PRINCIPIOS GENERALES DE TEOSOFÍA
C.W. LEADBEATER
Ardiente deseo tengo de exponer de la
Teosofía una idea tan clara y fácilmente comprensible como me sea dable.
Por lo tanto, no enunciaré más que los
principios generales en cada punto particular. Si el lector apetece informaciones complementarias,
puede consultar obras más importantes y las monografías que tratan de cada
materia especial. Al fin de cada capítulo citaré las obras de consulta más a
propósito para quienes deseen profundizar tan atractivo sistema. Empezaré,
pues, por el simple enunciado de lo más notable de los principios generales que
el estudio de la Teosofía permite establecer. Algunos lectores encontrarán
afirmaciones que acaso les parezca increíbles o absolutamente opuestas a sus
ideas preconcebidas. Recuerden, sin embargo, que nada expongo como simple
teoría ni como especulación metafísica u opinión religiosa de mí peculiares,
sino como un conjunto de hechos científicos analizados y comprobados :muchas
veces por mí mismo y por otros.
Declaro, además, que este conjunto de
hechos puede comprobarlos quienquiera que emplee el tiempo y el trabajo
necesarios para ello. No ofrezco al lector un Credo que haya que tragar como
una píldora. Trato de exponerle un sistema para que lo estudie, y, sobre todo,
una vida para vivirla. No le exijo fe ciega. Únicamente le ruego que considere
la Teosofía como una de tantas hipótesis, aunque para mí sea la más viva
realidad.
Si al lector le satisface esta llamada
hipótesis más que las otras; si le parece que resuelve mayor el número de
problemas de la vida; que responde a mayor número de preguntas, entonces
profundizará más todavía su estudio y encontrará, según creo y espero, la
satisfacción siempre creciente y el íntimo gozo que yo mismo encontré. Si, por
el contrario, juzga preferible cualquier otro sistema, ningún mal le resultará
de ello, pues habrá aprendido algo de las creencias de un grupo de hombres con
los cuales no se ha puesto de acuerdo por de pronto; pero en cuanto a mí toca,
tengo suficiente fe en estas creencias para asegurar que tarde o temprano
llegará la hora en que el lector las admita cuando sepa lo que nosotros
sabemos.
LAS TRES GRANDES VERDADES
Una de nuestras primeras obras
teosóficas establece tres verdades absolutas que jamás pueden desaparecer completamente, aunque en
ciertas épocas padezcan pasajeros eclipses, porque no haya quien las proclame.
Estas verdades fundamentales son tan vastas y sublimes como la vida misma, y,
sin embargo, tan sencillas como la mente del hombre más ingenuo. No puedo menos
de diputarlas por los más importantes principios generales entre los que he de
exponer.
Luego después formularé algunos
corolarios de estas verdades fundamentales, y en tercer lugar enumeraré algunas de las ventajas que
necesariamente resultan de estos conocimientos primordiales. En fin, después de
haber bosquejado esquemáticamente las líneas generales del asunto, las
examinaremos una por una y procuraré dar cuantas explicaciones complementarias
quepan en esta obrita para aprovechamiento de los principiantes.
1ª Hay Dios. Es bueno. Es el gran
vivificador que mora en nosotros y fuera de nosotros. Es inmortal y eternamente
bienhechor. No se le puede oír ni ver ni tocar, y, sin embargo, lo percibe
quien percibirlo desea.
2ª El hombre es inmortal. La gloria y el
esplendor de su porvenir no tienen límites.
3ª El mundo está regido por una divina
ley de absoluta justicia, de modo que cada hombre es en realidad su propio juez, el árbitro de
su propia vida, que a sí mismo se procura gloria o ignominia, premio o castigo.
COROLARIOS
De cada una de las precedentes verdades
primordiales se deducen varias subalternas que las explican y corroboran.
De la primera se deducen las siguientes:
1ª A pesar de las apariencias, todo está
combinado con inteligencia y precisión para producir el bien. Todos los
sucesos, por deplorables que parezcan, acaecen en realidad tal y conforme deben
acaecer. Todo cuanto nos rodea propende a auxiliarnos y no a embarazarnos; pero
es necesario comprenderlo.
2ª Puesto que el plan del universo
converge a favorecer el progreso humano, deber notorio del hombre es aprender a
comprenderlo.
3ª El hombre que ha llegado a comprender
este plan tiene también el deber de cooperar inteligentemente a su realización.
De la segunda verdad fundamental se
derivan las siguientes:
1ª El hombre real es un alma con cuerpo
accesorio.
2ª El hombre debe tomar el alma por
punto de vista para mirar todas las cosas, y cada vez que en su interior surja
un conflicto, identifíquese con la parte más elevada de su ser y no con la
inferior.
3ª Lo que comúnmente llamamos vida.
humana no es sino un día de la verdadera y eterna vida.
4ª La muerte tiene mucha menos
importancia de la que generalmente se le da. No es en modo alguno el fin de la
vida, sino el paso de un estado a otro de la misma.
5ª El hombre tiene tras sí en su pasado
una inmensa evolución cuyo estudio es en extremo interesante e instructivo.
6ª Igua1merife tiene ante sí, en su
porvenir, una admirable evolución cuyo estudio es todavía más interesante e
instructivo.
7ª Es absolutamente cierto que el alma
humana acabará por alcanzar la meta que le está señalada, por mucho que parezca
haberse desviado de la línea de evolución.
De la tercera verdad fundamental se
deducen las siguientes:
1ª Cada pensamiento, cada palabra y cada
obra produce un resultado definido que no es un premio o castigo exterior, sino
consecuencia indeclinable del pensamiento, de la palabra o de la obra con los
que se relaciona, como el efecto con la causa, a manera de dos partes
inseparables de un todo.
2ª Por deber y por interés propio ha de
estudiar el hombre a fondo la ley divina, a fin de resignarse a ella y
aprovecharla como aprovecha las demás leyes de la naturaleza.
3ª Es necesario que el hombre tenga
absoluto dominio de sí mismo, a fin de regular juiciosamente su vida de
conformidad con la ley divina.
Recuerden, sin embargo, que nada expongo como simple teoría ni como especulación metafísica u opinión religiosa de mí peculiares, sino como un conjunto de hechos científicos analizados y comprobados :muchas veces por mí mismo y por otros.
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