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jueves, 31 de julio de 2014

CENTROS: LOS CENTROS DE FUERZA Y EL FUEGO SERPENTINO 1ª Parte (C.W. Leadbeater)



CENTROS: LOS CENTROS DE FUERZA Y EL FUEGO SERPENTINO 1ª Parte (C.W. Leadbeater)
(Force-Centres and The Serpent-Fire, 1910)
CENTROS




EN cada uno de nuestros vehículos hay ciertos centros dinámicos, llamados en sánscrito chakrams, que significa rueda o disco giratorio. Son los puntos de conexión por los cuales se transmite la fuerza de uno a otro vehículo. Se ven fácilmente en el doble etéreo, donde aparecen como depresiones o vórtices en forma de salvilla. Suele decirse que corresponden a ciertos órganos físicos; pero conviene advertir que el centro dinámico etéreo no está en el interior del cuerpo, sino en la superficie del doble etéreo, que sobresale unos seis milímetros del contorno de la materia densa. Siete, son los centros dinámicos que generalmente se emplean en ocultismo y están situados en las siguientes partes del cuerpo:

1º en la base del espinazo; 2º en el ombligo; 3º en el bazo; 4º en  el  corazón; 5º  en la garganta; 6º entre ceja y ceja; 7º en la coronilla. Además de éstos hay en el cuerpo otros centros dinámicos que no emplean los estudiantes de magia blanca.

Conviene recordar que Blavatsky alude a otros tres y los denomina centros inferiores. Algunas escuelas ocultistas se valen de ellos, pero son tan sumamente peligrosos que debemos considerar su excitación como la mayor desgracia.

Estos siete centros dinámicos se corresponden con los siete colores y las siete notas, y los tratados hindúes los relacionan con ciertas letras del alfabeto y determinadas modalidades de vitalidad. También se les da poética semejanza con las flores, asignándoles a cada uno de ellos cierto número de pétalos.

Preciso es recordar que son vórtices de materia etérea y están todos en rápida rotación. En cada uno de estos abiertos vórtices se precipita, en ángulo recto con el plano del disco giratorio, una fuerza del mundo astral, que podemos llamar primaria y procede del Logos. Esta fuerza es de naturaleza septenaria y todas sus variedades actúan en todos los centros, aunque sólo una predomina en cada uno de ellos.

El influjo de fuerza infunde la vida divina en el cuerpo físico que sin ella no podría subsistir, y por lo tanto, los centros dinámicos en que se precipita dicha fuerza son indispensables a la existencia del vehículo y actúan en todos, aunque giran a muy distintas velocidades. Sus partículas pueden estar en relativamente lento movimiento, de modo que sólo formen el necesario vórtice para la fuerza, o bien pueden resplandecer y palpitar con vívida luz hasta el punto de dar entrada a una enorme cantidad de fuerza, de suerte que se le abran al ego nuevas posibilidades y se le añadan nuevas dotes cuando funcione en el respectivo plano. Vienen después las fuerzas secundarias de movimiento ondulante, que se precipitan en el vórtice formando ángulos rectos consigo mismas, o sea en la superficie del doble etéreo, de la propia suerte que una barra imanada atravesada en una bobina de inducción, engendra una corriente eléctrica que fluye a1rededor de la bobina en ángulo recto con el eje director del imán. Una vez dentro del vórtice, la fuerza primaria irradia de él en ángulos rectos, pero en dirección rectilínea, como si el centro del vórtice fuese el cubo de una rueda y las radiaciones de la fuerza primaria sus radios, cuyo número difiere según el centro dinámico y determina el número de "pétalos" cuando se comparan con una flor. Cada una de estas fuerzas secundarias que ondulan alrededor de la depresión del disco tiene su característica longitud de onda y luz de cierto color;  pero en vez de moverse en línea recta como la luz, se mueve en ondas relativamente amplias de varios tamaños, cada una de las cuales es múltiplo de las cortas ondulaciones de su interior, aunque todavía no se ha calculado su exacta proporción.

El número de ondulaciones se determina por el de radios de la rueda, y la fuerza secundaria ondula debajo y encima de las irradiaciones de la primaria, de la propia suerte que se puede entrelazar un tejido de mimbres alrededor de los rayos de la rueda de un carruaje.

Las oleadas son infinitesimales, y probablemente cada ondulación comprende algunos miles de ellas. Cuando las fuerzas se precipitan en el vórtice, estas ondulaciones de diversos tamaños se entrecruzan en la plantilla cestal, produciendo en apariencia lo que los tratados hindúes comparan con los pétalos de una flor y que todavía mejor pueden compararse con las salvillas de cristal irisado y ondulante que se fabrican en Venecia. Todas las ondulaciones o pétalos tienen reflejos nacarados, aunque cada uno con su predominante color.

En el hombre ordinario, cuyos centros dinámicos no tienen más actividad que la necesaria para mantener su cuerpo vivo, los colores son pálidos, mientras que son muy refulgentes en los hombres que tienen los centros dinámicos en  plena actividad y cuyo diámetro ha aumentado desde unos cinco centímetros al de una ordinaria salvilla de mesa. Brillan como soles en miniatura.

Descripción de los centros

El primer centro dinámico, situado en la base del espinazo, tiene una fuerza primaria que emite cuatro rayos y ordena sus ondulaciones como si estuviera dividido en cuadrantes con huecos entre ellos, es decir, parecidamente al signo de la cruz. Por esta razón se ha simbolizado este centro con la cruz, y a veces una cruz ígnea representa la serpiente de fuego que en él reside.

En plena actividad tiene este centro color rojo anaranjado de tonalidad ígnea, en íntima correspondencia con la modalidad vital que se le transmite desde el centro básico. En cada centro se echa de ver análoga correspondencia con el color de su vitalidad.

El segundo centro, situado en el ombligo, se llama plexo solar y recibe una fuerza primaria con diez radiaciones, de modo que vibra como si se dividiera en diez ondulaciones o pétalos. Está íntimamente relacionado con diversos sentimientos y emociones y su color predominante es una extraña entremezcla de varios matices del rojo, aunque también hay gran parte de verde.

El tercer centro, sito en el bazo, está destinado a especializar, subdividir y dispersar la vitalidad que nos llega del sol, pues del bazo vuelve a irradiar en seis rayos horizontales, quedando la séptima modalidad inclusa en el cubo de la rueda. Por lo tanto, este centro tiene seis pétalos de ondulaciones y es muy refulgente, brillante y parecido a un sol.
El cuarto centro está en el corazón y es de brillante color dorado. Cada uno de sus cuadrantes se divide en tres partes y tiene en conjunto doce radiaciones de la fuerza primaria.

El quinto centro, colocado en la garganta, tiene dieciséis radios, y por lo tanto, dieciséis aparentes divisiones. Hay en él mucho azul, pero en general es de color argentino brillante como el de la luna cuando se refleja en las aguas.
Entre ambas cejas está el sexto centro, que parece dividido en dos mitades, predominando en una el color rosa bordeado de amarillo y en la otra una especie de azulado purpúreo, ambos íntimamente armonizados con el color respectivo de las modalidades de vitalidad que reciben. Por tal razón dicen los autores hindúes que este centro sólo tiene dos pétalos, aunque si contamos las ondulaciones del mismo carácter que las de los centros anteriores, veremos que cada mitad se subdivide en cuarenta y ocho rayos o sean noventa y seis irradiaciones de su primaria fuerza.

El séptimo centro, en la coronilla, cuando está en plena actividad es acaso el más brillante de todos por sus indescriptibles efectos cromáticos y sus vibraciones de inconcebible rapidez. Los autores hindúes le asignan mil pétalos, y no exageran mucho en ello, pues su fuerza primaria emite 960 radiaciones. Además, su configuración difiere de la de los otros centros en que tiene una especie de subsidiario vórtice de color blanco brillante con el centro dorado. Este vórtice subalterno no es tan veloz y posee de por sí doce ondulaciones. He oído decir que cada pétalo de estos centros dinámicos representa una cualidad moral cuyo desarrollo pone el centro en actividad. No he podido comprobar experimentalmente esta afirmación ni atino a comprenderla, porque el aspecto petálico está producido por fuerzas definidas y fácilmente reconocibles; y además, los pétalos de cada centro están o no activos según se hayan despertado o no dichas fuerzas, por lo que el desarrollo de los pétalos no tiene a mi modo de ver más relación con la moralidad que el desarrollo del bíceps.

En cambio, he tratado a personas de no muy elevada moralidad, cuyos centros estaban plenamente activos, mientras que otras muy espirituales y de nobilísima conducta moral no los tenían vitalizados del todo. Por lo tanto, no me parece que haya relación entre ambos desarrollos.

Los Centros Astrales

Aparte de mantener vivo el cuerpo físico, los centros dinámicos tienen otra función que sólo desempeñan en plena actividad. Cada centro etéreo se corresponde con otro astral, aunque éste, por ser de cuatro dimensiones, tiene una extensión en sentido de todo punto distinta de las tres del etéreo, y en consecuencia no es exactamente homologo, aunque en parte coincidan. El vórtice etéreo está siempre en la superficie del cuerpo etéreo; pero el centro astral está con frecuencia en el interior del vehículo  astral. Ahora bien; la función de los centros etéreos, cuando están plenamente activos, es transferir a la conciencia física la peculiar cualidad del correspondiente centro astral; y así, antes de recopilar los resultados que cabe conseguir de poner los centros etéreos en actividad, conviene considerar la función de cada centro astral, que ya están plenamente activos en todas las personas cultas de las razas superiores. Por lo tanto, ¿qué efecto produce en el cuerpo astral la excitación de los centros astrales?

El primero de estos centros, el de la base del espinazo, es la morada de la misteriosa fuerza que simboliza la serpiente ígnea y en La Voz del Silencio se llama la Madre del Mundo. Más adelante trataremos con mayor detención de esta fuerza. Por ahora limitémonos a considerar sus efectos en los centros astrales. Esta fuerza existe en todos los planos y su actividad excita los centros. Hemos de tener en cuenta que primitivamente fue el cuerpo astral una masa casi inerte, con muy vaga conciencia, sin poder de acción ni claro conocimiento del mundo circundante. Por lo tanto, lo primero que ocurrió fue la elevación de esta fuerza en el hombre hasta el nivel astral. Una vez levantada o puesta en acción, sé transfirió al segundo centro, correspondiente al ombligo, y lo vivificó, despertando así en el cuerpo astral la aptitud de sentir todo linaje de influencias, aunque todavía sin nada parecido a la definida percepción de ver y oír.

Después se transfirió la fuerza al tercer centro astral, que corresponde al bazo físico, y por su medio vitalizó todo el cuerpo astral, capacitando al individuo para utilizarlo conscientemente como vehículo de locomoción, aunque tan sólo con muy vaga idea de lo que pudiese encontrar en sus viajes.

Al despertarse el cuarto centro, adquirió el hombre la facultad de recibir y simpatizar con las vibraciones de otras entidades astrales, de modo que pudo comprender instintivamente sus sentimientos.

La actividad del quinto centro, que corresponde a la garganta, facultó al hombre para oír en el plano astral, esto es, desarrolló el sentido que en el mundo astral produce en la conciencia el mismo efecto a que llamamos audición en el plano físico.

El desarrollo del sexto, correspondiente al etéreo entre cejas, produjo análogamente la vista astral, o sea la definida percepción de la naturaleza y forma de los objetos astrales, en vez de percibir vagamente su presencia.

El despertar del séptimo, o sea el de la coronilla, complementó acabadamente la vida astral del hombre y perfeccionó sus facultades.

Respecto del séptimo centro parece que hay alguna diferencia según la índole del hombre. En muchos de nosotros, los vórtices astrales del sexto y séptimo de estos centros convergen en el cuerpo pituitario, que en este caso es el único enlace directo entre el plano físico y los superiores. Sin embargo, hay otros hombres en quienes el sexto centro está todavía adherido al cuerpo pituitario, pero el séptimo se dobla o diverge hasta coincidir su vórtice con la atrofiada glándula pinea1, que en este caso se vivifica y constituye una comunicación directa con el mental inferior sin pasar por el ordinario intermedio del astral. A este tipo de hombres se refería Blavatsky al insistir en la reavivación de la glándula pineal.

Los Sentidos Astrales

Así vemos que estos centros astrales desempeñan en cierto modo funciones de sentidos de percepción astral, aunque sin lo dicho resultaría inadecuado el nombre de sentidos, pues conviene recordar que si bien para la mejor comprensión del asunto hablamos de vista y oído astrales, queremos expresar con ello la facultad de responder a las vibraciones adaptadas a la conciencia astral del hombre, del mismo carácter que las correspondientes a sus ojos y oídos mientras actúa en el plano físico.

Pero en las del todo distintas condiciones del mundo astral no se necesitan órganos especiales de percepción para obtener este resultado. En todas las partes del cuerpo astral hay materia capaz de responder vibratoriamente; y por lo tanto, el que actúa en dicho vehículo ve por delante, por detrás, encima, debajo y a los lados sin necesidad de volver la cabeza. Así es que los centros no se pueden llamar órganos en la ordinaria acepción de la palabra, pues no percibe por ellos el hombre el mundo exterior, como sucede con los ojos y oídos. Sin embargo, de la vivificación de los centros depende la sensoria facultad astral, pues al desarrollarse cada uno de ellos le comunica al cuerpo astral la aptitud de responder a un nuevo orden de vibraciones.

Como quiera que todas las partículas del cuerpo astral están en continuo movimiento de traslación, como las de una masa de agua hirviente, todas van pasando sucesivamente por cada uno de los centros dinámicos, de suerte que éstos despiertan a su vez en cada partícula astral que por ellos pasa la facultad de responder a nuevas vibraciones, con lo que el cuerpo astral es en conjunto un órgano de percepción que al fin resume todos los sentidos. De todos modos, aunque los sentidos astra1es estén completamente despiertos, no por ello es el hombre capaz de transferir a su cuerpo físico la conciencia de su funcionamiento.

La Vivificación de los Centros Etéreos

Los centros dinámicos del cuerpo astral se van despertando uno tras otro sin que el hombre físico lo advierta, y el único medio de advertirlo es despertar asimismo los centros etéreos. Esto se logra por el mismo procedimiento seguido para despertar los centros astrales, esto es, por la actualización de la ígnea serpiente que revestida en el plano físico de materia etérea, dormita en el centro dinámico de la base del espinazo.

Se la despierta o actualiza por el deliberado y perseverante esfuerzo de la voluntad en poner del todo activo este primer centro dinámico, cuya tremenda fuerza vivificará los demás centros, de suerte que cada uno de ellos transfiera a la conciencia física las facultades educidas por el desarrollo de sus correspondientes centros astrales. Cuando el centro dinámico etéreo del ombligo está en actividad, empieza el hombre a ser consciente en el plano físico de toda clase de influencias astrales, y presiente sin conocer el motivo, qué unas son amistosas, otras hostiles o que unos lugares son agradables y otros repulsivos. Al despertar activamente el centro etéreo del bazo, el hombre recuerda, siquiera en parte, sus vagabundeos astrales, y un ligero y accidental estímulo de este centro semeja vagamente la deleitosa sensación de volar por los aires.

La actividad del cuarto centro, que está en el corazón, capacita al hombre para sentir instintivamente las alegrías y tristezas de los demás, y a veces puede reproducir en sí mismo, por simpatía, los dolores y tormentos físicos del prójimo.

Cuando despierta el centro etéreo de la garganta, oye el hombre voces que suelen hacerle toda clase de insinuaciones y también a veces oye deleitables músicas o placenteros sonidos. Al estar el centro en plena actividad es el hombre clariaudiente en el plano astral. La vivificación del sexto centro, o sea el de entre cejas, despierta la visión astral, y en estado de vigilia puede ver el hombre lugares lejanos o personas ausentes. Al principio sólo permite la entrevisión de paisajes y nubes de color; pero una vez en plena actividad despierta la clarividencia.

También está relacionado de otro modo con la vista el centro de entre cejas, pues por su mediación se adquiere la  facultad de agrandar los diminutos objetos físicos. Del punto medio de dicho centro sale un tenue y flexible tubo de materia etérea, parecido a una microscópica sierpe con un ojo por cabeza, que puede contraerse o dilatarse para agrandar el tamaño de los objetos diminutos y disminuir el de los colosales, de modo que se adapte a este órgano de clarividencia. Los tratados antiguos aludían a ello al hablar de la facultad de hacerse un hombre más grande o más chico a su voluntad. Así es que para examinar un átomo, el clarividente dispone de un ojo cuya potencia visual se acomoda al tamaño del átomo de suerte que éste parece agrandado. 

1 Esto nos da la explicación esotérica de los estigmas de San Francisco de Asis, y la verosimilitud de este hecho de la vida del santo. N. del T.

2 El tubo serpentino que sale del centro entre cejas estaba simbolizado en el capacete de los reyes de Egipto a quienes como jerarcas religiosos del país se les atribuía este poder entre otros ocultos.
Al despertar el séptimo centro es capaz el hombre de salir y entrar conscientemente de su cuerpo físico sin romper el enlace, de modo que su conciencia no se interrumpirá ni de noche ni de día. Cuando la ígnea serpiente ha pasado por todos estos centros, siguiendo un orden variable según el tipo del individuo, no se interrumpe la conciencia hasta que el hombre entra en el mundo celeste al terminar la vida astral. Hasta entonces no hay diferencia para él  entre el sueño y la muerte. Sin embargo, antes de que esto suceda, puede tener el hombre algunos vislumbres del mundo astral, porque las vibraciones muy violentas pueden activar temporalmente uno u otro de los centros sin que despierte del todo la serpiente ígnea, aunque también cabe actualizarla en parte y producir entretanto una clarividencia parcial. Porque este fuego dinámico consta de siete capas o grados de energía, y puede ocurrir que cuando un hombre se esfuerza con toda su voluntad en actualizarlo, sólo consiga levantar una capa, y creído de haber realizado ya la tarea la juzgue ineficaz. Entonces ha de repetirla una y otra vez, excavando gradualmente más y más hondo, hasta que no sólo se conmueva la superficie sino que el núcleo de fuego se ponga en plena actividad.



martes, 29 de julio de 2014

SIMBOLISMO: EL ESTUDIO DEL SIMBOLISMO (Por Alice A. Bailey) Publicado en The Beacon, edición de abril de 1939

EL ESTUDIO DEL SIMBOLISMO  (Por Alice A. Bailey)
Publicado en The Beacon, edición de abril de 1939


Un símbolo puede definirse como el signo externo y visible de una potencia interior y espiritual. Es, literalmente, una exteriorización de fuerzas o energías, la forma objetiva que una idea, existente en la Mente Universal, ha construido para sí misma. A través de esta forma pueden expresarse la cualidad y el propósito de la idea latente y por medio de la forma simbólica, aquellos que han desarrollado la percepción intuitiva pueden interpretar los planes y proyectos de esa gran Vida en la cual vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser

Los símbolos se dividen en tres grupos principales, aunque por supuesto, hay muchas menores y posibles diferenciaciones. Estos son:

1. Todas las formas objetivas se encuentran en los cuatro reinos de la naturaleza. Todas ellas son, sin excepción, los medios exteriores y materiales para la expresión de las múltiples energías y potencias que, en conjunto, forman el cuerpo de manifestación del Agente creador del mundo. En relación con esta primera categoría de formas y símbolos, la ciencia está interesada y aprendiendo mucho de la mecánica y de la naturaleza del mundo material. Cuando el concepto de una Deidad antropomórfica dé lugar a la de un Dios inmanente en Su Creación, tendrá lugar una comprensión amplia y general del simbolismo que sustituirá a la actual ignorancia. Entonces todas nuestras líneas de investigación actuales, todo nuestro trabajo científico y de laboratorio, así como todas las diversas ramas de la educación formarán parte de la importante Ciencia del Simbolismo.

2. Símbolos básicos y reconocidos que son universalmente conocidos. Ejemplos de estos son la Cruz, el Triángulo, la Esvástica y la Rosa. A lo largo de los siglos, la humanidad ha construido símbolos para expresar y representar los procesos y eventos cósmicos y para describir el método y la naturaleza del alma humana y su evolución. Estas formas simples, cuando se interpretan correctamente, demuestran ser compendios y signos breves que mantienen ocultas las verdades que la vasta literatura de todas las religiones del mundo se ocupa de interpretar. Esta facultad creadora está en el hombre, lo que le lleva de esta manera a geometrizar, es la garantía de su relación con Dios y una demostración de su naturaleza divina latente.

En la primera clase de símbolos tenemos al Creador geometrizando, produciendo el mundo natural, un mundo que muestra las fuerzas y potencias subjetivas. En la segunda clase (que también puede incluir los ritos y ceremonias de todas las religiones y de la masonería), tenemos el intento del hombre para construir un mundo de formas que le manifestará las verdades fundamentales sobre las que está fundado el universo.

3. Por último, están los símbolos que se pueden descubrir por aquellos que tienen suficiente visión mental y concentración, los cuales se encuentran en la naturaleza de los símbolos arquetípicos. Solamente se hallan en el reino de la mente y son las formas primarias, creadas por aquellos que trabajan como almas y en forma totalmente subjetiva. Este aspecto de la simbología es relativamente nuevo para el público general. La razón de esto es que sólo aquellos que tienen un cierto grado de contacto con el alma, o que están empezando a tomar conciencia de su naturaleza subjetiva y espiritual, pueden descubrirlos. Sólo los que están aprendiendo que son almas funcionando por medio de una forma externa y simbólica, pueden entrar en contacto con estos símbolos y llevarlos a la manifestación para que los demás puedan llegar a ser conscientes de su existencia.

A medida que la raza avanza hacia una creciente espiritualidad, podemos esperar el correspondiente aumento en el reconocimiento de estas formas subjetivas. Poco se conoce hasta el momento su verdadero significado, y gran parte del trabajo interpretativo debe permanecer por algún tiempo especulativo, pero ciertas sugerencias en cuanto a su significado pueden ser correctas.

1. Son las formas que, en el vasto reino de la actividad mental, encarnan las enseñanzas de la Nueva Era, además de las verdades del pasado. Es significativo que mientras el mundo está transitando hacia un nuevo signo astronómico y una nueva raza está surgiendo en América del Norte, Nueva Zelanda y Australia, esté despertando el interés activo en el simbolismo. En los dos últimos siglos se ha visto el rápido desarrollo de la mente en toda la humanidad y esto ha provocado necesariamente un contacto más general con estas formas arquetípicas, que sólo se encuentra en los niveles mentales.

2. Son las formas, en algunos casos, de los seres, de los ángeles, de las fuerzas, los principados y potestades, o una expresión auténtica de esas formas que cualquier intérprete particular es capaz de traer a la conciencia física.

3. Son las formas a través de las cuales trabajan las potencias y fuerzas de las siete corrientes principales de energía divina, las emanaciones y rayos, antes de la inauguración de una nueva raza y de una naturaleza nueva. Razas, civilizaciones, continentes, cada uno con sus diferentes características físicas, han venido y se han ido y todos ellos han surgido, según dice la Sabiduría Eterna, de la Mente Universal a la existencia objetiva. Pasan del reino de la mente al del deseo, y de allí a la actividad física. Los pensamientos son cosas. Las ideas toman forma, pues, como dice Plutarco (De Placit Philos), "Una idea es un Ser incorpóreo, que no tiene subsistencia por sí mismo, pero da figura y forma a la materia sin forma y se convierte en la causa de la manifestación". Muchos de estos símbolos son las formas mentales que se encuentran detrás de las formas físicas externas.

Siempre se han visto en la naturaleza símbolos físicos de las potencias interiores. Pero sólo en esta quinta subraza de la raza Aria, en la que la mente ha adquirido importancia y la triple personalidad del hombre (mental, emocional y físico) ha sido coordinada, ha sido posible ponerse en contacto con estas formas mentales y las formas simiente que finalmente florecerán en el mundo físico de la raza, la civilización y el continente venideros.

4. También existen aquellas formas simbólicas por medio de las cuales los Hermanos Mayores de la raza, los Maestros e Iniciados, enseñan a Sus discípulos los hechos de los procesos creativos, las leyes que rigen el desarrollo evolutivo del Alma del Mundo y del alma individual, y mantienen en secreto esos misterios (contenidos en el Plan divino), que deben permanecer ocultos a los que hasta ahora sólo están influidos por su naturaleza emocional o de deseos, y a los que por lo tanto no se les puede confiar el conocimiento que estos símbolos. Por lo tanto, muchos símbolos son los custodios de nueva y, con frecuencia, peligrosa información. Contienen, para los que tienen la clave, las fórmulas por medio de las cuales pueden ser contactadas yutilizadas las energías y utilizado el mundo de las fuerzas para la perfección del plan divino. Son el medio por el cual los Maestros pueden enseñar a aquellos que están listos para tal conocimiento y al mismo tiempo salvaguardar las verdades de la revelación del desenvolvimiento del mundo, de aquellos que utilizan el conocimiento para fines egoístas y materiales.

Por lo tanto, no se puede sobre enfatizar la importancia de un estudio de la simbología, pero se debe llevar adelante un estudio de la misma a lo largo de líneas sensatas y precedido de la debida preparación. El estudiante de simbología debe poseer una percepción mental aguda y estar libre de prejuicios y teorías; debería tener también el entrenamiento de carácter general que encuentra su consumación en las palabras de Cristo Mismo, "Los puros de corazón verán a Dios". Pureza de la vida y de la motivación, una naturaleza emocional controlada, servicio desinteresado y el cuidadoso entrenamiento del intelecto son los principales requisitos previos para esta nueva ciencia de la simbología. A esto hay que añadir finalmente el desarrollo de la intuición y de la percepción espiritual de modo que se pueda captar el significado del símbolo y pueda ser aprehendido el propósito para su existencia.

Por lo tanto, el estudio del simbolismo es una forma de meditación y aquí pueden aplicarse fructíferamente las normas que rigen la meditación exitosa. En uno de los más antiguos tratados de meditación del mundo (Los Yoga Sutras de Patanjali) se destacan cuatro etapas.

En primer lugar, dice Patanjali, debe haber una consideración de la forma. Esto implica un reconocimiento de la línea y del diseño y de la estructura total del símbolo. Su figura y forma, con las formas de los componentes auxiliares, son captados por el ojo. Esta es la primera etapa y la menos importante, y para el estudiante con experiencia no tiene más importancia que la que pueda tener la forma y el número de palabras y párrafos de un libro que es objeto de estudio. Sin embargo, cuando se ha reflexionado sobre la forma, comienza a surgir la realización de que ésta no es más que un símbolo de una realidad interior.

En segundo lugar, debe haber un reconocimiento de la cualidad o naturaleza de la forma. ¿Cuál es la energía subjetiva que expresa? ¿Cuál es la cualidad de la fuerza que parece fluir a través de ella? ¿Cuál es la emoción que el símbolo despierta en el estudiante? Aquí es de valor citar las palabras de este antiguo maestro, cuando dice: "Estas formas son conocidas o no, de acuerdo a las cualidades latentes en la conciencia perceptiva. La incapacidad para interpretar o comprender algún significado en el símbolo indica carencia y deficiencia en el estudiante. Cada ser humano es una potencia espiritual o alma que se expresa a través de una forma que constituye un símbolo de su etapa de desarrollo y del poder de manifestación. Esta alma posee un medio de expresión en el plano de la mente y luego pasa al plano de la emoción o deseo por el que se expresa su peculiar cualidad. A este respecto es interesante señalar que, en términos generales, podemos juzgarnos por la cualidad que emana de nosotros y no por nuestra apariencia física. La gente nos gusta o no debido a su carácter cualitativo. Esta idea es la que surge al estudiar un símbolo y es aquí donde el color juega su parte.

El tercer requisito es aún más subjetivo, y es en este aspecto que los símbolos se utilizan principalmente en la formación de los discípulos. De un estudio de la forma y la consideración de la cualidad, se llega seguidamente al propósito, al motivo y a la idea que el símbolo ha mantenido oculto. A medida que el estudiante se concentra en la importancia de la idea, llega a ser consciente de ese mundo arquetípico que es el patrón de todas las cosas manifestadas, y que él, como discípulo, tiene que entender si quiere cooperar inteligentemente con el Plan. Llega a un conocimiento de esa parte del plan que es el factor motivador en la forma del símbolo. Así, a través de la parte se puede entrar en contacto con el Todo y producirse una expansión de la conciencia.
La etapa final se ha llamado la de la identificación. Uno llega a ser uno con el símbolo; comparte su cualidad, participa de su propósito y a través de estas etapas llega a ser una unidad con el Creador de todas las formas. Esta es una etapa difícil de definir, solamente puede ser comprendida por el hombre que ha apreciado el hecho de que él mismo es un símbolo que expresa una cualidad, y está animado por un propósito que está en conformidad con la Deidad misma. Se convierte en un alma consciente, una parte corporativa del Alma del mundo y se encuentra unido con el alma que anima todas las formas y símbolos.


Si estas ideas se meditan y se aplican al estudio de los símbolos, el estudiante gradualmente entrará en posesión y uso de un mecanismo subjetivo interno de interpretación que denominamos con los insatisfactorios términos de "intuición" o "percepción espiritual". Los símbolos tienen el propósito de desarrollar este mecanismo en el estudiante y su uso abrirá para él un nuevo mundo de fuerzas, otra dimensión y le revelará las maravillas de ese quinto reino de la naturaleza que llamamos el reino de Dios, o el Reino de los Cielos.

viernes, 25 de julio de 2014

CENTROS: LOS CENTROS DE FUERZA Y EL FUEGO SERPENTINO 2ª Parte (C.W. Leadbeater)


CENTROS: LOS CENTROS DE FUERZA Y EL FUEGO SERPENTINO 2ª Parte (C.W. Leadbeater)
(Force-Centres and The Serpent-Fire, 1910)

EL FUEGO SERPENTINO



YA sabemos que esta ígnea serpiente, llamada en sánscrito kundalini, es la manifestación física de una de las grandes fuerzas del universo, una de las energías del Logos. También sabemos que la electricidad es otra energía del Logos, en sus diversas modalidades de calor, luz y movimiento. Otra energía del Logos es la vitalidad llamada prana  que no puede transmutarse en ninguna de las antes mencionadas modalidades energéticas. Por lo tanto, cabe decir que la vitalidad y la electricidad son los extremos inferiores de dos corrientes de energía del Logos.

La serpiente ígnea o kundalini puede considerarse como el extremo también inferior de otra corriente del Logos, como la manifestación en el plano físico de otro de los múltiples aspectos de su poder.

Al igual que el prana o vitalidad, el kundalini existe en todos los planos conocidos; pero sólo trataremos de su expresión en la materia etérea. No puede transmutarse en vitalidad ni en electricidad, y ni una ni otra de ambas parecen afectarla. Yo he visto un cuerpo humano cargado nada menos que con 1.250.000 voltios, de suerte que al extender el brazo hacia la pared brotaban llamas de sus dedos sin molestia alguna, y a pesar de ser tan enorme el potencial eléctrico, no produjo efecto alguno en la serpiente ígnea.

La Voz del Silencio llama al kundalini "fuerza ígnea" y "madre del mundo". Por extraños que parezcan estos nombres están justificados, porque en verdad es como fuego líquido que fluye por el cuerpo en dirección espiral a modo de movimiento serpentino. En cuanto al nombre de "madre del mundo" se le da porque activa nuestros diversos vehículos, de suerte que se nos  abren uno tras otro los mundos superiores.

En el cuerpo del hombre, está localizada la serpiente ígnea en la base del espinazo, según ya dijimos; pero en el hombre vulgar permanece latente y dormida durante toda la existencia terrena; y en verdad vale más dejarla dormir hasta que la moralidad del hombre llegue a suficiente nivel y su voluntad sea lo bastante recia para gobernarla y sus pensamientos de sobra puros para arrostrar sin peligro su actualización. Nadie ose jugar. Conviene advertir que por grande que sea el potencial eléctrico no perjudica al cuerpo humano con tal que esté absolutamente aislado; pero el más leve contacto con un objeto lo electrocutaría al instante. N. del T. esta ígnea fuerza sin concretas instrucciones de un maestro experto en su manejo, porque entraña gravísimos peligros, algunos de ellos de índole física, y su desgobernada actuación produce íntimos dolores, desgarra los tejidos y aun puede ocasionar la muerte. Sin embargo, este es el menor mal resultante de su imprudente operación, pues también puede estropear los vehículos superiores.

Uno de los más frecuentes efectos de la prematura actualización de la serpiente ígnea es que entonces fluye cuerpo abajo en vez de cuerpo arriba, excitando con ello groserísimas pasiones, con tal intensidad que no le cabe al hombre resistirlas porque se ha puesto en acción una fuerza contra la cual está tan perdido como el nadador ante las fauces de un tiburón. Tales son los sátiros y monstruos de depravación que se hallan entre las garras de una fuerza incomparablemente superior a toda humana resistencia. Acaso adquieran algunos poderes supernormales; pero les pondrán en contacto con un bajo orden de evolución incompatible con la humana, y para emanciparse de tan horrible esclavitud necesitarán más de una encarnación. En verdad que no exagero el horror de semejante estado, como acaso hiciera quien de oídas lo contara sin testimonio personal. Yo mismo he tratado a individuos sujetos a tan espantosa suerte, y con mis propios ojos vi lo que les sucedía. Hay una escuela de magia negra que adrede emplea siniestramente el kundalini con objeto de vivificar los bajos centros dinámicos que jamás emplean los discípulos de la Buena Ley.

Aparte de este peligro capital, entraña otros muchos de siniestra índole la prematura actualización de la serpiente ígnea, porque intensifica en general la naturaleza del hombre y estimula las malas y bajas cualidades mucho más fácilmente que las buenas.  Por ejemplo, en el cuerpo mental se despierta luego la ambición y no tarda en hincharse extraordinariamente. Cabe en lo posible que también despierte poderoso talento, pero irá acompañado de un orgullo satánico como no se concibe en el hombre vulgar. No presuma el hombre de poder habérselas con toda fuerza que en su cuerpo se levante, porque la serpiente ígnea no es una fuerza ordinaria, sino algo irresistible. Desde luego que ningún inexperto debe intentar siquiera despertarla, y si por acaso la despertara algún accidente, ha de consultar enseguida con un entendido en la cuestión.

Echará de ver el lector que de propósito he omitido la explicación del modo de actualizar la serpiente ígnea ni tampoco señalé el orden en que una vez actualizada pasa por los diversos centros dinámicos, pues no puede intentarse en modo alguno sin expreso mandato del Maestro, quien cuidará de su discípulo durante las diversas etapas del experimento. Solemnemente prevengo a todos los estudiantes contra cualquier conato en el sentido de despertar esta tremendísima fuerza sin adecuada tutela, porque yo mismo he presenciado muchos casos de las terribles consecuencias de una ignorante y mal aconsejada intromisión en estas gravísimas materias. La fuerza ígnea es una tremenda realidad, uno de los fenómenos capitales de la naturaleza, y no es cosa de juego ni que se pueda manejar a la ligera, sino tan peligrosa en manos inexpertas como en las de un niño la dinamita.

Verdaderamente se ha dicho de ella: "Libera, a los yoguis y esclaviza a los insensatos."

En cuestiones como ésta, se figuran algunos estudiantes que habrá para ellos particular excepción de las leyes naturales o que la especial intervención de la Providencia les librará de los efectos de su locura. Seguramente que no sucederá nada de esto, y quien insensatamente provoque una explosión es muy fácil que resulte su primera víctima. Muchas tribulaciones y desengaños se ahorrarían los estudiantes si comprendieran que en todo cuanto con el ocultismo se relaciona significamos exacta y literalmente lo que decimos, y que es aplicable a todos los casos sin excepción. Las leyes capitales del universo no conocen el favoritismo.

Muchos desean ensayar el mayor número posible de experimentos porque se creen aptos para recibir las más elevadas enseñanzas y adelantar cuanto quiera en su desarrollo; pero pocos se resignan a ir mejorando pacientemente su carácter, a dedicar tiempo y trabajo a una labor útil a la Sociedad, y esperar a que un Maestro le advierta que ya está en disposición de recibir cuanto otros anhelan. No pierde su perpetua oportunidad el viejo aforismo: "Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura."

Hay casos, en que el fuego brota espontáneamente y se nota un pesado ardor; y otros casos, aunque raros, en que se actualiza por sí mismo. En este último caso arriesga ocasionar mucho dolor porque los centros dinámicos no están dispuestos a su paso y habría de abrírselo quemando gran parte de tegumento etéreo con el consiguiente dolor.

Cuando la serpiente ígnea despierta de por sí o accidentalmente, suele precipitarse por el interior de la columna vertebral en vez de seguir la dirección serpentina en que el ocultista está acostumbrado a guiarla. Si es posible, ha de ponerse en obra la voluntad para detener el flujo ígneo; pero si no es posible, como suele ocurrir, tampoco hay que alarmarse, porque probablemente se escapará por la cabeza difundiéndose en el ambiente sin producir otro daño que una ligera debilidad. Lo peor que puede ocurrir es una temporánea pérdida de conciencia. El verdadero y más terrible peligro no está en que el fuego se precipite hacia arriba, sino que fluya hacia abajo e interiormente.

Respecto al desarrollo oculto, la principal función de la serpiente ígnea es que al pasar por los centros dinámicos, según dijimos, los vivifica y constituye en puerta  de tránsito entre los cuerpos físico y astral. Dice La Voz del Silencio que cuando la serpiente ígnea llega al centro dinámico de entre cejas y del todo lo vivifica, confiere al hombre la facultad de oír la voz del Maestro, que en este caso significa la voz del ego o Yo superior. El motivo de esta afirmación es que el cuerpo pituitario, en ordenada actividad, forma un perfecto enlace con el vehículo astral, de modo que por él puede recibirse toda comunicación interna.

No es esto sólo. Todos los centros dinámicos superiores se han de despertar de suerte que respondan a cualesquiera influencias de los subplanos astrales; pero este desarrollo lo adquirirá cada individuo a su debido tiempo, aunque no en la presente encarnación si es la primera vez que estudia atentamente el asunto. Algunos hindúes podrán lograrIo porque sus cuerpos son más adaptables por herencia que otros; pero la mayoría habrán de esperar toda otra ronda.

El dominio de la serpiente de fuego se ha de intentar repetidamente en cada encarnación, puesto que se renuevan los vehículos; pero lograda enteramente una vez, no cuesta gran cosa la reiteración del intento.

Conviene recordar que la serpiente ígnea actúa de distinto modo según el tipo del individuo, y así algunos verán al ego sin oír su voz. Además, la relación con el ego abarca varios grados, pues para la personalidad significa la influencia del ego y para el ego significa el poder de la mónada, mientras que para la mónada significa la consciente expresión del Logos.

No caerá fuera de propósito que exponga aquí mi experiencia individual en el asunto. Hace veinticinco años, la primera vez que residí en la India, no me esforcé en despertar el fuego ni en verdad sabía mucho acerca de él, pues opinaba que para ello era necesario haber nacido con un cuerpo físico especial que yo no poseía. Pero cierto día me insinuó un Maestro determinada clase de meditación para evocar la fuerza ígnea. Desde luego obedecí la insinuación y al cabo de tiempo obtuve éxito. Sin embargo, no me cabe duda de que el Maestro vigiló el experimento y me hubiera auxiliado en caso de peligro. Me han dicho que algunos ascetas hindúes enseñan esta práctica a sus discípulos manteniéndolos sin cesar bajo su cuidadosa vigilancia. Pero yo no conozco personalmente a ninguno ni debo tener confianza en ellos mientras no me los recomiende alguien de cuyo verdadero conocimiento esté yo convencido.

Me preguntan muchos lo que deben hacer para despertar esta fuerza  Les aconsejo que hagan lo que yo hice. Les recomiendo que se entreguen a la obra teosófica y esperen a recibir expreso mandato del Maestro, que se encargará de su desarrollo psíquico, prosiguiendo entretanto los acostumbrados ejercicios de meditación. No han de preocuparse en lo más mínimo de si lograrán dicho desarrollo en la presente o en la próxima encarnación, sino que deben considerar la materia desde el punto de vista del ego y no de la personalidad, con la absoluta certeza de que los Maestros están siempre a la mira de a quien pueden ayudar, de modo que es de todo punto imposible que nadie escape a su observación, y que indudablemente darán sus instrucciones cuando las consideren oportunas.

Nunca he oído decir que la edad del individuo ponga límite a su desarrollo psíquico mientras goce de perfecta salud, porque esta condición es necesaria a fin de que el cuerpo pueda soportar el esfuerzo, que es mucho más violento de cuanto les cupiera imaginar a quienes nunca lo intentaron.
Una vez levantada la fuerza debe gobernarse rigurosamente y pasar por los centros dinámicos en sucesión distinta para cada tipo de individuos. También es preciso que si la fuerza ha de tener eficacia se mueva de cierto modo que el Maestro explicará oportunamente.

El Velo que separa los Planos

Ya dijimos que los centros etéreos y astrales están en muy íntima correspondencia; pero entre ellos e interpenetrándolos de suerte no fácilmente descriptible hay una tupida tela compuesta de una capa de átomos físicos muy comprimidos y empapados en una peculiar modalidad de la fuerza vital. La vida divina que desciende normalmente del plano astral al físico está tonalizada de modo que pasa sin dificultad a través de esta tela, que no obstante opone infranqueable obstáculo al paso de cuantas fuerzas no pueden servirse de la materia atómica de los planos físico y astral. Esta tela es la protección proporcionada por la naturaleza para impedir la prematura comunicación entre los planos dichos, que sería seguramente perjudicial.

Esta tela o membrana no consiente que en condiciones normales recordemos con toda claridad lo que nos ha sucedido durante el sueño y también ocasiona la momentánea inconsciencia que siempre acompaña a la muerte. Sin esta misericordiosa protección, el hombre vulgar que nada sabe de la fuerza ígnea y está desprevenido para habérselas con ella, podría ser víctima de alguna entidad astral que en cualquier momento le pusiera frente a fuerzas superiores a la suya, y estaría expuesto a su constante obsesión si tratara dicha entidad de apoderarse de sus vehículos.

Desde luego se comprende que todo daño sufrido por esta membrana es realmente desastroso. De varios modos puede sobrevenir el daño, lo que nos induce a prevenirlo por cuantos medios dispongamos. Puede sobrevenir el daño por accidente o por continuada torpeza en la práctica. Una violenta conmoción en el plano astral, como, por ejemplo, un repentino y terrible espanto, puede desgarrar este delicado organismo y producir la locura.

Por supuesto que hay otros casos en que también el miedo puede ocasionar la locura.

El mismo efecto causará un violentísimo acceso de cólera, así como toda intensa emoción de índole siniestra que determine una especie de estallido en el cuerpo astral.

Los nocivos hábitos que mayor daño hacen a esta membrana protectora son: el alcohol, los narcóticos y el deliberado empeño en abrir por medio de comunicaciones espiritistas las puertas que la naturaleza mantiene cerradas. Algunos alcaloides y bebidas, sobre todo el alcohol y todos los narcóticos, incluso el tabaco, contienen ciertas materias volátiles que se transfieren del plano físico al astral.

Estas volatilizadas substancias atraviesan en contradirección los centros dinámicos y si mucho se repite este paso dañan gravemente y acaban por destruir la delicada membrana. Esta destrucción puede efectuarse de dos diferentes modos según el tipo del individuo y la proporción de los constituyentes de sus cuerpos etéreo y astral. En primer lugar, el roce de las substancias volatilizadas endurecen los átomos de la membrana de suerte que estropean grandemente su pulsación y los incapacitan para seguir vitalizados por la modalidad de energía que los cohesiona en la membrana, resultando de ello que ésta se osifica e impide la transmisión entre ambos planos físico y astral.

En los beodos habituales se observan los efectos de ambos modos de deterioro. Los afectados por el roce abrasador de las substancias volatilizadas caen en el delirium tremens, en la obsesión o en la locura. Sin embargo, son casos relativamente raros. Más frecuente es el segundo modo de deterioro cuyos resultados son la debilitación general de las facultades, que se sumen en el grosero materialismo y la brutalidad, con pérdida de todo noble sentimiento y del propio dominio. El hombre así degradado carece de dignidad, olvida todos sus deberes, no tiene concepto de sus responsabilidades, hasta el punto de que si cuando sobrio amaba a su esposa e hijos, una vez beodo no reparará en disipar en la satisfacción de su apetito el dinero que debiera invertir en el sostén de su familia. El afecto y la dignidad se desvanecieron por completo.

La segunda clase de efectos se echan de ver en los esclavos del tabaco, quienes persisten en el vicio aunque saben perfectamente bien que molesta y repugna a sus convivientes. El deterioro de la membrana se nota asimismo en que es el único hábito vicioso de que un caballero no se abstiene, aunque comprenda que ofende a los demás, demostrando con ello grave mella en la delicadeza de sentimientos.

Según dijimos, todas las impresiones que pasan del plano astral al físico o viceversa se transfieren directamente por los subplanos atómicos; pero cuando el alcohol o los narcóticos debilitan o deterioran la membrana, no sólo inficionan todas las materias atómicas sino también la materia astral de los segundo y tercero subplanos, inutilizándolas como medio transmisor, de suerte que la única comunicación remanente entre el astral y el físico es la producida por alguna fuerza del séptimo subplano astral cuya violenta vibración halla respuesta en el físico. Y sabido es que en el séptimo subplano astral sólo hay repulsivas y malignas influencias.

Pero aunque la naturaleza tome tales precauciones para proteger los centros dinámicos, no pretende en modo alguno que siempre estén vigorosamente cerrados. Hay un medio a propósito para abrirlos. Acaso fuera más exacto decir que la intención de la naturaleza no es que las puertas se abran más de lo que están en su actual posición, sino que el hombre debe perfeccionarse hasta el punto de aumentar el flujo que pasa por la puerta según ya está.

También el té y el café contienen estas materias, aunque en cantidad tan infinitesimal que es necesario abusar mucho para sentir sus  efectos.

Sin embargo, la conciencia del hombre ordinario no puede utilizar materia atómica pura en el cuerpo físico ni el astral; y por lo tanto, en condiciones normales es incapaz de establecer a voluntad comunicación consciente entre ambos planos. El procedimiento adecuado para lograrlo es purificar los vehículos astral y físico hasta que se vivifique por completo su materia atómica, de modo que sirvan de medio transmisor a las comunicaciones entre ambos. Entonces la membrana mantiene en el más alto grado su posición y actividad, y ya no es un obstáculo para la perfecta comunicación, al propio tiempo que continúa impidiendo el contacto entre los subplanos inferiores que darían paso a todo linaje de siniestras influencias.

Por estas razones aconsejamos siempre al estudiante que no provoque sino que espere el desarrollo de las facultades psíquicas hasta que en el natural curso de los acontecimientos las reciba en consecuencia del desarrollo de su carácter, como seguramente las recibirá según se infiere del estudio de los centros de fuerza.


Esta es la evolución natural; este es el único medio positivamente seguro para obtener todos los beneficios y evitar todos los peligros. Este es el Sendero que nuestros Maestros hollaron en el pasado, y por lo tanto es hoy nuestro sendero.

miércoles, 23 de julio de 2014

LA GRAN INVOCACIÓN: LA ESPADA DE DIOS

LA GRAN INVOCACIÓN



Desde el punto de luz en la mente de Dios
Que afluya luz a las mentes de los hombres
Que la luz descienda a la tierra.

Desde el punto de Amor en el corazón de Dios
Que afluya Amor a los corazones de los hombres
Que Cristo retorne a la tierra.

Desde el centro donde la voluntad de Dios es conocida,
Que el propósito guíe a las pequeñas voluntades de los hombres
El propósito que los Maestros conocen y sirven.

Desde el centro que llamamos la raza de los hombres
Que se realice el Plan de Amor y de Luz y selle la puerta donde se halla el mal
Que la luz, el Amor y el Poder, restablezcan el Plan en la tierra.


LA GRAN INVOCACIÓN, LA ESPADA DE DIOS

Engañosamente, la Gran Invocación en su presentación inmediata es una composición de palabras sencillas y suaves; sin embargo, detrás de las palabras está la fuerza conductora de una potencia inmensa de efectos mágicos e impresionantes llevados a cabo en las alas del pensamiento y palabras.
Wendy Boyd 

EL MAESTRO JESÚS DIJO: “No vine a traer la paz sino una espada.” Esto es una forma de llamar la atención y, al mismo tiempo, una afirmación desafiante, aunque el sentido de expectativa asociada con Su reaparición descansa principalmente sobre la idea de que definitivamente la paz es lo que Él traerá. De hecho, muchos asumen que es Su tarea divina traer la paz, poner fin a los problemas mundiales y que, por esto, la humanidad está exenta de toda responsabilidad. Igualmente existe una tendencia a imaginar que en Su reaparición se manifestará en la misma forma que Él tomó antes como Jesús de Nazaret. Aunque la apariencia que tomará es aún desconocida, parece razonable que la primera señal de este evento será un despertar en la consciencia humana –esto es, primero Él estará presente en la consciencia misma. Conforme el corazón y la mente humana descubren, experimentan y expresan cada vez más el principio Crístico a través de la correcta acción y las correctas relaciones humanas, Él reaparecerá. Una forma en la cual se puede ver que esto está sucediendo es a través de los miles que han pasado por la primera iniciación, El “nacimiento de Cristo en la caverna del corazón”. Por lo tanto, la espada que Él trae es digna de examen, porque tiene diversas implicaciones tanto como símbolo y como energía.

Que Él solo y sin ayuda traerá la paz y solucionará los problemas de la humanidad no es solamente una ilusión peligrosa, que refuerza la apatía y la dependencia, sino que también fomenta el espejismo de ver a Cristo en una forma estrictamente astral, altamente cargada con fervor aspiracional o emocional. Entonces existe una parte importante que la espada está desarrollando, cortando y desenraizando primero las ilusiones y espejismos que rodean las formas mentales distorsionadas con relación a Cristo. La Gran Invocación, como espada de la verdad, le señala a la consciencia directamente la realidad –el centro donde la mente, el corazón y la voluntad de Dios son conocidos y experimentados. La invocación unida por Su retorno a la Tierra, en la segunda estrofa, trata sobre la liberación de una energía esencial, la energía de amor, más que por la aparición de una forma divina, no importa cuan excelsa sea. Para esto, la Jerarquía ha usado palabras como una fórmula que instantáneamente eleva el corazón y la mente sobre las formas astrales en torno de Cristo, y con ello ubica la consciencia en un estado impersonal, un estado de la mente y del ser de consciencia realmente grupal.

Engañosamente, la Gran Invocación, en su presentación inmediata, es una composición de palabras suaves y sencillas; sin embargo, detrás de las palabras está la fuerza conductora de una potencia inmensa y de efectos totalmente mágicos e impresionantes, llevados a cabo en las alas del pensamiento y de la palabra. Una de las lecciones más rudimentarias que el discípulo debe aprender es el control de la palabra, especialmente porque el uso nocivo del lenguaje puede abrir la puerta a los elementos más perjudiciales de las fuerzas astrales. En este contexto estamos considerando el poder de las palabras, símbolos e imágenes y cómo pueden ser usadas para invocar energías espirituales y crear determinados efectos. Al decir la Gran Invocación tenemos claro, ya sea que estemos solos o en grupo, que son las fuerzas más elevadas de luz, amor y poder las que deseamos invocar. En cierto sentido, es poesía intuitiva, desde la que la forma y la estructura usada promueve las cuatro cualidades de la intuición, iluminación, comprensión y amor. Como se ha dicho, precipita el efecto y expone la causa –invocando la realidad a través de la intuición como lo opuesto a la ilusión.

La Palabra como la Espada

Es interesante darse cuenta que “ espada” ( sword, en inglés) se convierte en palabra word, en inglés) cuando la letra “s” es eliminada y se puede decir que a través de la Gran Invocación estamos manejando Su palabra en el nombre de Cristo como el Representante Divino de la Voluntad de Dios.

La forma que toma la Gran Invocación se basa en una serie de palabras que sirven como el vehículo activador a través del cual el mensaje encapsulado del Plan Divino puede ser cumplido. Por lo tanto, se puede decir que todo individuo o grupo que usa la Gran invocación toma la espada/palabra y ayuda en la “creación-destrucción” de los obstáculos que impiden el sendero de Su retorno: por una parte, destruyendo las barreras, y por otra, penetrando la materia etérica a través del poder de la correcta palabra para crear la forma y construir el sendero que se debe tomar –un sendero esculpido con verdad, amor y la intención unida. La Gran Invocación está entrenando el corazón y la mente en el diestro arte del manejo de la espada/palabra en el combate espiritual para que las fuerzas de la luz, el amor y el poder puedan surgir triunfantes en la Tierra.

Sin embargo, la espada, como Excalibur, aún tiene que ser extraída de la piedra, de la piedra concreta de la mente inferior. La Gran Invocación se puede ver como el Excalibur que es liberado de la piedra y surge a la vida para todos aquellos que aplican la voluntad-al-bien para usarla –la espada en la piedra está esperando ser empuñada y cumplir su destino, la promesa del paraíso recuperado. Aunque la leyenda de Arturo está más allá del ámbito de este trabajo, hay algunos paralelos interesantes entre los símbolos clave de Excalibur/Arturo y la Gran Invocación/Reaparición de Cristo. Por ejemplo, un tema –la creencia de que Arturo no está muerto y retornará- permanece enraizada en la mente popular a través de los siglos. Las primeras referencias provienen desde las áreas celtas en un poema Galés, el cual advierte crípticamente, “La tumba de Arturo es un misterio hasta el día del juicio”; se menciona un combatiente que escapó a Bodwin (Cornualles) en 1113, porque un francés se burló de un hombre de esa localidad, por asegurar que Arturo estaba vivo; son alusiones a una creencia obstinada entre las personas de que él retornaría. Adicionalmente, Arturo se convirtió en la encarnación del ideal del caballero cristiano recibiendo su herida mortal a manos de su sobrino Mordred, un caballero falso y traidor, el Judas de Camelot, quien abrió la puerta al mal. En el tema de las palabras, símbolos y sus implicaciones es interesante darse cuenta que la palabra mal evil, en inglés) es vida live, en inglés) escrita al revés.

Arturo puede ser comparado, al compartir una función similar, con el principio Crístico en cuanto que su presencia o aparición es la clave para liberar la espada de la roca. En este contexto es representativa de la transición desde la “adherencia” de la mente concreta inferior, a la velocidad más rápida y superior de la intuición, dando a la Gran Invocación un efecto transformador en el plano mental.

La leyenda dice que solamente Arturo, de corazón muy puro, podía sacar la espada de la roca, y esto corresponde al requerimiento de un centro cardiaco desarrollado y purificado como una base esencial para el uso del aspecto voluntad con relación al trabajo esotérico. Similarmente, la Gran Invocación, como Excalibur/Arturo, trabaja más efectivamente cuando es manejada con un corazón y motivo puro.

La Espada de Mercurio

Otro ejemplo del uso de la espada, y su correspondencia simbólica del trabajo preparatorio, se encuentra en la historia de Hércules como el discípulo mundial. Antes de que Hércules empezara sus doce trabajos, los dioses le dieron ciertos dones. Se nos ha dicho que “Con lenguaje agraciado y brillante ingenio llegó Mercurio, llevando una espada de raro diseño, que él ofreció a Hércules en un estuche de plata. Él la ató en el muslo de Hércules, pidiéndole que la mantuviera afilada y brillante. “Debe dividir y cortar,” dijo Mercurio, “y debe moverse con precisión y adquirida destreza.” 1

También se nos ha dicho que “el don de una espada que vino de Mercurio, el mensajero de los dioses, es de profunda importancia, porque la espada es el símbolo de la mente que divide, separa y corta. A través de su uso, Mercurio añadió a los demás dones concedidos a Hércules el análisis mental y la discriminación. * 2. A Mercurio también se le llama el mensajero alado y está asociado con la comunicación; en esencia él es el “mensajero del cielo” o, en este contexto, el mensajero de la Jerarquía, resumiendo el poder de la palabra hablada en conjunción con la técnica de la invocación. La versión Griega de Mercurio es Hermes, que significa “interprete o mediador”; ciertamente, parecería ser una interrelación de estas habilidades requeridas si la humanidad, como el discípulo mundial, va a actuar como embajador de la Jerarquía al presentar la Gran Invocación a los demás.

Los alquimistas equipararon a Mercurio con los conceptos relacionados de fluidez y transmutación y, a causa de su fluidez (como en el caso de todos los líquidos), el uso de la Gran Invocación es uno de los procesos más alquímicos que ocurren cuando transmuta la materia en espíritu, elevándola desde lo inferior a los superior y desde lo transitorio a lo estable. Se nos ha dicho que Mercurio es “supremamente mental,” siendo el principal agente del tercer aspecto de inteligencia activa y al mismo tiempo encarnando el segundo aspecto de amor-sabiduría, en particular el aspecto sabiduría. Se refiere a él como una energía dual, en la medida que expresa tanto la mente concreta como la mente abstracta de Dios. Otro punto de interés es que la mente concreta inferior fue desarrollada en el primer sistema solar y la mente abstracta superior o intuitiva, la razón pura, se está desarrollando en este sistema. Por lo tanto, al decir la Gran Invocación y distribuyéndola y llevándola a la atención del público estamos ayudando en este proceso en una escala Cósmica. La energía de Mercurio es de naturaleza sintetizadora, reuniendo mente-sabiduría expresándose a través del alma humana. Adicionalmente, Mercurio rige el puente o antakarana.

Las implicaciones de Mercurio son muchas, incluso el sistema nervioso está controlado por esta energía, porque los nervios son los mensajeros en el plano biológico. También, como un punto de interés, el famoso médico herbario y astrólogo Nicolás Culpeper (1616-1654) asignó hierbas, raíces, flores y semillas a sus planetas regentes, percibiendo que éstas contenían las virtudes del planeta para propósitos medicinales y de sanación. En su libro él cita "Dios está en todo, Su imagen está impresa en cada hierba.” Aquellas hierbas regidas por Mercurio eran particularmente benéficas para las “enfermedades del cerebro" como la calaminta o menta de montaña; igualmente dijo que el eneldo “fortalece el cerebro.”

Otros símbolos

La espada, en esencia, está compuesta de una hoja y una guarnición; es por lo tanto un símbolo de “conjunción,” especialmente como en la edad media, cuando toma la forma de una cruz. En términos astrológicos, una conjunción es la cercanía o proximidad de dos cuerpos celestes, encontrándose o pasando, o la presencia en la misma parte de los cielos de dos cuerpos celestes. Podría decirse que una correspondencia similar está ocurriendo conforme Piscis se aleja de su larga influencia y es reemplazada por la energía entrante de Acuario, causando un sentido de dos energías cruzándose, incluso chocando, hasta que la transición desde un ciclo de sexto rayo a un ciclo de séptimo rayo sea plenamente establecido.

En términos de la espada y en relación con los romanos, ellos creían que el hierro a causa de su asociación con Marte podía proteger contra los espíritus malignos. Su significado simbólico principal, sin embargo, es de una herida y el poder para herir y, no obstante, es el motivo detrás de la herida lo que la hace buena o mala. Por ejemplo, un doctor puede infligir dolor para tratar una herida o un soldado toma una vida para poder salvar cientos de vidas. Ya que quienes dicen la Gran Invocación no están manejando la espada para herir sino para sanar, la espada entonces es la aliada del discípulo en la lucha para liberar a los “prisioneros del planeta”. Para este efecto, la espada de la invocación puede penetrar y perforar el mundo material dentro de lo espiritual y descargar la evocación esperada de las fuerzas redentoras. Sobre este tema, las armas de guerra pueden ser símbolos positivos y la espada permanece como símbolo de la justicia y de la autoridad superior. Mientras la daga representa el falo y la masculinidad en general en la cultura megalítica, la espada es la contraparte de la rueca, la cual es el símbolo femenino de la continuidad de la vida. La espada y la rueca simbolizan, respectivamente, la muerte y la fertilidad, los dos opuestos que constituyen el simbolismo básico de la montaña, y la montaña tiene la forma semejante a un triángulo, la firma sagrada de Dios.

Esto relaciona el propósito de la invocación, el cual es crear puntos de tensión similares a la espada en los picos de la montaña de energía triangular, a través de los cuales la demanda expresada puede aumentar y subir a los cielos. A su vez, las cuatro estrofas que compilan la Gran Invocación están situadas como cuatro montañas sólidas dentro del terreno de la mente grupal. En la filosofía china las montañas permanecen juntas dando la imagen de quietud; el éxito de la Invocación y la evocación resultante están vinculadas a la habilidad para fusionarse con el “punto inmóvil en el centro” prioritario a la liberación de la “conjunta intención” grupal. De esta forma la mente, como una gran montaña bañada en la luz del sol, se mantiene firme en la luz del alma y alineada al esfuerzo e intención Jerárquica. A este respecto estamos alineando el esfuerzo grupal con la “constancia, exactitud y poder” que el Cristo y la Jerarquía Espiritual adoptan cuando dicen la Gran Invocación y como una fuerza unida toman las espadas y por lo tanto la(s) palabra(s) de Dios.
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Artículo extraído de Lucis Trust.

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