EL PLAN DIVINO
FRATERNIDAD ROSACRUZ MAX HEINDEL
(MADRID)
BOLETÍN INTERNO Nº 40 AÑO 2.001 - TERCER TRIMESTRE
(Julio - Septiembre)
BOLETÍN INTERNO Nº 40 AÑO 2.001 - TERCER TRIMESTRE
(Julio - Septiembre)
El Plan Divino es algo impresionantemente coherente y que se
realiza, de modo inevitable, a pesar de nuestros tropiezos y dudas y
equivocaciones constantes, consecuencia de nuestro libre albedrío y de nuestro
imperfecto e inacabado desarrollo evolutivo. Y cada cosa aparece, en el momento
oportuno, a cumplir el objetivo para el que fue concebida. Y cada cosa
desaparece, en el momento conveniente, es decir, cuando ha cumplido su misión.
Si nos acostumbramos a ver la historia como el desarrollo de ese Plan, nos
resultará más comprensible que si sólo nos fijamos en los datos exclusivamente
materiales, aparentemente casuales y aleatorios. Y lo mismo ocurre con nuestras
propias vidas, la de cada uno de nosotros, que no son sino la realización del
plan confeccionado por nuestros propios espíritus para lograr su máximo de
manifestación en el plano físico.
En la historia conocida por la ciencia, empezando por el hombre como ser nómada y regido por la ley de la venganza de la sangre, llegamos al hombre como agricultor y, consecuentemente, sedentario. Y, de ahí, a las ciudades, regidas ya por la Ley del Talión, que no fue sino una limitación a la barbarie anterior, que sólo producía matanzas innecesarias y permanentes. Ya en las ciudades, pronto surgieron los dirigentes: la realeza, la nobleza y el clero. Y se fundaron los primeros estados en base a monarquías absolutas, en las que el máximo poder lo ostentaba el monarca. Y, cuando la monarquía absoluta hubo alcanzado su cenit, surgió y empezó a cobrar importancia, la burguesía. Y, cuando ésta fue lo suficientemente fuerte, destronó a los reyes absolutos y surgieron las monarquías constitucionales y las repúblicas. Y de ellas, están naciendo organismos mayores, más igualitarios, más niveladores. Momento en el que nos hallamos actualmente. Eso en cuanto al proceso político se refiere.
Desde el punto de vista económico, empezamos con el trueque de
productos, seguimos inventando el dinero, continuamos con la letra de cambio,
la banca y la bolsa. Y ahí nos
encontramos.
En lo militar, pasamos de la horda devastadora, al ejército
basado en levas obligatorias o mercenarios, dirigidos por los nobles. Luego,
por militares profesionales. Y
apareció el servicio militar obligatorio que, recientemente, se ha abolido ya
en muchos países, entre otros el nuestro. Y ahí estamos.
En lo religioso, empezamos adorando a las fuerzas de la
naturaleza. Luego, a unos dioses violentos, que exigían obediencia ciega. Y más
tarde, a un Dios invisible, que nos recompensaría debidamente tras la muerte.
Pero ese concepto de Dios y de la vida, rápidamente, están siendo sustituidos
por un Ser, del que todos formamos parte, y que nos necesita como nosotros a
Él, y por una vida que sabemos renace. Y prolifera la comprensión de que somos
espíritus inmortales y de que la muerte no existe y sí existe, en cambio, la
evolución, el adelanto, el perfeccionamiento, tras cada vida del hombre, tanto
por dentro como por fuera. Y hasta ahí hemos llegado.
En cuanto a los instrumentos, los inventos, los descubrimientos,
han ido apareciendo oportunamente: el hacha fue sustituida por espada y la
lanza; éstas, por la honda y el arco y la flecha, que dieron paso al arma de
fuego: arcabuz, fusil, cañón, ametralladora, proyectil dirigido, bomba
atómica…Y ése es nuestro tiempo.
La medicina empezó siendo magia. Luego, se independizó de la
religión. Desde entonces, ha descubierto los microbios como causantes de las
enfermedades, las vacunas para prevenirlas, los antibióticos para combatirlos,
los trasplantes de órganos, la
prolongación artificial de la vida, la clonación, el genoma… Y en eso nos
encontramos.
En cuanto a la vida de relación, empezando por la incomunicación
total de los pueblos, pasamos por el comercio por tierra y por mar con medios
rudimentarios, por los navíos a vela, luego a carbón, más tarde a gas oil y a
energía atómica… Y al globo, al dirigible, al avión de hélice, al submarino, al
reactor, al satélite artificial... Y, de la paloma mensajera al morse, al teléfono,
a la prensa, a la radio, a la televisión, a internet. Y, de ir
a pie, pasamos a la caballería, al carro, al tren, automóvil, al avión…
Y, del carro de Tespis, al teatro, y de él al cine y a la
televisión en directo, en tiempo real…
Si bien se mira, cada uno de estos inventos ha venido a completar otro anterior o a sustituirlo. Porque eso precisamente es la evolución: avanzar, dar pasos incesantes hacia el “más perfecto y más bello y mejor”. Pero no hemos de engreírnos demasiado:
Si bien se mira, cada uno de estos inventos ha venido a completar otro anterior o a sustituirlo. Porque eso precisamente es la evolución: avanzar, dar pasos incesantes hacia el “más perfecto y más bello y mejor”. Pero no hemos de engreírnos demasiado:
Todo eso estaba incluido en el Plan divino. Todo eso lo previó
Dios antes de la Creación y nosotros no hemos hecho sino recibir de los planos
superiores las inspiraciones necesarias para realizar ese Plan, al tiempo que
nos realizábamos nosotros mismos - como piezas de él que somos - y sin perder
nuestra individualidad ni nuestra libertad.
De
todos estos temas, el más sugestivo en nuestro tiempo es el de los medios de
comunicación - los media - que, como todo en ese Plan divino, tiene su papel,
su misión ineludible que cumplir.
¿Y cuál
es la misión de los
media? Nada menos que la de crear una conciencia colectiva que nos abarque a
todos los hombres y mujeres del mundo. Más aún: a todos los seres vivos. Y, aún
más: a la naturaleza toda que, en última instancia no es sino el cuerpo físico
de Dios.
¿Y cómo
se lo arreglan los media, sin proponérselo, sin darse cuenta, pero
inevitablemente, para crear esa conciencia colectiva? Haciéndonos vivir y
presenciar una serie interminable de catástrofes, desgracias, sufrimientos,
guerras, injusticias, crueldades, desigualdades, abusos, castigos, plagas, enfermedades…
Es decir, haciéndonos vivir la vida de los demás como si fuese la propia.
Porque, toda esa serie de sufrimientos la humanidad los ha experimentado
siempre sin ser consciente de su magnitud, pero ahora llegan a nuestros
hogares, traídos por los media, y ello hace que, sin excepción posible, nos
duelan a todos en el fondo del alma. Porque todos tenemos el convencimiento
interior de que podría ser mucho mejor, mucho más hermoso, mucho más justo,
mucho más soportable. Y que sería deseable que todo eso no ocurriese.
Pero,
¿por qué? ¿Qué es lo que nos hace sensibles a esas desgracias, casi siempre
ajenas? Nuestra sensibilidad. Una sensibilidad que se nos está despertando. Una
sensibilidad que no ha existido siempre. Hace muy poco, aún admitíamos y practicábamos
la esclavitud. Y las levas forzosas para ir a la guerra. Y los impuestos
arbitrarios. Y los castigos brutales y desproporcionados…
¿Qué nos
está ocurriendo, pues? ¿Qué nos ha ocurrido? Sencillamente, que está empezando
a formar parte de la conciencia colectiva la idea de que todos los seres
humanos o, mejor, todos los seres, tenemos derecho a la vida, que todos los
hombres y mujeres deben tener las mismas oportunidades, que todos hemos de
respetar los derechos de los demás, que todo derecho lleva implícita una
obligación correlativa e inseparable de él, que es posible una sociedad mejor
que la que tenemos. Y estamos empezando todos - no unos pocos, como había
ocurrido hasta ahora - a encontrar normal el esforzarnos por lograrla. Y todo
eso está calando muy hondo en nuestros corazones. Y, ¿a qué se debe? A tres
causas muy concretas:
Por un
lado, al hecho de que todos los hombres constituimos un espíritu grupal, un
todo. Y no podemos sentirnos bien - aunque queramos y hasta, incluso, aunque lo
creamos - mientras uno de nosotros, una parte del todo, lo pasa mal.
Por otro
lado, a que, como células en el cuerpo de Dios que somos y, por tanto,
instrumentos de manifestación Suyos, vemos reflejados en nosotros Sus esfuerzos
por alcanzar un estado más perfecto que el actual, ya que es, como nosotros -
aunque a escala
inconcebible para nuestras mentes - un ser en evolución.
Y, por
último, a que todos estamos recibiendo, consciente o inconscientemente, unas
vibraciones de procedencia cósmica - las de Acuario - a través del planeta
Urano, que están abriendo nuestro corazón a la nota clave de toda la creación:
el Amor.
¿Y qué
debemos hacer para activar esas vibraciones, para absorberlas al máximo? Seguir
viviendo del modo más honesto y responsable de que seamos capaces, y detener
nuestra mente, abriendo las puertas a la intuición. Porque es la intuición, y
no el razonamiento, la que nos está desarrollando a marchas forzadas. Y es ella
la que ha hecho que, al margen de los gobiernos, hayan surgido y sigan surgiendo
organismos no gubernamentales - ONGS - que, obedeciéndola, sin usar la mente
para comprender el mandato ni para argumentarlo, se sientan impelidas a ayudar
al prójimo, haciendo caso omiso de razas, religiones, colores o idearios.
Abrámonos
a esa manifestación de la fraternidad universal y de la solidaridad, a esa
exacerbación de la intuición, que proviene del Mundo del Espíritu de Vida y,
por ello, por tratarse de un mundo superior al mental, no pasa por él, sino
que, utilizando la conexión oculta de aquél con el cuerpo vital, se aloja en el
chakra del corazón y despierta al Amor, al Cristo Interno, allí dormido y
esperando pacientemente ser despertado.
Ese
despertar nos llevará a la identificación con el todo, que no supone el vaciar
nuestra gota existencial en el océano de la creación sino, al contrario, un
vaciamiento del océano entero en la gota de nuestra propia individualidad.
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