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martes, 5 de noviembre de 2013

EL AURA (D.K. El Tibetano)





EL AURA
Textos del Maestro Tibetano D.K.
El aura de cualquier forma de vida puede definirse como la cualidad de una esfera de actividad radiatoria. Aún muy poco se sabe sobre el aura, y se han escrito muchas tonterías respecto a esto. Por lo general se habla del aura en términos de color y luz, debido a la naturaleza de la visión del que ve y del  mecanismo de respuesta utilizado. Hay sólo dos términos que describen el aura desde el punto de vista del conocimiento oculto y son: cualidad y esfera de influencia. Lo que el clarividente realmente percibe, es una impresión que la mente traduce con rapidez en una simbología de colores, cuando es incolora. Ver el aura, como comúnmente se dice, es en realidad un estado de conciencia. El vidente cree con toda sinceridad que ha registrado un color, una serie de colores o una luz. Esto sucede en muchos casos, pero lo que en realidad ha percibido es la cualidad de una esfera de actividad radiatoria, y puede hacerlo cuando su propia esfera individual de actividad radiatoria es de la misma cualidad y naturaleza que la percibida. La mayoría de los videntes registran el grado astral de las vibraciones de una persona o de un grupo y lo registran por medio de su propio cuerpo astral. El impacto de una verdad o de un concepto mental y su reconocimiento es la expresión de un contacto similar llevado a cabo esta vez en el reino de la mente. 
El punto esencial que se hace captar es que la sensibilidad a la impresión constituye un desarrollo normal y natural, paralelo al desenvolvimiento espiritual. Les di una clave de todo el proceso cuando dije que 
“Sensibilidad a la impresión significa engendrar un aura magnética sobre la cual pueden actuar las impresiones más elevadas “. 
Quisiera que reflexionaran profundamente sobre estas palabras. Cuando el discípulo comienza a demostrar la cualidad del alma y el segundo aspecto divino se posesiona de él, controlando y matizando toda su vida, entonces se desarrolla automáticamente la sensibilidad superior convirtiéndose en un imán para las ideas y conceptos espirituales; primero atrae a su campo de conciencia el delineamiento y, más tarde, los detalles del Plan jerárquico; llega así oportunamente a ser consciente del Propósito planetario cuyas impresiones no ha de buscar ni aprender a distinguir laboriosamente, tampoco ha de captar ni aferrarse a ellas. Se introducen en el campo de su conciencia porque él ha creado un aura magnética que las invoca en su mente y las atrae. 
Esta aura magnética comienza a formarse en cuanto se hace contacto con el alma, el aura se ahonda y expande a medida que estos contactos son más frecuentes, convirtiéndose finalmente en un estado habitual de conciencia; entonces se halla siempre y a voluntad en relación con su alma, el segundo aspecto divino. 
Esta aura constituye en realidad la reserva de la sustancia mental, de la cual puede depender espiritualmente. El punto de unión se encuentra en el plano mental. Entonces el discípulo no está controlado por la naturaleza astral, sino que trata de construir el Antakarana, por el cual pueden fluir las impresiones superiores; aprende a no disipar esta afluencia sino a acumular, dentro de su aura (aquello con lo que se ha circundado), el conocimiento y la sabiduría que considera necesarios para servir a sus semejantes. Un discípulo es un centro magnético de luz y conocimiento mientras mantiene su aura magnética en un estado de receptividad. Entonces invoca constantemente, en los niveles superiores, las impresiones que pueden ser evocadas y puestas en “actividad distribuidora” mediante lo inferior y aquello que demanda ayuda. Por lo tanto, a su debido tiempo, el discípulo se convierte en una diminuta analogía de la Jerarquía - pues puede invocar a Shamballa y es fácilmente evocada por la demanda humana. Estos puntos merecen una cuidadosa consideración, pues involucran el reconocimiento elemental de puntos de tensión y su consiguiente expansión en auras o zonas magnéticas, capaces de invocación y evocación. 
Estas zonas de sensibilidad abarcan tres etapas, sobre las cuales no tengo intención de extenderme. 
I. Sensibilidad a la impresión de otros seres humanos, útil para prestar servicio cuando la necesaria aura magnética esencial ha sido engendrada y puesta bajo control científico. 
II. Sensibilidad a la impresión grupal - el paso de las ideas, de un grupo a otro. El discípulo puede convertirse en agente receptor del grupo del cual forma parte, y esta capacidad indica progreso. 
III. Sensibilidad a las impresiones jerárquicas, que llegan al discípulo, primeramente vía el antakarana y, luego, de toda la Jerarquía, cuando él ha alcanzado algunas de las iniciaciones superiores. Esto indica la capacidad de registrar impresiones de Shamballa. 
Sería de valor considerar ahora tres puntos que se refieren a la sensibilidad a la impresión, a la construcción de la reserva de pensamiento resultante y la consiguiente respuesta a las demandas invocadoras. Estos tres puntos son:
I.Proceso de Registro.
II.Proceso de Registro de Interpretaciones. 
III.Proceso de Respuesta Invocadora Resultante. 
Quisiera recordarles que el aura que cada uno ha creado alrededor del núcleo central del “yo o alma en encarnación”, es un fragmento de la super alma una, que trae el ser a la manifestación. Esta aura, como bien saben, está compuesta de las emanaciones del cuerpo etérico, y éste, a su vez, encarna tres tipos de energía, de los cuales cada uno es individualmente responsable. Estos tres tipos (cuando se asocian a la energía de prana que compone los vehículos etéricos) son: 
I.El aura de la salud, que es esencialmente física.
II.El aura astral, que por lo general es el factor más predominante, amplio y controlador. 
III.El aura mental, que en la mayoría de los casos es relativamente pequeña, pero se desarrolla rápidamente cuando el discípulo emprende conscientemente su propio desarrollo o cuando la personalidad está polarizada en el plano mental. Finalmente llegará el momento en que el aura mental eliminará (si puedo emplear este término inadecuado) al aura emocional o astral, entonces la cualidad egoica de amor creará un sustituto, a fin de que la necesaria sensibilidad no desaparezca totalmente, sino que sea de naturaleza más elevada y aguda. 
En esta triple aura (o mejor dicho, cuádruple, si contamos el vehículo etérico) todo individuo vive, se mueve y tiene su ser; esta aura vital es el agente que registra las impresiones objetivas y subjetivas. El Yo interno debe controlar y utilizar a este “agente de respuesta sensitiva” a fin de registrar las impresiones y dirigir las impresiones etéricas o mentales hacia el mundo de los hombres. La impresión astral es completamente egoísta y personal, y aunque puede afectar al medio ambiente del hombre, no está dirigida como las energías registradas. Esta aura es responsable de los efectos que una persona produce sobre otra; las palabras no producen reacciones, aun suponiendo que sean el reflejo de sus reacciones y pensamientos, pero, en realidad, son generalmente expresiones de sus deseos emocionales. 
Por lo tanto, todos poseemos un mecanismo subjetivo que es el verdadero y perfecto reflejo de nuestro propio grado de evolución. Esta es el aura que un Maestro observa y también el factor más importante en la vida del discípulo. La luz del alma dentro del aura y la condición de los distintos aspectos del aura indican si el discípulo está acercándose o no al Sendero del Discipulado. Puede comprobarse con exactitud el progreso del aspirante, a medida que su mente se clarifica y su reacción a las emociones es menos frecuente. Debe distinguir muy bien entre lo que es cuerpo astral y mental y lo que ellos emanan. Lo que se denomina cuerpo es de naturaleza sustancial; el aura es esencialmente irradiante y se extiende en todas direcciones desde el vehículo sustancial. Esto hay que tenerlo muy en cuenta. 
El problema que tiene el aspirante, a medida que “engendra” su aura magnética, es como retraerse él mismo y así disminuir la extensión y el poder de su aura astral y expandir y acrecentar la potencia de su aura mental. Debe recordarse que la mayoría de los aspirantes están polarizados en la naturaleza astral y, por consiguiente, su problema consiste en lograr una polarización distinta y enfocarse en el plano mental. Esto toma mucho tiempo y gran esfuerzo. Como lo mencioné anteriormente, la irradiación del alma, presente hasta ese momento, sustituye a la actividad emocional del aspirante; en realidad, esta emanación es una irradiación de los pétalos de amor del loto egoico.   
La “esfera de radiación” (aura) es un poderoso instrumento para el servicio, y el alcance y pureza de su contacto deberían ser cultivados por el discípulo dedicado. Existe una verdadera enseñanza esotérica expuesta en El Nuevo Testamento que “la sombra de Pedro curaba al pasar”. Su aura era de tal naturaleza que ejercía un efecto benéfico en cualquier lugar y a cualquiera que tocara o se pusiera en contacto con él. El control que ejercía el Cristo sobre Su aura era tal que “sabía cuándo la virtud salía de El”;  también sabía cuándo las energías curativas afluían a través de uno de Sus centros hacia una persona o grupo de personas necesitadas. Esta aura, su poder de atracción y su estabilidad mantiene unido a un grupo y hace que un auditorio siga escuchando y también que un individuo sea un factor importante en un determinado aspecto de acercamiento a sus semejantes. La “esfera de radiación” es establecida fácilmente por quienes investigan y observan el efecto de la radiación en las personas, en la comunidad o en el medio ambiente. Una persona muy emotiva, que actúa a través de un plexo solar superdesarrollado e incontrolado, puede destruir un hogar o una institución. Doy esto como ilustración. Una vida creadora y radiante, que utiliza conscientemente los centros cardíaco y laríngeo, puede inspirar a centenares de personas. Estos puntos son dignos de cuidadosa consideración. No obstante debe recordarse que estos centros se activan por el cultivo de ciertas virtudes principales, y no por la meditación o concentración sobre los centros; son llevados automáticamente a la necesaria condición irradiante por medio del correcto vivir, los pensamientos elevados y la actividad amorosa. Estas virtudes podrán parecer tontas y desprovistas de interés, pero son sumamente poderosas y científicamente eficaces para llevar los centros a la deseada actividad irradiante. Cuando la tarea está terminada y todos los centros son esferas vivientes de actividad irradiante externa, cada centro penetra en la órbita del otro, de tal manera que el iniciado se convierte en un centro de luz viviente y no un conglomerado de siete centros irradiantes. Reflexionen sobre esto.

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