ALMA HUMANA:
CONCLUSIONES (De Lucis Trust)
En todos los niveles de
la creación, el «alma» fue traída a la existencia por el descenso del Espíritu
a la materia y construye formas para expresar su interacción mutua. El alma es
«energía atractiva, coherencia, sensibilidad, vivencia, percepción o
conciencia…, es la cualidad manifestada por todas las formas.» Tras la
individualización, cada miembro de la raza humana fue dotado de un alma humana.
Durante largos eones ella existió nada más que como una semilla, esperando
germinar y crecer como una entidad autoconsciente y operante; pero, a su debido
tiempo el alma humana se despliega como un principio medio entre el superpuesto
Ángel Solar y el alma animal vestigial para completar la triplicidad del alma.
El alma humana se
desarrolla poco a poco como resultado de dos factores: un desplazamiento de las
prioridades del individuo hacia una realidad superior y hacia una conciencia de
grupo, y gracias a la guía del Ángel Solar. El alma va estableciendo una estrecha
relación con el Ángel Solar, que dura hasta el retiro del Ángel en la cuarta
iniciación. La triplicidad del alma se resuelve en una Unidad y el alma humana
reina suprema; es un Todo sintetizado sirviendo como el único mediador entre la
Mónada y el mundo de las formas.
La autoconciencia está
estrechamente vinculada a la identidad: el sentido de la individualidad, o la
noción de «quienes somos». A lo largo de la historia, la humanidad ha buscado
una base segura para la identidad y ha explorado diversas posibilidades,
incluyendo la tribu, el cuerpo físico y la personalidad, pero ninguno de ellos
le ha ofrecido una permanencia que la tranquilizara. De manera definitiva, el
individuo puede identificarse con la última y duradera expresión de la
conciencia humana, a saber, el alma humana. Sin embargo, no es suficiente
aceptar el alma humana como un constructo intelectual; también tenemos que
experimentarla, abrazarla, convertirnos en ella y vivir su vida.
Hay una tendencia a
pensar que la personalidad es mucho más interesante que el alma —que las almas
son, de alguna manera, todas parecidas, como pájaros posados sobre un cable
aéreo—. Pero nada podría estar más lejos de la verdad; el alma humana refleja
la experiencia única de innumerables vidas y las capacidades e intereses
logrados en ellas. El alma es una «persona»; pero, en lugar de ocultar quienes
somos realmente, ella nos revela en quienes nos hemos convertido. Además, el
alma humana está llena de vida: una vida vibrante, inmensamente más rica que la
de la existencia de la personalidad. Descubrir que somos ese carácter original
y fascinante, es el mayor logro y un gran paso hacia adelante en la evolución
humana.
Por corresponder al
segundo Aspecto de la Deidad, el alma humana no es solo un centro de conciencia,
sino también un centro de Amor y Sabiduría, como lo señala El Tibetano:
«El amor… es el alma de
todas las cosas o formas, comenzando por el ánima mundi, hasta llegar a su
punto máximo de expresión en el alma humana,...»
A medida que el alma
humana se desarrolla en más y más individuos, la conciencia Crística se irá
anclando cada vez más firme en la estructura del planeta. El efecto colectivo
será poderoso y de gran alcance; ello impulsará a gran parte de la humanidad
hacia el Reino de las Almas, de los que «la Jerarquía es el núcleo dinámico y
viviente». Esperamos no la aniquilación de la individualidad o la inmersión en
un mar de igualdad, sino la emergencia como magníficas unidades de conciencia,
compartiendo y sirviendo alegremente con otras unidades de conciencia,
igualmente magníficas, en este mundo de las almas. El quinto reino, utilizando
los términos del psicólogo Lewis Mumford, no es una «unidad de supresión», sino
una «unidad de inclusión». Y a partir de ahí pueden construirse formas cada vez
más perfectas para apoyar la continua evolución de la ola de vida humana.
Desde el centro que
llamamos la raza de los hombres, que se realice, efectivamente, el Plan de Amor
y de Luz.
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