EL MISTERIO DEL GÓLGOTA Y LA SANGRE PURIFICADORA
( Del libro “Cristianismo Rosacruz”, de Max Heindel)
EL MISTERIO DEL GÓLGOTA Y LA SANGRE PURIFICADORA
A través de los dos mil años transcurridos desde que tenemos con nosotros la Religión Cristiana, y desde que la doctrina del perdón de los pecados y la sangre purificadora vino a nuestro mundo occidental, ha habido discusiones entre muchas personas, especialmente en las últimas centurias, sobre si realmente hay eficacia en esa sangre purificadora o si eso no es más que un cuento inverosímil.
Esperamos demostrar ahora que hay algo muchísimo más grande
en esa doctrina que lo que alguien se haya podido imaginar, si la consideramos
a la luz del ocultismo y de la razón. Después podremos permitir que nuestros
corazones crean ampliamente en esa grande y gloriosa doctrina de la sangre
purificadora y del perdón de los pecados que se efectuó dos mil años ha en el
Lugar de la Calavera, llamado Gólgota en hebreo.
Cuando
leemos el credo cristiano encontramos esta sentencia: “Jesús Cristo el único
hijo de Dios”, y muchas personas presumen que la sentencia se refiere a un solo
individuo llamado Jesús Cristo, que era el único hijo de Dios. Sin embargo, veremos
bien pronto que no es así, que hay tres grandes y gloriosas individualidades a
las que se refiere esa sentencia. Todos esos seres merecen nuestra más profunda
veneración, pero difieren grandemente en gloria y tienen una carrera muy
distinta tras ellos.
Cuando
examinamos a Jesús a la luz de los anales ocultos, que, según hemos visto en
Instrucciones anteriores, se llama “la memoria de la Naturaleza”, encontramos
que “el espíritu que era Jesús”, desde su nacimiento, es un Ego que pertenece a
nuestra raza humana, que se encarnó una y otra vez. Podemos encontrarlo en
existencia bajo diversos nombres y circunstancias, de la misma manera en que
vosotros y yo hemos vivido y viviremos. Así pues, encontramos que en el tiempo
indicado por la historia, más o menos al principio de nuestra Era, nació en la
Palestina un niño, y ese niño era Jesús. Su madre era un ser
extraordinariamente puro, del más hermoso carácter, y su padre era un iniciado
de elevado grado, que durante su vida presente seguía el sendero del celibato.
En otras encarnaciones anteriores había ya pasado más allá de la necesidad de
ser padre de familia. En esa vida se había dedicado completamente al sendero
oculto de realización; y cuando llegó el tiempo en que un gran instructor debía
encarnarse entre nosotros, se le eligió para suministrar la simiente
fertilizante para el cuerpo del Maestro.
En
esa forma se proveyó un cuerpo tan admirable como nunca se ha obtenido desde
entonces. Era del tipo más puro y desapasionado, y el Ego Jesús que entró en él
era un gran Espíritu, que sabía cuál era su misión en esa vida, la de mantener
ese cuerpo lo más puramente posible, pues no debía ser suyo más que durante un
término de treinta años. Al cabo de ese tiempo tendría que entregarlo a otro
ser, mucho más elevado que él. Concerniente a los primeros días de Jesús, puede
decirse que nació en la Palestina; y que durante su niñez y adolescencia tuvo
pleno conocimiento de su misión. Se le puso en la escuela de los Esenios, en
las costas del Mar Muerto. Los Esenios formaban allí una comunidad que era de
un carácter devotísimo. Eran la suprema antítesis de los materialistas
Saduceos, y estaban bien lejos de los cínicos Fariseos. Eran hombres que no
iban a las sinagogas y que no se alababan de su saber y piedad, sino que se
quedaban en su comunidad llevando una vida santa tal como ellos la comprendían.
Allí creció Jesús, y estaba tan maravillosamente adaptado a la vida que allí se
hacía, que en poco tiempo sobrepasó a todos los demás. Entonces, fue a Persia.
Esa escuela de los Esenios en la que estuvo era un gran centro de sabiduría.
Tenía una gran biblioteca, y Jesús absorbió tan grande cantidad de
conocimientos ocultos que recuperó todo cuanto había aprendido en sus vidas
anteriores.
Al
cabo de los treinta años él había purificado y limpiado tanto su cuerpo que ya
podía ser tomado por el Gran Ser que llamamos Cristo. Pronto veremos quién era
ese Gran Ser.
Dijimos
que a Jesús se le podía seguir hacia atrás en la memoria de la Naturaleza,
encarnación tras encarnación bajo nombres y circunstancias diferentes. Pero de
Cristo sólo se encuentra una encarnación, y esa fue cuando se encarnó en el
cuerpo de Jesús, al final de los treinta años. Para biografiarlo
recapitularemos algunas de las afirmaciones ya hechas.
Nosotros
venimos del Período de Saturno, pasando por los Períodos Solar y Lunar y
llegando finalmente aquí. Vimos también, en las Instrucciones anteriores, que
la humanidad del Período de Saturno estuvo representada por los Señores de la
Mente; que los hombres del Período Solar fueron los Arcángeles; y los del
Período Lunar los Ángeles. Todos esos seres eran las humanidades ordinarias de
esos diferentes períodos, cuyos seres están ahora, aunque invisibles,
trabajando con nosotros; obrando sobre nuestros cuerpos vital y de deseos así
como sobre la mente, ayudándonos a evolucionar. Cuando vemos que hay iniciados
en este período, que algunos como Jesús pudieron avanzar mucho más allá que la
ordinaria humanidad, debemos también comprender que lo mismo debió suceder en
los períodos anteriores, a esos que han sobrepasado la evolución ordinaria se
les llama hoy el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Dios,
como Dios, no es el creador de nuestro universo. En el mundo más elevado de
este plano cósmico, en el que habitamos, se le encuentra como Dios, pero debajo
de él ya no es Dios. Se expresa a sí mismo en diferentes mundos, así como en
los diversos reinos, humano, angélico, arcangélico, etc., y por lo tanto no lo
vemos en la humanidad hasta que alcancemos ese gran mundo, el mundo que en
ocultismo se llama el Mundo de Dios, donde el Dios Triuno es. El Iniciado más
elevado del Período de Saturno había alcanzado el punto en el que se hizo uno
con el más elevado aspecto del Dios Triuno, así que se le llama el Padre, el
padre de todos los que se desarrollan en nuestra evolución. El que le sigue en
gloria, el Iniciado más elevado del Período Solar, se había desarrollado hasta
unirse con el segundo aspecto del Dios Trino, y por lo tanto es el Hijo. Este
es el Cristo Cósmico, y un rayo de él entró en el cuerpo de Jesús.
El
tercer Gran Ser, el único Engendrado, que se menciona en la sentencia del Credo
Cristiano, es aún mayor que Jesús y Cristo, pero no tenemos que tratar de Él
por el momento. Sin embargo, es conveniente saber que el Espíritu Santo, el
Poder de Dios obrando en todas las naciones, es Jehová, el Iniciado más elevado
del Período Lunar.
Observando
el diagrama 14 notaremos que esto concuerda con lo que ya hemos aprendido en
las Instrucciones anteriores. Cada Ser tiene siete vehículos, y el inferior de
los vehículos de Jehová llega hasta la Región del Pensamiento Abstracto, donde
está nuestro Ego. Como que estamos bajo la línea que divide el espíritu de la
materia, hay diferenciación. Hemos visto en la Instrucción III, que todos los
planetas de nuestro sistema tienen tres mundos separados, el Mundo Físico, el
Mundo del Deseo y el Mundo del Pensamiento esto es, un vehículo separado para
cada planeta, pero el principio unificante de nuestro sistema solar es el
espíritu de vida, y por consiguiente Hijo, que es el principio unificante del
Mundo, o del planeta, debe tener desarrollado el Espíritu de Vida. Cristo, el
Iniciado más elevado del Período Solar, actualmente emplea como vehículo
inferior el espíritu de vida.
En
el Período Solar, el Globo inferior estaba en el Mundo del Deseo, y por lo
tanto los Arcángeles tienen como vehículo inferior el cuerpo de deseos todavía;
pero Cristo había ido más allá, se había elevado más, así que emplea el
Espíritu de Vida como vehículo inferior y ordinariamente no emplea un vehículo
más denso que ese; únicamente por el poder del Espíritu de Vida se puede
sobrepasar la tendencia nacional y convertir en realidad la fraternidad
universal. Los vehículos pertenecientes al Mundo del Pensamiento, el Ego y la
mente, tienden hacia la separatividad, pues es su característica. Pero el
Espíritu de Vida es el principio unificante del universo, y por lo tanto Cristo
es el único que está preparado para llevar a cabo la fraternidad. Esa es pues
una de las razones porqué Cristo tuvo que venir para ayudarnos. Y ahora veremos
sobre Cristo Jesús. Es una ley del universo que ningún ser, por grande que sea,
puede construir un vehículo y funcionar en un mundo superior o inferior al
mundo en que aprendió a actuar. Así que cuando es necesario trabajar aquí, en
nuestro Mundo Físico, es una imposibilidad absoluta para cualquier ser, excepto
para nuestra humanidad. Esta solamente puede construir vehículos humanos
densos. Ha sido auxiliada por otros, pero ella es la que ha hecho el trabajo, y
por lo tanto era necesario que un hombre cediera su cuerpo para que Cristo
pudiera, entrando en él, ayudar a la raza, como también a toda la humanidad.
Sabemos
que al morir, o en cualquier momento en que abandonamos este Mundo Físico, nos
desprendemos de nuestro cuerpo denso y del vital, porqué ambos pertenecen a
dicho mundo. Así lo hizo Jesús, cuando llegó a la edad de treinta años, después
de haber puesto su cuerpo en condiciones de que pudiera habitarlo el Gran Ser,
y lo dejó gustosa y voluntariamente. Lo abandonó en el bautismo, como lo
hubiera dejado al morir, para que Cristo pudiera entrar en él; y se vio a éste
descender en forma de una paloma.
Cristo,
siendo Arcángel, había aprendido a construir como vehículo más bajo, hasta el
cuerpo de deseos, pero no sabía cómo elaborar ni el vital ni el denso. Los
Arcángeles habían trabajado anteriormente por la humanidad desde afuera como lo
hacen los Espíritus-Grupo, pero eso no era suficiente. El auxilio tenía que
venir de adentro. Esto se hizo posible mediante la combinación de Cristo y
Jesús, y por consiguiente es verdad en el sentido más elevado y en el sentido
más literal, lo que dice San Pablo:
Hay
un solo mediador entre Dios y el hombre Cristo Jesús, el justo”. Ninguna otra
entidad de nuestro sistema posee completos en cadena los doce vehículos
necesarios, que partiendo del cuerpo denso y pasando por los siete mundos
llegan hasta el segundo aspecto del Dios Triuno, el Hijo. Por consiguiente, Él
puede venir desde el mismo trono del Padre y también puede llegar hasta la
cumbre, llevando la tristezas y sufrimientos de la humanidad hasta allí,
purificándonos en tal forma cual ningún otro puede hacerlo y ayudándonos como
nadie puede ayudarnos.
Hemos
visto pues, quien es Jesús, quien es Cristo y quien es esa personalidad
compuesta que llamamos Jesucristo. El único Engendrado es un Ser mucho más
elevado. Oyese hablar del Absoluto y se cree que el Absoluto es Dios quizás.
Las ideas de ciertas personas son bien curiosas por cierto. No podría ser de
otra manera, sin embargo, ya que no se han dado enseñanzas definidas sobre el
asunto. Pero Dios, el Gran Arquitecto del Universo, según lo llaman los
masones, ha sido descrito como el Creador de nuestro sistema solar, que no
tiene nada que ver con lo que está fuera de dicho sistema. Más allá de los
siete mundos en los que están situados nuestro sistema solar y todos los demás
sistemas solares, hay todavía seis Grandes Planos Cósmicos de vida y de ser, y
en ellos se encuentran jerarquías superiores y de diverso grado de gloria por
encima del Gran Ser a quien llamamos Dios. Y por encima de todo existe lo que
podemos llamar el Ser Supremo, el único que incluye todos los sistemas solares
y todas las jerarquías de todo el Universo; y el Verbo que emanó de ese Gran
Ser – el primer Sonido o Fiat creador-, es el único Engendrado. Otros Seres han
sido los “únicos Engendrados”, en una forma similar, pero no en la forma en que
lo fue el primer Sonido. Antes de éste no existía más que ese Ser Supremo, y no
podemos nunca hablar de nada superior al Absoluto, el Uno. Aunque esto no
signifique nada para nosotros actualmente, es bueno saber que hay una
distinción, así que por lo menos nuestras ideas serán claras respecto de quién
es Dios, quién es el Hijo y quién es el Espíritu Santo, así como respecto a
Jesucristo.
El,
Padre es el iniciado más elevado del Período de Saturno.
El
Hijo es el iniciado más elevado del Período Solar.
Jehová,
el Espíritu Santo, es el más elevado iniciado del Período Lunar. Y las
humanidades ordinarias de los diferentes periodos son respectivamente los
Ángeles, los Arcángeles y los Señores de la mente. Hay muchas jerarquías,
muchas que están más allá de la evolución del hombre y debajo de la evolución
del hombre, pero no hay ninguno, ningún otro que pueda ser la salvación del
hombre sino Cristo-Jesús.
Por
último hemos llegado a comprender los factores que intervinieron e hicieron ese
gran sacrificio del Gólgota; sabemos quién es quién. Estas Instrucciones son
primero analíticas en grado superlativo, pero cuando combinemos sus resultados
y consideremos dicho sacrificio bajo su luz, entonces encontraremos algo
grande, algo espiritual en él. Es necesario ser analíticos para satisfacer a
aquellos que se han visto obligados a abandonar sus iglesias. Ellos han
preguntado: “¿qué bien del mundo puede hacérmelo creer?” Y están buscando una
respuesta a esa pregunta que surge en sus mentes “¿qué eficacia tiene la
sangre?”, y por consiguiente es necesario analizar antes de ponernos frente a
las enseñanzas espirituales. Tenemos un factor más que nosotros debemos
analizar, la sangre.
Habréis
oído decir al autor varias veces que la sangre es el vehículo particular del
Ego en el mundo físico. Encontramos en la Biblia que esto era conocido muy bien
por los que escribieron el Levítico. pues decían que la vida está en la sangre.
Vemos la sangre como innumerables glóbulos o discos microscópicos, pero la
sangre no es de esa naturaleza, según lo ve el clarividente en el cuerpo humano
vivo. La sangre es un gas, una esencia espiritual caliente. Este calor lo
produce el Ego que está dentro de la sangre. Si se pincha la piel y sale
sangre, ésta se coagula como el vapor, que es un gas caliente invisible,
condensándose tan pronto como se pone en contacto con la atmósfera externa. La
sangre es el vehículo a través del que, por medio del sistema nervioso
simpático, lleva la mente subconsciente todas las actividades al cuerpo,
actividades de las que no tenemos noticia en nuestra mente consciente. La
sangre es una esencia peculiarísima, según se ve en el mito de Fausto, al ir a
firmar el pacto con el Diablo. Va a hacerlo con tinta, pero Mefistófeles dice:
“firmad con sangre”. Y Fausto pregunta: ¿por qué? ¿es acaso más eficaz? “Sí”,
contesta Mefistófeles, “la sangre es una esencia muy peculiar”, porque sabía
que la sangre contiene al Ego, y por lo tanto exigía la sangre del hombre a
quien quería tener bajo su poder.
El
Ego humano es más poderoso que el Espíritu-Grupo del animal, como lo vemos
cuando acudirnos a la prueba científica que se llama hemolisis. La sangre de un
animal superior si se inocula en otro de especie inferior lo mataría. Si
tomamos sangre humana y la inoculamos en un animal inferior, el animal no puede
soportar las elevadas vibraciones de la sangre de un ser humano y muere. Por
otra parte, si se inocula sangre de un animal a un hombre, éste no sufrirá. No
podemos pasar más allá de los antropoides. Estos únicamente pueden soportar
inoculaciones de sangre humana: todos los demás animales morirían.
En
los días anteriores a Cristo, recordaremos de Parsifal que no había iniciación
para “todo el que quisiera”. Se dijo proféticamente: “Todo aquél que esté
sediento que venga a estas aguas” (a beber), pero esto era una profecía.
Después de la venida de Cristo, la tenemos para “todo el que quiera”. Antes, de
ese entonces la iniciación estaba reservada a ciertas castas, cuyos miembros
eran los únicos que podían ser iniciados o sacerdotes. Con objeto de demostrar
que eso quedaba abrogado, se tomó el cuerpo de Jesús, pero no de un Levita.
Jesús venía de la mezcla más fuerte de la nación Judía- los galileos. En los
tiempos primitivos nadie podía casarse fuera de su tribu, y leemos que Adán y
Matusalén vivieron así muchísimos años. En esa época era costumbre casarse en
la familia, una endogamia tan estrecha como fuera posible, así que la sangre
que corría por las venas de los miembros de esa familia contenía las imágenes
de todo cuanto les había ocurrido a sus diferentes ascendientes, lo que estaba
conservado en la mente que ahora es subconsciente. Pero entonces estaba
consciente y constantemente ante la visión interna del hombre y cada familia
estaba unida por la sangre común con la que vivieron sus antecesores. Los hijos
veían las vidas de sus padres. Y en esa forma Adán y otros patriarcas vivieron
durante centurias.
En
esos tiempos nadie se casaba fuera de su propia familia, así como nosotros no
nos casaríamos dentro de ella. Se consideraba con horror el casamiento con un
extraño y hasta en la mitología escandinava vemos cómo los que tenían que
formar parte de una familia se veían obligados a mezclar la sangre. Para ello
tenía que verse antes si la sangre se mezclaba o no, así que la hemolisis era
ya conocida de ellos, en algunas de sus fases por lo menos. Si la sangre no se
mezclaba hubiera producido “confusión de casta”, como dice el hindú. Debía
seguirse la línea estrictamente, pues en caso contrario esas imágenes de la
visión interna no serían las mismas y se tornarían confusas y borrosas.
Cuando
Cristo vino derogó tal práctica al decir: “Antes de que Abraham fuera, Yo soy”.
Yo no me cuido de Abraham, sino que me glorifico en el Yo soy, el Ego que era
antes de que él fuera. Y dijo: “Aquél que no deje a su padre y a su madre no
puede seguirme”. Mientras os mantengáis en la familia, en la nación, en la tribu
vivís en la antigua sangre, en los antiguos métodos, y no podéis amalgamarnos
en una fraternidad universal. Eso puede realizarse únicamente cuando os caséis
internacionalmente. Porque si tenéis muchas naciones. es lo mismo que tener
muchas casas de ladrillos. Mientras tengáis esas casas levantadas ante vosotros
no podréis hacer un gran edificio, pero cuando las destruyáis podréis hacer con
ellas uno muy grande. El matrimonio en familia debe pasar; que Abraham muera y
que el “Yo soy” viva; perezca el patriarcado para que el individualismo pueda
surgir.
¿Qué
efectos tuvo ese cambio? La mezcla de sangres siempre mata algo. Si no mata al
animal mata alguna otra cosa. Si cruzamos un caballo con una burra, se produce
un híbrido, la mula. ¿Es esa mula igual a los que la engendraron? ¿no ha muerto
algo? Sí. Ha muerto la facultad de la propagación y así sucede en todos los
demás híbridos. No pueden propagar su especie. De la misma manera, cuando nos
casamos internacionalmente, algo muere. Y ese algo son las imágenes de nuestra
visión interna. Las diferentes imágenes o recuerdos de las diversas familias se
mezclaron, así que la clarividencia, el contacto con el mundo espiritual junto
con la memoria de la Naturaleza, se fue borrando desde ese tiempo. Los
escoceses de las montarías que se casan en el clan y los gitanos también,
retienen esa segunda vista en cierto grado. Si alguien se hubiera situado
durante millares de años en algún planeta distante y hubiera mirado
clarividentemente a nuestra pequeña Tierra, habría visto un cambio gradual de
mal en peor en su Mundo del Deseo y su Mundo del Pensamiento. Se iban llenando
más y más con sucias y malas vibraciones, porque el hombre, en los días de su
infancia, no podía dominar sus impulsos. Estaban principalmente dominado por la
mente y el cuerpo de deseos, y por lo tanto, después de la muerte tenía que
hacer una estada en el Purgatorio, la cual ocupaba la mayor parte del tiempo
transcurrido entre dos encarnaciones; casi no había progreso alguno. El Segundo
Cielo, en el que aprendía el trabajo creador, casi le estaba cerrado.
El
Mundo del Deseo terrestre tenía que ser purificado para proporcionar al hombre
un nuevo impulso. Y esa fue la misión de Cristo. En cuanto a las razones
referentes a la muerte violenta, ya se dijo que cuando una persona sale brusca
o violentamente de su instrumento hay algo que se adhiere a él, y ese algo son
las impurezas de la naturaleza inferior. Tenemos sangre arterial y sangre
venosa, en la venosa se encuentran todas las impurezas de la naturaleza inferior;
pero en la sangre arterial tenemos la pureza. La sangre venosa se adhiere
estrechamente a la carne, y por lo tanto, cuando alguna persona es muerta, si
la sangre fluye se efectúa una purificación definida. Cuando quiera que el
espíritu sale del cuerpo por accidente y fluye la sangre, el hombre es más
puro, mejor como espíritu.
El
cuerpo de Jesús tenía que ser muerto y la sangre tenía que fluir para que,
mediante esa muerte violenta, la última impureza que aun pudiera permanecer
adherida a esa carne se disgregara; para que el Espíritu Cristo, purísimo e
inmaculado, sin ninguna de las impurezas del cuerpo que había usado, pudiera
difundirse por todo el mundo. Cuando ese Gran Ser fluyó al exterior por las
heridas del cuerpo de Jesús, ese luminosísimo Espíritu Solar se difundió por
toda la Tierra. Y por eso oímos hablar de esa gran oscuridad, pues la gran luz
espiritual la percibió el hombre como oscuridad. Pero gradualmente fue
absorbida por la Tierra, y tomó su lugar, permitiendo que todas las cosas que estaban
dentro de su influencia volviera a su condición normal, por lo menos en lo que
el hombre podía ver; pero las vibraciones que se habían producido limpiaran,
purificaron y ordenaron rítmicamente las vibraciones del mundo superior y
dieron un impulso espiritual que no habría podido ser dado de otra manera, y en
esa forma fue como lavó y borró “los pecados del Mundo”, restaurando las
vibraciones rítmicas en cierta medida y permitiendo al hombre progresar. Esa
influencia está aún obrando y purificando el mundo; es la fuente del altruismo
y de la benevolencia que gradualmente está tomando el lugar del patriotismo y
del egoísmo, allegando fraternidad universal para la humanidad.
***
Del
libro “Cristianismo Rosacruz”, de Max Heindel
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