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martes, 31 de marzo de 2015

EL PLAN DIVINO FRATERNIDAD ROSACRUZ MAX HEINDEL (MADRID) BOLETÍN INTERNO Nº 40 AÑO 2.001 - TERCER TRIMESTRE (Julio - Septiembre)

EL PLAN DIVINO
FRATERNIDAD ROSACRUZ MAX HEINDEL (MADRID) 
BOLETÍN INTERNO Nº 40 AÑO 2.001 - TERCER TRIMESTRE 
(Julio - Septiembre)



El Plan Divino es algo impresionantemente coherente y que se realiza, de modo inevitable, a pesar de nuestros tropiezos y dudas y equivocaciones constantes, consecuencia de nuestro libre albedrío y de nuestro imperfecto e inacabado desarrollo evolutivo. Y cada cosa aparece, en el momento oportuno, a cumplir el objetivo para el que fue concebida. Y cada cosa desaparece, en el momento conveniente, es decir, cuando ha cumplido su misión. Si nos acostumbramos a ver la historia como el desarrollo de ese Plan, nos resultará más comprensible que si sólo nos fijamos en los datos exclusivamente materiales, aparentemente casuales y aleatorios. Y lo mismo ocurre con nuestras propias vidas, la de cada uno de nosotros, que no son sino la realización del plan confeccionado por nuestros propios espíritus para lograr su máximo de manifestación en el plano físico. 

En la historia conocida por la ciencia, empezando por el hombre como ser nómada y regido por la ley de la venganza de la sangre, llegamos al hombre como agricultor y, consecuentemente, sedentario. Y, de ahí, a las ciudades, regidas ya por la Ley del Talión, que no fue sino una limitación a la barbarie anterior, que sólo producía matanzas innecesarias y permanentes. Ya en las ciudades, pronto surgieron los dirigentes: la realeza, la nobleza y el clero. Y se fundaron los primeros estados en base a monarquías absolutas, en las que el máximo poder lo ostentaba el monarca. Y, cuando la monarquía absoluta hubo alcanzado su cenit, surgió y empezó a cobrar importancia, la burguesía. Y, cuando ésta fue lo suficientemente fuerte, destronó a los reyes absolutos y surgieron las monarquías constitucionales y las repúblicas. Y de ellas, están naciendo organismos mayores, más igualitarios, más niveladores. Momento en el que nos hallamos actualmente. Eso en cuanto al proceso político se refiere. 

Desde el punto de vista económico, empezamos con el trueque de productos, seguimos inventando el dinero, continuamos con la letra de cambio, la banca y la bolsa. Y ahí nos encontramos. 

En lo militar, pasamos de la horda devastadora, al ejército basado en levas obligatorias o mercenarios, dirigidos por los nobles. Luego, por militares profesionales. Y apareció el servicio militar obligatorio que, recientemente, se ha abolido ya en muchos países, entre otros el nuestro. Y ahí estamos. 

En lo religioso, empezamos adorando a las fuerzas de la naturaleza. Luego, a unos dioses violentos, que exigían obediencia ciega. Y más tarde, a un Dios invisible, que nos recompensaría debidamente tras la muerte. Pero ese concepto de Dios y de la vida, rápidamente, están siendo sustituidos por un Ser, del que todos formamos parte, y que nos necesita como nosotros a Él, y por una vida que sabemos renace. Y prolifera la comprensión de que somos espíritus inmortales y de que la muerte no existe y sí existe, en cambio, la evolución, el adelanto, el perfeccionamiento, tras cada vida del hombre, tanto por dentro como por fuera. Y hasta ahí hemos llegado. 

En cuanto a los instrumentos, los inventos, los descubrimientos, han ido apareciendo oportunamente: el hacha fue sustituida por espada y la lanza; éstas, por la honda y el arco y la flecha, que dieron paso al arma de fuego: arcabuz, fusil, cañón, ametralladora, proyectil dirigido, bomba atómica…Y ése es nuestro tiempo. 

La medicina empezó siendo magia. Luego, se independizó de la religión. Desde entonces, ha descubierto los microbios como causantes de las enfermedades, las vacunas para prevenirlas, los antibióticos para combatirlos, los trasplantes de órganos,  la prolongación artificial de la vida, la clonación, el genoma… Y en eso nos encontramos. 

En cuanto a la vida de relación, empezando por la incomunicación total de los pueblos, pasamos por el comercio por tierra y por mar con medios rudimentarios, por los navíos a vela, luego a carbón, más tarde a gas oil y a energía atómica… Y al globo, al dirigible, al avión de hélice, al submarino, al reactor, al satélite artificial... Y, de la paloma mensajera al morse, al teléfono, a la prensa, a la radio, a la televisión, a internet. Y, de ir a pie, pasamos a la caballería, al carro, al tren, automóvil, al avión… 

Y, del carro de Tespis, al teatro, y de él al cine y a la televisión en directo, en tiempo real… 
Si bien se mira, cada uno de estos inventos ha venido a completar otro anterior o a sustituirlo. Porque eso precisamente es la evolución: avanzar, dar pasos incesantes hacia el “más perfecto y más bello y mejor”. Pero no hemos de engreírnos demasiado: 

Todo eso estaba incluido en el Plan divino. Todo eso lo previó Dios antes de la Creación y nosotros no hemos hecho sino recibir de los planos superiores las inspiraciones necesarias para realizar ese Plan, al tiempo que nos realizábamos nosotros mismos - como piezas de él que somos - y sin perder nuestra individualidad ni nuestra libertad.  

De todos estos temas, el más sugestivo en nuestro tiempo es el de los medios de comunicación - los media - que, como todo en ese Plan divino, tiene su papel, su misión ineludible que cumplir. 
¿Y cuál es la misión de los media? Nada menos que la de crear una conciencia colectiva que nos abarque a todos los hombres y mujeres del mundo. Más aún: a todos los seres vivos. Y, aún más: a la naturaleza toda que, en última instancia no es sino el cuerpo físico de Dios. 
¿Y cómo se lo arreglan los media, sin proponérselo, sin darse cuenta, pero inevitablemente, para crear esa conciencia colectiva? Haciéndonos vivir y presenciar una serie interminable de catástrofes, desgracias, sufrimientos, guerras, injusticias, crueldades, desigualdades, abusos, castigos, plagas, enfermedades… Es decir, haciéndonos vivir la vida de los demás como si fuese la propia. Porque, toda esa serie de sufrimientos la humanidad los ha experimentado siempre sin ser consciente de su magnitud, pero ahora llegan a nuestros hogares, traídos por los media, y ello hace que, sin excepción posible, nos duelan a todos en el fondo del alma. Porque todos tenemos el convencimiento interior de que podría ser mucho mejor, mucho más hermoso, mucho más justo, mucho más soportable. Y que sería deseable que todo eso no ocurriese. 
Pero, ¿por qué? ¿Qué es lo que nos hace sensibles a esas desgracias, casi siempre ajenas? Nuestra sensibilidad. Una sensibilidad que se nos está despertando. Una sensibilidad que no ha existido siempre. Hace muy poco, aún admitíamos y practicábamos la esclavitud. Y las levas forzosas para ir a la guerra. Y los impuestos arbitrarios. Y los castigos brutales y desproporcionados… 

¿Qué nos está ocurriendo, pues? ¿Qué nos ha ocurrido? Sencillamente, que está empezando a formar parte de la conciencia colectiva la idea de que todos los seres humanos o, mejor, todos los seres, tenemos derecho a la vida, que todos los hombres y mujeres deben tener las mismas oportunidades, que todos hemos de respetar los derechos de los demás, que todo derecho lleva implícita una obligación correlativa e inseparable de él, que es posible una sociedad mejor que la que tenemos. Y estamos empezando todos - no unos pocos, como había ocurrido hasta ahora - a encontrar normal el esforzarnos por lograrla. Y todo eso está calando muy hondo en nuestros corazones. Y, ¿a qué se debe? A tres causas muy concretas: 
Por un lado, al hecho de que todos los hombres constituimos un espíritu grupal, un todo. Y no podemos sentirnos bien - aunque queramos y hasta, incluso, aunque lo creamos - mientras uno de nosotros, una parte del todo, lo pasa mal. 
Por otro lado, a que, como células en el cuerpo de Dios que somos y, por tanto, instrumentos de manifestación Suyos, vemos reflejados en nosotros Sus esfuerzos por alcanzar un estado más perfecto que el actual, ya que es, como nosotros - aunque a escala inconcebible para nuestras mentes - un ser en evolución.
Y, por último, a que todos estamos recibiendo, consciente o inconscientemente, unas vibraciones de procedencia cósmica - las de Acuario - a través del planeta Urano, que están abriendo nuestro corazón a la nota clave de toda la creación: el Amor. 
¿Y qué debemos hacer para activar esas vibraciones, para absorberlas al máximo? Seguir viviendo del modo más honesto y responsable de que seamos capaces, y detener nuestra mente, abriendo las puertas a la intuición. Porque es la intuición, y no el razonamiento, la que nos está desarrollando a marchas forzadas. Y es ella la que ha hecho que, al margen de los gobiernos, hayan surgido y sigan surgiendo organismos no gubernamentales - ONGS - que, obedeciéndola, sin usar la mente para comprender el mandato ni para argumentarlo, se sientan impelidas a ayudar al prójimo, haciendo caso omiso de razas, religiones, colores o idearios. 
Abrámonos a esa manifestación de la fraternidad universal y de la solidaridad, a esa exacerbación de la intuición, que proviene del Mundo del Espíritu de Vida y, por ello, por tratarse de un mundo superior al mental, no pasa por él, sino que, utilizando la conexión oculta de aquél con el cuerpo vital, se aloja en el chakra del corazón y despierta al Amor, al Cristo Interno, allí dormido y esperando pacientemente ser despertado.
Ese despertar nos llevará a la identificación con el todo, que no supone el vaciar nuestra gota existencial en el océano de la creación sino, al contrario, un vaciamiento del océano entero en la gota de nuestra propia individualidad. 


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