LOS CENTROS Y LAS ENFERMEDADES (D.K. “EL TIBETANO”)
Cuando Las energías constructoras del alma están activas en el
cuerpo, entonces hay salud, amplia interacción, pura y correcta actividad.
Cuando los constructores son los señores lunares y los que trabajan controlados
por la Luna, a las órdenes del yo personal inferior, entonces hay enfermedad,
mala salud y muerte.
Esta regla es muy sencilla, pero da la clave de las causas de la
enfermedad y la razón de una establecida inmortalidad; será entendida con gran
claridad y comprensión dentro de pocos años, y reemplazará a infundados y falsos
sistemas idealistas denominados Unity, Mental Science y Christian Science.
Estos sistemas presentan como posibilidades inmediatas y demostrables, la
intención de la liberación de las
limitaciones naturales y materiales que hoy controlan todas las formas, ignoran
el factor tiempo y pasan por alto los procesos evolutivos y también el punto de
desarrollo de la persona implicada; su posición está basada en el deseo,
ansioso e innato del ser humano común, de comodidad y armonía física,
disimulando el innato egoísmo de su presentación de la verdad con el concepto
de que todo es para la eterna gloria de Dios. Indudablemente, desaparecerán las
enfermedades y los impedimentos físicos de cualquier tipo, pero esto sólo
sucederá cuando el alma del individuo controle, y el yo personal inferior se
convierta en un autómata del alma, tal como el cuerpo físico es en la
actualidad el autómata de la naturaleza emocional, de la mente y, ocasionalmente
(y sólo muy ocasionalmente para la mayoría de las personas), del alma.
Sólo cuando el alma, consciente y en colaboración con la personalidad,
construya el templo del cuerpo y luego lo mantenga totalmente iluminado,
desaparecerán las enfermedades; esta construcción sin embargo es un proceso
científico, y en las primeras etapas del discipulado (o sea el momento en que
el alma comienza a aferrarse a su instrumento, la personalidad) conduce
inevitablemente al conflicto, a una creciente tensión, y frecuentemente se
agravan las enfermedades y la desarmonía. Esta desarmonía y enfermedad conduce
necesariamente a dificultades y sus consiguientes efectos indeseables, que
serán superados, pero -durante este reajuste- mientras se registran y expresan,
habrá mucha angustia física y sicológica y grandes dificultades, mayores y
menores, que la humanidad parece haber heredado.
En la humanidad poco evolucionada, el conflicto (desde el ángulo
de la conciencia) es prácticamente nulo, porque es menos susceptible a las
enfermedades sutiles que emanan de los tres sistemas vinculadores, pero al
mismo tiempo responde mayormente a las tres enfermedades naturales, a las
infecciosas y contagiosas y a las grandes epidemias que azotan naciones y
grandes zonas planetarias. A medida que la humanidad va evolucionando, las
enfermedades se hacen más personales (si puedo expresarlo así) y no están tan
definidamente relacionadas con el rebaño o la masa. Las enfermedades tienen su
origen dentro de las personas mismas y aunque pueden estar relacionadas con las
enfermedades de las masas, se fundamentan en causas individuales.
Cuando un hombre sale de la masa común y entra en el sendero de
probación, llegando así a ser un aspirante al discipulado, entonces las
enfermedades de la carne y la desarmonía de su triple sistema, además de la
corriente transportadora, constituyen un problema consciente que el mismo
aspirante debe resolver; esto le revelará la necesidad de construir en forma
consciente y creadora.
La doctrina de la reencarnación adquiere aquí gran valor; el
discípulo comenzará a establecer esas condiciones, a crear esas formas y a construir esos vehículos que, en
otra vida, le serán más apropiados y el alma podrá controlarlos, convirtiéndose
en instrumentos más adecuados para llevar adelante el proceso del
perfeccionamiento que el alma demanda. Señalaré que el discípulo no se
concentra en ningún momento sobre el cuerpo físico ni trabaja físicamente para
eliminar las enfermedades o la desarmonía. Comienza con la sicología que el
alma enseña, empezando por las causas que producen efectos en el plano físico.
Es un proceso más lento pero perdurable. Gran parte de los sistemas de extremada
autosugestión, vinculados a la Christian Science y la Unity, tienen sólo
efectos temporarios y están basados en un proceso científico de supresión y
negación de los factores existentes. No están basados en la verdad. En una vida
posterior esa supresión surgirá nuevamente con mayor potencia y continuará
acrecentándose hasta quedar totalmente ignorada, poniéndose el énfasis de la
vida sobre el contacto con el alma, y la
presión de la misma se exteriorizará en servicio a los demás.
Referente a la enfermedad física y su relación con los centros
(considerándolos como puntos focales para las energías que llegan de cualquier
fuente) seria de utilidad que hiciera ciertas amplias generalizaciones,
recordando que en ellas puede haber excepciones, particularmente en lo que
respecta a la buena o mala salud de los discípulos.
1. Cada uno de los
siete centro mayores rigen o condicionan -desde el ángulo de la materia lo
mismo que del alma y del principio vida- la zona del cuerpo físico donde están
ubicados cada uno, incluyendo la multitud de centros menores de energía y
plexos de fuerza que pueden existir allí.
2. Las tres grandes
y básicas divisiones manifestadas de la divinidad, se hallan simbólicamente
presentes en cada centro:
a. El principio
vida, el primer aspecto, aparece cuando todo el centro se ha desplegado o
despertado esotéricamente. Siempre está presente en latencia, pero no es un
factor dinámico que produce un estímulo monádico hasta finalizar el gran ciclo
de evolución.
b. La cualidad o
aspecto del alma aparece gradualmente en el proceso del desenvolvimiento
evolutivo y produce, en tiempo y espacio, el efecto definido que el centro
ejerce sobre su medio ambiente. Esta cualidad depende del rayo (ya sea de la
personalidad o del alma) que origina la energía entrante, o del rayo que rige
al cuerpo astral, en el caso de una persona poco evolucionada) y también del
grado de evolución y de la influencia radiatoria de otros centros.
c. La aparición en
el cuerpo etérico de un centro desarrollado o en desarrollo, indica el lugar
que ocupa el hombre en la escala de evolución, su afiliación racial y su meta
consciente; esta última puede abarcar desde el énfasis puesto sobre la vida
sexual y la consiguiente actividad del centro sacro, hasta la meta del
iniciado, que pone en actividad el centro coronario. Todo esto produce el consiguiente
efecto sobre el tejido circundante, la sustancia y las formas orgánicas dentro
del radio de influencia del centro. La zona de influencia varía de acuerdo a la
actividad del centro y éste depende del grado evolutivo alcanzado por el
individuo y del preponderante tipo de energía al cual él reacciona.
3. La energía
entrante se trasmuta en fuerzas dentro del centro. Esto implica un proceso de
diferenciación, donde la energía primaría involucrada se convierte en energías
secundarias, sucediendo automáticamente; la rapidez del proceso de
transmutación, la potencia de la resultante acumulación de fuerzas y la
actividad radiatoria (que produce resultados condicionantes en el cuerpo físico
denso) dependen del grado de desarrollo del centro particular implicado y si
está despierto o no.
4. Las fuerzas
salientes de un centro actúan sobre la contraparte etérica de toda la
intrincada red de nervios que constituyen el sistema nervioso. Estas
contrapartes, de idénticas analogías subjetivas, se denominan “nadis” en la
filosofía hindú; constituyen una compleja y muy extensa red de energías
fluídicas, un sistema intangible interno, paralelamente al de los nervios
corpóreos, el cual es la exteriorización de un canon interno de energías. No
existe todavía un término en ningún idioma para la antigua palabra “nadis’
debido a que la existencia de este sistema subjetivo aun no ha sido reconocida,
y en Occidente prevalece el concepto materialista de los nervios como un
sistema creado en respuesta a un
ambiente tangible. El concepto de que estos nervios son el resultado
físico denso de un mecanismo interno y sensible de respuesta, es todavía muy
indefinido y no ha sido reconocido por la moderna ciencia occidental. Cuando
esta sustancia sutil (compuesta de hilos de energía) sea reconocida como
subyacente en los nervios tangibles, habremos progresado en nuestro
acercamiento al problema de la salud y de la enfermedad, acercándonos más al
mundo de las causas. Esta red de nadis forma un canon definido de vida que
varía de acuerdo al rayo de la personalidad.
5. Los nadis
determinan por lo tanto la naturaleza y la cualidad del sistema nervioso Con
sus extensas redes de nervios y plexos que abarcan todo el cuerpo físico. Los
nadis y, por consiguiente, la red de
nervios, están principalmente relacionados con dos aspectos del equipo físico
del hombre -los siete centros mayores del cuerpo etérico (el cuerpo sustancial
que subyace en el cuerpo físico denso) y la columna vertebral con la cabeza.
Debe recordarse que el cuerpo etérico es un cuerpo físico, aunque compuesto de
materia más sutil que la que podemos ver y tocar. Esta hecho de sustancia o de
aquello que “subyace” o fundamenta cada parte y partícula del vehículo físico
denso. Esto más adelante recibirá la atención de los curadores y médicos
iluminados de la nueva era. Cuando se reconozca la relación que existe entre
los nadis y los nervios, conjuntamente con los centros y la columna vertebral,
entonces se producirá una gran revolución en los métodos médicos y
psiquiátricos. La experiencia demostrará que cuando se logre una interacción
más estrecha entre ambos -los nadis y los nervios- se controlará más
rápidamente la enfermedad.
6. Los nadis en el
cuerpo físico corresponden a la vida o aspecto espíritu; los nervios son la
analogía del alma o aspecto cualidad. Lo que se demuestra como su exteriorización
conjunta es el sistema endocrino que corresponde a la forma o aspecto materia.
Los tres -nadis, sistema nervioso y glándulas- son las analogías materiales de
los tres aspectos divinos; responden esotéricamente a estos tres aspectos y
hacen que el hombre, en el plano físico, sea lo que es. Los tres están también
condicionados (por conducto de los siete centros, como ya hemos visto) por los
vehículos astral o mental, o por la personalidad integrada, o por el alma que
comienza a utilizar la personalidad como agente transmisor y trasmutador y -al
finalizar el sendero del discipulado- por la Mónada, vía el antakarana,
empleando este sendero autocreado como un canal directo de comunicación con los
siete centros y de allí con el triple sistema de nadis, nervios y glándulas.
7. Estos tres
sistemas mayores dentro del ser humano, expresan, por medio del cuerpo físico,
la condición o grado de desarrollo de los centros. La vida, la cualidad y la
energía que representan, son distribuidas por todo el vehículo físico mediante
la corriente sanguínea. La ciencia moderna ya está reconociéndolo como una
realidad, lo cual indica que la corriente sanguínea distribuye ciertos
elementos liberados por las glándulas. Aún no reconoce el hecho de la relación
que existe entre las glándulas y los centros, con el sistema intermedio de
nadis y nervios. El próximo gran paso que dará la medicina será el
reconocimiento de la realidad del cuerpo etérico, sustancia física que subyace
en la materia densa.
8. Cuando los
centros despiertan en el cuerpo, aparece entonces un sistema nervioso altamente
eléctrico que responde inmediatamente a la energía conducida por los nadis, cuyo resultado será un sistema endocrino bien equilibrado.
La vitalidad y la vida que afluirá a través del cuerpo será entonces tan
poderosa que automáticamente el cuerpo físico quedará inmune a las
enfermeda¬des, ya sean innatas, hereditarias o de origen grupal. Con estas
palabras expreso una probabilidad futura y no una posibilidad inmediata. Algún
día el hombre coordinará perfectamente los tres sistemas, que responderán
físicamente al Canon interno de nadis y centros, y se integrará conscientemente
con el alma, y más tarde -por medio del antakarana- con el principio Vida.
9. En la actualidad
hay un desarrollo desparejo y algunos centros aún no han despertado, otros
están sobrestimulados y los centros de abajo del diafragma sobreactivados; en
consecuencia tenemos zonas enteras del cuerpo en que los nadis están en estado
embrionario, en otras en que están altamente energetizados, pero sus
emanaciones detenidas por algún centro que en el trayecto de su actividad aún
no ha despertado o -si lo está- todavía no es irradiante. Estas condiciones desparejas
producen poderosos efectos sobre el sistema nervioso y las glándulas,
conduciendo en algunos casos al sobrestímulo, y en otros a condiciones subnormales,
falta de vitalidad, hiperactividad y otras reacciones indeseables que producen
inevitablemente enfermedad. Tales enfermedades surgen dentro del cuerpo mismo,
como resultado de las tendencias hereditarias inherentes (o debería decir
nativas) o predisposiciones existentes en el tejido corpóreo, o aparecen como
resultado de la irradiación o no irradiación de los centros, que actúan a
través de los nadis; pueden también originarse como resultado de los impactos o
contactos externos (tales como enfermedades infecciosas o contagiosas, y
epidemias). El sujeto es incapaz de resistirlas debido a que sus centros no
están desarrollados.
10. Resumiendo:
Enfermedad, incapacidad física de todo tipo (lógicamente exceptuando las que se
deben a accidentes y, en cierta medida, a condiciones planetarias que provocan
epidemias de naturaleza peculiarmente virulenta, como las producidas frecuentemente
por la guerra) y los numerosos y diversos aspectos de la mala salud, pueden
atribuirse directamente a la condición de los centros, pues ellos determinan la
actividad o la pasividad de los nadis, que a su vez afectan al sistema
nervioso, haciendo que el sistema endocrino sea lo que es en el individuo, y la
corriente sanguínea la responsable de distribuir esta condición a todas las
partes del cuerpo.
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