CONTROL DE LA PALABRA
Se ha
dicho que “el principal agente por el cual gira fenoménicamente la rueda de la
naturaleza, es el sonido”, porque el sonido o palabra original pone en
vibración la materia de la cual están hechas todas las formas, e inicia esa
actividad que caracteriza los átomos de la sustancia.
La
literatura y las escrituras de todas las naciones antiguas y las grandes
religiones, dan testimonio de la eficacia del sonido en la producción en todo
lo que es tangible y visible. Los indúes dicen en forma muy hermosa que “el
Gran Cantor construyó los mundos, y el Universo es Su canción”. Esta es otra
forma de expresar la misma idea. Si esto es comprendido y se entiende
parcialmente la ciencia de este concepto, la significación de nuestras propias
palabras y la emisión del sonido al hablar, constituirá casi un acontecimiento
de suprema importancia.
El
sonido o lenguaje y el empleo de las palabras, han sido considerados por los
filósofos antiguos --y en forma acrecentada por los pensadores modernos—como
los agentes más elevados que el hombre ha utilizado para moldearse a sí mismo y
a su medio ambiente. El pensamiento, el lenguaje y la actividad resultante en
el plano físico, forman la triplicidad que hacen del hombre lo que es y lo
sitúan donde está.
El
propósito del lenguaje es revestir el pensamiento y ponerlo a disposición de
los demás. Cuando hablamos, evocamos un pensamiento y le damos vida, haciendo
audible lo que está oculto dentro de nosotros. El lenguaje revela, y el
correcto lenguaje puede crear una forma que encierre un propósito benéfico, así
como el lenguaje incorrecto puede crear una forma que tenga un objetivo
maligno. Sin darnos cuenta, hablamos incesante e irresponsablemente día tras
día; empleamos palabras; multiplicamos sonidos, y nos rodeamos de mundos de
formas creadas por nosotros mismos. Por lo tanto es esencial pensar antes de
hablar y recordar el precepto, “Antes de hablar, se debe adquirir
conocimiento”. Después de pensar, seleccionemos esas correctas palabras que
expresen el correcto pensamiento, tratando de pronunciarlas correctamente,
dando el valor exacto y la verdadera cualidad de tono a cada palabra emitida.
Entonces,
mediante la palabra hablada, crearemos una forma mental que corporificará la
idea que tenemos en la mente. Así nuestras palabras no llevarán la discordia,
sino que agregarán su parte a ese gran acorde armonizador o palabra
unificadora, cuya pronunciación es finalmente función del género humano. El
lenguaje incorrecto separa, y es interesante tener presente que la palabra, el
símbolo de la unidad, es divina, mientras que el lenguaje, en sus numerosas
diversificaciones, es humano.
A medida
que prosigue la evolución y la familia humana se eleva a su verdadera posición,
en el gran plan del universo, será cultivado cada vez más el lenguaje exacto y
correcto, porque pensaremos antes de hablar o, como ha dicho un gran
instructor, “por la meditación rectificaremos los errores del lenguaje
incorrecto”, siendo más evidente la significación de las palabras-formas, de
los verdaderos y correctos sonidos y de la cualidad vocal.
Uno
de los más grandes instrumentos para el desarrollo práctico, y que está al
alcance de todos, es la PALABRA. Quien cuida sus palabras y sólo habla con
fines altruistas, con el objeto de difundir la energía del amor por medio del
lenguaje, domina rápidamente los pasos iniciales y se prepara para la
iniciación. La palabra es la manifestación más esotérica que existe, el medio
de la creación y el vehículo para la fuerza. En la parquedad de las palabras,
entendiéndolo esotéricamente, está la conservación de la fuerza. En la utilización
de las palabras, bien elegidas y habladas, radica la distribución de la fuerza
del amor del sistema solar, esa fuerza que conserva, fortalece y estimula. Sólo
a quien conozca parcialmente estos dos aspectos de la palabra, se le podrá
confiar su permanencia ante el Iniciador, y extraerá de esa presencia ciertos
sonidos y secretos, que le son impartidos bajo la promesa de guardar silencio.
El
discípulo debe aprender a permanecer silencioso ante el mal, a callar ante los
sufrimientos del mundo, sin perder tiempo en quejas inútiles y en
demostraciones de dolor, sino tratar de aligerar la carga del mundo, y trabajar
sin perder energías en palabras. Sin embargo, debe hablar cuando es necesario
el estímulo; emplear la palabra con fines constructivos; expresar la fuerza del
amor del mundo, a medida que fluye a través de él, a fin de aliviar o aligerar
la carga, recordando que, a medida que la raza progresa, el elemento de amor y
su expresión entre los sexos, se trasladarán a un plano superior. Entonces, por
medio de la palabra hablada, no por la expresión en el plano físico, como
sucede hoy, se llegará a comprender el verdadero amor que une a quienes son uno
solo en el servicio y en la aspiración. Entonces el amor entre los individuos
de la familia humana utilizará la palabra para la creación en todos los planos,
y la energía que ahora se manifiesta en la mayoría, a través de los centros
inferiores o genitales, se trasladará al centro laríngeo. Este es todavía un
lejano ideal, pero algunos ya pueden vislumbrarlo y procuran, mediante el
servicio mancomunado, la cooperación amorosa, la unicidad en aspiración, el
pensamiento y el esfuerzo, dar forma y configuración y este ideal, aunque
inadecuadamente.
Que el
estudiante se pregunte a sí mismo, si la posición que mantuvo mentalmente y las
palabras que pronunció en algún momento especial, fueron impulsadas por el
deseo de imponer su voluntad sobre los oyentes. Esta imposición de su voluntad
podría ser correcta o incorrecta. Si fue correcta, significa que habló bajo el
impulso de su voluntad espiritual, que sus palabras estarían de acuerdo con el
propósito e intención de su alma y regidas por el amor y, por lo tanto, deberían
ser constructivas, provechosas y paliativas. Entonces su actitud sería de
desapego y sin ningún deseo de aprisionar la mente de su hermano. Pero si sus
palabras fueron inducidas por propia voluntad y por el deseo de imponer sus ideas
sobre otras personas y destacarse ante su presencia y obligarlas a estar de
acuerdo con sus conclusiones, su método será entonces destructivo, dominador,
agresivo, violento, descortés, torpe e irritable, según sus tendencias e
inclinaciones personales.
Hablando
simbólicamente, y sin extenderme sobre las significaciones, podría decirse que
un ashrama tiene tres círculos (no me refiero aquí a los grados o rangos):
I. El circulo de los que no guardan
silencio y se hallan cerca de la puerta externa. Sus voces no deben penetrar
demasiado para no perturbar el ashrama.
II. El círculo de aquellos que conocen la
ley del silencio, considerándola muy rígida. Están en la puerta central y no
pronuncian palabra. Desconocen aún el silencio del ashrama.
III. El círculo de quienes viven en el
silencioso lugar secreto. No emplean palabras, pero emiten sonidos, y cuando
hablan - pues lo hacen - los hombres escuchan.
Esta
triple presentación del poder equilibrador del habla y del silencio, son los
efectos comprendidos en la obediencia oculta - que en sí es la respuesta
voluntaria al poder de la vida ashrámica, a la mente y al amor del Maestro del
ashrama...
...así
sabrá cuándo hablar y cuándo guardar silencio, recordando que al eliminar la
posesividad y toda referencia de sí mismo reducirá la conversación a sus
esenciales puntos espirituales.
Que cada
uno obtenga el control de la palabra, que ha sido a menudo su meta, pero raras
veces lo lograron, y recuerden que el factor más poderoso para controlar la
palabra es un corazón amoroso. La charla desordenada y desbocada, una
conversación plena de odio, una insinuación cruel, una sospecha, la atribución
de móviles erróneos y malintencionados a personas y pueblos y la diversidad de
actitudes que separaron a las numerosas naciones del mundo, abundan en la
actualidad y llevaron a la actual situación angustiosa. Es muy fácil adoptar
las mismas costumbres de hablar y pensar que prevalecen a nuestro alrededor y
participar de las habladurías y demostraciones de odio. Cuídense esforzadamente
de esto y no digan nada que pueda encender el odio y la suspicacia respecto a
cualquier raza, persona, grupo o líder de grupos y naciones. Deberán precaverse
cuidadosamente para, aun en defensa de lo que personal o nacionalmente puedan
aprobar, no dejarse llevar por el odio y quebrantar la ley del amor - única ley
que puede salvar verdaderamente al mundo. Quizás la clave para el éxito en esta
línea sea el silencio de un corazón amoroso.
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