LA CIRCUNSPECCIÓN OCULTA
Por Alice A. Bailey
Publicado en TheBeacon, Marzo 1926
“Saber, Querer, Osar y Callar.”
Podría ser de utilidad enumerar brevemente
algunas de las razones del porqué se impone la circunspección a todos los
iniciados y, por tanto, por qué todos los discípulos deben cultivar la cualidad
del silencio, como etapa preparatoria para aprehender la naturaleza de la
“Circunspección Oculta”.
En la actualidad ello es muy necesario para
destacar la facultad equilibradora del silencio. Pero, en estos días de
desarrollo de la mente concreta, imponer el silencio resulta de poca utilidad;
más aún, a quienes observan las exigencias, eso les induce a creer que el
silencio, o vela la ignorancia o no es más que la imposición de una orden
arbitraria. De ahí que mi propósito sea dilucidar, de alguna manera, el
problema y mostrar por qué es necesario que quienes estén afiliados a la
Jerarquía —como aspirantes o iniciados juramentados— deban desarrollar esta
restricción oculta.
1. El pensador poco atento o el no-iniciado
no se da cuenta del efecto que produce la palabra hablada y del efecto del
poder atractivo del habla. Cuando un hombre habla, magnéticamente atrae
sustancia dentro de su aura inmediata y afecta —quiera él hacerlo o no— a las
unidades de vida sensibles en los cuerpos, sutiles o densos, de sus semejantes.
Por lo tanto, cuando anuncia a los alumnos que le están prestando atención que
él es un iniciado o un discípulo, haciéndolo con afirmación positiva y, de este
modo, atrayendo la atención hacia su personalidad, inevitablemente actúa sobre
los aspectos atómicos negativos en los cuerpos y así también sobre las vidas
negativas receptivas o aspectos receptivos en los cuerpos de sus hermanos. Sus
palabras no están de acuerdo con el “Yo soy ESE” oculto que produce la
identificación con la vida grupal central y, por lo tanto, con la chispa
central de fuerza positiva en todas las unidades del grupo. Pero, la
declaración — al ser una afirmación de la personalidad— tiene su reacción sobre
las personalidades de todos sus hermanos, actuando a través del aspecto
negativo, y es la imposición (a menudo inconsciente) de su fuerza o del poder
de su voluntad sobre la de ellos la que causa eso; y los efectos de tal
imposición no dejan de producir resultados terribles. Estimula aquello que es
indeseable y desarrolla reacciones o respuestas negativas, como la devoción a
la persona en cuestión y la voluntad de ser guiados por el que habla o enuncia
su posición jerárquica personal, o bien causa repulsa, produciendo así separación,
y ésta engendra odio y luchas.
Este es el motivo, entre otros, por el que
a los discípulos se les enseña a menospreciar su prestigio personal y al mismo
tiempo a exaltar la naturaleza del Dios interno, que es idéntico en todos los
hombres, y se les pide que se abstengan de hablar, a menos que sirva al
propósito grupal. Se presta mejor servicio a los propósitos grupales mediante
el estímulo del aspecto más elevado en cada hombre.
Entonces, ¿por qué los Maestros se han dado
a conocer que son Adeptos?
Aunque los Maestros hayan permitido que se
sepa (a través de Sus discípulos) sobre sus servicios, conocimientos y poder
para ayudar y que han trascendido los tres mundos del esfuerzo humano, les
pediría a ustedes que tengan en cuenta que tales admisiones hechas a través de
la palabra o la letra, se han hecho a Sus discípulos juramentados, sobre
quienes recae el karma de pasar la información al público en general. Y sobre
sus hombros recae la responsabilidad de trabajar sobre los resultados, ya sean
buenos o malos. Es un hecho en el desarrollo oculto que cuanto más cerca un
discípulo está del Maestro y de la meta, más discreto es y (como individuo)
busca menos atraer la atención del Maestro o hacia sí mismo como agente de ese
Maestro. El trabajo que debe ser hecho puede lograrse más fácilmente cuando hay
menos formas mentales para ser transmutadas.
¿No debemos, pues, transmitir información
acerca de los Maestros al público en general?
Es necesario que el público sea informado
sobre la naturaleza y el trabajo de los Maestros, porque el momento es
apropiado; pero esto es algo claramente diferente al problema que estamos
examinando, el de proclamar la afiliación personal a un Maestro o a la
Jerarquía.
Por lo tanto, los discípulos e Iniciados
protegen el trabajo por medio de un muro de silencio de la personalidad, que
ellos guardan. También se ha de tener en cuenta (y esto se comprende poco,
aunque es de considerable importancia en este caso) que los cuerpos de
manifestación, a través de los cuales trabajan los Adeptos en el plano físico,
se construyen definitivamente con fines específicos; están compuestos de
materia de los subplanos más elevados de cada uno de los tres planos, y la
impresión se efectúa desde Sus propios niveles, a través de los átomos permanentes
búdico y manásico, directamente en el cerebro físico; para Ellos no existe
unidad mental o átomos permanentes en los tres mundos. Han superado el dominio
de los Padres Lunares, e incluso del Ángel Solar; son puras esencias
espirituales. Por tanto, sólo pueden influir en el aspecto espiritual del
hombre, aunque también controlan las fuerzas infrahumanas si así lo desean.
Ésta es la verdad oculta detrás de la idea de que los Maestros pueden trabajar
solamente con los seres humanos cuando estos hayan “entrado a Su mundo”, o sea,
que se hayan elevado a un tal estado de conciencia donde están en contacto con
su propio aspecto espiritual, al inicio con el principio medio, el Ego, y más
tarde con la Mónada. Por lo tanto, el mandato consiste en que el hombre encuentre
su propio Dios interior, el Iniciador, que despierte y sea más sensible a la
vibración egoica. Después los Maestros pueden trabajar, y lo hacen, para
reforzar esa impresión hasta lograr el vínculo consciente definido en la
primera Iniciación; y así el hombre está en el CAMINO para “ver a su Dios”.
Cuando esto ocurre, el iniciado no debe hablar acerca de ello. Se ha de tener
presente que después de un proceso similar en la vida de su hermano, no habrá
necesidad de hablar, porque el reconocimiento será mutuo aunque no esté basado
en palabras; y tales declaraciones sobre los vínculos, como que ‘soy un
Iniciado’ sólo conducen a resultados equívocos.
2. Asimismo en la vida oculta se ordena
guardar silencio, como es bien sabido, debido al peligro de transmitir
conocimientos a los incautos, los curiosos, los inescrupulosos y a quienes no
están preparados. Por lo tanto, a menos que un discípulo muestre una sabia
discriminación en el uso de los hechos ocultos impartidos gradualmente, se
retrasa el proceso iniciático, en el que le son comunicadas las palabras de las
fórmulas y las claves. No es, pues, por azar que se nos enseña el aforismo
oculto que “La palabra es plata y el silencio es oro”, puesto que el oro es el
símbolo del alma transmutada que funciona con fuerza eléctrica positiva,
mientras que la palabra es plata y se refiere a las vidas negativas; y el
hombre que utiliza la palabra, como normalmente se entiende, está todavía bajo
el dominio de la vida involutiva. La Palabra tiene que ver con los Dioses; el sonido
con Dios. La idea es expresada en la Palabra del Logos, que se lleva a cabo
satisfactoriamente por la “Hueste de la voz”. Desde el punto de vista del Ego,
o Dios interno, en este ciclo manifestado la palabra es una característica de
la personalidad (los dioses en manifestación triple) y el sonido lo es de la
naturaleza del Ego en los niveles abstractos. El Iniciado trabaja en el plano
mental usando las palabras universales; los hombres trabajan en los planos
inferiores a través del discurso o la multitud de palabras y sonidos. El método
para el Iniciado en entrenamiento, para el discípulo que mantiene disciplina,
asimismo como para el Adepto en el trabajo liberado es siempre el mismo: la
meditación, la comprensión, la visualización y el sonido; y quien medita,
siempre permanece como el que emplea conscientemente estos cuatro. El método
para el hombre en su propio plano son siempre las conclusiones de la mente
inferior, la imaginación, las formas de deseo y las palabras fragmentarias; y
el hombre se identifica inconscientemente con las formas que crea y con las
formas mentales inmaduras que visualiza. Entonces, hasta que un hombre no sea
libre o aún esté en proceso rápido de liberarse en el Sendero, no se le puede
confiar el conocimiento de las energías que dirigen y manipulan las fuerzas de
la involución o el aspecto sustancia. Primero tiene que aprender los métodos
del silencio oculto.
3. El silencio consciente también es
encomendado a un discípulo por las siguientes razones:
a. El silencio desarrolla en él el
conocimiento de los motivos, a través de las consideraciones sobre la razón
para hablar y la necesidad de circunspección.
b. El silencio desarrolla en él la cualidad
de la meditación interior y la capacidad para escuchar su voz.
c. El silencio sirve para enseñarle el
proceso de la conservación de energía y cómo acumular fuerza para el servicio a
la humanidad.
d. El silencio engendra en él la capacidad
de conservar el equilibrio y le permite lograr el alineamiento consciente con
el Ego, su propia Divinidad interior.
4. Otra razón contundente para el cultivo
del silencio es que hablar engendra karma y la palabra hablada siempre produce
resultados que tendrán que ser resueltos si las palabras se relacionan con la
personalidad o están basadas en ella. El discípulo o Iniciado debe estar en
proceso de disminuir y resolver el karma, con miras a la liberación. Al mismo
tiempo, la emisión de la palabra de la Hermandad y el empleo del habla con el
fin de ayudar o de enseñar a los hombres EL CAMINO, no engendra karma.
Cuando un hombre hace afirmaciones y llama
la atención sobre sí mismo, bien como un Iniciado o un discípulo, él ata a sí
mismo, ya sea favorable o desfavorablemente, a otras unidades humanas; y debe
resolver con ellos los efectos del uso de tal discurso y liberarse, con el
tiempo, de las formas mentales de devoción o aversión, de ardiente atracción o
rechazo despectivo, y tendrá que “permanecer”, en el sentido oculto del
término, hasta que haya deshecho, lo que sea, los malos efectos de sus mal-evaluadas
palabras. Ésta es una contundente razón para guardar silencio.
Los Maestros trabajan con aquellos que se
acercan a Ellos, que se esfuerzan por abrirse camino hasta Su presencia y
encontrar la entrada que conduce a Su mundo mediante la similitud de la vibración.
Ellos no envían anuncios a todo el mundo, porque conocen la ley, y Sus palabras
se las dicen a los que llegan hasta Ellos y a los que se han decidido a
buscarlas por gran necesidad. Hablan a Su propia gente, a los que conocen a
través de un reconocimiento individual; y Sus palabras son para ellos, para que
puedan ser sus agentes en el plano físico a fin de llevar a efecto los Planes.
ALICE A. BAILEY
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