“Y Dios dijo: Hágase la Luz,
y hubo Luz”
Si tomamos cualquiera de los
antiguos libros de Sabiduría: sean los Vedas de los hindúes, los libros de
Hermes el Egipcio, el Dhammapada de los budistas, la Cábala de los judíos, la
Biblia de los cristianos o cualquiera de las doctrinas secretas, desde Zoroastro
y Confucio hasta los Rosacruces de la Edad Media; hasta las más recientes
exposiciones hechas por H.P. Blavatsky, encontramos indicado de la forma más
positiva que el principio fundamental de la creación, ese a partir del cual
todo fue creado y que constituye la mismísima base de la existencia de todas
las cosas, tanto de la humanidad como de los dioses, es la luz. No esa luz que
pertenece a la naturaleza externa y que somos capaces de percibir con nuestros
sentidos físicos, sino un tipo de luz superior, de la cual la luz en la
naturaleza externa es sólo un reflejo comparable a una imagen reflejada en un
espejo; tal luz puede ser percibida únicamente por los sentidos pertenecientes
a la organización espiritual del hombre regenerado.
En los antiguos Vedas esta
luz se describe como Daiviprakriti, la Luz del Logos, el Mahachaitanyam de todo
el cosmos: un poder y energía conscientes, cuya presencia es la condición sine
qua non de toda vida, ya sea en este planeta o en otros, en el plano material o
en la eternidad.
El centro del que emana esta
Luz espiritual es el Logos Divino: el Ishwara de los hindúes, el Jesús de los
cristianos, el Cristo universal, Salvador y Redentor de la oscuridad y de la
muerte. No puede haber salvación de la muerte excepto por la consecución de la
verdadera Vida. No puede haber refugio contra la ira excepto dentro del poder
del Amor Divino. Siendo la causa de toda conciencia en el mundo, no puede ser
una fuerza inconsciente. Siendo la fuente de toda sabiduría, debe ser la Sabiduría
Divina misma; porque lo inferior no puede generar lo superior; la ignorancia no
puede manifestarse como conocimiento; la muerte no puede producir vida. Siempre
que un principio manifieste su presencia, ese principio debe estar presente
antes de que su presencia pueda manifestarse. Creer otra cosa sería irracional,
irreligioso y anticientífico.
En el Bhagavad Gita este
Logos, hablando por boca de Krishna, dice: “Todo el Cosmos está impregnado por
mí en mi forma inmanifestada. Así, soy el sostén de todas las existencias
manifestadas, pero no estoy sostenido por ellas… Nada existe superior a mí, y
todo esto cuelga sobre mí como una hilera de piedras preciosas ensartadas por
un hilo… Los Mahatmas dedicados a Daiviprakriti y conociéndome como la causa
imperecedera de todas las cosas, me adoran con sus mentes concentradas en mí…
Soy el origen de todas las cosas; todo el universo proviene de mí. Pensando
así, los sabios que participan de mi naturaleza, me adoran”.
En el libro egipcio de Hermes
está escrito: “Yo soy esa Luz, la Mente, tu Dios, que soy antes de la
naturaleza húmeda que apareció de la oscuridad, y esa brillante y luminosa
Palabra es el Hijo de Dios… Dios y el Padre de la Luz y de la Vida, de la que
está hecho el hombre. Si, por lo tanto, aprendes y te conoces como siendo esa
Luz y Vida, entrarás de nuevo en la Vida… Brillando firmemente sobre y
alrededor de toda la mente, ella ilumina toda el alma y desligándola de los
sentidos y actividades corporales, la aleja del cuerpo y la transforma
íntegramente en esencia de Dios. Porque es posible ¡oh hijo!, ser deificado
mientras aún mora en el cuerpo del hombre, si contempla la belleza de Dios”
Recopilación de Franz Hartmann
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Desde
las más antiguas exposiciones de los distintos libros de Sabiduría hasta las más
recientes hechas por H.P. Blavatsky, podemos
ver como la forma más positiva del
principio fundamental de la creación, es “LA LUZ” y a partir de aquí todo fue
creado, y constituye la mismísima base de la existencia de todas las cosas,
tanto de la humanidad como de los dioses. No es esa luz que pertenece a la
naturaleza externa y que se puede percibir con los sentidos físicos, se trata de
un tipo de luz superior, siendo la luz de la naturaleza externa un sólo reflejo
comparable a una imagen reflejada en un espejo.
Esa luz superior únicamente puede
ser percibida por los sentidos pertenecientes a la organización espiritual del
hombre regenerado.
¿Cuál es el hombre regenerado?:
El hombre que ha purificado su personalidad, que ha desarrollado su conciencia,
y como consecuencia ha redimido su materia, que se va transmutando paso a paso
en espíritu. Es decir que se produce una verdadera y total alquimia.
En cada línea de enseñanza se
describe de distintas maneras esta Luz espiritual que es el Logos Divino. Da igual
el nombre, la realidad es la misma, todo emana de esa luz que percibiremos
internamente en la medida que evolucionamos. Nada existe sin esa luz que es el
sustento de toda la creación.
La Luz nos conduce a la
Sabiduría y al Amor. No puede haber salvación sin la consecución de la
verdadera Vida que es la Luz y el Amor. El Amor Divino es la causa de toda
conciencia, siendo la fuente de toda sabiduría que es la Sabiduría Divina misma.
En nuestras manos está
percibir esa LUZ generadora y sustentadora de toda la creación.
ACV.
En cada línea de enseñanza se describe de distintas maneras esta Luz espiritual que es el Logos Divino. Da igual el nombre, la realidad es la misma, todo emana de esa luz que percibiremos internamente en la medida que evolucionamos. Nada existe sin esa luz que es el sustento de toda la creación.
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