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jueves, 6 de marzo de 2014

OCULTISMO CRISTIANO: CRISTO, LUCIFER Y AHRIMAN Por Rudolf Steiner



OCULTISMO CRISTIANO: CRISTO, LUCIFER Y AHRIMAN
Por Rudolf Steiner
(GA 107) Conferencia dada en Berlín, el 22 de marzo de 1909


Hoy nos ocuparemos de esta cuestión: ¿Qué saca realmente el hombre moderno de la ciencia  espiritual? La  respuesta a  esta pregunta se basa en muchas cosas que han llegado a nuestro conocimiento en el curso de conferencias, sobre todo las dadas el invierno pasado. La ciencia espiritual puede aparecer, en un primer momento, como una concepción del mundo entre las muchas otras que existen actualmente. Se puede argumentar que los enigmas de la existencia están ahí, la gente se esfuerza por todos los medios posibles a su alcance, sean religiosos o científicos, para responder a estos enigmas de la existencia en un intento por satisfacer, eso dicen, su entusiasmo y su deseo de conocimiento. La ciencia espiritual bien puede ser considerada una filosofía de vida más, ya sea que se haga llamar materialismo, monismo, animismo, idealismo, realismo, o lo que sea. Se puede entender como algo que se esfuerza por satisfacer el deseo de conocimiento a la par que otros conceptos del mundo moderno. Pero esto no es correcto. Aquello que el hombre adquiere a través de la ciencia espiritual supone algo de valor positivo y continuo en la vida, algo que no sólo satisface a su pensamiento o a su sed de conocimiento, sino que constituye un factor real y potente en la vida misma. Para entender esto debemos mirar a  lo lejos y  considerar el  curso evolutivo de la humanidad desde un punto de vista particular.

Muchas veces hemos dirigido nuestra mirada a los tiempos del gran diluvio Atlante, a los tiempos en que nuestros antepasados, es decir, nuestras propias almas en los cuerpos de los antepasados, vivieron en el antiguo continente de la Atlántida entre Europa, África y América. También hemos mirado aún más atrás, a la época de Lemuria, cuando las almas de los hombres encarnados en la actualidad estaban en una etapa de existencia muy inferior a la actual. Ahora vamos a hablar de nuevo de esta  época,  recordándonos a  nosotros mismos, para  empezar, lo  siguiente: El hombre ha alcanzado la etapa actual de su vida de sentimiento, de su vida de voluntad,  de su inteligencia, y  aún más incluso de su forma, porque los seres espirituales  superiores  en  el  cosmos  también  han  estado  trabajando  sobre  la existencia de la tierra. Hemos hablado de estos seres, ya sean los "Tronos", los "Espíritus de la Sabiduría", los "Espíritus de Movimiento", los "Espíritus de la Forma", los "Espíritus de la Personalidad", y así sucesivamente.

Ellos son los grandes constructores y arquitectos de la existencia que han conducido a la raza humana hacia delante paso a paso hasta su etapa actual. Pero tenemos que tener claro en nuestras mentes que hay otros Espíritus y otros Seres aparte de aquellos que ayudan a la evolución humana que también han intervenido, hay determinados seres espirituales que se oponen a las potencias progresivas. Y para cada época –sea Lemuria, Atlántida, o la época Post-Atlante- se puede indicar qué determinados seres espirituales pusieron los "obstáculos", seres espirituales que son los adversarios de aquéllos cuyo único objetivo es el progreso de la humanidad.

En la época de Lemuria -la primera que nos ocupa hoy- fueron los seres luciféricos los que intervinieron en la evolución del hombre, en oposición a las potencias que en ese momento se esforzaron en ayudarle a evolucionar. En la época de la Atlántida, los espíritus que se opusieron a las potencias progresivas o regulares fueron los espíritus de "Ahriman" o  poderes mefistofélicos. Los espíritus ahrimánicos o mefistofélicos –para emplear los nombres exactos- son los conocidos en la época medieval como los espíritus de "Satán", que no deben de confundirse con "Lucifer".

En nuestra época, con el paso del tiempo, otros seres espirituales de los cuales hablaremos más adelante, se convertirán en obstáculos en el camino de los espíritus progresivos. Nosotros nos preguntamos ahora: ¿Qué consiguieron realmente los espíritus luciféricos en la antigua época Lemúrica?

Estas cuestiones serán de nuestra consideración hoy desde un punto de vista particular. ¿En qué aspectos consiguieron el control los espíritus luciféricos durante la época de Lemuria? La mejor manera para entender esto es echar una mirada hacia atrás sobre el camino recorrido por la evolución humana.

Ustedes saben que en Antiguo Saturno los Tronos derramaron su propia sustancia para sentar las primeras bases del cuerpo físico humano. En Antiguo Sol los Espíritus de la Sabiduría imbuyeron en el hombre el éter o cuerpo vital. Y en la Tierra los Espíritus de la Forma le dotaron con el "yo", el ego, con el fin de que, al percatarse de sí mismo, como ser distinto a su entorno, pudiera convertirse en un ser independiente. Pero incluso si a través de los hechos de los Espíritus de la Forma se había  convertido  en  independiente  con respecto al mundo exterior que le rodea en la tierra, nunca habría llegado a ser independiente de los mismos Espíritus de la Forma, sino que habría permanecido dependiente de ellos, y habría sido dirigido por ellos como si dirigieran los hilos. Que esto no ocurriese se debió a algo que tuvo, en cierto sentido, un efecto beneficioso, esto es, el hecho de que en la época de Lemuria los seres luciféricos se pusieron en contra de los Espíritus de la Forma. Fueron estos seres luciféricos quienes dieron al hombre la perspectiva de la libertad, pero con ello le otorgaron la posibilidad de hacer el mal, de sucumbir a la pasión y al deseo en el mundo de los sentidos. ¿Y de qué se apoderaron estos seres luciféricos en realidad? Ellos se apoderaron de lo que había sido inculcado en el hombre como su miembro más profundo en ese momento: el cuerpo astral. Establecieron su base en el cuerpo astral humano y tomaron posesión del mismo. Si no hubiera sido por la llegada de los seres luciféricos este cuerpo astral se hubiera mantenido bajo la posesión exclusiva de los Espíritus de la Forma. Estos hubieran inculcado en este cuerpo astral, las fuerzas que le dan al hombre su contenido humano y le convierten en una imagen de los dioses, es decir, de los Espíritus de la Forma. El hombre habría llegado a ser ni más ni menos que eso, pero su vida habría permanecido dependiente de los Espíritus de la Forma por toda la eternidad.

Los Seres luciféricos se habían deslizado, por así decirlo, en el cuerpo astral del hombre, de manera que ahora dos tipos de seres estaban trabajando en ese cuerpo: los seres que llevan al hombre hacia adelante y los seres que, a la vez que obstruían ese constante impulso, habían establecido las bases de su independencia. Si los seres luciféricos no se hubieran introducido en él el hombre habría permanecido en un estado de inocencia y de pureza en su cuerpo astral. Ninguna pasión de las que solo se encuentran en la tierra se habría suscitado en su cuerpo astral. Las pasiones, impulsos y deseos del hombre fueron densificadas, por así decirlo envilecidas, por los seres luciféricos. Si no se le hubieran aproximado estos seres, el hombre habría mantenido una nostalgia perpetua de su hogar celestial, por los reinos del espíritu de donde había descendido. Él no habría tomado apego por lo que le rodeaba en la tierra, las impresiones terrenales no hubieran despertado ningún interés en él. Fue a través de los espíritus luciféricos que llegó a tener este interés, ese anhelo por las impresiones de la tierra. Estos espíritus le impulsaron a la esfera terrenal al impregnar su miembro más íntimo, su cuerpo astral. ¿Por qué, entonces, sucedió que el hombre no se separase del todo en ese momento de los Espíritus de la Forma o de los reinos espirituales superiores en su conjunto? ¿Por qué razón en lo que eran sus intereses y deseos no sucumbió por completo al mundo de los sentidos? Y fue por esa razón por la que los espíritus que conducen a la humanidad hacia adelante tomaron contramedidas, inculcando en el ser del hombre lo que de otro modo no habría sido su destino, esto es, la enfermedad, el sufrimiento y el dolor. Ese fue el contrapeso necesario a las acciones de los espíritus luciféricos.

Los Espíritus luciféricos inculcaron en el hombre el deseo materialista, y como contramedida los seres superiores introdujeron la enfermedad y el sufrimiento como las consecuencias de los deseos e intereses materialistas, con el fin de que no sucumbiera por completo a este mundo de los sentidos. Y por eso hay exactamente tanto sufrimiento y el dolor en el mundo, como  hay de interés sólo en lo físico y lo material. Las escalas se mantienen en perfecto equilibrio, ya que lo uno compensa lo otro, y es por eso por lo que hay tantas pasiones y deseos por un lado como enfermedad y dolor por el otro. Este fue el efecto de las mutuas actividades de los espíritus luciféricos y los espíritus de la Forma en la época de Lemuria. Si los espíritus luciféricos no se hubieran aproximado al hombre éste no habría descendido al reino terrenal tan pronto como en realidad lo hizo. Su pasión y el deseo por el mundo de los sentidos también trajo consigo que sus ojos se abrieron y pudo contemplar el panorama del entorno de su existencia material antes de lo que hubiera sido el caso. Si la evolución se hubiera desarrollado ininterrumpidamente según el curso previsto por los espíritus progresivos, el hombre sólo habría tenido la vista del mundo que le rodeaba desde la mitad de la Época Atlante en adelante. Pero en ese caso lo habría visto espiritualmente, no como él lo ve hoy en día, sino que lo habría visto como la expresión directa de los seres espirituales. Pues el hombre vino antes de tiempo a la esfera terrestre, forzado  hacia abajo por sus intereses y deseos terrenales, siendo diferentes las condiciones de lo que de otro modo habrían sido en la mitad de la época Atlante.

El resultado fue que los espíritus ahrimánicos –o "Espíritus mefistofélicos", como también es correcto llamarles- se inmiscuyeron en lo que el hombre era capaz de ver y aprehender, por lo cual cayó en el error, en lo que, por primera vez, bien puede referirse como el "pecado consciente". La hueste de los Espíritus ahrimánicos ha trabajado sobre el hombre desde mediados de la época atlante en adelante. ¿Y con qué fin le sedujeron espíritus ahrimánicos? Le sedujeron para que mirase todo su medio ambiente como algo material, con el resultado de que él no vería a través de este mundo material sus verdaderos fundamentos espirituales. Si el hombre hubiera percibido lo espiritual en cada piedra, en cada planta, en cada animal, nunca habría caído en el error y con ello en el mal, y si sólo hubieran trabajado en él los espíritus progresivos hubiera estado protegido de las ilusiones en las que siempre caerá preso cuando él mismo se basa únicamente en las manifestaciones del mundo de los sentidos.

¿Cómo actuaron esos seres espirituales que desean promover el progreso del hombre para combatir toda esa corrupción, error e ilusión que surgía del mundo material? Ellos se ocuparon -y el proceso fue por supuesto  lento  y  muy  gradual-  de que el hombre se erigiese de hecho por   encima   y   fuera   del   mundo material como tal, lo cual le permitió asumir  y  trabajar sobre  su  karma. Por lo tanto así como los seres sobre los  cuales  recayó  rectificar  la atracción  de   los   seres   luciféricos introdujeron en el mundo el sufrimiento y el dolor, y lo que está conectado con los mismos, es decir la muerte, los seres cuya tarea consistía en rectificar el resultado del error sobre el mundo sensible, hicieron posible que el hombre, a través de su karma, borrase con el tiempo todos los errores, todo el mal que hubiera forjado en el mundo. Pero ¿qué hubiera pasado si el hombre se hubiera convertido en presa del mal y del error?. Pues que poco a poco se habría convertido en uno con el mal, se hubiera identificado con él, y ningún progreso le hubiera sido ya posible. Porque con cada error, cada mentira, cada ilusión, ponemos un obstáculo en el camino del progreso. Tendríamos que retrotraer nuestro progreso a exactamente el mismo punto en el que habíamos puesto obstáculos en nuestro camino a través del pecado y el error, si no estuviéramos en condiciones de corregirlos, es decir, no podríamos llegar a la meta verdadera del hombre. Sería imposible alcanzar este objetivo si las fuerzas contrapuestas, las fuerzas del karma, no estuvieran operativas.

Supongamos que en una de sus vidas usted comete un error. Si este error quedara firmemente fijado en su vida significaría nada menos que usted perdería el paso adelante que habría dado si usted no hubiera cometido tal error, y con cada error, se habría perdido un paso, los pasos suficientes que se correspondan exactamente con los errores cometidos. Si la posibilidad de superación del error no se hubiera dado, el hombre en última instancia hubiera quedado sumergido e inundado en él. Pero se nos otorgó la bendición del karma. ¿Qué significa esta bendición para el hombre? ¿Hay algo con respecto al karma que estremezca, algo que temer? Desde luego que no. El karma es un poder al que el hombre debiera estar agradecido. Pues el karma nos dice: Si usted ha cometido un error, recuerde que "Dios no puede ser burlado: cualquier cosa que un hombre siembre, eso mismo segará". Un error suyo exige que usted lo corrija, y entonces, después de haberlo borrado de su karma usted puede volver a dar un paso adelante.

Sin el karma, ningún progreso sería posible..El karma es una bendición que nos ha sido concedida, en la medida en que nos obliga a corregir cada error, para volver a reconducir los pasos que nos empujan hacia atrás.

Karma es así la consecuencia indirecta de las obras de Ahriman. Y ahora vamos un poco más allá. En nuestros días nos estamos moviendo hacia la época en que otros seres se acercarán al hombre, seres que en el futuro se inmiscuirán ante nosotros cada vez más profundamente en la evolución humana. Así como los Espíritus luciféricos intervinieron en  la  Lemuria y  los  Espíritus ahrimánicos en  la  época Atlante, nuestra época también verá la intrusión de unos seres. Seamos claros acerca de la naturaleza de estos seres.

De los seres que intervinieron durante la época de la Lemuria, debemos decir: se atrincheraron en el cuerpo astral del hombre, establecieron sus intereses, impulsos y deseos en la esfera terrestre. ¿Dónde -para hablar con mayor precisión- se ubicaron estos seres luciféricos?

Sólo se puede entender esto tomando como base lo establecido en mi libro Teosofía. Allí se muestra que hay que distinguir los siguientes miembros del ser del hombre: primero, su cuerpo físico, después su éter o cuerpo vital y luego su cuerpo astral -o como yo lo he llamado en ese libro- el cuerpo sensible, o alma corporal.

Estos son los tres miembros con los que el hombre fue dotado antes de su existencia terrena. La base del cuerpo físico fue establecida en Antiguo Saturno, el cuerpo etérico en Antiguo Sol, y el alma o cuerpo sensible en Antigua Luna. En la Tierra se añadió el alma sensible -que en realidad es una transformación, una elaboración llevada a cabo inconscientemente del cuerpo sensible-. Lucifer se ancló a sí mismo en el alma sensible, y allí permanece. A través de la transformación inconsciente del cuerpo etérico, nació el alma intelectual, una descripción más detallada de la cual está contenida en el libro titulado La Educación del Niño. Fue en este segundo miembro del alma, el alma intelectual -la parte transformada del cuerpo etérico- donde Ahriman estableció su asentamiento. Desde allí atrae al hombre hacia falsos conceptos y juicios sobre las cosas materiales, llevándole al error, al pecado, a la mentira -a todo lo que se origina en el alma intelectual o mental-. En todas las ilusiones en que la materia es la única realidad, debemos de percibir los susurros tentadores de Ahriman, de Mefistófeles. En tercer lugar, está el alma de conciencia (el alma espiritual), derivado de una transformación inconsciente del cuerpo físico. Ustedes recordarán cómo se produjo esta transformación. Hacia el final de la época de la Atlántida, el cuerpo etérico correspondiente a la cabeza se encajó en la cabeza física y poco a poco produjo la auto-conciencia en el cuerpo físico. Hablando en términos fundamentales, el hombre sigue trabajando en esta transformación inconsciente del cuerpo físico, en el desarrollo del alma de conciencia. Y en la época que ahora se está acercando, los seres espirituales conocidos como los Asuras (ver Nota 1) se introducen en el alma de conciencia y con ello en el "yo" humano o ego, pues el "yo" se enciende en el alma de conciencia. Los Asuras van a generar el mal con una fuerza mucho más poderosa que la ejercida por los poderes satánicos en la época Atlante o por los espíritus luciféricos en la época de Lemuria.

Durante el transcurso del período de la Tierra el hombre arrojará todo el mal que le inculcaron los espíritus luciféricos junto con la bendición de la libertad. El mal traído por los espíritus ahrimánicos puede ser compensado en el curso del karma. Pero el mal traído por las potencias asúricas no se puede borrar de esta manera. Así como los espíritus buenos instituyeron el dolor y el sufrimiento, la enfermedad y la muerte, con el fin de que a pesar de la posibilidad del mal, la evolución del hombre todavía pudiera avanzar, y mientras los buenos espíritus hicieron posible el funcionamiento del karma a fin de que los poderes ahrimánicos pudieran ser resistidos y el mal se convirtiera en bien, no será tan fácil hacer frente a los poderes asúricos mientras la existencia de  la  tierra  siga  su  curso.  Pues estos espíritus asúricos se quedarán todo aquello de lo que se han apoderado, esto es, la esencia misma del ser del hombre, el alma la conciencia junto con el "yo", para unirlo a la materialidad terrenal. Fragmento tras fragmento serán arrancados del “yo”, y en la misma medida en que los espíritus asúricos establezcan en el alma la conciencia, el hombre deberá dejar partes de su existencia detrás en la tierra. Lo que se convierte así en la presa de las potencias asúricas se perderá para siempre. No es que todo el hombre tenga que convertirse en su víctima, pero partes de su espíritu serán arrancados por los poderes asúricos.

Estas potencias asúricas estás siendo ratificadas en nuestros días por la tendencia predominante de vivir enteramente para el mundo material y hacer caso omiso de la realidad de los seres espirituales y de los mundos espirituales. La verdad es que las potencias asúricas  corrompen al hombre actual de una manera que es más teórica que real. Hoy en día le engañan por diversos medios dentro de su pensamiento en el sentido de que su 'yo' es un producto del mundo físico solamente, imbuyéndole en una especie de materialismo teórico. Pero a medida que pasa el tiempo -y los signos premonitorios de esto son las pasiones sensuales y depravadas que se están volviendo cada vez más frecuentes en la tierra- conseguirán cegar la visión del hombre acerca de los seres espirituales y poderes espirituales. El hombre no sabe nada ni desea saber nada del mundo espiritual. De forma cada vez más notable no solo se enseñará que los más altos ideales morales de la humanidad no son más que sublimaciones de impulsos animales, que el pensamiento humano no es más que una  transformación de  una  facultad que  también poseen los  animales, que  el hombre es similar al animal con respecto a su forma y además que en todo su ser desciende del animal, sino que tomará este punto de vista con total seriedad y ordenará su vida en función de él.

El hombre aún no basa del todo su vida en el principio de que su verdadero ser desciende de los animales. Pero este punto de vista sobre la existencia surgirá inevitablemente, con el resultado de que los hombres también vivirán como animales, se hundirán en impulsos animales y pasiones animales. Y en muchas otras cosas que no necesitamos explicitar más aquí, muchos aspectos que en las grandes ciudades tienen su expresión en orgías de lujuriosa sensualidad, ya podemos percibir el resplandor espantoso e infernal de los espíritus que llamamos los Asuras.

Miremos atrás una vez más. Hemos dicho que el sufrimiento y el dolor, que incluso la muerte, fueron traídos por los Espíritus que están concentrados en el progreso del hombre. Las palabras de la Biblia son inequívocas: “con dolor parirás los hijos” La muerte había entrado en el mundo. Los Poderes que se oponen a los espíritus luciféricos decretaron la muerte para el hombre. ¿De quién provino el don del karma mismo, quién hizo posible el karma para el hombre? Para comprender lo que se está diciendo aquí debéis descartar toda noción terrenal y pedante, del tiempo. Las nociones terrenales del tiempo dan lugar a la creencia de que lo que ha sucedido aquí o allí tendrá un efecto sólo sobre lo que viene después. Pero en el mundo espiritual sucede que lo que llega a pasar se revela en su efecto, de antemano; en su efecto ya está allí, con anticipación. ¿De dónde proviene la bendición del karma?  ¿De dónde ha surgido en nuestra evolución terrenal esta bendición del karma? Ha surgido de un Poder que no es otro que el Cristo.

Aunque Cristo apareció posteriormente, Él ya se hallaba presente en la esfera espiritual de la Tierra. Ya en los antiguos Oráculos de la Atlántida, los sacerdotes de aquellos Oráculos hablaban del “Espíritu del Sol”, de Cristo. En la antigua Época Hindú de la civilización, los Santos Rishis hablaban de “Vishva Karman”, Zaratustra en la antigua Persia hablaba de “Ahura Mazdao”, Hermes de “Osiris”, y Moises hablaba del Poder que, siendo eterno, produce la armonización de lo temporal y lo natural, el Poder que vive en el “Ehjeh asher Ehjeh” (Yo soy el Yo SOY) como el precursor de Cristo. Todos ellos hablaban del Cristo; ¿pero dónde se hallaba Él en aquellos tiempos remotos? En el reino en el que sólo el ojo del espíritu puede penetrar, en el mundo espiritual. Siempre se le puede encontrar en el mundo espiritual, trabajando en y desde el mundo espiritual. Él es quien, incluso antes de que  el  hombre  apareciera en  la  Tierra,  hizo  posible la  posibilidad  del  karma. Entonces Él mismo vino a la Tierra, y sabemos lo que esto ha significado para el hombre. Hemos descrito lo que Él hizo en la esfera terrenal, hemos hablado de la importancia del Suceso del Gólgota y de su efecto también sobre aquellos que en ese momento estaban en el mundo espiritual, no encarnados en cuerpos terrenales. Sabemos que en el momento en que en el Gólgota fluyó la Sangre de las heridas, el Espíritu  de  Cristo  apareció  en  el  inframundo,  inundando  el  mundo  espiritual completo con esplendor y luz; hemos dicho que la aparición de Cristo sobre la Tierra es el suceso de mayor importancia también para el mundo a través del cual pasa el hombre entre la muerte y un nuevo nacimiento (ver Nota 2).

El impulso que surge de Cristo es realidad en el sentido más pleno. No necesitamos sino preguntarnos qué hubiera sido de la Tierra si el Cristo no hubiera aparecido. Precisamente desde la imagen opuesta –una Tierra sin Cristo- pueden comprender la importancia de la venida de Cristo. Supongamos que Cristo no hubiera venido, que el Misterio del Gólgota no hubiera tenido lugar.

Antes de la venida del Cristo, la condición en el mundo espiritual de las almas humanas que habían progresado más, que habían adquirido el interés más profundo por la vida terrenal, se expresaba verdaderamente en el adagio de los  Griegos:  Mejor  ser  un  mendigo  en  el mundo superior que un rey en el reino de las Sombras. Pues antes del Suceso del Gólgota, las almas en el mundo espiritual se sentían completamente aisladas, envueltas en la oscuridad. El mundo espiritual en toda su brillante claridad no era transparente para aquellos que entraban en él a través del portal de la muerte. Cada uno se sentía aislado, arrojado sobre sí mismo como si hubiera una pared entre él y cualquier otra alma. Y este sentimiento de aislamiento se hubiera ido intensificando cada vez más. El hombre se hubiera endurecido dentro del yo, hubiera sido arrojado en sí mismo, no hubiera podido haber encontrado ningún puente hacia los demás. Y
el egoísmo, ya intenso, se hubiera incrementado más allá de toda medida con cada nueva encarnación.

La existencia terrenal hubiera ido convirtiendo a los hombres en completos egoístas. No habría habido posibilidad de hermandad en la tierra o de armonía interior entre las almas; pues con cada viaje a través del mundo espiritual, hubieran penetrado influencias cada vez más fuertes en el yo. Eso es lo que le habría sucedido a la Tierra sin el Cristo. Que se encontrara de nuevo el camino de un alma a otra, que la poderosa fuerza de la hermandad se pudiera verter sobre toda la humanidad, todo esto se debe a la venida del Cristo, al Suceso del Gólgota. Por tanto Cristo es el Poder que ha permitido al hombre convertir la existencia terrenal  en último término en algo bueno, en otras palabras, dar al karma su verdadera configuración, pues el karma debe trabajarse sobre la Tierra. Que el hombre encuentre en sí mismo la fuerza para obtener provecho de su karma en la existencia física, que la evolución progresiva sea posible para él, todo esto se lo debe a la acción del Suceso de Cristo, a la presencia de Cristo en el reino terrenal.

Y así vemos muchas fuerzas y seres diversos actuando juntos en la evolución de la humanidad. Si Cristo no hubiera venido a la Tierra, el hombre se hubiera sumergido en el error, porque al haberse endurecido dentro de sí, se hubiera convertido en una especie de globo aislado, no sabiendo nada de los demás seres, enteramente encerrado en sí mismo, conducido a esa condición por el error y el pecado.

Cristo es ciertamente la Luz que saca del error y del pecado, la Luz que permite al hombre encontrar el camino hacia arriba. Y ahora preguntémonos: ¿Qué fue aquello que perdió el hombre al descender desde el mundo espiritual, al ser atrapado en los deseos y pasiones bajo la influencia de Lucifer, y después, bajo la influencia de Ahriman, ser atrapado en el error, la ilusión y las mentiras en el mundo terrenal? Perdió la visión directa del mundo espiritual, perdió la comprensión del mundo espiritual.

¿Qué debe recuperar entonces? Debe recuperar la plena comprensión del mundo espiritual. Como ser auto-consciente, el hombre puede comprender la importancia del Acto de Cristo sólo dándose cuenta, con la plena claridad de la comprensión, de la importancia del Cristo. El Poder de Cristo está allí en verdad, no fue traído por el hombre, pues el Poder de Cristo fue traído a la Tierra por el mismo Cristo. El karma ha entrado en la humanidad a través de Cristo. Pero ahora, con la auto-consciencia, el hombre debe aprender a conocer a Cristo en Su verdadera naturaleza y Su conexión con el universo completo. Sólo así el hombre puede trabajar como un “Yo” en su verdadero sentido. Qué consigue entonces realmente cuando, después de la aparición de Cristo, no se queda satisfecho simplemente con dejar que el poder de Cristo obre sobre él inconscientemente, diciendo: ¡Me conformo con el conocimiento de que Cristo vino a la Tierra; Él me redimirá y asegurará mi progreso!, sino cuando dice: ¡estoy determinado a saber lo que es Cristo en toda Su realidad, cómo descendió, estoy decidido a participar a través de mi propio espíritu en el Hecho de Cristo! ¿Qué consigue el hombre de ese modo?

Recordad que como los espíritus luciféricos entraron en su cuerpo astral, el hombre ha bajado al mundo sensorial, cayendo de ese modo en poder del mal, pero adquiriendo también la posibilidad de la libertad auto-consciente. Lucifer está en verdad muy presente en el ser del hombre, le ha atraído a la tierra, le ha enredado en la existencia terrenal; como las pasiones y deseos contenidos en el cuerpo astral habían sido primero conducidos por Lucifer al reino terrenal, Ahriman también fue capaz de invadir el cuerpo astral, en el alma intelectual. Apareció Cristo, y con Él la fuerza que puede elevar al hombre de nuevo al mundo espiritual. Pero ahora, si así lo desea, el hombre puede llegar a conocer a Cristo, puede adquirir toda la sabiduría para alcanzar este fin. ¿Qué logra de ese modo? ¡Algo de suma importancia! Cuando un hombre conoce a Cristo, cuando absorbe la sabiduría que engendra conocimiento sobre lo que Cristo es verdaderamente, entonces se redime a sí mismo y a los Seres luciféricos a través de este conocimiento de Cristo. Si hombre simplemente dijera: Me conformo con el hecho de que Cristo apareció y me dejo redimir por Él inconscientemente, entonces no contribuiría en nada a la redención de los Seres luciféricos. Estos seres luciféricos, que han traído la libertad al hombre, también hacen posible que él, si así lo quiere, la aproveche para comprender a Cristo. Entonces los Espíritus luciféricos son limpiados y purificados en el fuego del Cristianismo y el mal que han hecho a la Tierra se convierte en una bendición. La libertad se ha alcanzado, pero también será transportada a la esfera espiritual como una bendición. Que el hombre sea capaz de esto, que sea capaz de comprender a Cristo, que Lucifer, resucitado en una nueva forma, pueda unirse a Cristo como el Espíritu Bueno, todo esto, como una profecía aún, lo dijo Cristo mismo a aquellos que Le rodeaban cuando dijo: “¡Seréis iluminados por el nuevo Espíritu, por el Espíritu Santo!” Este “Espíritu Santo” no es otro que aquel Espíritu a través del cual el hombre puede comprender lo que Cristo ha hecho. Cristo deseaba no deseaba simplemente obrar, sino también ser aprehendido, comprendido. Por tanto el envío del Espíritu que inspira a los hombres, el envío del “Espíritu Santo”, está implícito en el Cristianismo.

En el sentido espiritual, Pentecostés está inseparablemente unido con la Pascua. Este “Espíritu Santo” no es otro que el Espíritu- Lucifer, resucitado ahora en una gloria más elevada, más pura: el Espíritu de la comprensión independiente, de la sabiduría entretejida. Cristo mismo predijo que este Espíritu vendría a los hombres después de Él, y a la luz de este Espíritu deben proseguir su trabajo. ¿Qué es lo que continúa obrando a la luz de este Espíritu? ¡La corriente mundial de la ciencia espiritual, si se concibe correctamente!  ¿Qué  es  esta  ciencia espiritual? Es la sabiduría del Espíritu, la sabiduría que eleva a la plena luz de la consciencia aquello que de otro modo se quedaría  en  la  inconsciencia  en  el Cristianismo. La antorcha del Lucifer resucitado, del Lucifer transformado ahora en el bueno, blasona el camino de Cristo. Lucifer es el portador de la Luz, ¡y Cristo es la Luz! Como la palabra misma denota, Lucifer es el “Portador de la Luz”. Eso es lo que el movimiento de la ciencia espiritual debería ser, eso está implícito. Aquellos que saben que el progreso de la humanidad depende de la comprensión viviente del poderoso Suceso del Gólgota son aquellos que como “Maestros de la Sabiduría y de la Armonía de los Sentimientos” están unidos en la gran Logia que guía a la Humanidad. E igual que una vez las “lenguas de fuego” bajaron como símbolo viviente sobre el grupo de los apóstoles, del mismo modo el “Espíritu Santo” anunciado por Cristo mismo reina como la Luz sobre la Logia de los doce. El Decimotercero es el Líder de la Logia de los Doce. El “Espíritu Santo” es el poderoso Maestro de aquellos que llamamos “Los Maestros de la Sabiduría y de la Armonía de los Sentimientos”. Es a través de ellos como desciende a la humanidad su voz y su sabiduría, a través de esta o aquella corriente sobre la Tierra. Los tesoros de sabiduría reunidos por el movimiento de la ciencia espiritual para comprender el universo y los Espíritus que hay en él, a través del “Espíritu Santo” en la Logia de los Doce; y eso es lo que conducirá en último término a la humanidad paso a paso hasta la comprensión libre y autoconsciente de Cristo y del Suceso del Gólgota. Así, “cultivar” la ciencia espiritual significa comprender que Cristo envió al Espíritu al mundo; la búsqueda de la ciencia espiritual está implícita en el verdadero Cristianismo. Esto será cada vez más evidente para los hombres, y entonces se darán cuenta de que en la ciencia espiritual tienen un potente recurso en sus vidas. Los hombres deben a la ciencia espiritual la consciencia que despierta en ellos gradualmente, de que Cristo es el Espíritu que llena el mundo de luz. Y la consecuencia será que aquí en este globo terrenal, en el mundo físico mismo, los hombres  harán  progresos  en  su  vida  moral,  en  su  vida  volitiva,  en  su  vida intelectual. A través de la vida física misma el mundo se espiritualizará cada vez más. Los hombres ganarán bondad, fuerza y sabiduría, y contemplarán con una visión cada vez más penetrante en los fundamentos y orígenes de la existencia. Portarán con ellos a la vida suprasensible los frutos adquiridos en esta vida física, y una y otra vez traerán estos frutos de vuelta desde la vida suprasensible a una nueva encarnación.

Así la tierra se irá convirtiendo cada vez más en la expresión de su Espíritu, del Espíritu de Cristo. La ciencia espiritual se comprenderá a la luz de los fundamentos del mundo, aprehendida como un poder real y activo. En varios aspectos la humanidad actual está cerca de perder completamente el Espíritu. En una reciente conferencia pública (ver Nota 3) se dijo que los hombres sufren hoy bajo el miedo a la herencia. El miedo a la carga hereditaria es el vástago directo de nuestra época materialista. ¿Pero es  suficiente si  un hombre se dice simplemente que él  no necesita tener este miedo? De ningún modo es suficiente. Un hombre que no se preocupe del mundo espiritual, que no instile en su alma lo que pueda fluir de la ciencia espiritual, está sujeto a las fuerzas de la herencia física. Sólo al impregnar todo su ser en lo que la ciencia espiritual puede comunicarle, obtendrá dominio sobre las fuerzas de la herencia, la contemplará como un factor de importancia secundaria  y  se  convertirá  en  vencedor  sobre  todo  aquello  que  los  poderes opositores ponen en su camino en el mundo externo. No es al argumentar, o al filosofar, o al afirmar: ¡El Espíritu existe!, que el hombre pone bajo su control la vida de los sentidos, sino al impregnarse con el Espíritu, al absorber el Espíritu, al tener la voluntad de adquirir un íntimo conocimiento del Espíritu. Entonces la ciencia espiritual hará más saludable al hombre, incluso en el mundo físico; pues la ciencia espiritual es una terapia que da vigor y salud. Y el poder esencial de la ciencia espiritual será cada vez más evidente para nosotros cuando consideramos qué pasa con el ser humano cuando atraviesa el portal de la muerte. La mente moderna encuentra aquí grandes dificultades.

El hombre piensa: ¿por qué tengo que preocuparme de lo que sucede en el mundo espiritual? ¡Cuando muero entro en el mundo espiritual de todos modos y entonces ya veré y oiré lo que sucede allí! Uno escucha esta despreocupada forma de hablar en innumerables variaciones: ¿por qué debería preocuparme sobre lo espiritual antes de morir? Cuando llegue el momento ya veré lo que haya que ver. Mi relación con el mundo espiritual no se verá alterada en lo más mínimo, no importa que me preocupe o no de él. ¡Pero esto ciertamente no es así! Un hombre que piensa de tal manera entrará en un mundo de oscuridad y penumbra, incapaz de hacer gran cosa de lo que se dice en mi libro Teosofía sobre los mundos espirituales. Pues sólo al aliarse en alma y espíritu con el mundo espiritual durante su vida en el mundo físico, puede el hombre adquirir la facultad de percepción en el mundo espiritual; la preparación debe hacerse en su vida aquí sobre la Tierra. El mundo espiritual está allí ciertamente, la facultad de ser capaz de ver en aquel mundo debe adquirirse en la Tierra; de otro modo hay ceguera en el mundo espiritual.

La ciencia espiritual por tanto es el único poder que hace posible al hombre entrar en el mundo espiritual con consciencia. Si Cristo no hubiera aparecido en el mundo físico, el hombre se hubiera ido a pique en aquel  mundo,  no  hubiera  podido haber  encontrado la  entrada  al mundo espiritual. Pero Cristo le eleva al mundo espiritual de tal forma que pueda ver y ser consciente allí. Esto depende de su conocimiento de cómo unir su ser con el Espíritu enviado por Cristo; si carece de ese conocimiento, permanece inconsciente.  El  hombre ha de ganar su inmortalidad por sus propios esfuerzos, pues una inmortalidad   inconsciente   no    es inmortalidad. Un hermoso adagio de Meister Eckhardt dice: “¿En qué beneficia a un hombre ser rey, si no sabe que lo es?” Lo que quería decir es: ¿De qué le sirve el mundo espiritual a un hombre si no sabe lo que los mundos espirituales son en realidad? La capacidad para ver el mundo espiritual no puede adquirirse sólo en el mundo físico. Aquellos que preguntan: ¿Por qué fue necesario que el hombre descendiera al mundo físico? harían bien en llevar esto a su corazón: El hombre descendió para adquirir visión del mundo espiritual. Hubiera permanecido ciego al mundo espiritual si no hubiera descendido y alcanzado la humanidad autoconsciente que le permite regresar al mundo espiritual que ahora se despliega con luz y esplendor ante su alma.

La ciencia espiritual por tanto no es una mera “concepción del mundo” en el sentido aceptado, sino algo sin lo cual –incluso en la parte inmortal de su ser- el hombre no puede saber nada acerca de los mundos de la inmortalidad. La ciencia espiritual es un poder activo, que impregna el alma como algo real. Y como estás presente aquí en la búsqueda de la ciencia espiritual, no solo estás obteniendo conocimiento, sino que estás creciendo para transformarte en algo en lo que de otro modo no te habrías transformado. Esa es la diferencia entre la ciencia espiritual y otras concepciones del mundo. Las últimas están enraizadas en el conocimiento, mientras que la ciencia espiritual está enraizada en el ser.

Correctamente concebidas, estas cosas nos harán decirnos: Con esta iluminación, se revela una relación interior fundamental entre Cristo, el Espíritu y la ciencia espiritual. A la vista de esta relación, todas las afirmaciones superficiales hechas hoy, en el sentido de que se está estableciendo un camino occidental en oposición a un camino oriental de ocultismo, se caen por su propio peso. No puede haber tal oposición. No hay dos ocultismos, hay sólo un ocultismo; y no hay oposición entre la Teosofía oriental y la occidental. Sólo hay una verdad. Y cuál debería ser nuestra respuesta cuando se nos pregunta: Si el ocultismo oriental es lo mismo que el ocultismo occidental, ¿por qué en el ocultismo oriental no se reconoce a Cristo? La respuesta correcta es que no somos nosotros quienes debemos responder; esa obligación no recae sobre nosotros, pues nosotros reconocemos plenamente el ocultismo oriental. Si se nos pregunta si reconocemos lo que el ocultismo oriental dice sobre Brahma, sobre el Buda, responderemos: ciertamente lo reconocemos. Comprendemos lo que se quiere decir cuando se nos habla de que el Buda alcanzó su elevado rango de esta o de aquella manera. No negamos ni una sola de las verdades orientales; en la medida en que son verdades las reconocemos todas ellas.
¿Pero evitará esto que reconozcamos, también, lo que llega aún más lejos? ¡De ninguna manera! Reconocemos lo que se dice en el ocultismo oriental, pero eso no nos impide reconocer, también, las verdades occidentales.

Cuando la gente alega que es una forma inferior de pensamiento por parte de los orientalistas, decir que el Buda murió por comer demasiado cerdo –como afirman estos doctos caballeros- y se explica que esto realmente tiene un profundo significado, es decir, que el Buda impartió a aquellos cercanos a  él demasiada sabiduría esotérica, de tal modo que este exceso causó el comienzo de una especie de karma, entonces estamos de acuerdo en que esto es así; decimos: ¡ciertamente ahí detrás están las más profundas verdades esotéricas como afirmáis vosotros, que sois esoteristas orientales! Pero cuando la afirmación de que el Apocalipsis fue revelado a San Juan en Patmos entre truenos y relámpagos, se afirma que es algo ininteligible (ver Nota 4), entonces nuestra respuesta será: ¡cualquiera que sea consciente de lo que realmente se quiere decir, sabe que eso es verdad! No refutamos lo que se dice sobre el Buda, pero no podemos estar de acuerdo cuando la validad de la otra afirmación (en relación al Apocalipsis) se niega. No impugnamos la afirmación de que el cuerpo astral del Buda se preservó y fue posteriormente incorporado en Shankaracharya. Pero eso no nos impide enseñar que el cuerpo astral de Jesús de Nazaret se preservó y se incorporó en múltiples réplicas en diversos individuos entregados al Cristianismo, como San Francisco de Asís, o Santa Isabel de Turingia. No negamos ni una sola verdad del esoterismo oriental. Por tanto, cuando se nos pregunta: ¿Por qué se rechaza algo? ¿Por qué hay oposición? no nos incumbe a nosotros responder. Nos incumbiría responder si la oposición viniera de nuestra parte. ¡Pero no es así! El deber de responder recae sobre el que niega, no sobre el que coincide. Eso es bastante obvio.

En las próximas semanas (ver Nota 5) podréis escuchar la relación entre la ciencia espiritual y el Suceso del Gólgota y os daréis cuenta de que la vocación, la misión del movimiento de la ciencia espiritual en el mundo, se ve elevada a una esfera superior en la medida en que la ciencia espiritual ponga en práctica la inspiración, el poder que el mismo Cristo proclamó como el Espíritu.

Así vemos cómo los Poderes actúan unidos en el mundo, cómo todo lo que parece oponerse al progreso de la humanidad consecuentemente resulta ser una bendición. Nos damos cuenta, también, de que en la época post-Atlante –de época en época- el Espíritu que ha traído la libertad al hombre aparecerá de nuevo en una nueva forma: Luciferus, el soberano Portador de la Luz, será redimido. Pues todo en el gran Plan del Mundo es bueno y el mal resiste sólo por una razón. Por tanto aquel que sólo cree en la eternidad del mal confunde lo temporal con lo eterno; aquel que no se eleva desde lo temporal a lo eterno nunca podrá comprender el mal.

Rudolf Steiner

Traducido por Equipo Redacción Revista BIOSOPHIA





Nota 1: Los Asuras son Seres rezagados de la Jerarquía de los Archai (Espíritus de la Personalidad). Son Seres que en vez de promover el progreso del hombre hacia la independencia, le seducen hacia un grosero egoísmo. En el sentido negativo ellos ahora llevan el nombre que pertenecía en un principio a la Jerarquía completa. C.S.P.

Nota 2: Ver conferencia 13, Ciclo VIII: El evangelio de San Juan en relación con los otros tres Evangelios, especialmente con el Evangelio de San Lucas. “En el momento en que la Sangre fluyó de las heridas en el Gólgota, la tierra, que en el transcurso de la evolución se había ido oscureciendo cada vez más, comenzó a irradiar luz al espacio cósmico, comenzó a ser radiante”.

Nota 3: Berlín, 18 de febrero de 1909.

Nota 4: La referencia es a un pasaje de La Doctrina Secreta, de H.P.Blavatsky. Un volumen posterior, recopilado por Annie Besant de manuscritos dejados por Blavatsky, incluye una afirmación indicando que la autora no desconocía el significado del trueno y relámpago como acompañamiento de las revelaciones espirituales. (C.S.P.)

Nota 5: Ciclo de conferencias sobre las “Jerarquías Espirituales”.

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