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domingo, 10 de noviembre de 2013

LA VISION Y LA IMPRESIÓN ( A.B.)



LA VISION Y LA IMPRESIÓN

(Del libro “El Alma y su Mecanismo, A.B.)



1. A quienes perciben una visión, vedada a los que carecen del equipo necesario para su captación, se los considera fantasiosos e imaginativos. Cuando muchos la perciben, se acepta su posibilidad, pero cuando la huma­nidad haya despertado y abierto los ojos, ya no se hará hincapié sobre la visión, sino que se afirmará un hecho y se enunciará una ley. Tal ha sido la historia en el pasado y así será el proceso en el futuro.  

2. El verdadero discípulo ve la visión. Luego trata de mantenerse tan íntimamente en contacto con su alma, que puede permanecer firme mientras procura hacer realidad esa visión; aspira a lograr aquello que desde el punto  de vista del mundo parece imposible, sabiendo que la visión no se materializa por conveniencia, o indebida adaptación de las ideas sugeridas por consejeros mundanos e intelectuales.  

3. La visión es una manera simbólica de experimentar la revelación. El desarrollo gradual de cada uno de los cinco sentidos trajo el constante surgimiento de la revelación del mundo de Dios y la continua expansión de la visión. El desarrollo de la vista produjo una aptitud sintética para enfocar los resultados de todas las visiones menores, llevadas al punto de revelación por los otros cuatro sentidos. Luego le sigue la visión revelada por el “sentido común” de la mente. En su estado más desarrollado se presenta como percepción mundial, en lo que a los asuntos humanos concierne y produce frecuentemente los vastos planes personales de los dirigentes mundiales en los distintos campos del vivir humano. Pero la visión a que me refiero consiste en llegar a ser conscientes de lo que el alma conoce y ve, empleando la clave que abre la visión del alma, la intuición, que debe aplicarse inteligente y conscientemente sólo cuando los asuntos de la personalidad van quedando bajo el umbral de la conciencia   Un discípulo llega a ser aceptado cuando comienza su ascenso hacia la visión, hacia la cima de la montaña y, también, cuando puede registrar conscientemente lo que ha visto y comienza a hacer algo constructivo para materializarlo. Esto ya comenzaron a hacerlo muchos. Un hombre llega a ser un discípulo mundial, en sentido técnico, cuando la visión es para él un factor importante y determinante en su conciencia, a lo cual subordina todos sus esfuerzos diarios. No es necesario que alguien le revele el Plan. Él sabe. Ajusta su sentido de proporción a la revelación, y su vida está dedicada a traer a la existencia efectiva la visión, en colaboración con su grupo.

Por lo tanto es un proceso que se desarrolla gradualmente, hasta llegar a cierta etapa. Una vez alcanzada la visión ya no es un factor dominante, sino el campo de la experiencia, del servicio y de la realización. Reflexionen sobre esto.  

4. El órgano visual es el más desarrollado en este período mundial, en el cual el Logos trata de llevar a los reinos subhumanos a la etapa en que poseerán la visión humana, y a la humanidad, al punto donde pueda desarro­llar la visión espiritual y la visión interna jerárquica sea la cualidad normal de la visión iniciática, y así llevar a los miembros de la Jerarquía a la etapa en que adquieran la percepción universal. Por lo tanto se podría decir que a través del portal de:

1.      La individualización, los reinos subhumanos obtienen la visión humana, que conduce al contacto mental y a la impresión inteligente. 
2.      La iniciación, la humanidad obtiene la visión espiritual que con­duce al contacto egoico y a la impresión espiritual.
3.      La identificación, la Jerarquía obtiene la visión universal que conduce al contacto monádico y a la impresión extraplanetaria. 

EL OJO DEL ALMA

Como resultado del pensamiento enfocado “en el corazón”, el ojo espi­ritual se abre, transformándose en agente directriz, empleado consciente­mente por el iniciado... ¿Qué significan aquí las palabras “en el corazón»’? El alma es el corazón del sistema del hombre espiritual; es el asiento de la vida y de la conciencia que animan a la personalidad, y es la potencia motivadora en cada encarnación, de acuerdo a la experiencia que condiciona la expresión del hombre espiritual en determinado renacimiento. En las primeras etapas de la experiencia dicho “ojo” permanece cerrado; no existe capacidad para reflexionar, tampoco para pensar en el corazón, es decir, pensar desde los niveles del alma. A medida que el intelecto se desarrolla y el poder de enfocarse en el plano mental se acrecienta, la realidad de la existencia del alma llega a conocerse y el objetivo de la atención cambia. Le sigue la capacidad de enfocarse en la conciencia del alma y así fusionar el alma y la mente, de tal modo que tiene lugar la unificación y el hombre puede entonces comenzar a pensar “con su corazón”. Además se abre el “ojo del alma”, y la energía de los niveles del alma, inteligentemente empleada, es dirigida desde esos niveles y afluye en lo que ahora ambiguamente se denomina “el tercer ojo”. Inmediatamente, la personalidad en los tres mundos comienza a expresarse como alma en el plano físico, y la voluntad, el propósito y el amor, empiezan a controlar...

Ampliará más el concepto, recordándoles la frase tan a menudo emplea­da, “El Ojo que Todo Lo Ve”. Se refiere al poder que tiene el Logos planetario de ver todas las partes, los aspectos y las fases (en tiempo y espacio) de Su vehículo planetario, Su cuerpo físico y de identificarse a Sí Mismo con todas las reacciones y sensibilidades de Su mundo creado y participar con pleno conocimiento en todos los eventos y acontecimientos. ¿De qué medio se vale, en Su propio elevado nivel, para hacerlo? ¿A través de qué mecanismo “ve” así? ¿Cuál es Su órgano de visión? ¿Cuál es la naturaleza del órgano de la vista que emplea para entrar en contacto con los siete planos de Su universo manifestado? ¿Qué órgano emplea y cuál es la analogía del tercer ojo del [214] hombre? La respuesta es: la Mónada para el Logos planetario es lo que el tercer ojo para el hombre; esto se aclarará si tienen en cuenta que nuestros siete planos son sólo siete subplanos del plano físico cósmico. El mundo monádico - así llamado - es Su órgano de visión, también Su agente directriz para la vida y la luz que deben afluir al mundo fenoménico. De la misma manera es la mónada para la personalidad en los tres mundos y también la fuente de su vida y luz.

Por lo tanto, hay tres órganos de revelación, en lo que al hombre espiritual concierne:

1.      El ojo humano, que da la “visión interna” en el mundo fenoménico, dejando entrar la luz y trayendo revelación al medio ambiente.
2.      El ojo del alma, que trae la revelación de la naturaleza de los mundos internos, del reino de Dios y del Plan divino.
3.      El centro dentro de la Vida Una denominado por la palabra sin significado “Mónada”, la chispa dentro de la Llama Una. En las etapas finales de la iniciación, la Mónada se convierte en reveladora del propósito de Dios, de la voluntad de Logos planetario y de la puerta que conduce al Camino de la Evolución Superior, camino que lleva al hombre fuera del plano físico cósmico, al plano astral cósmico y, por lo tanto, al mundo de sensibilidad divina, del cual no tenemos una posible comprensión, pero para ello la conciencia en desarrollo nos ha proporcionado los pasos iniciales.

El hombre aprendió a emplear el ojo físico y por su intermedio a hallar su camino alrededor y a través de su medio ambiente. La etapa de la evolución humana en la que aprendió primero a ver, ha quedado muy atrás, pero cuando el hombre vio y pudo enfocar, y por la vista, seguir su camino, marcó un desarrollo estupendo y constituyó su primera entrada real en el Sendero de la Luz. Reflexionen sobre esto. Tiene también repercusiones internas y en realidad fue resultado de una interacción invocadora entre los centros inter­nos de poder y la criatura que andaba a tientas en el mundo fenoménico.

El hombre aprende hoy a emplear el ojo del alma, llevando también a la actividad su analogía en la cabeza; esto produce fusión e identificación y pone en actividad la glándula pineal. Sin embargo, el resultado principal permite al discípulo ser consciente, mientras tiene cuerpo físico, de un nuevo campo de contactos y de percepciones. Esto marca una crisis en su desarrollo, de naturaleza tan drástica e importante como lo fue la obtención de la visión física y el empleo del ojo físico en el desenvolvimiento de esa extraña criatura que precedió al hombre animal más primitivo. Hoy las cosas desconocidas pueden presentirse, buscarse y, finalmente, verse; se evidencia un nuevo  mundo del ser, que siempre estuvo presente y hasta ahora no se había conocido; la vida, la naturaleza, ¡a calidad y los fenómenos del reino de las almas, o el de la Jerarquía, se hicieron tan patentes a su visión y tan reales, como lo es el mundo de los cinco sentidos físicos.

Posteriormente, en el sendero de la iniciación, el iniciado desarrolla la pequeña analogía del “Ojo planetario que Todo lo ve”. Desenvuelve los poderes de la Mónada, relacionados con el propósito divino y con el mundo donde actúa Sanat Kumara que denominamos Shamballa. He explicado en otra parte, que el estado de ser de la Mónada nada tiene que ver con lo que llamamos conciencia; análogamente nada existe en el mundo shambállico de igual naturaleza que el mundo fenoménico del hombre en los tres mundos, ni siquiera en el mundo del alma. Es un mundo de energía pura, de luz y de fuerza dirigida; puede ser visto como corrientes y centros de fuerzas, forman­do todos un diseño de consumada belleza, que invoca poderosamente el mundo del alma y el mundo fenoménico, constituyendo por lo tanto, en un sentido muy real, el mundo de las causas y de la iniciación.

Cuando el hombre, como ser humano, el hombre como discípulo y el hombre como iniciado, progresa gradualmente en la corriente de la vida, la revelación le llega paulatinamente, pasando de un gran punto de enfoque a otro, hasta que nada más queda por serle revelado.

En todos estos puntos espirituales de crisis o de oportunidad, para alcanzar visión, nueva percepción. Interna espiritual y revelación (porque en realidad son eso), el primer concepto que llama la atención es la lucha. A este respecto, empleé las palabras “etapa de penetración”; la idea que esto imparte a la comprensión iniciática, significa la ampliación de la lucha que libra el neófito a fin de obtener el control interno y luego emplear la mente como faro para penetrar en nuevos campos de percepción y de reconocimien­to. Recuerden que el reconocimiento involucra la correcta interpretación y relación con lo que se ve y se entra en contacto. En toda revelación entra el concepto “visión total” o síntesis de percepción; luego viene el reconocimien­to de lo que se visualiza y percibe. La mente (el sentido común, como solía llamarse) emplea los sentidos físicos de percepción y, mediante su conjunta contribución, obtienen una “visión total” y una síntesis de percepción del mundo fenoménico, de acuerdo al punto de desarrollo del hombre, y a su capacidad mental para reconocer, interpretar y relacionar correctamente lo que le fue impartido a él por la actividad de los cinco sentidos. Esto es lo que queremos significar cuando empleamos la frase “el ojo de la mente”, y esta capacidad la posee en común la humanidad en diversos grados de desarrollo.

 Más tarde, el hombre emplea el “ojo del alma”, tal como señalé más arriba, revelándole un mundo de fenómenos más sutiles, el reino de Dios o el mundo de las almas. Entonces la luz de la intuición afluye, trayendo el poder de reconocer, interpretar y relacionar correctamente.

A medida que el discípulo y el iniciado progresan etapa tras etapa de revelación, resulta cada vez más difícil aclarar no sólo lo que es revelado, sino también los procesos de la revelación y los métodos empleados para producir la etapa de revelación. La vasta mayoría del género humano en el mundo no tiene una idea clara sobre la función de la mente como órgano de visión iluminado por el alma; muy pocos aún, sólo los discípulos e iniciados, son capaces de vislumbrar el propósito del ojo espiritual y su funcionamiento a la luz de la intuición. Por lo tanto, cuando llegamos al gran órgano de revelación universal, el principio monádico, que actúa por medio de una luz extraplanetaria, nos introducimos en reinos indefinibles, que ninguna termi­nología creada los explica y que únicamente los iniciados de grado superior al tercero son capaces de considerar.  

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