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sábado, 17 de mayo de 2014

IMPERSONALIDAD (D.K. "EL TIBETANO")



IMPERSONALIDAD (D.K.)



La impersonalidad es una cualidad peculiarmente difícil de alcanzar, especialmente por las personas que llegaron a una integración de alto grado. Existe una estrecha interrelación entre impersonalidad y desapego. Estudien esto. Muchas ideas muy estimadas, cualidades difícilmente adquiridas, virtudes cuidadosamente nutridas y creencias poderosamente formuladas, militan contra la impersonalidad. Es difícil para el discípulo, al principio de su entrenamiento, mantener firmes sus ideales, perseguir incansablemente su propia integración espiritual y orientarse impersonalmente hacia otras personas. Desea que sus luchas y realizaciones sean reconocidas; anhela que la luz que ha contribuido a intensificar produzca una reacción en otros; quiere ser conocido como discípulo; ansía demostrar el poder adquirido y su naturaleza amorosa muy desarrollada, para despertar admiración o por lo menos oposición. Pero nada de esto ocurre. No se lo considera mejor que sus hermanos, en consecuencia, la vida no le resulta satisfactoria.

Estas verdades surgen del autoanálisis, y pocas veces  se las formu­lan y encaran; por lo tanto, debido a que trate de ayudarlos, las formulo y los enfrento con ellas. Le resulta difícil al hombre o mujer inteligente ver a quienes están estrechamente asociados con ellos, ocuparse de la vida y sus problemas, desde un punto de vista propio y totalmente distinto al suyo, manejados (desde el punto de vista del discípulo) en forma débil y tonta y cometiendo aparentemente serios errores de juicio o técnicos. Sin embargo, hermanos míos, ¿por qué se sienten tan seguros de que están en lo cierto y que su punto de vista es lógicamente correcto? Posiblemente su perspectiva de la vida y su interpretación de la situación, necesitan reajustarse y sus móviles y actitudes elevarse y purificarse. Y aunque para ustedes fuera lo mejor y más elevado que pueden alcanzar en determinado momento, sigan su camino y dejen que su hermano siga el suyo.

Esta actitud de no intervenir y de abstenerse de criticar, de ninguna manera impide ayudarse mutuamente ni establecer relaciones grupales cons­tructivas. O también vea con claridad cuál es la debilidad grupal y quién es el que impide que el grupo emprenda una actividad más sutil. Todo esto está bien y es bueno, siempre que cada miembro continúe amando, sirviendo y absteniéndose de criticar. Es una actitud errónea tratar de enderezar asídua­mente los pasos del hermano, increpándolo y tratando de imponerle su voluntad u otro punto de vista, aunque siempre pueden exponerse ideas y hacer sugerencias. Que cada uno continúe con su propia disciplina del alma y deje a sus hermanos continuar con la suya.

El portal se cierra detrás del iniciado, quien ahora es un miembro aceptado de su grupo y, como reza en El Antiguo Comentario, "el sonido producido al cerrarse, anuncia al mundo observador que el iniciado ha entrado en el lugar secreto y que, para Negar hasta él, en su real sentido, el grupo debe también atravesar ese portal". Esto imparte la idea de autoiniciación individual, a la cual todos deben someterse, indicando también la soledad del iniciado, cuando sigue adelante. Aún no llega a comprender totalmente lo que el grupo capta; tampoco lo comprenden a él quienes están al otro lado del portal. Ha presentido durante un tiempo al grupo con el cual está ahora afiliado y es cada vez más consciente de su impersonalidad espiritual, lo cual parece una especie de distanciamiento que de ningún modo nutre en él los elementos pertenecientes a la naturaleza de la personalidad, por lo tanto, sufre. Los que han quedado atrás, como parte de su antigua vida, no pueden comprender su básica (aunque no desarrollada) impersonalidad. Esta actitud de parte de ellos evoca en él, cuando la siente, un resentimiento y crítica que le parecen incorrectos, siendo en dicha etapa imposible evitarlo, y aquellos a quienes criticó, tratan de destruirlo o (por lo menos) despreciarlo, e incomodarlo.

En las primeras etapas se defiende de quienes han quedado atrás, retrotrayéndose en sí mismo, en un silencio innecesario y casi inoportuno. Aprende a penetrar en la conciencia de su nuevo grupo, realizando un arduo esfuerzo para desarrollar en sí mismo la capacidad del grupo de ser espiritualmente imperso­nal. Sabe que es algo que debe lograr y ‑a medida que lo logra‑ descubre que esa impersonalidad no está basada en la indiferencia o en la preocupación, como había creído, sino en la profunda comprensión, en el enfoque dinámico sobre el servicio mundial, en un sentido de proporción y en el desapego, que hace posible prestar la verdadera ayuda. De esta manera el portal y el pasado quedan atrás. San Pablo expresó esta idea cuando dijo: "Olvidando las cosas que quedan atrás, sigue adelante hacia la recompensa de tu elevado llamamiento en Cristo". Quisiera que observen la palabra "llamamiento".

Quizás se pregunten si existe un único modo o método, por el cual el discípulo puede acercarse a esta meta aparentemente imposible. Responde­ré: sí, por la práctica constante de la impersonalidad con su subsidiaria actitud de indiferencia, en lo que a deseos, contacto y metas personales se refiere. Tal impersonalidad es muy poco comprendida; y aunque la desarrollen los aspirantes bien intencionados tiene una base egoísta. Reflexionen sobre esto y procuren lograr la impersonalidad, olvidándose de sí mismo y apartando el foco de la conciencia de la personalidad (donde comúnmente está centrada) y llevándolo al alma viviente y amorosa.

El Maestro espera que el discípulo se esfuerce en ser impersonal en su relación con El y sus condiscípulos. Impersonalidad es el primer paso en el camino hacia el amor espiritual y la comprensión. El esfuerzo de la mayoría de los discípulos sinceros, generalmente se concentra en amarse los unos a los otros, y al hacerlo (empleando un viejo símil) ponen "el carro delante del caballo". El esfuerzo es lograr ante todo impersonalidad en su trato, porque, una vez lograda, desaparece la crítica y puede afluir el amor.





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