LA TÉCNICA DE LA FUSIÓN
Textos deol Maestro D.K. “El Tibetano”
Nos ocuparemos
del control que, constante e incesantemente, ejerce el alma sobre la
personalidad. Por lo tanto trataremos de esa etapa de la iniciación que pone
fin al sendero de desarrollo de la humanidad, iniciando un ciclo de existencia
del cual nada sabemos ni podemos saber, excepto que el Maestro liberado
comienza a actuar en forma dual: como miembro de la Jerarquía, que colabora con
el Plan y se ocupa de la salvación de la humanidad y luego como discípulo de
Sanat Kumara. La tarea de Sanat Kumara, respecto a los Maestros, consiste en
prepararlos para hollar el Camino de la Evolución superior. Cuando llega a ser
posible, entonces la "atención" (empleo esta palabra inadecuada a
falta de otra mejor) se traslada espiritualmente del alma y del Ángel de la
Presencia, a la misteriosa Presencia misma; hasta ahora esto sólo ha sido
presentido y confusamente visualizado. El Maestro ‑liberado de los tres y de
los cinco mundos de la evolución humana y de la así denominada evolución superhumana‑
posee los dones de la omnipresencia y de la omniciencia. Es consciente de la
unidad subyacente, realizada por la naturaleza real de la Vida Una y del Ser
que compenetra toda la manifestación; ha dominado también todas las técnicas,
modos y métodos de actividad posibles, de control y de fusión. Pero, habiendo
desarrollado esas capacidades, comienza a darse cuenta débilmente de lo que
condiciona al Ser Uno, sintiendo energías y contactos que son extraplanetarios
y de los cuales ha sido totalmente inconsciente. El conocimiento le llega
después de la quinta iniciación.
Tiene ante sí
la obtención de una serie de percepciones más elevadas y, a fin de recoger la
recompensa de esos posibles contactos, ha de dominar técnicas y métodos de
desarrollo que lo harán omnipotente y, por lo tanto, expresará el más elevado
de los tres aspectos divinos. Este desarrollo pondrá a su alcance poderes y
experiencias que sólo pueden ser manipulados y comprendidos por la actividad
científica de la VOLUNTAD, y ello debe ser desarrollado desde un punto de
tensión, enfocado en la "Mónada", en lo que pueda significar esta palabra. ¿Saben lo
que esto significa? Estoy seguro que no. Únicamente los Maestros de Sabiduría
tienen alguna comprensión de los desarrollos finales y sólo en el sentido de
una aspiración plenamente volitiva ‑un aspecto de la aspiración, caracterizado
por la voluntad consciente, así como la aspiración del discípulo está
caracterizada por el deseo sublimado. Sin embargo esto se halla más allá de la
comprensión del discípulo común; su único valor consiste en describir la
infinita oportunidad que se presenta en cada etapa y punto de crisis en el
interminable Camino.
Ahora nos
ocuparemos del gran punto de crisis, con el cual se enfrenta el discípulo,
cuando trata de resolver el último par de opuestos, previamente a ciertas
iniciaciones mayores; significa enfrentar la personalidad con el Ángel de la
PRESENCIA. No es necesario que defina los dos aspectos de la naturaleza del
discípulo, porque esencialmente es eso. Ya se ha dicho, y también lo saben,
que el Morador en el Umbral es la personalidad totalmente desarrollada ‑la suma
total de todo el pasado y la conjunta presentación de todos los problemas no
resueltos en el plano físico, todos los deseos reprimidos, todas las características
y cualidades latentes, todos los aspectos del pensamiento y de la propia voluntad,
todos los poderes inferiores y antiguos hábitos (tanto malos como buenos), de
cualquiera de los tres cuerpos. Éstos son traídos en su totalidad a la
superficie de la conciencia para que sean tratados allí de tal modo, que
rompan el control que ejercen. Entonces el discípulo se libera para recibir las
iniciaciones finales. Este proceso no es consumado en un determinado
enfrentamiento de las dos fuerzas antagónicas, sino como un triple proceso que
abarca cada uno de los períodos que preceden a las tres primeras iniciaciones
o (desde el ángulo de la Jerarquía) antes de las dos iniciaciones en el umbral
y de la primera iniciación mayor, la Transfiguración.
Durante muchas vidas el discípulo ha morado en el
umbral, siendo él mismo el Morador. Detrás del portal que se abre lentamente
percibe la vida, la corporificación espiritual y la realidad del Ángel. Entre
él y esa puerta hay una tierra ardiente, enfrenta a ésta, y sabe que ha de
cruzarla si quiere pasar por la puerta. Allí sabrá si su voluntad será
suficientemente fuerte para someter su yo personal a los fuegos de la
purificación final. El yo personal está ya muy desarrollado; es un instrumento
útil que el alma puede emplear, un agente bien entrenado para prestar servicio,
siendo esencialmente un equipo adecuado y útil. Sin embargo, tiene sus
debilidades, que en cualquier momento pueden convertirse en puntos de crisis;
también tiene sus puntos débiles que pueden ser trasmutados con relativa
facilidad en puntos de tensión, y es totalmente un instrumento con el cual se
puede contar y prestar un buen servicio. ¿Puede y debe ser él sacrificado para
que, hablando esotéricamente, su vida se pierda y se lo reemplace por la consagración
y la devoción? A todos los discípulos les resulta difícil resolver, comprender
y llevar a la práctica este problema. Únicamente atravesando la tierra
ardiente tres veces consecutivas, se destruyen todos los obstáculos que impiden
el empleo libre de la voluntad. La relación existente entre el Angel y el
Morador debe ser llevada a una plena expresión por medio de la voluntad. Me
refiero a la voluntad espiritual y a sus tres aspectos, que deben ser puestos
en actividad antes de que la voluntad divina comience a ejercer control. El
discípulo une los dos aspectos de su naturaleza con plena conciencia y con
clara intención por medio de un acto volitivo planeado; dicho acto produce un
punto de tensión en el "centro de la tierra ardiente, en el cual ambos
pueden unirse", tal como lo establecen los antiguos
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