EL AURA
Textos del Maestro Tibetano D.K.
El aura de cualquier forma de vida puede definirse como la
cualidad de una esfera de actividad radiatoria. Aún muy poco se sabe sobre el
aura, y se han escrito muchas tonterías respecto a esto. Por lo general se
habla del aura en términos de color y luz, debido a la naturaleza de la visión
del que ve y del mecanismo de respuesta utilizado. Hay sólo dos términos que
describen el aura desde el punto de vista del conocimiento oculto y son:
cualidad y esfera de influencia. Lo que el clarividente realmente percibe, es
una impresión que la mente traduce con rapidez en una simbología de colores,
cuando es incolora. Ver el aura, como comúnmente se dice, es en realidad un
estado de conciencia. El vidente cree con toda sinceridad que ha registrado un
color, una serie de colores o una luz. Esto sucede en muchos casos, pero lo que
en realidad ha percibido es la cualidad de una esfera de actividad radiatoria,
y puede hacerlo cuando su propia esfera individual de actividad radiatoria es
de la misma cualidad y naturaleza que la percibida. La mayoría de los videntes
registran el grado astral de las vibraciones de una persona o de un grupo y lo
registran por medio de su propio cuerpo astral. El impacto de una verdad o de
un concepto mental y su reconocimiento es la expresión de un contacto similar
llevado a cabo esta vez en el reino de la mente.
El punto esencial que se hace captar es que la sensibilidad a la
impresión constituye un desarrollo normal y natural, paralelo al
desenvolvimiento espiritual. Les di una clave de todo el proceso cuando dije
que
“Sensibilidad a la impresión significa engendrar un aura
magnética sobre la cual pueden actuar las impresiones más elevadas “.
Quisiera que reflexionaran profundamente sobre estas palabras.
Cuando el discípulo comienza a demostrar la cualidad del alma y el segundo
aspecto divino se posesiona de él, controlando y matizando toda su vida,
entonces se desarrolla automáticamente la sensibilidad superior convirtiéndose
en un imán para las ideas y conceptos espirituales; primero atrae a su campo de
conciencia el delineamiento y, más tarde, los detalles del Plan jerárquico;
llega así oportunamente a ser consciente del Propósito planetario cuyas
impresiones no ha de buscar ni aprender a distinguir laboriosamente, tampoco ha
de captar ni aferrarse a ellas. Se introducen en el campo de su conciencia
porque él ha creado un aura magnética que las invoca en su mente y las atrae.
Esta aura magnética comienza a formarse en cuanto se hace
contacto con el alma, el aura se ahonda y expande a medida que estos contactos
son más frecuentes, convirtiéndose finalmente en un estado habitual de
conciencia; entonces se halla siempre y a voluntad en relación con su alma, el
segundo aspecto divino.
Esta aura constituye en realidad la reserva de la sustancia
mental, de la cual puede depender espiritualmente. El punto de unión se
encuentra en el plano mental. Entonces el discípulo no está controlado por la
naturaleza astral, sino que trata de construir el Antakarana, por el cual
pueden fluir las impresiones superiores; aprende a no disipar esta afluencia
sino a acumular, dentro de su aura (aquello con lo que se ha circundado), el
conocimiento y la sabiduría que considera necesarios para servir a sus
semejantes. Un discípulo es un centro magnético de luz y conocimiento mientras
mantiene su aura magnética en un estado de receptividad. Entonces invoca
constantemente, en los niveles superiores, las impresiones que pueden ser
evocadas y puestas en “actividad distribuidora” mediante lo inferior y aquello
que demanda ayuda. Por lo tanto, a su debido tiempo, el discípulo se convierte
en una diminuta analogía de la Jerarquía - pues puede invocar a Shamballa y es
fácilmente evocada por la demanda humana. Estos puntos merecen una cuidadosa
consideración, pues involucran el reconocimiento elemental de puntos de tensión
y su consiguiente expansión en auras o zonas magnéticas, capaces de invocación
y evocación.
Estas zonas de sensibilidad abarcan tres etapas, sobre las
cuales no tengo intención de extenderme.
I. Sensibilidad a la impresión de otros seres humanos, útil para
prestar servicio cuando la necesaria aura magnética esencial ha sido engendrada
y puesta bajo control científico.
II. Sensibilidad a la impresión grupal - el paso de las ideas,
de un grupo a otro. El discípulo puede convertirse en agente receptor del grupo
del cual forma parte, y esta capacidad indica progreso.
III. Sensibilidad a las impresiones jerárquicas, que llegan al
discípulo, primeramente vía el antakarana y, luego, de toda la Jerarquía,
cuando él ha alcanzado algunas de las iniciaciones superiores. Esto indica la
capacidad de registrar impresiones de Shamballa.
Sería de valor considerar ahora tres puntos que se refieren a la
sensibilidad a la impresión, a la construcción de la reserva de pensamiento
resultante y la consiguiente respuesta a las demandas invocadoras. Estos tres
puntos son:
I.Proceso
de Registro.
II.Proceso de Registro de Interpretaciones.
III.Proceso de Respuesta Invocadora Resultante.
Quisiera recordarles que el aura que cada uno ha creado
alrededor del núcleo central del “yo o alma en encarnación”, es un fragmento de
la super alma una, que trae el ser a la manifestación. Esta aura, como bien
saben, está compuesta de las emanaciones del cuerpo etérico, y éste, a su vez,
encarna tres tipos de energía, de los cuales cada uno es individualmente
responsable. Estos tres tipos (cuando se asocian a la energía de prana que
compone los vehículos etéricos) son:
I.El
aura de la salud, que es esencialmente física.
II.El aura astral, que por lo general es el factor más
predominante, amplio y controlador.
III.El aura mental, que en la mayoría de los casos es relativamente
pequeña, pero se desarrolla rápidamente cuando el discípulo emprende
conscientemente su propio desarrollo o cuando la personalidad está polarizada
en el plano mental. Finalmente llegará el momento en que el aura mental
eliminará (si puedo emplear este término inadecuado) al aura emocional o
astral, entonces la cualidad egoica de amor creará un sustituto, a fin de que
la necesaria sensibilidad no desaparezca totalmente, sino que sea de naturaleza
más elevada y aguda.
En esta triple aura (o mejor dicho, cuádruple, si contamos el
vehículo etérico) todo individuo vive, se mueve y tiene su ser; esta aura vital
es el agente que registra las impresiones objetivas y subjetivas. El Yo interno
debe controlar y utilizar a este “agente de respuesta sensitiva” a fin de
registrar las impresiones y dirigir las impresiones etéricas o mentales hacia
el mundo de los hombres. La impresión astral es completamente egoísta y
personal, y aunque puede afectar al medio ambiente del hombre, no está dirigida
como las energías registradas. Esta aura es responsable de los efectos que una
persona produce sobre otra; las palabras no producen reacciones, aun suponiendo
que sean el reflejo de sus reacciones y pensamientos, pero, en realidad, son
generalmente expresiones de sus deseos emocionales.
Por lo tanto, todos poseemos un mecanismo subjetivo que es el
verdadero y perfecto reflejo de nuestro propio grado de evolución. Esta es el
aura que un Maestro observa y también el factor más importante en la vida del
discípulo. La luz del alma dentro del aura y la condición de los distintos
aspectos del aura indican si el discípulo está acercándose o no al Sendero del
Discipulado. Puede comprobarse con exactitud el progreso del aspirante, a
medida que su mente se clarifica y su reacción a las emociones es menos
frecuente. Debe distinguir muy bien entre lo que es cuerpo astral y mental y lo
que ellos emanan. Lo que se denomina cuerpo es de naturaleza sustancial; el
aura es esencialmente irradiante y se extiende en todas direcciones desde el vehículo
sustancial. Esto hay que tenerlo muy en cuenta.
El problema que tiene el aspirante, a medida que “engendra” su
aura magnética, es como retraerse él mismo y así disminuir la extensión y el
poder de su aura astral y expandir y acrecentar la potencia de su aura mental.
Debe recordarse que la mayoría de los aspirantes están polarizados en la
naturaleza astral y, por consiguiente, su problema consiste en lograr una
polarización distinta y enfocarse en el plano mental. Esto toma mucho tiempo y
gran esfuerzo. Como lo mencioné anteriormente, la irradiación del alma,
presente hasta ese momento, sustituye a la actividad emocional del aspirante;
en realidad, esta emanación es una irradiación de los pétalos de amor del loto
egoico.
La “esfera de radiación” (aura) es un poderoso instrumento para
el servicio, y el alcance y pureza de su contacto deberían ser cultivados por
el discípulo dedicado. Existe una verdadera enseñanza esotérica expuesta en El
Nuevo Testamento que “la sombra de Pedro curaba al pasar”. Su aura era de tal
naturaleza que ejercía un efecto benéfico en cualquier lugar y a cualquiera que
tocara o se pusiera en contacto con él. El control que ejercía el Cristo sobre
Su aura era tal que “sabía cuándo la virtud salía de El”; también sabía cuándo las energías curativas
afluían a través de uno de Sus centros hacia una persona o grupo de personas
necesitadas. Esta aura, su poder de atracción y su estabilidad mantiene unido a
un grupo y hace que un auditorio siga escuchando y también que un individuo sea
un factor importante en un determinado aspecto de acercamiento a sus
semejantes. La “esfera de radiación” es establecida fácilmente por quienes
investigan y observan el efecto de la radiación en las personas, en la comunidad
o en el medio ambiente. Una persona muy emotiva, que actúa a través de un plexo
solar superdesarrollado e incontrolado, puede destruir un hogar o una
institución. Doy esto como ilustración. Una vida creadora y radiante, que
utiliza conscientemente los centros cardíaco y laríngeo, puede inspirar a
centenares de personas. Estos puntos son dignos de cuidadosa consideración. No
obstante debe recordarse que estos centros se activan por el cultivo de ciertas
virtudes principales, y no por la meditación o concentración sobre los centros;
son llevados automáticamente a la necesaria condición irradiante por medio del
correcto vivir, los pensamientos elevados y la actividad amorosa. Estas
virtudes podrán parecer tontas y desprovistas de interés, pero son sumamente poderosas
y científicamente eficaces para llevar los centros a la deseada actividad
irradiante. Cuando la tarea está terminada y todos los centros son esferas
vivientes de actividad irradiante externa, cada centro penetra en la órbita del
otro, de tal manera que el iniciado se convierte en un centro de luz viviente y
no un conglomerado de siete centros irradiantes. Reflexionen sobre esto.
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