LA RESPONSABILIDAD DEL CONOCIMIENTO
TOMADO DEL LIBRO: ENSEÑANZAS DE UN INICIADO:
Max Heindel
CAPÍTULO XXV
En los tiempos primitivos cuando
empezábamos nuestras vidas como seres humanos teníamos poquísima experiencia y
por consiguiente nuestra responsabilidad era mínima también. La responsabilidad
depende de lo que uno sabe. Los animales no son responsables según la ley de
Consecuencia desde el punto de vista moral, aunque, naturalmente, si un animal
salta por una ventana, caerá bajo la ley de Consecuencia física, así como
cuando cae en un barranco o en un accidente del terreno, puede romperse un
miembro o sufrir alguna otra herida. Pero si un hombre hiciese lo mismo, caería
bajo la ley de la responsabilidad moral y además bajo la ley de causa y efecto.
El hombre tiene esta doble responsabilidad porque sabe lo que debe hacer y no
tiene derecho a causar perjuicio al instrumento que se le ha dado. Así, pues,
vemos que somos moralmente responsables según nuestros conocimientos.
Como hemos tenido ya la experiencia de
muchas vidas, nos hemos apropiado cada vez más facultades, y nacemos siempre
con los talentos acumulados que son los resultados de la experiencia de todas
las vidas anteriores. Somos, por consiguiente, responsables del modo como los
usemos. Es necesario que pongamos estos talentos en práctica porque de otro
modo se atrofiarían lo mismo como ocurriría con una mano que no la empleáramos
para nada. Igual que aquella mano, también nuestras facultades espirituales se
atrofiarían si no sacamos provecho de ellas y aumentamos nuestro caudal. No
puede haber paradas ni descansos en este sendero de la evolución por el cual
caminamos; tenemos que ir hacia adelante o de otro modo degeneraremos.
Hay evidentemente mucha responsabilidad
para el que sabe, y cuanto más sabemos tanto mayor es nuestra responsabilidad;
esto está muy claro. Pero mirándolo desde el punto de vista aun más profundo de
la ciencia oculta, hay una responsabilidad para el que sabe, que la humanidad
en general no apercibe, y es esta fase especial de responsabilidad de la que
deseamos tratar aquí.
Mabel Collins asegura que la historia
relatada en su libro "La flor y la fruta, o la historia de Fleta, un Mago
Negro," es una historia auténtica. Ella dice que el asunto de su historia
llegó a sus manos desde un país muy remoto y de una manera muy extraña; y desde
el punto de vista de aquel que sabe, hay en ella algunas de las más profundas
verdades respecto a la manera de obtener conocimiento y su empleo. Se describe
en tal historia como Fleta, al principio de sus encarnaciones y todavía en
estado salvaje, asesinó a su novio, y que, por la crueldad demostrada en este
acto, obtuvo cierto poder. Este poder, naturalmente, en consonancia con el
delito, era característico de la magia negra. Por esta razón, en la vida de la
cual trata esta historia, ella poseía el poder de un mago negro, y para
aumentarlo más aún, obligó a su novio a matar a una entidad. De este modo
infernal ella empleaba su conocimiento.
Hay en esto una profunda verdad: Todo
Saber no saturado de vida es vacío, sin finalidad e inútil. La vida que da
poder al que sabe, puede ser obtenida de distintas maneras, y puede ser
aprovechada también de varios modos. Una vez obtenida, puede ser encerrada en
un talismán, y entonces ser usada por otros para buenos o malos fines, según el
carácter del que lo usa. Si se encierra dentro de la persona que desarrolla el
poder ella misma, entonces será usada según el carácter de esta persona. Según
este mismo principio podemos acumular electricidad en una batería, para que
pueda ser sacada de la estación eléctrica y empleada para muchos fines por
otros ajenos a aquel que la acumuló. Así mismo, el poder dinámico obtenido por
el sacrificio de la vida para el fin de ganar poderes ocultos, puede ser usado
de un modo o de otro si se encuentra acumulado en un talismán.
Esta particularidad la vemos muy bien
ilustrada en la leyenda de Parsifal. Allí, la sangre purificadora del Salvador,
ofrecida en noble sacrificio de si mismo -no tomada de otro- fue recibida en un
recipiente, que por esto se convirtió en un talismán, y que estaba dotado de un
poder espiritual y capacitado para comunicarlo a todos los que le miraban, a
condición de ser puros, castos e inofensivos. También tenemos el símbolo de la
lanza, que había causado la herida de la cual manó la sangre. Ella estaba
manchada por la sangre purificadora, y se convirtió así en un talismán que
podía emplearse de distintos modos. Durante el reinado de Titurel el misterio
del Grial era poderoso; pero cuando el Grial fue entregado a su hijo Amfortas,
éste salió armado con la santa lanza para matar a Klingsor. Entonces cesó de
ser inofensivo, porque quiso pervertir a este gran poder espiritual usándolo
para matar a un enemigo. A pesar de tratarse de un enemigo del bien, no era
justo emplear este poder para tal fin, y por esta razón el poder se volvió
contra él. Él había cesado de ser casto, puro e inofensivo, y entonces el poder
le infirió la herida que nunca podía curarse. Así mismo sucede en otros casos.
Leemos de David, el sangriento guerrero,
a quien el Señor le prohibió construir el Templo. Aunque aquel Señor fuese un
dios de la guerra, habiendo tenido que castigar a varias naciones para hacerlas
entrar de nuevo en el recto camino, Él no podía usar el instrumento manchado de
la sangre de Sus guerras para construir un templo. Esto tuvo que dejarse para
el hijo de David, Salomón, el hombre de paz. Se nos dice que Salomón deseó
sabiduría, mucho conocimiento, no para vencer a sus enemigos, no para ensanchar
su territorio y hacer de sus súbditos una gran nación, sino para reinar mejor
sobre el pueblo que había sido confiado a sus cuidados; y recibió la sabiduría
en abundancia.
Vemos también que Parsifal, la antítesis
de Amfortas, era hijo de un guerrero, un hombre sangriento, ya muerto. Por su
madre Herzleide, que significa "corazón afligido," el niño póstumo
Parsifal, vino al mundo. En los primeros años él usó el arco, pero en cierto
momento lo rompió, se hizo casto, puro e inofensivo, y por el poder de estas
cualidades estuvo firme el día de la tentación y arrebató la lanza de Klingsor
que la retenía desde el día en que Amfortas la hubo perdido.
En sus correrías, desde el día en que
recibió la lanza hasta el momento de su regreso al Castillo del Grial, Parsifal
tuvo que afrontar muchas tentaciones, dolores, vicisitudes y tribulaciones.
Muchas veces, estando en peligro, se dio cuenta de que podía ponerse en salvo
empleando la sagrada lanza, si la hubiera empuñado contra sus enemigos. Pero él
sabía que la lanza se debía usar no para herir sino para curar; él comprendió
lo sagrado del poder que la sangre del sacrificio había conferido al talismán,
y que éste debe emplearse solamente para los fines más elevados.
Así, pues, vemos siempre que los que
entran en posesión de un poder espiritual no lo emplean nunca para fines
egoístas. Suceda lo que suceda, ellos están firmes en este punto. Por duro que
sea el ataque que sufran, nunca, ni por un momento, se sienten inclinados a
prostituir su poder por ganancias personales. Aunque alguien que tenga este
poder, pueda, si quiere, dar de comer a cinco mil que tengan hambre estando
alejados de todo medio de alimentación, no tomará siquiera una pequeña piedra
para transformarla en pan para aliviar su propia hambre. Aunque esté delante de
sus enemigos y les cure, como Cristo curó la oreja del soldado romano, él se
negará a usar su poder espiritual para restañar la sangre que fluye de su
propio costado. Siempre se ha dicho de semejantes seres que "han salvado a
otros, pero que no se han salvado a sí mismos." Hubieran, por cierto,
podido hacerlo, porque el poder es grande. Pero de usar de este modo su poder lo
habrían perdido, porque no tenían derecho a prostituirlo.
Después hay otra clase de misterio muy
distinta de la del Grial. Por ejemplo, la cabeza de San Juan Bautista fue
colocada en una bandeja después de su ejecución, y algunos atrajeron cierto
poder por la contemplación de este espectáculo. El mito griego nos habla de
Argos que tenía tantos ojos que veía por todos los lados a la vez -era un
clarividente-. Pero empleó este poder para un propósito ilícito; y Mercurio, el
dios de la sabiduría, le cortó la cabeza, privándole de su poder. Siempre que
alguien trata de usar la sabiduría y él poder espiritual ilícitamente, los
perderá infaliblemente, porque no pueden permanecer en su posesión.
Hasta considerando el saber desde un
punto de vista científico, nos tenemos que dar cuenta de que significa un
desgaste de la vida, porque la formación de cada pensamiento destruye tejidos
en nuestro cerebro, el cual está compuesto de pequeñas células.
Cada célula tiene su vida propia
individual, y esta vida es destrozada por la actividad del pensamiento, o mejor
dicho, la forma es destruida, de modo que la vida no puede seguir
manifestándose en ella. Siempre existe destrucción de la vida en cualquiera
dirección que seguimos en busca del conocimiento. Algunos hay que destruyen la
vida en experimentos científicos por pura curiosidad. Otros lo hacen hasta con
crueldad como en la vvisección, y en este caso, cuando la búsqueda del
conocimiento se persigue solamente por motivos de curiosidad, existe una deuda
terrible para algún día futuro, porque el equilibrio debe restablecerse sin
duda ni remisión alguna.
Así vemos que ocurre en el caso de
Fleta, en el que el sacrificio de una vida en cierto momento en el mundo físico
fue seguido de otro sacrificio en otro mundo; pero por su mediación ella ganó
un poder que la llevó hasta la misma puerta del templo, donde ella llamó en
demanda de la Iniciación. Sus motivos, sin embargo, como los de Klingsor, no
eran puros. Ella no era casta, no estaba preparada para tener el poder espiritual
de un modo completo, ni para ser considerada como un auxiliar de la humanidad;
por esta razón fue rechazada de la puerta del templo y sufrió la muerte del
mago negro. Hay un velo delante de su muerte y no se nos dice lo que hay detrás
de él. Quizá conviene más que estas cosas no se publiquen. Pero esto no
disminuye el valor de la lección de que no podemos destruir vidas ni acumular
saber de una manera ilícita sin incurrir por ello en una terrible
responsabilidad. La única razón que es satisfactoria y propia de la búsqueda
del saber, es que de tal modo podremos servir a la raza humana de un modo más
eficaz.
Actualmente el sacrificio de la vida
para obtener conocimientos es inevitable, no podemos remediarlo. Pero
deberíamos buscar estos conocimientos por los mejores y más puros móviles,
porque son infinitas las vidas que destruimos por esta razón. El oculista que
ve la vida a punto de nacer, la vida elemental que está buscando un cuerpo para
manifestarse, y que se ve despojada de sus formas por el proceso de obtener
conocimientos, se extraña algunas veces de la enorme pérdida de vida
sacrificada por esta razón y no con buenos propósitos. Por lo tanto, repetimos
que nadie tiene derecho a buscar conocimientos si no es por los más puros
móviles.
Si, por otro lado, cumplimos con
nuestros deberes, si tratamos de hacer todas las cosas que llegan a nuestras
manos, bien y complemente, y si tenemos aspiraciones espirituales sin forzar
nuestro crecimiento espiritual, entonces estaremos bastante bien preparados
para obtener poderes más elevados. Es una de las características más notables
de los ejercicios rosacruces el de que ellos no solamente nos dan crecimiento
espiritual, sino que también nos preparan para poseer ese conocimiento. Tenemos
que aprender a andar por el sendero del deber, a vivir la buena vida. No
debemos pensar en una vida larga. Hay muchos, como dice Tomás Kempis, que
tienen anhelos de una larga vida, pero nosotros no debemos preocuparnos por
esto. Es mejor que tratemos de hacer cada día nuestro deber; entonces estaremos
seguramente preparados para obtener mayor saber y más elevados poderes.
En cualquier esfera que nos movamos,
siempre hay un sitio donde podremos sacar provecho de nuestro saber, no en
forma de pronunciar sermones, ni tampoco hablando a las gentes todo el día de
la mañana a la noche de las cosas que sabemos para que ellos admiren nuestros
conocimientos, sino para vivir entre ellos la vida espiritual y para ser para
ellos ejemplos vivientes de nuestras enseñanzas. Todos tenemos esta oportunidad
y no es preciso buscarle lejos, esta en derredor nuestro; a nuestro alcance.
Tomás Kempis ha expresado esto de un
modo como solo un místico puede hacerlo; ha envuelto la idea en aquellas
hermosas palabras que ganaremos mucho con leerlas en su "Imitación de
Cristo." Dice así:
"Todo hombre tiene el deseo natural
de saber, pero, ¿qué valen conocimientos sin el temor de Dios? Seguramente un
humilde labrador que Sirve a Dios es mejor que un orgulloso filósofo que
estudia el movimiento celeste y no se ocupa de sí mismo... Cuanto más sepas,
tanto más severo será tu juicio, a menos que tu vida sea también lo más santa.
Por esta razón no seas engreído, sino más bien ten temor del saber que has
recibido. Si estimas que sabes mucho, acuérdate que hay muchas cosas que
ignoras. No sabes cuánto tiempo podrás prosperar
haciendo el bien!".
Por este motivo conviene recordar que no
debemos buscar conocimientos sencillamente para tenerlos, sino solamente como
un medio para vivir una vida más pura, porque esto es lo único que lo
justifica.
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