PIEDRA
FILOSOFAL, ENERGÍAS, , ALQUIMIA Y LA INTERVENCIÓN DE LOS ÁNGELES
Por José
Mejía R.
(Considero
que es un tema que, con reflexión, nos puede
dar mucha luz ACV)
La energía
creadora empleada por Dios para poner en manifestación un sistema solar, y la
energía empleada por las divinas Jerarquías para construir los vehículos
físicos de los reinos inferiores en que han de encarnar las almas grupales, se
manifiestan en la forma dual de voluntad e imaginación, y es la misma energía
masculina y femenina que se unen para crear un cuerpo humano. Hubo tiempo en
que el hombre era bisexual y, por lo tanto, cada individuo podía propagar la
especie sin el concurso de otro. Pero la mitad de la fuerza creadora del
individuo bisexual se consumió en construirle un cerebro y una laringe para que
fuese capaz de crear mentalmente, de formar pensamientos e de enunciar la
palabra de poder que los plasmara en realidad material.
En esta operación intervinieron tres grandes Jerarquías creadoras: Los Angeles Lunares, Los Señores de Mercurio y los Espíritus Luciferarios de Marte. Los alquimistas relacionaron a los ángeles lunares, que gobiernan las mareas, con el elemento sal; a los luciferarios espíritus de Marte con el elemento Azufre; y a los Señores de Mercurio con el metal mercurio.
Se valieron de
esta simbólica representación a causa, por una parte, de la intolerancia religiosa que no permitía otras
enseñanzas que las sancionadas por la iglesia ortodoxa de aquella época y, por
otra parte, orque no estaba todavía la
masa general de la humanidad en disposición de comprender las verdades
contenidas en la filosofía hermética.
También hablaban
los alquimistas de un cuarto elemento, el ázoe, nombre en que entran la primera
y la última letras del alfabeto, como si quisiera significar la misma idea que
“alfa y omega”, o sea, que todo lo abarca e incluye. Se refería dicho elemento
a lo que ahora se llama el rayo espiritual de Neptuno, que es la octava de
Mercurio o sublimada esencia del poder espiritual.
Sabían los
alquimistas que las naturalezas físicas y moral del hombre se habían
embrutecido a causa de las pasiones infundidas por los espíritus luciferarios,
y que en consecuencia era necesario un proceso de destilación y refinamiento
para eliminar tales características y elevar al hombre a las últimas alturas,
donde jamás eclipsa el fulgor del espíritu la grosera envoltura que ahora lo
encubre. Así es que los alquimistas consideraban el cuerpo como un laboratorio
y hablaban del proceso espiritual en términos químicos. Observaron que este
proceso comienza y tiene su peculiar campo de actividad en la espina dorsal,
que constituye el enlace entre dos órganos creadores: el cerebro o campo de
operaciones de los inteligentes mercurianos, y los genitales en donde tienen su
más ventajosa posición los lujuriosos y pasionales espíritus de Lucifer.
La tripartita columna vertebral era para los alquimistas el crisol de la conciencia. Sabían que los ángeles lunares eran especialmente activos en la simpática sección del espinazo que rige las funciones relacionadas con la conservación y bienestar del cuerpo, y designaban dicha sección con el elemento sal. Veían claramente que los luciferarios espíritus marcianos gobernaban la sección relacionada con los nervios motores que difunden la dinámica energía almacenada en el cuerpo por los alimentos, y simbolizaban dicha sección en el azufre. La tercera sección, que señala y registra las sensaciones trasmitidas por los nervios recibió el nombre de mercurio, porque decían que estaba regida por los espirituales seres de mercurio.
Contrariamente a
lo que afirman los anatómicos, el canal formado por las vértebras no está lleno de fluido, sino de un gas
semejante al vapor de agua que pude condensarse cuando se expone a la acción
atmosférica; pero que también puede sobrecalentarse por la vibratoria actividad
del espíritu hasta un grado en que se convierte en el brillante y luminoso
fuego de la regeneración. Este es el campo donde actúan las grande Jerarquías
esirituales de Neptuno, y le llamaron ázoe los alquimistas. Este fuego
espiritual no es el mismo ni brilla igualmente en todos los hombres, sino que
su intensidad depende del grado de evolución espiritual del individuo.
Cuando el aspirante
a la vista superior estaba instruido en el misterio de estos simbolismos y
había llegado la hora de hablarle con toda claridad, se le comunicaban las
siguientes enseñazas, aunque no con las mismas palabras ni en la misma manera.
Pero de todos modos se le daba a entender claramente que “desde el punto de
vista anatómico, pertenece el hombre al reino animal e inmediatamente inferior
a este reino está el vegetal constituido por las plantas, que son puras e
inocentes, y se propagan libres de pasión, de modo que toda su fuerza creadora
se dirige hacia la luz, donde se manifiesta en la flor, cuya hermosura es un
goce para quienes la contemplan”.
“Sin embargo, las plantas no pueden proceder de otra manera porque carecen de inteligencia, no conocen el mundo exterior ni actúan con libre albedrío. Tan sólo son capaces de crear en el mundo físico.
Más arriba del
hombre en la escala de evolución están los dioses que crean en los planos
físicos y espirituales. También son puros como las plantas, porque toda su fuerza
creadora se dirige hacia lo alto y se consume tal y como ordena su
inteligencia. Conocen el bien y el mal, y siempre obran bien a su albedrío.
Entre el reino
de los dioses y el de las plantas está el hombre, un ser dotado de
inteligencia, de poder creador y de libre albedrío para usar de él en bien o en
mal. Sin embargo, en su presente estado se halla bajo el dominio de la pasión
infundido por los espíritus de Lucifer, y así dirige hacia abajo,
contrariamente a la luz, la mitad de su fuerza creador para halagar sus
sentidos. Es indispensable variar esta condición antes de progresar
espiritualmente; y por lo tanto conviene tener muy en cuenta la similitud entre
la casta planta y los puros dioses espirituales, pues ambos dirigen toda su
fuerza creadora hacia la luz.
En el transcurso
de la evolución, el hombre ha trascendido la etapa del vegetal cuyo poder
creador se limita al mundo físico y se asemeja a los dioses en que posee poder
creador en los planos físico y mental, con libre albedrío e inteligencia para
dirigir su poder.
Se obtuvo este
resultado desglosando la mitad de la energía sexual y dirigiéndola hacia arriba
para construir el cerebro y la laringe, órganos que todavía están alimentados y
nutridos por la realzada mitad de la energía sexual.
Pero mientras
los dioses emplean toda su fuerza creadora en propósitos altruistas con el
poder de la mente, todavía el hombre desperdicia la mitad de su fuerza creadora
en los deseos y placeres sensuales.
Por lo tanto,
quien aspire a ser como los dioses debe aprender a dirigir hacia arriba toda su
energía creadora y emplearla enteramente según las órdenes de la inteligencia.
Sólo así podrá el hombre ser como los dioses y crear por el poder de su mente y
de la Magna Palabra que equivalga al Fiat Creador.
Recuerde el
hombre que en un tiempo fue hermafrodita físicamente como la planta y capaz de
procrear por sí mismo. Mire ahora el porvenir a través de las perspectivas del
pasado y advierta que su presente condición unisexual es tan sólo una
temporánea fase de evolución y que en futuros tiempos ha de dirigir toda su
energía creadora hacia lo alto, de modo que será espiritualmente hermafrodita,
y capaz de plasmar sus ideas y enunciar la viviente palabra que les infunda
vida y las haga vibrar con vital energía. Así expresada la dual energía
creadora por medio del cerebro y la laringe es el elixir de vida que brota de
la piedra viva del filósofo espiritualmente hermafrodita.
El alquímico
proceso de enardecer y realzar esta energía se efectúa en la columna vertebral,
donde se hallan la sal, el azufre, el mercurio y el ázoe. Los nobles y altos
pensamientos, la meditación sobre puntos espirituales y el altruismo
manifestado en la vida cotidiana ponen incandescente la médula espinal.
La segunda mitad
de la energía creadora dirigida hacia arriba por la columna vertebral es el
fuego espíritu-espinal serpiente de sabiduría. Va ascendiendo gradualmente, y
cuando en el cerebro llega al cuerpo pituitario y la glándula pineal, pone en
vibración estos órganos, abre los mundos espirituales y capacita al hombre para
comunicarse con los dioses. Entonces irradia este fuego en todas direcciones, y
penetra el cuerpo entero y su atmósfera áurica, y el hombre se convierte en una
piedra viva, cuyo fulgor supera al del diamante o del rubí. Él es entonces la piedra filosofal.
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