FRACASO
Compilación de textos del Maestro Tibetano
Reconozca el fracaso, si lo hubo, y luego mirando la luz y con
una sonrisa en los labios, dé la espalda a ese fracaso y siga adelante con
firmeza.
No es fácil para los discípulos iniciados identificarse con las
debilidades y los fracasos, sin embargo, deben hacerlo. Constituyen una parte
de la expresión de la humanidad, tanto como la fortaleza o el éxito, y no puede
haber separación en la actitud, ni fracaso en la identificación. Los discípulos
deben aprender a identificarse con la totalidad.
Sólo un pensamiento le daré para que lo repita, siempre que se
sienta desalentado, cansado o débil:
“En el centro de todo amor yo permanezco y nada puede llegarme
aquí, y desde ese centro me exteriorizaré para amar y servir”.
No ha prestado aún un
servicio que sea de valor para el futuro, pues lo ha realizado sacrificándose a
sí mismo, involucrando el sacrificio de su tiempo, intereses y deseos
personales, basado en sus cualidades personales. Ha observado la forma en que
sirven los demás, se ha preguntado por qué y cómo decidieron servir de manera
tan diversa; ha sugerido a los demás el servicio que podrían prestar y a veces
ha hecho posible que lo prestaran; ha hablado con grupos sobre el servicio,
pero sin resultado que justifique la fuerza empleada. ¿Por qué? Porque no se daba
a sí mismo con amor, sino únicamente de lo que le era externo.
De lo único que debe lamentarse es de no aprender las lecciones
del fracaso.
El servicio que prestamos con frecuencia es distinto del que
quisiéramos ver realizado y planeado por los servidores; sabemos además que
prestar servido significa un sinfín de desengaños, incesante lucha, duros
golpes, aparentes e inexplicables fracasos - debido todo a que la fuerza
espiritual de la humanidad aún no guarda proporción en lo que a la atracción
material respecta.
Los fracasos, donde los hubo, no es necesario que se repitan,
porque el amor grupal puede neutralizarlos; las flaquezas de la personalidad,
errores y defectos, se pasan por alto y se olvidan en la urgencia de la
necesidad humana y no penetran en el ashrama. Les pido que recuerden esto y con
corazón humilde persistan en sus esfuerzos, amen a toda la humanidad y sigan su
camino.
Los discípulos aspirantes son mucho más conscientes de los
defectos y atributos de la personalidad de los demás, que los discípulos más
avanzados en los ashramas. El discípulo avanzado puede ser, y lo es, bien
consciente de los defectos, fallas y cualidades indeseables de aquellos con
quienes está asociado, pero su tendencia mental a la crítica no es el factor
determinante, como sucede en la mayoría de los menos evolucionados. Los
condiciona mucho más la aspiración, el esfuerzo y la intención fija, que el
aspecto de la personalidad. Mide el aferramiento del alma sobre el yo inferior,
principalmente desde el aspecto de la estabilidad de ese aferramiento; trata al
aspirante, por lo tanto, de acuerdo a ese reconocimiento, pero no lo hace
analizando su falta de desarrollo. Esto es algo de gran importancia, porque así
lo hacen los Maestros cuando eligen y entrenan a un grupo para la iniciación.
El Maestro no se ocupa de los defectos temporarios sino del aferramiento y de
la intención del alma y de cómo responde habitualmente el aspirante a la
energía del alma, cuando esa energía es aplicada...
...Los Maestros piensan en términos de ciclos y no en términos
de una vida individual; como ustedes no pueden hacerlo, excepto teóricamente,
no les es posible comprenderlo. Observo, por ejemplo, la experiencia, los
fracasos y las realizaciones de los discípulos de mi Ashrama, en términos de
ciclos de mil años. Lo que pueden haber realizado en esta vida, a menos que sea
de destacada significación, con toda probabilidad será totalmente desconocido
para mí; si quiero, puedo saberlo y lo hago en esos casos en que los resultados
de alguna actividad tienen repercusiones sobre mi Ashrama, o sobre una gran
parte del grupo de discípulos.
Permítanme exponerlo así: no observo el mezquino egoísmo, las
pequeñas y tontas vanidades y la inestabilidad que los perturba, las palabras
despiadadas que pueden pronunciarse sobre los demás y el hecho de no amar o
poner un erróneo énfasis en la vida diaria, y tampoco lo hace Maestro alguno.
Son asuntos de su propia alma; los resultados afectan a su familia, amigos o grupo
comunitario, y no nos incumben. Sin embargo son cosas que las ven en los demás
y afectan su juicio, evocan simpatía o antipatía, alabanzas o acusaciones, pero
- como individuos - los coloca inevitablemente en el banquillo de los acusados.
Ningún Maestro se erige en juez. Cuando Cristo dijo: “No juzguéis y no seréis
juzgados”, indicó un estado mental donde la mente y la comprensión controlan de
tal modo, que el aspirante no halaga ni culpa; debido a esta actitud general en
el acercamiento mental hacia las personas, entonces es libre para convertirse
en miembro definitivo de un Ashrama.
El Maestro no ve u observa los pequeños fracasos, los momentos
de angustia o perturbación, las fricciones de la personalidad, que (desde el
ángulo del discípulo observador) parecen empañar la visión. Durante los
intervalos - espaciados al principio, pero más frecuentes cuando el servicio
adquiere mayor importancia- el Maestro es consciente del progreso general
alcanzado, del desarrollo de la estructura que erige el discípulo para servir y
de la amplitud de su luz en el mundo. A menudo nos divierte comprobar que
algunos discípulos (particularmente los entrenados en los primitivos grupos
donde predominaba la personalidad) creen que los Maestros se entrometen en sus
vidas diarias, conocen sus pequeños defectos e ínfimos fracasos y saben todo lo
que piensan y hacen. Nos preguntamos a veces si ustedes creen que los Maestros
tenemos tiempo para ocuparnos de los hábitos mentales, actos y palabras que el
discípulo va superando rápidamente.
A nosotros llega y nos interesa únicamente el bien que hace un
individuo.
Observará que no me preocupo de sus errores o fracasos. Son
inevitables y relativamente sin importancia; un discípulo en su etapa de
desarrollo es siempre consciente de ellos y se puede confiar en que dará los
pasos necesarios para corregirlos.
Fracasó, hermano mío. ¿Por qué continuar año tras año abrumado
por el fracaso, con la mirada fija en el fracasado yo inferior? Todos han
fracasado y fracasarán en alguna línea. A veces les sucede a los Maestros
cuando hacen el primer intento de recibir una de las iniciaciones superiores, y
desde el ángulo jerárquico eso no significa fracasar. Al fracaso casi no se lo
reconoce como tal, sino que se hace el esfuerzo para buscar la causa del
fracaso.
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