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viernes, 27 de septiembre de 2013

EL CONTROL DE LA PALABRA.- D.K. "EL TIBETANO"





CONTROL DE LA PALABRA
Textos del Maestro D.K. “El Tibetano”






Se ha dicho que “el principal agente por el cual gira fenoménicamente la rueda de la naturaleza, es el sonido”, porque el sonido o palabra original pone en vibración la materia de la cual están hechas todas las formas, e inicia esa actividad que caracteriza los átomos de la sustancia.

La literatura y las escrituras de todas las naciones antiguas y las grandes religiones, dan testimonio de la eficacia del sonido en la producción en todo lo que es tangible y visible. Los indúes dicen en forma muy hermosa que “el Gran Cantor construyó los mundos, y el Universo es Su canción”. Esta es otra forma de expresar la misma idea. Si esto es comprendido y se entiende parcialmente la ciencia de este concepto, la significación de nuestras propias palabras y la emisión del sonido al hablar, constituirá casi un acontecimiento de suprema importancia.


El sonido o lenguaje y el empleo de las palabras, han sido considerados por los filósofos antiguos --y en forma acrecentada por los pensadores modernos—como los agentes más elevados que el hombre ha utilizado para moldearse a sí mismo y a su medio ambiente. El pensamiento, el lenguaje y la actividad resultante en el plano físico, forman la triplicidad que hacen del hombre lo que es y lo sitúan donde está.

El propósito del lenguaje es revestir el pensamiento y ponerlo a disposición de los demás. Cuando hablamos, evocamos un pensamiento y le damos vida, haciendo audible lo que está oculto dentro de nosotros. El lenguaje revela, y el correcto lenguaje puede crear una forma que encierre un propósito benéfico, así como el lenguaje incorrecto puede crear una forma que tenga un objetivo maligno. Sin darnos cuenta, hablamos incesante e irresponsablemente día tras día; empleamos palabras; multiplicamos sonidos, y nos rodea­mos de mundos de formas creadas por nosotros mismos. Por lo tanto es esencial pensar antes de hablar y recordar el precepto, “Antes de hablar, se debe adquirir conocimiento”. Después de pensar, seleccionemos esas correc­tas palabras que expresen el correcto pensamiento, tratando de pronunciarlas correctamente, dando el valor exacto y la verdadera cualidad de tono a cada palabra emitida.

Entonces, mediante la palabra hablada, crearemos una forma mental que corporificará la idea que tenemos en la mente. Así nuestras palabras no llevarán la discordia, sino que agregarán su parte a ese gran acorde armoni­zador o palabra unificadora, cuya pronunciación es finalmente función del género humano. El lenguaje incorrecto separa, y es interesante tener presente que la palabra, el símbolo de la unidad, es divina, mientras que el lenguaje, en sus numerosas diversificaciones, es humano.

A medida que prosigue la evolución y la familia humana se eleva a su verdadera posición, en el gran plan del universo, será cultivado cada vez más el lenguaje exacto y correcto, porque pensaremos antes de hablar o, como ha dicho un gran instructor, “por la meditación rectificaremos los errores del lenguaje incorrecto”, siendo más evidente la significación de las palabras-for­mas, de los verdaderos y correctos sonidos y de la cualidad vocal.  

Uno de los más grandes instrumentos para el desarrollo práctico, y que está al alcance de todos, es la PALABRA. Quien cuida sus palabras y sólo habla con fines altruistas, con el objeto de difundir la energía del amor por medio del lenguaje, domina rápidamente los pasos iniciales y se prepara para la iniciación. La palabra es la manifestación más esotérica que existe, el medio de la creación y el vehículo para la fuerza. En la parquedad de las palabras, entendiéndolo esotéricamente, está la conservación de la fuerza. En la utili­zación de las palabras, bien elegidas y habladas, radica la distribución de la fuerza del amor del sistema solar, esa fuerza que conserva, fortalece y estimula. Sólo a quien conozca parcialmente estos dos aspectos de la palabra, se le podrá confiar su permanencia ante el Iniciador, y extraerá de esa presencia ciertos sonidos y secretos, que le son impartidos bajo la promesa de guardar silencio.

El discípulo debe aprender a permanecer silencioso ante el mal, a callar ante los sufrimientos del mundo, sin perder tiempo en quejas inútiles y en demostraciones de dolor, sino tratar de aligerar la carga del mundo, y trabajar sin perder energías en palabras. Sin embargo, debe hablar cuando es necesa­rio el estímulo; emplear la palabra con fines constructivos; expresar la fuerza del amor del mundo, a medida que fluye a través de él, a fin de aliviar o aligerar la carga, recordando que, a medida que la raza progresa, el elemento de amor y su expresión entre los sexos, se trasladarán a un plano superior. Entonces, por medio de la palabra hablada, no por la expresión en el plano físico, como sucede hoy, se llegará a comprender el verdadero amor que une a quienes son uno solo en el servicio y en la aspiración. Entonces el amor entre los individuos de la familia humana utilizará la palabra para la creación en todos los planos, y la energía que ahora se manifiesta en la mayoría, a través de los centros inferiores o genitales, se trasladará al centro laríngeo. Este es todavía un lejano ideal, pero algunos ya pueden vislumbrarlo y procuran, mediante el servicio mancomunado, la cooperación amorosa, la unicidad en aspiración, el pensamiento y el esfuerzo, dar forma y configuración y este ideal, aunque inadecuadamente.  

Que el estudiante se pregunte a sí mismo, si la posición que mantuvo mentalmente y las palabras que pronunció en algún momento especial, fueron impulsadas por el deseo de imponer su voluntad sobre los oyentes. Esta imposición de su voluntad podría ser correcta o incorrecta. Si fue correcta, significa que habló bajo el impulso de su voluntad espiritual, que sus palabras estarían de acuerdo con el propósito e intención de su alma y regidas por el amor y, por lo tanto, deberían ser constructivas, provechosas y paliativas. Entonces su actitud sería de desapego y sin ningún deseo de aprisionar la mente de su hermano. Pero si sus palabras fueron inducidas por propia voluntad y por el deseo de imponer sus ideas sobre otras personas y destacarse ante su presencia y obligarlas a estar de acuerdo con sus conclusiones, su método será entonces destructivo, dominador, agresivo, violento, descortés, torpe e irritable, según sus tendencias e inclinaciones personales.  

Hablando simbólicamente, y sin extenderme sobre las significaciones, podría decirse que un ashrama tiene tres círculos (no me refiero aquí a los grados o rangos):

I.          El circulo de los que no guardan silencio y se hallan cerca de la puerta externa. Sus voces no deben penetrar demasiado para no perturbar el ashrama.

II.         El círculo de aquellos que conocen la ley del silencio, considerándola muy rígida. Están en la puerta central y no pronuncian palabra. Desconocen aún el silencio del ashrama.

III.        El círculo de quienes viven en el silencioso lugar secreto. No emplean palabras, pero emiten sonidos, y cuando hablan - pues lo hacen - los hombres escuchan.

Esta triple presentación del poder equilibrador del habla y del silencio, son los efectos comprendidos en la obediencia oculta - que en sí es la respuesta voluntaria al poder de la vida ashrámica, a la mente y al amor del Maestro del ashrama...

...así sabrá cuándo hablar y cuándo guardar silencio, recordando que al eliminar la posesividad y toda referencia de sí mismo reducirá la conversación a sus esenciales puntos espirituales.  

Que cada uno obtenga el control de la palabra, que ha sido a menudo su meta, pero raras veces lo lograron, y recuerden que el factor más poderoso para controlar la palabra es un corazón amoroso. La charla desordenada y desbocada, una conversación plena de odio, una insinuación cruel, una sospecha, la atribución de móviles erróneos y malintencionados a personas y pueblos y la diversidad de actitudes que separaron a las numerosas naciones del mundo, abundan en la actualidad y llevaron a la actual situación angus­tiosa. Es muy fácil adoptar las mismas costumbres de hablar y pensar que prevalecen a nuestro alrededor y participar de las habladurías y demostra­ciones de odio. Cuídense esforzadamente de esto y no digan nada que pueda encender el odio y la suspicacia respecto a cualquier raza, persona, grupo o líder de grupos y naciones. Deberán precaverse cuidadosamente para, aun en defensa de lo que personal o nacionalmente puedan aprobar, no dejarse llevar por el odio y quebrantar la ley del amor - única ley que puede salvar verdaderamente al mundo. Quizás la clave para el éxito en esta línea sea el silencio de un corazón amoroso.

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