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miércoles, 25 de septiembre de 2013

LA TÉCNICA DE LA DIVINA INDIFERENCIA (Textos del Maestro D.K. “El Tibetano”)





LA TÉCNICA DE LA DIVINA INDIFERENCIA
Textos del Maestro D.K. “El Tibetano”



Entre los estudiantes existe la tendencia, cuan­do piensan en los centros, a identificarlos con el cuerpo físico y no con el cuerpo etérico. Esto se refiere más bien a la ubicación, en la mayoría de los casos, lo cual es un error. Los aspirantes de­bieran evitar toda concentración sobre el cuerpo físico y aprender gradualmente,a ubicar su foco de atención en el cuerpo etérico. El cuerpo físico es activo y poderoso, y debería ser considerado cada vez más como un autómata, influido y dirigido por:

1.     El cuerpo vital y las fuerzas de maya, o por la inspiración que emana desde puntos    de tensión espiritual.

2.     El vehículo astral y las fuerzas del espejismo, o por el amo consciente y sensible que emana desde el alma.

3.     La mente y las fuerzas de la ilusión en los tres mundos,  o por la iluminación que viene de fuentes superiores a la vida.

4.     El alma, como vehículo de la impresión monádica, hasta el momento en que ha sido construido el antakarana, ese puen­te construido con materia mental, que oportunamente unirá a la Mónada y a la personalidad.

Uno de los problemas que han de resolver los discípulos es cono­cer la fuente del incentivo o impulso, de la impresión o inspira­ción que —vía el cuerpo etérico— impulsan al cuerpo físico a la actividad en el plano físico, demostrando así la cualidad, el pro­pósito y el punto de tensión del hombre encarnado, y manifes­tando la naturaleza del hombre tal como es, en un punto dado de la escala evolutiva. De acuerdo a las tensiones y a los impulsos indicados, así será la actividad de los centros. Por lo tanto, podrán ver que gran parte de mi enseñanza invierte los usuales procedi­mientos ocultistas. No enseño la manera de despertar los centros, porque el correcto impulso, la firme reacción a los impulsos superiores  y el reconocimiento práctico de las fuentes de inspiración, impulsarán a los centros, automáticamente y sin peligro, a la actividad necesaria y apropiada. Éste es un sensato método de desarrollo y, aunque lento, no conduce a un desarrollo prematuro y produce un desenvolvimiento íntegro; permite al aspirante con­vertirse verdaderamente en el Observador, y saber con seguridad lo que está haciendo; conduce a cada centro a un punto de res­puesta espiritual y luego establece el ritmo ordenado y cíclico de una naturaleza inferior controlada. Es verdad y posible que los ejercicios de respiración puedan tener lugar oportunamente en el entrenamiento del discípulo, pero serán autoiniciados como resul­tado de una vida rítmica y del constante y correcto empleo de la Palabra Sagrada OM. Cuando un discípulo en meditación emite el OM siete veces por ejemplo, equivale a un ejercicio de respi­ración; cuando puede enviar la energía generada, a uno u otro de los centros, en alas del pensamiento consciente y planeado, está pro­duciendo cambios y reajustes dentro del mecanismo que manipula fuerza, y cuando esto puede realizarse con facilidad y con la mente mantenida en un punto de "tensión totalmente mental” el discí­pulo se halla bien encaminado para desplazar todo su foco de aten­ción del mundo de la ilusión, del espejismo y de maya hacia el reino del alma, en el mundo de la "luz clara y fría" y en el reino de Dios.

Cuando también agrega a esto la comprensión y la práctica de la Técnica de la Indiferencia, está libre y liberado, y en todo momento es esencialmente el Observador y el Empleador del meca­nismo de manifestación.

¿Qué significa esta técnica? ¿Qué es indiferencia? Me pregunto si comprenden el significado de la palabra “indiferencia". En reali­dad significa adoptar una actitud neutral hacia aquello que se considera el no yo; involucra el rechazo de lo similar; indica el reconocimiento de una diferenciación básica; significa la negativa a identificarse con lo que no sea una realidad espiritual, hasta donde se percibe y conoce, en un punto dado en tiempo y espacio. Por lo tanto, es algo mucho más fuerte y vital que lo que común­mente significa esta palabra. Constituye un rechazo activo, sin concentrarse en aquello que es rechazado. Ésta es una afirmación importante y merece una cuidadosa consideración. Concierne al punto de tensión desde el cual trabaja el discípulo o aspirante observador. El punto de tensión se convierte en la fuente de donde emana cierto tipo de energía que afluye al cuerpo etérico y lo atraviesa, sin ser afectado por maya o por la concentración de diversas fuerzas, de las cuales el cuerpo etérico está compuesto. Indiferencia, técnicamente comprendida, significa un descenso directo de un punto a otro, sin desviación ni distorsión. La entidad manifestante, el discípulo, permanece sólida y firme en este punto de tensión y lo primero que hace es asegurarse dónde se halla, en qué plano se encuentra y cuál es la fuerza de tensión de la que ha de depender. Lo siguiente consiste en descubrir si lo que trata de impartir al cuerpo físico, para producir efectos en el mundo externo del experimento y la experiencia, está distorsionado por cualquier tipo de ilusión, detenida su expresión por el espejismo o propenso a ser desviado por las fuerzas incontroladas y el maya, que ellas producen. Esto no lo comprueba identificándose, en cada etapa descendente, con los obstáculos y posibles obstrucciones, sino intensificando su punto de tensión, recordando constantemente la verdad, por un proceso de proyección, de que él es el Yo y no el no‑yo; esta proyección consiste en el envío de energía, cualificada y reconocida; desde el punto de tensión directamente y sin des­viarse, hacia el cuerpo vital, desde donde puede hallar su camino a los siete centros de control.
     
      Aquí aplica la técnica de la indiferencia, y si no lo hace, lo que trata de expresar puede ser detenido y demorado por la fuerza etérica o por los velos de maya. Trabaja, por consiguiente, desde un punto de intensa concentración; rehusa "apegarse" a cualquier forma o plano, cuando proyecta la energía en y a través de los tres mundos. Cuando descubre que el progreso ha sido detenido y de­morado por la ilusión activa o el espejismo, se "desapega" cons­cientemente de tales contactos y se prepara para la etapa final de indiferencia y de rechazo de todas las fuerzas, excepto aquéllas que él ‑conscientemente y con determinado propósito‑ trata de emplear en el plano físico.

En último análisis, el punto de tensión para el discípulo medio se halla en niveles mentales, implicando la mente iluminada y un creciente contacto con el alma, siendo entonces capaz de:

a.    "Ver" con claridad por medio de la luz del alma, demostran­do un desarrollado sentido de los valores, pudiendo así disipar la ilusión.

b.    Proyectar luz conscientemente sobre el plano astral, disi­pando así el espejismo.

c.     Derramar la energía de la luz a través del cuerpo etérico y arraigar la luz o energía en los centros adecuados, porque habrá total indiferencia y no se identificará con maya.

En lo que respecta al iniciado, el proceso se lleva a cabo primero desde un punto de tensión dentro del alma, y luego desde un punto de tensión en la Tríada espiritual. Sin embargo, en todos los casos, una vez dentro del "círculo infranqueable" de los tres mun­dos, la energía rectora produce los resultados descritos:

1.     La dispersión de la ilusión.

2.     La disipasión del espejismo.

3.     La conquista de maya.

Cuando el aspirante lee estas simples aclaraciones de un proceso difícil, parece algo sencillo y fácil de lograr, pero ello en sí es una ilusión. No se supera tan fácilmente una milenaria identificación con el aspecto forma de la vida; la tarea que tiene ante sí el discí­pulo es extensa y ardua, pero promete un éxito eventual, siempre que piense con claridad, tenga un serio propósito y realice un tra­bajo científico planeado.

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