LA VISION Y LA
IMPRESIÓN
(Del libro “El
Alma y su Mecanismo, A.B.)
1.
A quienes perciben una visión, vedada a los que carecen del equipo necesario
para su captación, se los considera fantasiosos e imaginativos. Cuando muchos
la perciben, se acepta su posibilidad, pero cuando la humanidad haya
despertado y abierto los ojos, ya no se hará hincapié sobre la visión, sino que
se afirmará un hecho y se enunciará una ley. Tal ha sido la historia en el
pasado y así será el proceso en el futuro.
2.
El verdadero discípulo ve la visión. Luego trata de mantenerse tan íntimamente
en contacto con su alma, que puede permanecer firme mientras procura hacer
realidad esa visión; aspira a lograr aquello que desde el punto de vista
del mundo parece imposible, sabiendo que la visión no se materializa por
conveniencia, o indebida adaptación de las ideas sugeridas por consejeros
mundanos e intelectuales.
3.
La visión es una manera simbólica de
experimentar la revelación. El desarrollo gradual de cada uno de los cinco
sentidos trajo el constante surgimiento de la revelación del mundo de Dios y la
continua expansión de la visión. El desarrollo de la vista produjo una aptitud
sintética para enfocar los resultados de todas las visiones menores, llevadas
al punto de revelación por los otros cuatro sentidos. Luego le sigue la visión
revelada por el “sentido común” de la mente. En su estado más desarrollado se
presenta como percepción mundial, en lo que a los asuntos humanos concierne y
produce frecuentemente los vastos planes personales de los dirigentes mundiales
en los distintos campos del vivir humano. Pero la visión a que me refiero
consiste en llegar a ser conscientes de lo que el alma conoce y ve, empleando
la clave que abre la visión del alma, la
intuición, que debe aplicarse inteligente y conscientemente sólo cuando los
asuntos de la personalidad van quedando bajo el umbral de la conciencia Un discípulo llega a ser aceptado cuando
comienza su ascenso hacia la visión, hacia la cima de la montaña y, también,
cuando puede registrar conscientemente lo que ha visto y comienza a hacer algo
constructivo para materializarlo. Esto ya comenzaron a hacerlo muchos. Un
hombre llega a ser un discípulo mundial, en sentido técnico, cuando la visión
es para él un factor importante y determinante en su conciencia, a lo cual
subordina todos sus esfuerzos diarios. No es necesario que alguien le revele el
Plan. Él sabe. Ajusta su sentido de
proporción a la revelación, y su vida está dedicada a traer a la existencia
efectiva la visión, en colaboración con su grupo.
Por lo tanto es un proceso que se desarrolla gradualmente, hasta
llegar a cierta etapa. Una vez alcanzada la visión ya no es un factor
dominante, sino el campo de la experiencia, del servicio y de la realización.
Reflexionen sobre esto.
4.
El órgano visual es el más desarrollado en este período mundial, en el cual el
Logos trata de llevar a los reinos subhumanos a la etapa en que poseerán la
visión humana, y a la humanidad, al
punto donde pueda desarrollar la visión espiritual
y la visión interna jerárquica sea la cualidad normal de la visión
iniciática, y así llevar a los miembros de la Jerarquía a la etapa en que
adquieran la percepción universal. Por
lo tanto se podría decir que a través del portal de:
1.
La
individualización, los reinos subhumanos obtienen la visión humana, que
conduce al contacto mental y a la impresión inteligente.
2.
La iniciación, la humanidad
obtiene la visión espiritual que conduce al contacto egoico y a la impresión
espiritual.
3.
La identificación,
la Jerarquía obtiene la visión universal que conduce al contacto monádico
y a la impresión extraplanetaria.
EL OJO DEL ALMA
Como
resultado del pensamiento enfocado “en el corazón”, el ojo espiritual se abre,
transformándose en agente directriz, empleado conscientemente por el
iniciado... ¿Qué significan aquí las palabras “en el corazón»’? El alma es el
corazón del sistema del hombre espiritual; es el asiento de la vida y de la
conciencia que animan a la personalidad, y es la potencia motivadora en cada
encarnación, de acuerdo a la experiencia que condiciona la expresión del hombre
espiritual en determinado renacimiento. En las primeras etapas de la
experiencia dicho “ojo” permanece cerrado; no existe capacidad para
reflexionar, tampoco para pensar en el corazón, es decir, pensar desde los
niveles del alma. A medida que el intelecto se desarrolla y el poder de
enfocarse en el plano mental se acrecienta, la realidad de la existencia del
alma llega a conocerse y el objetivo de la atención cambia. Le sigue la
capacidad de enfocarse en la conciencia del alma y así fusionar el alma y la
mente, de tal modo que tiene lugar la unificación y el hombre puede entonces
comenzar a pensar “con su corazón”. Además se abre el “ojo del alma”, y la
energía de los niveles del alma, inteligentemente empleada, es dirigida desde
esos niveles y afluye en lo que ahora ambiguamente se denomina “el tercer ojo”.
Inmediatamente, la personalidad en los tres mundos comienza a expresarse como
alma en el plano físico, y la voluntad, el propósito y el amor, empiezan a
controlar...
Ampliará
más el concepto, recordándoles la frase tan a menudo empleada, “El Ojo que
Todo Lo Ve”. Se refiere al poder que tiene el Logos planetario de ver todas las
partes, los aspectos y las fases (en tiempo y espacio) de Su vehículo
planetario, Su cuerpo físico y de identificarse a Sí Mismo con todas las
reacciones y sensibilidades de Su mundo creado y participar con pleno
conocimiento en todos los eventos y acontecimientos. ¿De qué medio se vale, en
Su propio elevado nivel, para hacerlo? ¿A través de qué mecanismo “ve” así?
¿Cuál es Su órgano de visión? ¿Cuál es la naturaleza del órgano de la vista que
emplea para entrar en contacto con los siete planos de Su universo manifestado?
¿Qué órgano emplea y cuál es la analogía del tercer ojo del [214] hombre? La
respuesta es: la Mónada para el Logos planetario es lo que el tercer ojo para
el hombre; esto se aclarará si tienen en cuenta que nuestros siete planos son
sólo siete subplanos del plano físico
cósmico. El mundo monádico - así llamado - es Su órgano de visión, también
Su agente directriz para la vida y la luz que deben afluir al mundo fenoménico.
De la misma manera es la mónada para la personalidad en los tres mundos y
también la fuente de su vida y luz.
Por
lo tanto, hay tres órganos de revelación, en lo que al hombre espiritual
concierne:
1.
El ojo humano, que da la “visión interna” en el mundo
fenoménico, dejando entrar la luz y trayendo revelación al medio ambiente.
2.
El ojo del alma, que trae la revelación de la naturaleza
de los mundos internos, del reino de Dios y del Plan divino.
3.
El centro dentro de la Vida Una denominado por la
palabra sin significado “Mónada”, la chispa dentro de la Llama Una. En las
etapas finales de la iniciación, la Mónada se convierte en reveladora del
propósito de Dios, de la voluntad de Logos planetario y de la puerta que
conduce al Camino de la Evolución Superior, camino que lleva al hombre fuera
del plano físico cósmico, al plano astral cósmico y, por lo tanto, al mundo de
sensibilidad divina, del cual no tenemos una posible comprensión, pero para
ello la conciencia en desarrollo nos ha proporcionado los pasos iniciales.
El
hombre aprendió a emplear el ojo físico y por su intermedio a hallar su camino
alrededor y a través de su medio ambiente. La etapa de la evolución humana en
la que aprendió primero a ver, ha
quedado muy atrás, pero cuando el hombre vio y pudo enfocar, y por la vista, seguir su camino, marcó un
desarrollo estupendo y constituyó su primera entrada real en el Sendero de la
Luz. Reflexionen sobre esto. Tiene también repercusiones internas y en realidad
fue resultado de una interacción invocadora entre los centros internos de
poder y la criatura que andaba a tientas en el mundo fenoménico.
El
hombre aprende hoy a emplear el ojo del alma, llevando también a la actividad
su analogía en la cabeza; esto produce fusión e identificación y pone en
actividad la glándula pineal. Sin embargo, el resultado principal permite al
discípulo ser consciente, mientras tiene cuerpo físico, de un nuevo campo de
contactos y de percepciones. Esto marca una crisis en su desarrollo, de
naturaleza tan drástica e importante como lo fue la obtención de la visión
física y el empleo del ojo físico en el desenvolvimiento de esa extraña
criatura que precedió al hombre animal más primitivo. Hoy las cosas
desconocidas pueden presentirse, buscarse y, finalmente, verse; se evidencia un
nuevo mundo del ser, que siempre estuvo presente y hasta ahora no se había
conocido; la vida, la naturaleza, ¡a calidad y los fenómenos del reino de las
almas, o el de la Jerarquía, se hicieron tan patentes a su visión y tan reales,
como lo es el mundo de los cinco sentidos físicos.
Posteriormente,
en el sendero de la iniciación, el iniciado desarrolla la pequeña analogía del
“Ojo planetario que Todo lo ve”. Desenvuelve los poderes de la Mónada,
relacionados con el propósito divino y con el mundo donde actúa Sanat Kumara
que denominamos Shamballa. He explicado en otra parte, que el estado de ser de
la Mónada nada tiene que ver con lo que llamamos conciencia; análogamente nada
existe en el mundo shambállico de igual naturaleza que el mundo fenoménico del
hombre en los tres mundos, ni siquiera
en el mundo del alma. Es un mundo de energía pura, de luz y de fuerza dirigida;
puede ser visto como corrientes y centros de fuerzas, formando todos un diseño
de consumada belleza, que invoca poderosamente el mundo del alma y el mundo
fenoménico, constituyendo por lo tanto, en un sentido muy real, el mundo de las
causas y de la iniciación.
Cuando
el hombre, como ser humano, el hombre como discípulo y el hombre como iniciado,
progresa gradualmente en la corriente de la vida, la revelación le llega
paulatinamente, pasando de un gran punto de enfoque a otro, hasta que nada más
queda por serle revelado.
En
todos estos puntos espirituales de crisis o de oportunidad, para alcanzar
visión, nueva percepción. Interna espiritual y revelación (porque en realidad
son eso), el primer concepto que llama la atención es la lucha. A este
respecto, empleé las palabras “etapa de penetración”; la idea que esto imparte
a la comprensión iniciática, significa la ampliación de la lucha que libra el
neófito a fin de obtener el control interno y luego emplear la mente como faro
para penetrar en nuevos campos de percepción y de reconocimiento. Recuerden
que el reconocimiento involucra la correcta interpretación y relación con lo
que se ve y se entra en contacto. En toda revelación entra el concepto “visión
total” o síntesis de percepción; luego viene el reconocimiento de lo que se
visualiza y percibe. La mente (el sentido común, como solía llamarse) emplea
los sentidos físicos de percepción y, mediante su conjunta contribución,
obtienen una “visión total” y una síntesis de percepción del mundo fenoménico,
de acuerdo al punto de desarrollo del hombre, y a su capacidad mental para
reconocer, interpretar y relacionar correctamente lo que le fue impartido a él
por la actividad de los cinco sentidos. Esto es lo que queremos significar
cuando empleamos la frase “el ojo de la mente”, y esta capacidad la posee en
común la humanidad en diversos grados de desarrollo.
Más tarde, el hombre emplea el “ojo del alma”, tal como señalé más arriba,
revelándole un mundo de fenómenos más sutiles, el reino de Dios o el mundo de
las almas. Entonces la luz de la intuición afluye, trayendo el poder de
reconocer, interpretar y relacionar correctamente.
A
medida que el discípulo y el iniciado progresan etapa tras etapa de revelación,
resulta cada vez más difícil aclarar no sólo lo que es revelado, sino también
los procesos de la revelación y los métodos empleados para producir la etapa de
revelación. La vasta mayoría del género humano en el mundo no tiene una idea
clara sobre la función de la mente como órgano de visión iluminado por el alma;
muy pocos aún, sólo los discípulos e iniciados, son capaces de vislumbrar el
propósito del ojo espiritual y su funcionamiento a la luz de la intuición. Por
lo tanto, cuando llegamos al gran órgano de revelación universal, el principio
monádico, que actúa por medio de una luz extraplanetaria, nos introducimos en
reinos indefinibles, que ninguna terminología creada los explica y que
únicamente los iniciados de grado superior al tercero son capaces de considerar.
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