos descubrir nuestra meta y trabajar
incesantemente para alcanzarla. Ahora bien, ¿qué meta es esta? Para mí, consiste
en conocer la Verdad final. Anhelo llegar a un estado en que por mí mismo
conozca lo que he conseguido, que yo soy la personificación de dicha Verdad. Y
al lograr esta Verdad, logro al propio tiempo mi anhelo: la paz, la perfecta
tranquilidad de mente y emociones. Tal es la meta para mí. Ante todo lo
esencial es fortalecer en cada uno de vosotros esta Voz que se asevera por sí
misma de cuando en cuando. Y cultivar y ennoblecer la Intuición; debemos
aprender a pensar y obrar por nosotros mismos. El cultivo de esta Voz de la
intuición requiere una conducta acorde con sus dictados.
La imitación nada tiene que ver con la belleza. El Arte no
consiste en copiar la Naturaleza tal como es, sino en la dignidad del símbolo
que la representa. Así, cada uno de nosotros ha de ser un artista; un artista
que cree por sí mismo porque le ha conmovido un vislumbre de la Visión.
Observaréis que los verdaderos e insignes artistas, los genuinos y eximios
instructores no tienen el sentimiento de la exclusividad, sino que encarnan
todas las cosas, son parte de todas las cosas. Debemos tener varios aspectos a
fin de producir lo perfecto. Un jardín lleno de rosas, podrá haber en él las
más perfectas rosas de toda variedad y color, pero si todo son rosas, carecerá
de belleza el jardín.
Todos propendemos a ser como los demás. Deseamos acomodarnos a
determinado tipo y adaptarnos a moldes que no son de nuestra hechura. Esto es
fatal para el desenvolvimiento de la perfecta intuición. Sin embargo, no
debemos olvidar que todos nos encontraremos en el Reino de la Felicidad.
Por nuestro nacionalismo o nuestra modalidad de culto religioso
propendemos a pensar que somos diferentes de otras personas; tratamos al mundo
como si estuviese independiente de nosotros y llegamos a ser exclusivos en
nuestras perspectivas. Destruiremos en vez de crear si tenemos tan limitada
visión y tan restringidas ideas. Yo deseo, en cuanto se me alcance, despertar
en cada uno de vosotros esta Voz, que os guiara por el camino que queráis
seguir, que es vuestra propia vida, el sendero por vosotros mismos trazado. Y
mientras obedezcáis a esta Voz, a esta Intuición, no podréis errar; pero
erraréis si tratáis de obedecer y seguir las órdenes, las ideas, las visiones
de los demás.
Yo puedo exponeros mi ideal de Verdad, de perfecta paz y amorosa
ternura, pero debéis esforzaros en alcanzarlo por vosotros mismos. Yo puedo
exponer los principios de Verdad, pero vosotros, por medio de vuestra propia
Voz y obedientes a esta Voz, debéis desenvolver vuestra propia Intuición,
vuestras propias ideas, y así alcanzaréis la meta donde todos nos hemos de
encontrar.
Esto es para mí lo más importante de la vida. Yo no quiero
obedecer a nadie, sea quien sea, mientras no esté yo convencido de que tiene
razón. No quiero ocultarme tras la pantalla que vela la Verdad. No quiero tener
creencias a las cuales no pueda responder ni darles mi alma, mi corazón y todo
mi ser. En vez de ser vulgares y mediocres, debéis escuchar esta Voz, cultivar
esta Intuición, y descubrir así nuevas sendas de vida, en vez de ir a la
aventura por ajenos senderos.
Según ya dije, para realizar este ideal debéis desenvolver
vuestra Intuición, esencial es la perfecta armonía de emociones y de mente para
que se manifieste la Intuición, la Voz de vuestro verdadero ser.
La Intuición es el susurro del alma. Es Intuición la palabra
guiadora de vuestra vida. Cuanto más armonicemos por el perfeccionamiento y la
purificación nuestras intensas emociones y agudos pensamientos, más aptos
seremos para oír esta Voz, la Intuición, que es común a todos, la Intuición,
que pertenece colectivamente a la humanidad y no a un particular individuo.
Debéis tener vivos sentimientos de amor, de intensa dicha o de sincera bondad.
Quien carece de emociones no sirve para nada, mientras que quien intensas las
tiene, aunque de siniestra índole, puede siempre tratar de refinarlas y
perfeccionarlas. La persona insensible e indiferente no puede crear, destruir
ni edificar. Observaréis que un gran destructor nunca es persona mezquina sino
que algo admirable hay en él. Tampoco es mediocre ni endeble un gran amador.
Cuantos más sentimientos y emociones tengáis, tanto mejor; pero al propio
tiempo habéis de aprender a dominarlas, porque las emociones son como las malas
hierbas, que si no las escardáis infectarán el jardín. Si tenéis débiles
emociones, pero las vais alimentando día tras día, acabarán por crecer y
vigorizarse. La idea de que no debemos tener sentimientos ni emociones es
absurda y contraria a la espiritualidad. Cuanto más fervorosos sean vuestros
sentimientos, mejor; pero habréis de dominarlos so pena de sufrimiento. Si no
los domináis os apartaréis de vuestra Intuición y os extraviaréis por
vericuetos en vez de seguir el camino recto hacia vuestro ideal.
Tened formidables sentimientos y disfrutad de ellos. No seáis
negativos, sino intrépidamente emprendedores. Digo esto con tanta vehemencia,
porque todos tenemos propensión a ser de un mismo tipo, a pensar de una misma
manera, a congregarnos en torno a la misma persona, y tememos no poder adelantar
si no pertenecemos a tal o cual actividad. Pero, ¿qué es el adelanto? Es
vuestra propia felicidad. El adelanto es tan solo una palabra. Yo preferiría
ser feliz a cuantas mezquinas satisfacciones pueda el mundo dar. ¿Qué importa
la religión a que pertenezcáis ni la fama de que gocéis mientras os sintáis
verdaderamente felices y podáis mantener absolutamente claro y distinto vuestro
ideal?
Imaginaos por un momento al señor Buda y Sus discípulos. Fueron
las grandes excepciones de su época. Todos tenían un solo Maestro, una sola
meta un solo ideal: Él. Y sin embargo, cada uno de ellos tenía la chispa del
genio. No eran mediocres porque seguían a Quien era la excepción, la flor de la
humanidad, y todos deben llegar a ser un tal ejemplo.
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